LA SOCIEDAD DE CONSUMO
Todos estamos metidos hasta el tuétano en la llamada por algunos sociedad de consumo. Hace unos años, Adela Cortina, catedrática de ética de la universidad de Valencia y famosa, escribió un libro que tuvo mucha resonancia sobre ética de la sociedad de consumo. Es un libro medio de sociología, medio de autoayuda; pero se queda en la cáscara. Eladio, como siempre, se mueve en las profundidades, donde nace y se va desarrollando el ser humano: en los valores. Sólo que ahora, trata cómo esos valores están fuertemente influidos unos por otros. No conozco a nadie que haya hecho un diagnóstico tan certero del modelo humano que estamos viviendo.
Baldo
2. La sociedad de consumo, nuestro modelo humano y nuestra forma de vida
El ser humano, a diferencia de los demás vivientes, no se nutre siempre igual y de manera indiscriminada, sino que organiza su alimentación biótica (valores biopsíquicos): en las horas del día (desayuno, comida, merienda y cena), en menús (café para el desayuno, fabada para la comida, bocadillo para la merienda, tortilla para la cena), en estaciones (cocidos para el invierno, ensaladas para el verano), etc. Pues bien, la organización no sólo afecta a la comida biótica, sino a toda la alimentación humana, es decir, a todas las vertientes vitales y a sus dimensiones valorativas. En cuyo caso, cada organización de los valores constituye un estilo de vida, un modelo de ser y de hacerse humano.
Recordemos lo que dijimos en el tema de los valores y contravalores: cuando hablemos de valores y de contravalores incluimos necesariamente y a la vez a sus tres componentes: vertientes vitales, seres y relaciones entre unas y otras. Nunca nos referiremos a uno solo, aunque, para no fatigar al lector, no siempre explicitaremos los tres. También usaremos indistintamente valores/contravalores y dimensiones o relaciones valorativas
1. LOS MODELOS DE SER Y DE HACERSE HOMBRE
Al estilo de vivir la vida humana, al peculiar modo de ser y hacerse hombre, lo denominaremos indistintamente “modelo humano”, “arquetipo humano”, “paradigma humano”; todas serán para nosotros expresiones sinónimas.
1.1. Modelo humano o estilo de vida es cada tipo de organización de los valores
Los millones de personas que compartimos una forma vivir tenemos un estilo de vida común. A eso llama Chávarri "modelo humano". El modelo humano está configurado por valores y contravalores de las ocho dimensiones valorativas. La visión de Chávarri de los modelos humanos es, en contenido y en forma, valorativa. No forman el modelo humano los caracteres biológicos o psíquicos de un grupo, ni los sociales, morales, religiosos, económicos, lúdicos, cognitivos o lúdicos del mismo, en cuanto tales caracteres, sino en cuanto que esos caracteres son valores o contravalores. Chávarri se diferencia así de la mayoría de las visiones sobre los modelos humanos, pues establece como constitutivo de los mismos las dimensiones o relaciones valorativas, y no meras características. Hay, además, algo determinante en la configuración de cualquier modelo humano: la existencia de un núcleo valorativo que "modaliza" a todos los valores de dicho modelo.
1.1.1. La organización de los valores en torno a un núcleo valorativo
No todas las culturas dan la misma importancia a las ocho clases de vertientes vitales y de sus dimensiones valorativas que hemos enumerado. Entre la infinita gama de valores, cada sociedad escoge unos y desecha otros; y, entre los que selecciona, a unos les da más importancia que a otros. Los autores suelen hablar de “jerarquía de valores” para calificar esta ordenación social o cultural de los valores. Los valores que han sido situados en la cúspide de esa pirámide o jerarquía hacen de guía y de meta del resto, de tal modo que los demás valores están gobernados por ellos.
Nosotros preferimos utilizar otro símil para expresar cómo están ordenados los valores: el de la célula. En ella, alrededor de su núcleo se agrupan otros elementos para completarlo. El núcleo es la parte o punto central sirve de sostén a la célula, actúa como órgano rector de las funciones de los demás elementos y, sobre todo, empapa de su propia sustancia a esos elementos de la célula. Pues bien, ésas son las funciones que desempeña el núcleo valorativo de un modelo humano respecto de los demás valores: los gobierna y los empapa de su sustancia. Diríamos que los “MODALIZA” porque la influencia del núcleo es tal, que produce en los demás valores un nuevo “modo de ser”, un ser distinto al que tenían antes (de ahí lo de "modalizar", que no tiene que ver con "moralizar"; "modalizar) no es un error tipográfico). El símil de la jerarquía no expresa más que la función de gobierno, pero no la de empapar e influir profundamente en los demás valores.
1.1.2. El núcleo valorativo es el que da especificidad a cada modelo humano, a cada manera de hacerse hombre
Las vertientes vitales y sus dimensiones valorativas escogidas para constituir el núcleo por una determinado modelo humano constituyen la esencia de dicha modelo, porque, como dijimos, dirigen y, sobre todo, empapan de su propia sustancia al resto de las vitalidades y dimensiones valorativas. Es decir, modalizan a las demás dimensiones valorativas. Cuando el núcleo valorativo está constituido, por ejemplo, por relaciones valorativas sociopolíticas, todos las demás relaciones valorativas quedan profundamente transformadas y teñidas de sociopolítica. Así pues, los muchos y variados estilos de hacerse hombre que han existido a lo largo de la historia se distinguen unos de otros por su respectivo núcleo valorativo. El núcleo valorativo canaliza el tipo de humanidad que desean los miembros de una determinada cultura o forma de vida.
1.1.3. Los valores del núcleo son los que marcan qué es lo humano e inhumano, y también qué paradigma viviente o qué modelo diseñado es la expresión máxima de lo humano o de lo inhumano
Es muy corriente que los modelos humanos se encarnen en héroes, líderes religiosos, santos o magnates. Los llamaremos modelos humanos vivientes. Jesucristo, por ejemplo, es el paradigma viviente del estilo cristiano de ser hombre. Otras veces estos modelos humanos son un simple diseño de la razón. Los denominaremos modelos humanos diseñados. La filosofía griega, la Ilustración, la filosofía moderna o el marxismo diseñaron sus propios modelos de ser hombre.
