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CRÓNICA DE VILLAMANÍN (Por Jesusito el Herrero)

CRÓNICA DE VILLAMANÍN (Por Jesusito el Herrero)

Leed y disfrutad de la crónica del sábado en Villamanín.

Ved a Jesusito Herrero, autor de la crónica por encargo de la Furrielería, ante el mural que él mismo pintó en la pared del restaurante, hace ya demasiados años. Quiero recordar que bajo los efectos de una soberana tajada. Él, ni se acuerda. Pero para eso estoy yo.

Gracias, artista, eres digna gloria del 61.

 


Villamanín

 

Hechos acaecidos durante parte de la mañana y parte de la tarde en Villamanín el 28 de Lalo (Mayo) de 2016, sin ir más lejos

(Parte de la mañana: Claros y nubes, más nubes, lluvias brutales intermitentes. Todo esto en la calle. Dentro seco y despejado).

(Parte de la tarde: Lo mismo aunque pudiera pensarse lo contrario).

 

Suelo llegar temprano a los sitios. En este caso también, para no perder la costumbre. El motivo es que casi siempre trato de hacerme una composición previa del lugar y, sobre todo de los hechos acaecidos. Por ejemplo, si voy a Little Bighorn llego una hora antes puedo comprobar que Custer, que solo era teniente coronel en ese momento y no general, recibió un ominoso flechazo en culo por meterse con los indios, aunque luego dijeran otra cosa. Además le daba al güiskidic, Todavía se pueden ver las botellas que se bebió diseminadas por el campo de batalla. No le cortaron la cabellera porque se había rapado la melena antes de la batalla, por si las moscas. Y cómo puedo deducir yo todo esto casi ciento cincuenta años después de la batalla te preguntarás: Muy sencillo, no solo porque soy perspicaz sino también porque voy con mi tablet a todos los sitios y consulto Güikipedia.

Introducción (con el debido respeto).

Bueno, pues en Villamanín lo mismo, solo que ahora es más fácil porque yo estuve aquí hace casi cincuenta años. Para empezar me fui a ver el río donde nos bañábamos por las tardes y claro, los recuerdos se me abalanzaron. Por ejemplo, en una poza del río que todavía tiene agua a pesar del cambio climático, Oscarín, actualmente doctor Óscar Fernández Hidalgo, ya salvaba vidas. Uno de esos días íbamos hacia la orilla en manada cuando de pronto Oscarín echó a correr como un rayo en dirección a la poza mencionada, entró en el agua como un fueraborda y entre salpicaduras y oleajes extrajo en volandas a un niño que se estaba ahogando. Labajos, un mando de la Oje que era feísimo y que dirigía con aire marcial nuestros alocados pasos, le hizo la respiración artificial y el niño empezó a respirar de nuevo. A Oscarín le hicieron una mención especial en el acto de arriar bandera que se hacía todos los días al atardecer. ¡Ole!

Luego fui al albergue y recordé cómo el señor Ministro, que solía andar siempre muy activo, se sacó un día de nadie sabe dónde, un descomunal cuchillo de monte y lo colocó de punta entre el somier y el colchón de la litera de San José Recio y luego le desafió diciéndole que no tenía narices (entonces no había ni güevos ni cojones) para tumbarse encima del colchón. A San José, que era ya entonces persona seria y madura, le dió la risa floja y en ese momento entró en la habitación Labajos con su aire marcial y dijo eso de “ffiiiiiiiir eessss”. Entonces todo el mundo se puso tieso, Labajos pasó revista y luego dijo eso de “en su lugar descaaaaaaaaansenn”. Y todo el mundo se tumbó en su litera menos San José, que era también persona prudente, más que nada por el cuchillo del señor Ministro, aunque a él le hubiera gustado cumplir la orden a buen seguro.

Lo de arriar bandera, costumbre patriótica donde las haya, aunque ahora la tendencia es la contraria, daba también mucho y variado juego. Había la costumbre, por no decir manía, de colocar una corona de laurel (laurel es mucho decir) en una cruz que había junto al palo de la bandera como homenaje a los caídos. Las dichosas coronas se hacían entre dos y por turnos. Cada día dos incautos iban cogiendo ramitas por los setos del pueblo, las ataban con cuerdas para que quedaran redonditas y monas y luego se depositaban con mucha pompa a los pies de la cruz mientras el personal, o sea nosotros, cantábamos el “Cara al sol”. El día que nos tocó turno a José Ramón Tejo y a un servidor había excursión al Pico del Fraile, el pico que está detrás del pueblo y, ya de vuelta, nos dimos cuenta que había que preparar la corona. Pero claro, allí no había ni yerba, así que empezamos a preocuparnos seriamente. De inmediato empezamos a recolectar todo lo que fuera verde, por ejemplo un par de ramas de unos árboles que había a la entrada del pueblo; unas ramitas de espino que había también por allí; unas hojitas de retama, unas plantitas de helechos medio secos y un tallo de ficus benjamina que había en un tiesto a la entrada de una casa que nosotros preferimos pensar que estaba abandonada, lo cual no era cierto.