Pues bien, son los valores del núcleo los que determinan en quién ha de encarnarse un modelo de ser hombre o cómo han de ser los estilos de vida diseñados. Un rico, joven y apuesto magnate no sería nunca un modelo viviente de un estilo de vida budista, por ejemplo; pero sí lo es del modelo de ser y hacerse hombre de la sociedad de consumo. Cada estilo de ser hombre tiene sus héroes propios y específicos, que no son transferibles a otros modelos humanos.
1.1.4. De ninguna manera los modelos humanos son algo ajeno y externo a las personas
En la vida de cada persona se encarna con muchísima fuerza la modalización del propio modelo humano. La vitalidad de cada uno de nosotros es en gran medida como es la de nuestro modelo humano. Como consecuencia, el modelo humano que uno tenga asumido explica en cada persona muchas de las conductas que ésta cree que son naturales. Cuando se plantea cualquier asunto (valor o contravalor), es preciso siempre desentrañar qué modelo humano hay detrás, porque será la única manera de que acertemos en ver la naturaleza y el alcance que tiene ese asunto en cuestión. Resulta evidente que lo que, desde su específico núcleo valorativo, un modelo humano estima como valor, otros modelos humanos, desde el suyo propio, pueden juzgarlo como contravalor. La familia, por ejemplo, necesariamente ha de ser vista desde el concreto modelo humano que hay detrás en cada momento.
1.2. Las culturas o formas de vida y sus respectivos modelos humanos
1.2.1. ¿Qué entienden los sociólogos, antropólogos o historiadores por cultura?
Hablamos de la cultura de occidente, de la cultura hispana o de la cultura medieval; también, de la cultura juvenil o de la cultura urbana. En todos estos casos, nos referimos con el término “cultura” no a lo que sabe un individuo, sino al conjunto de “maneras de pensar, de sentir y de actuar específicas, aprendidas y compartidas por una pluralidad de personas, y a sus productos”.
En primer lugar, la cultura no sólo incluye los conocimientos, sino también los afectos y las actuaciones; es decir, toda la vida de las una persona forma parte de la cultura. En segundo lugar, esos modos de pensar, sentir y actuar son peculiares y específicos en cada cultura. En tercer lugar, todo lo que es cultural se aprende, no se hereda por vía genética. En tercer lugar, para que podamos hablar de cultura, los modos de pensar, de querer y de actuar deben ser comunes a muchas personas. En último lugar, la cultura comprende los productos de esas formas de pensar, querer y actuar.
1.2.2. Preferimos la expresión “forma de vida” al término “cultura”
Para Eladio Chávarri, la "forma de vida" es aquélla en la que se encarna y se concreta un modelo humano. Por tanto, las formas de vida existentes están configuradas, penetradas, por los modelos humanos que están inmersos en ellas. Hablar de modelo humano y de forma de vida vienen a ser lo mismo, porque entre ambos hay una mutua implicación. Pues bien, resulta claro y lógico que, para Chávarri, la forma de vida es una consideración genuinamente valorativa. Muchas denominaciones de nuestra forma de vida actual (“sociedades modernas”, “sociedades posmodernas”, “sociedades desarrolladas”, “sociedades opulentas, ricas”, “sociedades terciarias”, “sociedades individualistas”, “sociedades “industriales” y “postindustriales”, “sociedades capitalistas”, “sociedades democráticas”, “sociedades informatizadas”, “sociedades fluidas”, “sociedades administradas”, “sociedades tecnocientíficas”) no tienen en cuenta explícitamente esta consideración valorativa como tal. Y frecuentemente se fijan tan sólo en alguna dimensión valorativa de nuestro modelo humano, dimensión que es claramente insuficiente para abarcar y caracterizar todos los pares valorativos y todas las numerosísimas relaciones que se establecen dentro de él.
1.3. Funciones de los estilos de vida o modelos humanos
Todas las experiencias de la vida están amplia y profundamente marcadas por el tipo de modelo humano que cada uno vive. De ahí que no sea lo mismo ser niño, madre, profesor, sacerdote, labrador, estudiante o pillo en un modelo humano que en otro, en una forma de vida que en otra; no han querido del mismo modo a los hijos los egipcios, indos, olmecas, persas, griegos, romanos o los celtas. Resumimos esta enorme influencia de las culturas o formas de vida sobre sus miembros en ocho grandes funciones de los modelos humanos: biográfica, judicativa, terapéutica, dar cohesión a las acciones, ser horizonte de sentido de la vida, dar validez e invalidez a las acciones, determinar la verdad/falsedad de los estilos de ser hombre y ser referente de responsabilidad.
1.3.1. Función biográfica: el modelo de ser y hacerse hombre es el punto de referencia para construir la identidad y los proyectos vitales de cada biografía
Julia Iglesias, Andrés Alfaro, Inés López, Eladio Chávarri o Cándido Ániz son «biografías», es decir, modos peculiares, únicos, intransferibles de ser hombre. Cada uno nació de unos padres concretos, en un lugar determinado, comió papillas de una marca específica y va desarrollando modos peculiares de comportarse, divertirse, relacionarse con los amigos, expresar las emociones o de organizar el tiempo de trabajo. Pues bien, la mayoría de esos modos biográficos de ser y de actuar no se heredan por vía genética ni los construye uno a su antojo, sino que se aprenden. El punto de referencia en ese aprendizaje es el modelo humano que hay en la forma de vida en la que uno vive. De acuerdo con él vamos elaborando nuestra identidad biográfica, nuestros proyectos vitales. Ello explica que pocas personas de nuestra ciudad tengan como proyecto vital hoy ser samuráis, cazadores de cabelleras o anacoretas en el desierto; pero sí ser ricos, juveniles y triunfadores.
1.3.2. Función judicativa: cada uno de los modelos humanos concretos es el criterio último para juzgar lo que es humano o inhumano
a) Qué es lo humano/inhumano
Estamos acostumbrados a valorar a las personas y a sus acciones desde algún criterio particular como, por ejemplo, la división del trabajo. Y así decimos que fulanito de tal es abogado, físico, estudiante, panadero, barrendero, comerciante, obrero o empresario. Hablamos también de acciones concretas: comer, pensar, hablar, estudiar, hacer pasteles, etc. Pero también, en algunas ocasiones, aplicamos a esas mismas personas y acciones el calificativo de humano o de inhumano. ¿Qué les añade a las personas y a las acciones eso de ser humanas o inhumanas? Pues una referencia al proceso de ser hombre en su globalidad. Preguntarse por lo humano/inhumano de una acción es ver si ella contribuye al desarrollo o al deterioro del ser humano en su totalidad, ya que cada acción desarrolla su específica porción de humanidad e inhumanidad. La humanidad y la inhumanidad se aplican, por tanto, a las comidas y bebidas, al libre comercio y a la actividad laboral, al conocimiento técnico y al filosófico, a lo bello y a lo feo, a la justicia y a la injusticia, a los dioses y a los Dioses, a la libertad y al compañerismo, siempre que se los considere desde la perspectiva del ser y hacerse hombre en su globalidad. Por ejemplo, robar y hacerse con el dinero ajeno es una acción que acrecienta nuestros valores económicos, pero desde el punto de vista del conjunto del hacerse hombre es deshumanizadora, pues directa o indirectamente acarrea grandes contravalores para el sujeto que roba y, por tanto, deteriora su proceso de hacerse hombre.
b) Los modelos humanos concretos son el criterio para determinar lo que es humano o inhumano
Después de lo dicho en el párrafo anterior tenemos que afirmar que es imposible calificar como humano e inhumano a cualquier ser si no se tiene a la vista un criterio o punto de referencia para hacer ese juicio. ¿Cuál es, entonces, ese criterio o punto de referencia? Pues no es otro que un determinado y concreto modelo humano. Según eso, una acción es considerada como humana si desarrolla algún aspecto del tipo de humanidad que marca un determinado modelo humano; es valorada como inhumana, en el caso contrario. Humano es, pues, una relación de las acciones o de los seres a un determinado modelo humano. No es de extrañar, por tanto, que lo que es considerado como humano desde un modelo pueda ser valorado como inhumano desde otro. El historiador griego HERODOTO narra cómo el rey persa Darío reunió en una ocasión a griegos y a indios para conocer sus respectivas costumbres funerarias. Los indios, que se comían a sus muertos, quedaron tan horrorizados ante los ritos griegos de cremación como espeluznados se sintieron los griegos por la antropofagia de los indios.
c) Los modelos humanos son los puntos de referencia últimos, es decir, no se puede recurrir a nada ni a nadie por encima de ellos para juzgar lo que es humano o inhumano
Así, por ejemplo, las Declaraciones de Derechos Humanos de la Modernidad europea se presentan como puntos de referencia últimos en la valoración de lo que es humano, porque se piensa que expresan los derechos naturales de todos los hombres de todos los tiempos. En realidad han sido elaborados desde un modelo humano concreto: el burgués. Desde otro modelo humano –el marxista, por ejemplo– los derechos de dichas Declaraciones son inhumanos.
1.3.3. Función terapéutica: cada modelo de ser y hacerse hombre pretende curar las inhumanidades causadas por otros modelos
Todo estilo de vida o modelo humano aspira siempre a curar (terapia) las inhumanidades creadas por otros modelos. Los ilustrados europeos, por ejemplo, pretendían sanar con el estilo de hacerse hombre ilustrado todas las inhumanidades y todos los sufrimientos que habían causado los estilos de hacerse hombre anteriores.
1.3.4. Función de dar cohesión al conjunto de los valores y de las experiencias
Frecuentemente consideramos a los valores y las experiencias como disgregados unos de otros, como autónomos. Pero no es así; cada modelo humano da una gran cohesión a todas las experiencias que se viven dentro de él, de tal modo que todas están perfectamente engarzadas en las demás.
1.3.5. Función de dar orientación y sentido a la vida en general
a) La vida depende de estar bien orientados
Es muy probable que las primeras actividades humanas que recibieron la calificación de “horizontes de sentido” fueran los movimientos en el espacio vital humano. La vida del nómada (las relaciones con el medio, el sustento diario, la protección, la comunicación con otros grupos más próximos y lejanos, etc.) dependía de estar bien orientados en el espacio (orientar = oriente = oriens o lugar por donde sale el sol). Por ello, la orientación y el sentido espacial de sus movimientos eran al mismo tiempo orientación y sentido de la vida. Hallarse perdido en el espacio vital casi equivalía a hallarse perdido en la vida.
b) El modelo humano en el que uno vive es el que marca a cada ser humano la orientación y el sentido de su vida
Es cierto que hacemos tal o cual cosa con un fin particular y concreto: obtener una satisfacción, un dinero, una amistad, etc. Pero el sentido último de todas las acciones en conjunto y de cada una en particular no es otro que el de alcanzar nuestra propia humanización. Ésta es la meta de nuestra vida, el horizonte de sentido de todo nuestro obrar. Ahora bien, el modo de humanizarse, a cada uno le viene dado en gran medida por el modelo humano en el que está insertado. Así pues, preguntarse por el sentido de una acción es preguntarse por su contribución a la humanización que marca un determinado estilo de vida o modelo humano. Según eso, el sentido que tiene el trabajo, la amistad, la ciencia, el arte, el ocio, la religión, la moral o el estudio dependerá del modelo humano desde el que se contemplen estos seres. Lógicamente no será el mismo para el modelo humano de la sociedad de consumo que para la del ahorro, para los antiguos griegos que para los celtas, para los ateos que para los creyentes. Cada uno tiene un modelo humano diferente, que dará sentido también diferente a todas las experiencias de la vida.
c) La gran mayoría de las personas acepta complacida la oferta de sentido que le proporciona su modelo humano
Algunos, sin embargo, sólo la adoptan en parte; otros recorren la vida en lucha con ella; y los hay también que la rechazan y se quedan marginados. Ello les causará, sin duda, no pocas tensiones y conflictos en su interior y también en sus relaciones con los demás.
d) El modelo humano no es algo cerrado sino un horizonte de sentido que remite constantemente a otro horizonte de sentido, a otro modelo humano de mayor calidad
1.3.6. Función de dar validez/invalidez humanas a las acciones
Sabemos que “válido” indica el grado y la forma que ha de tener un valor para ser aceptado como tal valor. Pues bien, el punto de referencia último para establecer la validez e invalidez humanas de las acciones es un determinado modelo humano. No hay una sola validez humana de la ciencia, por ejemplo, sino que han existido tantas como modelos humanos. Y lo mismo podemos decir de la validez o invalidez de la libertad.