Ya había material vegetal, pero no había cuerda para atar todo aquello, así que nos quitamos los cordones de las zapatillas y apañamos finalmente el engendro de corona. No hubo tiempo para más. La gente ya estaba en formación practicando el ritual y entonces se empezó con lo del “Cara al sol”. José Ramón y un servidor avanzamos marcialmente acojonados corona en mano camino de la cruz. Y en ese mismo momento la corona empezó a perder ramitas. Primero un par de hojitas, luego un trozo de helecho, y después el ficus benjamina. Para cuando se llegaban por lo de la camisa “que tú bordaste en rojo ayer” se soltó uno de los cordones y entonces la corona, que ya no era ni redonda ni ná, se convirtió en manojo vegetal y empezaron a oírse risitas insidiosas. Pero José Ramón y un servidor mantuvimos la calma y la seriedad y conseguimos depositar a los pies de la cruz (¡y qué cruz!) aquel montón de verde que más parecía comida para conejos que gloriosa laureada. Los caídos por Dios, por la Patria y por otras muchas cosas fueron seguramente más comprensivos. Tanto José Ramón como yo recuperamos los cordones de las zapatillas a duras penas. No se pudo llegar a lo de “volverán banderas victoriosas”, que es casi lo último de la canción, porque la que bordaba todas las tardes la camisa nueva estaba muerta de risa y le había dado un hipo espantoso.

Y debajo del palo de la bandera, recordando aquella dramática escena, me encontré con Quique Muñiz que había estado comprobando el escenario de la presentación y ya había dejado todo a su gusto. También habían empezado a llegar los asistentes, así que me perdonáis que voy a repartir unos abrazos…

(este espacio está reservado para lo de los abrazos).

 

Capítulo primero y último

Y ya en la presentación, propiamente dicha, de los libros escritos por los antaño gamberros, hoy ya por suerte convertidos en artistas literatos de enjundia, hubo de todo. Por ejemplo, el libro de José Ignacio, con ser el más barato emitía maravillosos trinos de aves cantoras cuando lo abrió Santines, que era el que lo presentaba, aunque Mallada pretendiera colarnos de rondón flores marinas cargadas de salitre y olores oceánicos.

Luis Heredia nos lanzó a la cara versos de Vibot que se convertían en besos al contacto con la piel de manera que hacía innecesaria la crema de protección solar. También le diseccionó un poco desde el punto de vista técnico/literario pero sin hacer sangre. Hoy día con el láser ya no hace falta cortar.

Santines, me leí tu libro, y me lo bebí, y me lo respiré y me lo guardé en una estantería que tengo en el alma. Gracias secundarias por escribirlo. Las primarias ya te las habrá dado Borja.

Y Pedro, el primo de Andrés, nos llevó de excursión por una Senda, la del Trapi, por la que él circula con añoranza y reflexión y todos pudimos ver en ella bosques frondosos, aves canoras ejerciendo y unos besos que nos regalaba la brisa como versos de Santines o flores marinas de José Ignacio. Pedro, que tiene una voz profunda y grave, tallada con orujo, así como de lobo, no dio ninguna cornada en el acto de presentación, por lo que todos quedamos muy agradecidos, como los respectivos autores con sus respectivas presentaciones.

¡Vaya tres! El uno huele a hierbabuena, el otro a algas marinas y el último a tabacazo, un tabacazo humano, glorioso y crápula acompañado siempre de una leve sonrisa soportable como la insoportable levedad del ser. La belleza siempre se expresa con una sonrisa.

Espero que el divino Furriel de doradas cuerdas vocales haya grabado todo en un video de esos tan bonitos que él hace y nos lo ponga para que nos enteremos con precisión de lo que se dijo, porque a mí no me dio tiempo a tomar notas y no quiero inventarme nada.

Mención especial para el prólogo de Javivi para la Senda del Trapi. Javivi tiene pluma afilada y siempre lista para hablar y hacer pensar.

Nadie sabe cómo, pero en la fiesta se coló un hombre rana. Bueno, no exactamente rana, sino buceador de profundidades acuáticas y no acuáticas. De esas profundidades mentales se sacó la maravillosa parte visible y palpable de estos tres libros y les dio forma material para uso y disfrute de todos. El problema es que no es la primera vez que lo hace, como sabemos, lo cual puede ser peligroso porque nadie sabe el esfuerzo que supone semejantes partos. Por eso pienso invitarle a gaseosa gran reserva siempre que quiera, a cualquier hora del día y de la noche, bueno, a excepción de cuando bucea, naturalmente, porque también sabemos todos lo peligrosa que puede ser la gaseosa en las profundidades marinas.

Pero a estas alturas otros olores más materiales comenzaron a extenderse por la sala. Para unos olía a pulpo, para otros a cabrito, para los de más allá a embutidos variados. La organización nos quería matar a base de colesterol, triglicéridos y grasas hipersaturadas. A estas alturas la organización debería saber que los jubilados solo deben comer sopitas, pescadito hervido y, como mucho filetitos de pavo a la plancha, a excepción de PPedro que puede comer lo que le dé la gana porque tiene escolta hormonal y estas barbaridades no le atacan. Menos mal que las dotes organizativas de Quique Muñiz habían previsto que el salón de actos fuera el mismo que el de la comida, por lo que no hubo que abalanzarse sobre nada ni sobre nadie, simplemente esperar a que llegaran los camareros con la comida.