1.3.7. Función de verdad/falsedad humanas: los modelos humanos son los que nos establecen cuál es el verdadero ser humano y cuál es el falso
Calificar a algo como verdadera o falsamente humano supone siempre la referencia a un determinado modelo humano. De ahí que las acciones del verdadero ser humano para el modelo humano marxista no serán las mismas que las que establece como humanamente verdaderas el modelo HPC, por ejemplo, o el modelo cristiano.
Está claro que la extensión y profundidad de la verdad y falsedad humanas dependerán de la extensión y profundidad de humanidad e inhumanidad que haya en cada modelo humano. Un modelo que cultive sólo alguna clase de valores o parte de la envergadura vital o únicamente algún medio de su hábitat tendrá una verdad/falsedad humana más reducida que el que los desarrolle todos.
1.3.8. Función de ser refugio de seguridad humana
a) La inseguridad en algo se produce cuando este algo puede oscilar entre dos o más alternativas
Un salario, por ejemplo, es inseguro cuando puede variar entre mantenerse o desaparecer; entre menguar, crecer o ser estable. Pues bien, la inseguridad afecta al ser de todos los entes, ya que todo está en continua amenaza de cambio.
¿Qué pasa con la inseguridad del ser humano? Pues que sigue los vaivenes y zozobras de los seres de los que se alimenta como valores/contravalores, puesto que el desarrollo humano tiene lugar a la vez que se nutre de los entes.
Como el desarrollo de la vida crea continuas inseguridades, incertidumbres e inseguridades, no es nada extraño que aparezca en el propio ser humano una fuerte tendencia a instalarse en seguridades creando refugios de seguridad.
b) Los refugios de seguridad humana son los modelos humanos
Ellos dan seguridad/inseguridad, no a una, sino a todas las experiencias que en ellos se viven. Por ejemplo, un modelo religioso, la seguridad/inseguridad que da a todas las experiencias es religiosa; sin embargo, en un modelo económico, la seguridad/que se vive es económica.
c) Conversión de los refugios de seguridad en ratoneras
La ratonera es una trampa que atrae y que lleva a la muerte. Un modelo humano resulta una ratonera si no proporciona a los humanos que lo viven unos desarrollos vitales importantes; y ello sucede cuando los valores que se cultivan en esos modelos humanos se convierten en cebos que atraen de modo desproporcionado a los seres humanos. De momento, ello les da mayor seguridad, pero a la postre resulta una trampa, pues, al cortar multitud valores, provoca el debilitamiento o incluso la muerte del ser humano, ya que ningún valor puede ser sustituido por otros en su función humanizadora.
1.3.9. Función de ser referente de la responsabilidad
Una persona se siente responsable de que no falte la luz en una determinada población; otra, de que las deducciones científicas no sean chapuzas; una tercera, de que la comida de una familia esté preparada a su hora. ¿Ante quién es uno responsable? Es muy frecuente reducir el campo de la responsabilidad a la moral. Pero la responsabilidad supera con creces este ámbito, pues las propias prescripciones de la moral también han de ser sometidas al tribunal de la responsabilidad. Hay que afirmar que la responsabilidad sólo puede ejercerse respecto de lo humano e inhumano del hombre, es decir, en el interior de un horizonte de sentido, que, como hemos dicho en al apartado anterior, viene determinado por cada modelo humano. La libertad responsable, por tanto, será diferente en cada estilo de ser hombre. Se producen frecuentes choques con relación a esto de la responsabilidad porque no se tiene en cuenta que cada postura está tomando como referencia modelos humanos distintos.
2. El MODELO HUMANO DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO: EL SER HUMANO PRODUCTOR CONSUMIDOR (HPC)
2.1. El consumismo es un estilo de vida, no un acto sólo
Nuestra forma de vida o cultura puede ser denominada sociedad de consumo. Su modelo humano es el ser Humano Productor Consumidor (HPC). Y, ya desde ahora, hemos de dejar bien claro que el consumismo no es principalmente el acto de comprar en las grandes superficies comerciales, sino todo un estilo de vida, un modelo de ser y de hacerse hombre, y que como tal comprende el acto de comprar y otros muchísimos más. Según eso, ¿qué modelo humano, qué estilo de hacerse hombre vivimos nosotros, los que pertenecemos a la sociedad de consumo? Responder a esta pregunta va a ocuparnos todo el curso. Ahora indicaremos tan sólo dos cosas acerca del modelo humano de la sociedad de consumo: su núcleo valorativo y sus funciones.
2.2. El núcleo valorativo que alimenta al HPC está constituido por valores económicos y biopsíquicos
Los investigadores de ciencias humanas –sobre todo los muy eminentes– han situado en el núcleo valorativo de los diferentes estilos de ser hombre sólo a los valores religiosos, morales o sociopolíticos. Tenemos que afirmar, sin embargo, que, aunque así haya sucedido en épocas anteriores de la historia, nuestra forma de vida ha escogido para el núcleo de su modelo humano los valores económicos del capitalismo del consumo y a los biopsíquicos. Esto es lo que identifica y distingue al HPC de los demás modelos humanos que han existido en la Historia. En nuestra forma de vida, todos los demás valores quedan modalizados por los económicos y por los biopsíquicos. Pensemos, por ejemplo, en los cognitivos. El único saber que hoy se tiene por tal es el de la ciencia. ¿Por qué? Porque es el adecuado para aumentar los valores económicos, núcleo valorativo de nuestra forma de ser hombres.
2.3. Los valores biopsíquicos
2.3.1. La primera área de la modalización biopsíquica de los seres se refiere a nuestras necesidades como vivientes
a) La pasión por la vida y la huida de la muerte se traduce en deseo de disfrutar a tope de la salud y en lucha sin cuartel contra la enfermedad
El hombre de la sociedad de consumo no cree en otra vida, sino sólo en la presente; y tiene pasión por esta última. Sentir el vigor de la propia energía vital es una de las grandes preocupaciones de nuestra época. Por eso se estiman como valiosos los cuerpos jóvenes y frescos y se desestiman los viejos y decrépitos. Nuestro sistema sanitario crece a pasos de gigante día a día. Su eficacia es inmensa cuando la curación de la enfermedad depende en gran medida de tecnologías sofisticadas.
b) La pasión por la vida se concentra, asimismo, en el esmerado cultivo del propio cuerpo
Se trabaja para que el cuerpo siempre aparezca brillante, bien equilibrado, atrayente, aseado y bello. Ahora bien, esto exige reformarlo muchas veces a la medida del canon de belleza de nuestra forma de vida. La mayoría de las personas no aceptamos de buena gana el tipo que nos ha transmitido el código genético; por eso nos esforzamos en transformar los pesos, alturas, anchuras, volúmenes y gorduras, tonos musculares, caras, ojos, labios, pechos, caderas, vientres, muslos, etc. del cuerpo recibido. La reforma del cuerpo constituye para bastantes personas un verdadero suplicio, pues el código genético marca límites imposibles de traspasar.
2.3.2. La segunda área de la modalización biopsíquica de los seres se refiere al placer y displacer que producen en nuestros sentidos
Los humanos comemos para alimentarnos, es cierto, pero también para disfrutar de la compañía, celebrar una fiesta, satisfacernos con la presencia, el olor, y el sabor de las viandas, para engordar o adelgazar nuestro cuerpo, etc. Los animales comen, pero no tienen “arte culinario”, que es la “humanización” de la comida. Ahora bien, esa humanización de la comida y de las actividades de todos los sentidos se da “inculturada”, es decir, todas nuestras sensaciones están moldeadas y modeladas por cada una de las formas de vida, por el núcleo valorativo que impera en cada una de ellas.
En la forma de vida llamada sociedad de consumo, parte del núcleo valorativo lo constituyen los valores biopsíquicos. Por eso hoy se da a las actividades de los sentidos (ver, oír, gustar, tocar y oler) una importancia que no tuvieron en épocas pasadas; es valioso principalmente lo que satisface a nuestros sentidos, y disvalioso lo contrario.
El arte culinario representa una de las manifestaciones más espléndidas de nuestro gran despegue de los ecosistemas. Pues bien, el hombre de la sociedad de consumo ha ampliado la gama de alimentos, bebidas, refinamientos y goces culinarios hasta límites nunca imaginados antes. Los programas televisivos en torno a las delicias de la mesa tienen de antemano el éxito asegurado.
La “inculturación” también afecta al olfato. La sensibilidad para evitar los malos olores, y para suprimirlos cuando fuere posible, debió aparecer muy tarde en el linaje Homo. De fecha mucho más reciente es, sin duda, la búsqueda explícita y el deleite de los finos olores. Hoy contamos con amplísimas gamas de ellos gracias a la poderosa industria del perfume.
Gran parte del placer y desplacer que recibimos de los seres a través del sentido nos llega por el tacto. Es verdad que la Naturaleza nos regala a veces ambientes tibios, superficies sedantes, aguas deliciosas y refrescantes. Pero, en general, nosotros queremos más. Por eso ahora el frío y el calor, lo áspero y tosco, el simple polvo o las superficies rugosas, cualquier incomodidad física desagradan a nuestro tacto. El hombre de la sociedad de consumo mima esta sensibilidad como ninguna forma de vida anterior. No ha inventado ciertamente la casa, las prendas de vestir, los lechos y las sábanas, el aseo personal y los masajes, pero ha perfeccionado y refinado nuestra textura táctil en los instrumentos y enseres, en las comodidades, en el trabajo, en los desplazamientos, etc. hasta límites insospechados.
Una de las fuentes más intensas de placer y displacer sensible es el SEXO. La inculturación que el hombre de la sociedad de consumo ha aplicado a la relación sexual no es inferior a la que han experimentado los otros placeres sensibles.
2.3.3. La tercera área de los valores biopsíquicos dice relación al bienestar psíquico
Por la importancia que tiene lo psíquico para el hombre de la sociedad de consumo, algunos han calificado a nuestra forma de vida como cultura «psi».
Se trata, ante todo, del goce que proviene de sentir y experimentar las energías que hay en nuestro espacio interior: reposo y quietud exquisitos, sereno viaje por venas y arterias, sentimiento puro, suspensión del turbador fluido de representaciones y emociones, vacío mental absoluto, pasión violenta, delirio desenfrenado, etc. Todos los medios (alcoholes, drogas, medios audiovisuales, técnicas psíquicas o gimnasias específicas) son buenos con tal de que se consigan los placeres psíquicos deseados.
El gozo psíquico alcanza también a muchas relaciones con los demás. Se va entonces al encuentro del “otro” no para ayudarlo, sino con la única intención de convertirlo en pura y simple satisfacción propia (me agrada, me distrae, me es simpático, me produce placer, me enseña, me regala cosas, etc.). La referencia al buen estado psíquico que los seres pueden producirnos parece ser el único motivo para relacionarnos con ellos (“me es diver”, “me aburre”). Hoy muchas personas viven una modalización biopsíquica de la religión, en cuanto que lo que principalmente esperan de ella es sentirse a gusto psíquicamente. Y para esto, nada mejor que las religiones orientales, los espacios tranquilos de los monasterios, la música relajante del gregoriano o de la polifonía renacentista. Hoy se acude a las religiones como si fueran un supermercado en el que uno se aprovisiona a la carta de aquello que mejor va con sus gustos.