Por mi parte tengo que reconocer que yo solo comí lo justo (lo justo para no poder levantarme luego de la mesa ni con grúa..). La verdad es que teníamos hambre todos, como se vio al final, porque incluso estuvieron a punto de hacernos un descuento en la factura. La razón es que quedaron tan limpios los platos que luego no tuvieron que fregarlos. Pero al final no nos rebajaron la cuenta porque habíamos comido mucho pan. Se ve que la gente untaba la salsita y claro, el exceso de consumo les retrajo la generosidad.

A mí, como no había “langostinospescanova” en el menú, Quique prometió traerme en compensación una gaseosa para echar al vino y me la trajo. Pero enseguida se apuntaron unos cuantos y casi ni la pruebo. Me resarcí con la tarta, aunque eso me arruinó mi régimen de adelgazamiento que iba estupendamente hasta el sábado de marras. Había adelgazado desde enero (año nuevo vida nueva) ciento setenta y cinco gramos, lo cual es una barbaridad. Pongo la cantidad en letras no para fastidiar a Fernando sino porque así aparenta más y me anima mucho. Aun no me he atrevido a pesarme desde el otro día.

Durante los cafés los autores empezaron a firmar libros a los asistentes a diestro y siniestro. Se hicieron colas y todo el mundo sacó su número como en la pescadería. Por lo tanto no se pudo colar nadie.

Entre tanto Quique se encargó de la recaudación y se hizo con un montón de billetes que metió en un sobre enorme en el que se podía leer por la parte de fuera: PANAMÁ, aunque de eso no estoy muy seguro porque lo leí al revés y nunca se sabe… Y además él lo negó y, como no se dedica a la política, yo le creí a pies juntillas.

Al final y para colmo de males, y esto no fue cosa de la organización, me consta, algún espontáneo desaprensivo empezó a cantar canciones para lo de la despedida. Sobre todo esa canción de “Adiós madre de mi vida” que le deja a uno hecho polvo para el camino de vuelta, vaya uno a su casa a ver el Atlético - Real Madrid o a las chimbambas. Estas sobrecargas emocionales son mucho peor que el colesterol. Trapi, invítame a un cigarro que es más sano.

Posdata 1: El partido lo ganó el Real Madrid en los penaltis, pero si yo fuera Florentino les invitaría a una copa a los del Atleti.

Posdata 2: Si yo fuera Cerezo encima de las letras del VICENTE CALDERÓN que hay en su estadio, pondría REAL MADRID y me quedaba con la copa.

Posdata 3: Al final descubrí lo que me temía: Cúster era del Real Madrid. La flecha clavada en el culo contraria a sus intereses que le mató se la había lanzado un jefe siuox del Atlético. Murió boca abajo y sobre el punto de penalti.

6 comentarios

Andrés Martínez Trapiello -

Fresco relato de lo acontecido, Jesús. Es una delicia leerlo.
Un abrazo

Vibot -

Jesusito, qué refrescante risa de cronopio leerte.
Muchas gracias por esos "maravillosos trinos de aves cantoras" que me atribuyes y por esos "versos de Vibot que se convertían en besos al contacto con la piel".
Casi es mejor que no aparezcan vídeos pues tu sonriente e idealizada crónica es mejor que la realidad. Como de la poesía amorosa decía Montaigne que tiene un no sé qué más amoroso que el propio amor.

**

Querido Heredia, gracias por todas tus palabras esa tarde de montañas a través de la lluvia. Todavía espero esa foto nuestra en el Villamanín de entonces...

Gracias a todos lo que vinísteis por el calor de vuestra compañía, que queda en la memoria y pide más.

Y gracias a todos los leoneses que lo hicieron posible.

Luis Heredia -

Doy Fe de que la crónica es fiel reflejo de lo sucedido el día 28 y de que el cronista no paró de moverse en toda la jornada para no perder detalle. De ahí que haya escudriñado hasta el fondo de los platos.

Anónimo clásico -

"Divino furriel de doradas cuerdas vocales", una vez más ... "HOMERICO".

josemari cortes aranaz -

amigo Luis, sabía que me lo iban a pedir. Pero ninguno de los intevrinientes lo tenía en formato digital. Yo estoy montando peliculeras con los momentos que grabé. Espero colgar estos vídeos en los próximos días.

Luis Carrizo -

En esta ocasión no asistió Cirauqui, con lo que nos quedamos sin su crónica versolari, siempre tan prolija y tan sentida. Pero por suerte ha tomado el testigo Jesús Herrero con su prosa divertida y su relato no menos detallado. Así da gusto. Aunque la distancia me impida personarme en el lugar de los hechos, puedo participar y casi sentir los olores de ese cabrito que he visto en las fotos.
Pregunto al furriel: ¿hay posibilidad de leer las presentaciones de los distintos intervinientes?
Mi enhorabuena especial a los tres autores y también a Lalo por lo mucho que le toca.