2.3.4. La cuarta área de los valores biopsíquicos corresponde a la limpieza y la higiene
¿Cuánto dinero del presupuesto individual, familiar, municipal o nacional se dedica al cultivo de estos dos ámbitos? ¿Cuánto espacio ocupan los anuncios de limpieza e higiene en los medios de comunicación? ¿Cuántas personas trabajan en las industrias de estos dos valores?
2.4. Valores económicos en la sociedad de consumo
Los entes son considerados hoy fundamentalmente como valores de consumo. Muchos de ellos sirven directamente a necesidades de orden biológico, como son la comida, bebida, descanso, sueño, defensa, etc. Otros satisfacen la inmensa pléyade de necesidades creadas por la cultura, ya se refieran al hábitat o a los métodos de adelgazar, a los servicios, cosméticos, gustos musicales o vacaciones. Pues bien, poco a poco todos los entes son contemplados y tratados por el hombre de la sociedad de consumo únicamente como valores de consumo. El ámbito entero de cuanto existe, sean aguas, minerales, plantas, organización, personas, ciencia, cultos o dioses caen sin remedio en las anchas garras del voraz consumidor. A los grandes almacenes, mercados y supermercados –los auténticos templos de la actualidad– llegan constantemente fieles dispuestos a ofrecer sacrificios al “dios consumo”. “CONSUMO” significa que todas nuestras experiencias están modalizadas únicamente por valores económicos y biopsíquicos.
2.5. Una muestra de la modalización económica y biopsíquica de las demás dimensiones valorativas
2.5.1. La modalización de la dimensión valorativa cognitiva
La modalización económica y biopsíquica de la dimensión valorativa cognitiva se manifiesta en la función hegemónica y casi absoluta que se le da al conocimiento científico y tecnocientífico. ¿Por qué? Porque la mitad de ser y de vida económica, la mitad de la riqueza actual de las sociedades desarrolladas, depende del cultivo de muchas teorías científicas. Y no sería exagerado añadir, que bastante más de la mitad del cultivo de los valores biopsíquicos, desde las células a la limpieza, depende de otro número igualmente grande de otras teorías científicas. Esto significa que los demás saberes (común, filosófico y teológico) queden oscurecidos, y que, por lo mismo, la educación de la juventud sea absorbida casi por completo por el saber científico.
2.5.2. La modalización de la dimensión valorativa estética
En una viñeta de El Roto, dos hombres contemplan cuadros es una exposición de pintura. Uno le pregunta al otro por el cuadro que está mirando: "¿es bueno?" El otro le contesta: "no sé; "no trae el precio". El arte ha sido convertido en una mercancía más, que llama la atención por sus elevadísimos costes añadidos. Es más, el arte se ha puesto al servicio del mercado: los productos son tanto más demandados cuanto más bellos son. Los coches, helicópteros, ordenadores, mesas, casas, por ejemplo, atraen principalmente por su estética. Dentro de la esta modalización, habría que destacar la ingente actividad económica que se desarrolla en torno al cuerpo humano para que sea bello y joven.
2.5.3. La modalización de la dimensión valorativa estética
Si consideramos que la principal expresión del ser buena persona es que sea justa, hoy la justicia se ha concentrado y limitado al reparto de valores o bienes económicos. No se tiene conciencia ni se da importancia a que hay multitud de otros valores que están injustamente repartidos. Hoy, lo mío y lo tuyo –es decir, las pertenencias debidas, según el reparto y la reciprocidad que exige la justicia– se refieren fundamentalmente a valores económicos, no a otros valores. Nadie dice el que una ciudad o el medio ambiente estén limpios sean un asunto "mío".
2.5.4. La modalización de la dimensión valorativa lúdica
Existen incalculables transacciones de dinero en toda clase de juegos. Las actividades lúdicas son enfocadas como simples medios para ganar o perder dinero. Los clubes deportivos han perdido su identidad lúdica y han sido transformados en sociedades comerciales. Las grandes ciudades luchan a muerte por conseguir la organización de las olimpíadas. Se produce una guerra entre naciones por hacerse cargo de los mundiales de fútbol. Todos los aspectos deportivos de unos y otros eventos son conformados por los ingentes intereses económicos de los que los manejan.
2.5.5. La modalización de la dimensión valorativa religiosa
Las grandes religiones que subsisten en nuestras sociedades poseen, por lo regular, un rico y variado patrimonio cultural. Parte de este patrimonio ha revivido en la actualidad como una fuente abundante de actividad económica. Muchas de estas actividades se refieren sin duda a fuertes gastos de mantenimiento. Pero tales gastos poseen asimismo el carácter de inversiones. Pues las catedrales, los museos, los claustros, las navidades, los años santos, las procesiones famosas, las peregrinaciones o las hermosas portadas, pueden equipararse económicamente a las fábricas o a los centros comerciales. Las autoridades políticas y las administrativas las atienden con gusto.
Como aspecto positivo de esta modalización económica y biopsíquica de la dimensión valorativa religiosa quiero señalar lo siguiente. Los que creen y siguen el ejemplo de Jesús de Nazaret están empezando a preocuparse por tener como supremo objetivo de su vida religiosa el de sanar o a aliviar las existencias deterioradas de las personas. El deterioro se manifiesta lógicamente en los contravalores, y de manera particular en los contravalores biopsíquicos y económicos. La lucha contra la brutal diferencia entre países ricos y pobres, contra las muertes masivas causadas por el hambre, las guerras, las enfermedades prematuras, etc. configuran hoy el amor de muchos cristianos.
2.5.6. La modalización de la dimensión valorativa sociopolítica
Los valores de tipo biopsíquico y económico se han convertido en el único objetivo de políticos y de gobiernos. No les interesa en absoluto el reparto (justicia, valor ético) cuanto el crecimiento económico. La modalización económica es la que configura y mueve al grupo de los trabajadores.
Por otro lado, la variación valorativa jurídica se halla muy modalizada por los valores biopsíquicos y económicos. Para darse cuenta de ello, basta observar que la mayor parte de los derechos que nos otorgan las leyes son de tipo biopsíquico o económico. Impresiona la cabida que tienen en nuestro código civil los derechos de propiedad.
Se puede detectar la modalización, asimismo, en aspectos sociales como los correspondientes al regalo. ¿No es verdad que, en nuestras sociedades, pasan prácticamente todos por el dinero? ¿No recaen en su gran mayoría sobre valores biopsíquicos y económicos?
3.5. Funciones del modelo humano de la sociedad de consumo (HPC)
3.5.1. Función biográfica: las biografías a que da lugar este modelo humano son las biografías consumistas
Toda nuestra identidad es consumista. A lo largo del estudio de nuestra vida iremos viendo cuáles son las características que tienen las biografías consumistas, porque uno es consumista en casa, en el trabajo, en la escuela, paseando por la ciudad o rezando en la iglesia. Y además lo es de “modo biográfico”, es decir, de manera irrepetible, peculiar y distinta a todos los demás.
3.5.2. Función judicativa: el ÚNICO criterio que se utiliza hoy para medir lo humano e inhumano es la posesión o carencia de valores biopsíquicos y económicos
En todas las formas de vida han existido ricos y pobres; no constituyen una característica peculiar del hombre de la sociedad de consumo, desde luego. Sin embargo, lo que sí es específico de nuestra sociedad es que ahora la riqueza y la pobreza ya no son simples criterios de división de las personas en clases sociales (ricos/pobres), sino el ÚNICO criterio de valoración de lo que es humano–inhumano. De este modo, los pobres representan la máxima inhumanidad aunque posean abundantes y profundos valores cognitivos, estéticos, lúdicos, morales, religiosos o sociopolíticos. Al rico, por el contrario, se le considera como el que disfruta el máximo grado de humanidad aunque carezca del resto de los valores.
3.5.3. Función terapéutica: tenemos plena confianza en que el consumo será la solución a todos nuestros problemas
El nivel de vida de un país se mide únicamente por la capacidad de consumo que tienen sus ciudadanos. Nadie parece dudar de que el consumo sea ahora el nuevo dios que nos va a liberar de todas nuestras calamidades. No entendemos que Cristina la hija del multimillonario Onasis tuviera depresiones y que dijera: “soy tan pobre que sólo tengo dinero”.
3.5.4. Hoy son los valores económicos y biopsíquicos los que dan cohesión a todas las acciones
Los que estudian los estilos de vida tradicionales ven que ciertamente todos sus componentes están muy armonizados bajo el núcleo de los valores religiosos; pero cuando analizan la sociedad de consumo, no advierten en ella más que disgregación por todas partes. Pero nada hay más contrario a la realidad, porque el modelo humano de la sociedad de consumo impone a la vez con suavidad y con violencia su propia cohesión a todas las experiencias humanas. Los ministerios del gobierno y las oficinas de la administración, las fábricas y las aulas universitarias, los sindicatos y las iglesias, los partidos políticos y los clubes de fútbol, las familias y las personas, todos están animados por casi un mismo espíritu: el de la sociedad de consumo. Las valoraciones biopsíquicas y económicas fueron muy despreciadas en la cultura europea por filósofos, teólogos, moralistas y místicos. Siempre se ha creído que sólo los valores morales, religiosos y sociopolíticos eran capaces de dar cohesión al resto de los valores. Pues bien, en el pasado siglo veinte ha aparecido un estilo de vida fundamentado en los valores biopsíquicos y económicos. De momento, en occidente, el modelo humano de la sociedad de consumo ha creado una conexión entre las naciones jamás conocida antes.
3.5.5. Hoy el horizonte de sentido lo proporciona el modelo humano del consumo
Este horizonte de sentido de la vida, basado en los valores económicos y biopsíquicos, ha ocupado todos los rincones y experiencias de nuestra vida. Y como es sumamente cautivador, se está imponiendo al resto de los horizontes de sentido. Para la gran mayoría de la gente de nuestro planeta, no ha existido en la Historia un horizonte de sentido más atractivo que éste.
Naturalmente, como nuestro modelo humano arrastra consigo una extensa y densa inhumanidad, este horizonte de sentido dará paso lentamente a otro, como así ha sucedido siempre en el pasado.
3.5.6. Las valideces/invalideces económicas y biopsíquicas modalizan a todas las demás
Hoy las acciones son juzgadas como “válidas” si contribuyen a desarrollar los valores del núcleo de nuestro modelo humano. Las valideces económicas y biopsíquicas influyen, configuran, modalizan a todas las demás valideces humanas. La ciencia, por ejemplo, ha tenido que adaptarse a la función de producir bienes económicos y biopsíquicos en abundancia para que así pueda recibir el veredicto de “válida”. Y eso mismo se puede decir de los programas de televisión, de la libertad, del ocio, de los Dioses, de los estudios o de las agrupaciones.
3.5.7. Nuestras verdades y falsedades
Hoy se considera que algo es verdadero si desarrolla en uno mismo o en la colectividad el modelo humano del consumo; es falso, si deteriora dicho modelo humano. Ahora bien, en dicho modelo, la ciencia tiene un papel preponderante, de tal modo que se ha extendido y está presente en todas las experiencias de nuestra vida. Con ello, la ciencia se ha constituido en tribunal supremo y marca a fuego cuáles son los verdaderos seres y cuáles los falsos, cuáles los auténticos y cuáles los engañosos. Para un saber así, que se abroga el monopolio de la verdad, no serían consideradas como verdades ni una oración, ni el cariño de una madre.
3.5.8. Las seguridades/inseguridades económicas y biopsíquicas son las únicas que importan al ser humano de la sociedad de consumo
Por el papel tan central que tiene la ciencia en el desarrollo del modelo humano actual, la seguridad/inseguridad científica se constituye en referente del resto de las seguridades/inseguridades humanas, con lo que, en nuestra forma de vida, las garantías ofrecidas por la ciencia superan en mucho a al resto. No hay pruebas válidas de Dios, por ejemplo, si no son pruebas científicas. Pues bien, el refugio de seguridad que es la ciencia se convierte en una ratonera, puesto que reduce el número de valores y de sus refugios naturales.
3.5.9. Nuestro modelo humano es el referente de la responsabilidad
Hoy el criterio último de responsabilidad de cualquiera acción es nuestro modelo humano. Todas las acciones que no contribuyan a mantener o desarrollar el núcleo valorativo de este estilo de ser hombre se considerarán como exentas de responsabilidad.
4. MODELOS HUMANOS ALTERNATIVOS AL HPC
Mucha gente padece los sufrimientos que genera el modelo de hombre de la sociedad de consumo. ¿Nos quedamos cruzados de brazos o intentamos crear un nuevo estilo de hacerse hombre diferente al de la sociedad de consumo? Nosotros optamos por lo segundo. Por eso propondremos en cada uno de los temas que configuran el temario modos alternativos de hacerse hombre. Ahora –y referido a los valores en general– señalamos algunas pautas que deben respetar esos modelos alternativos.
4.1. Los nuevos modelos humanos deben cultivar como alimento valores de las ocho clases
La Naturaleza ha hecho que la especie humana haya ido conquistando palmo a palmo sus vertientes vitales. Nosotros hemos distinguido ocho. El Homo necesita, para ser y desarrollarse como tal, seres que le alimenten cada una de las ocho dimensiones; es decir, ocho clases de valores. En la historia, sin embargo, se han construido y vivido modelos humanos mutilados y mermados, es decir, con una o dos clases de valores (morales, religiosos y sociopolíticos, fundamentalmente). Aquí defendemos sin paliativos que los estilos de hacerse hombre han de nutrirse de todos los valores.
4.2. El núcleo valorativo debe respetar la dinámica de cada valor
La razón fundamental es que cada valor tiene su función humanizadora específica, y en esta función no puede ser sustituido por otros valores. Tal es el caso de aquella madre que ama profundamente a su hijo y que, impotente, lo ve morirse de hambre; y es que el amor materno no quita el hambre. Posiblemente los humanos tengamos que seguir organizando nuestra amplia y variada alimentación en torno a núcleos valorativos. No ponemos ninguna objeción a que esto sea así. Sin embargo, sí censuramos que los valores del núcleo modalicen de forma absoluta y absorban de tal manera al resto de los valores que no les permitan seguir su desarrollo natural, pues para el ser humano supone un empobrecimiento no aprovecharse de la variedad de “alimentos” (valores). ¿Hay mayor tortura para el gusto que todas las comidas le sepan igual? Pues, en sentido amplio, eso mismo sucede cuando el núcleo valorativo empapa a los demás valores y les hace perder su peculiar naturaleza (sabor). Hoy todos los seres tienen casi exclusivamente sabor económico y biopsíquico.
4.3. Los nuevos modelos humanos no deben construirse sobre la destrucción del modelo actual
Muy poca gente escapa a la tentación de imaginarse amores, ejecutivos, bellezas, novias, justicias, familias, profesores, solidaridades, literaturas, sociedades y gobiernos maravillosos y perfectos. PLATÓN inventó este juego con su mundo perfecto de las Ideas. Pero los que han venido después de él no lo han practicado con menor intensidad; de tal modo que la libertad perfecta, la responsabilidad plena, la liberación total y otras tantas “utopías” han sido la enseña y estandarte de no pocas filosofías.
La actitud “idealizadora”, utópica, tiende fácilmente a despreciar la realidad, el ser que ya ha aparecido. Lo bueno se identifica, para dicha actitud, con los entes de los mundos ideales; lo malo, con todos los seres del universo real. De esta manera, los modelos humanos actuales, el tipo de hombre que la evolución ha conquistado, carece de valor; hay que destruirlo.
Pues bien, los modelos humanos siguientes al nuestro han de construirse respetando los grandes logros del actual. De otro modo, estaríamos siempre empezando de nuevo como hace dos millones y medio de años.
3 comentarios
Ramón Hernández Martín -
"Hoy, amigo Jairo, no voy a comentar tu artículo, sino que deseo invitar a los muchísimos y buenos seguidores que tienes a que lean el artículo LA SOCIEDAD DE CONSUMO, que aparece en antiguosalumnosdominicos.blogia.com. Es una visión profunda, muy diferente a las que comúnmente se explican en conferencias y tratados sobre nuestra sociedad".
Al verlo y tras haber hecho ya una lectura rápida del artículo de Baldo, yo he añadido allí mismo el siguiente comentario:
"Corroboro que el artículo a que se refiere BALDO tiene unos contenidos muy "valiosos" cuyo precio es el de una lectura tranquila que asimile bien los conceptos y siga todos los pasos de una exposición que es muy clara y pedagógica. El tema es denso y largo. Si uno sabe adentrarse en él, las fascinación es tal que deseará que la exposición se prolongue mucho más. Quien tenga el valor de adentrarse en esa temática leyendo el artículo tres o cuatro veces, si fuera preciso,saldrá sumamente enriquecido con una visión mucho más panorámica y ajustada de lo que realmente es el ser humano, de su proyección en la vida y del desafío que le plantea su libertad de actuación. En otras palabras, partiendo del modelo humano en el que cada cual haya nacido y se haya formado, saldrá convencido de la necesidad imperiosa de contribuir a mejorarlo pacientemente. Es la nuestra una hermosa y reconfortante tarea de humanización".
Que aproveche igualmente, tras reposada digestión, a cuantos osados lectores de esta bella página me hagan caso y sigan mi ejemplo.
Baldo -
Y a Alberto, al que dediqué un artículo por su cumpleaños, y su padre se olvidó de poner la dedicatoria después del encabezado. Y a Marta, la fía de Monolón. Estos hijos y otros como ellos de los que no tengo conocimiento han hecho que sus padres hayan logrado cotas de calidad y ejemplaridad humanas difícilmente alcanzables. Baldo
Baldo -
2.5.3. Modalización de la dimensión valorativa ética (no estética)