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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

Sepultura y cruz al borde de la carretera

Sepultura y cruz al borde de la carretera

Isidro Cicero analiza los mensajes del santuario vanguardista de la Virgen del Camino de León. (Sociedad cántabra de escritores)

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Una enorme sepultura blanca señalada con una cruz de 50 metros al borde de una carretera. Básicamente eso es lo que el viajero intuye desde lejos cuando empieza a vislumbrar el santuario de la Virgen del Camino de León. En su conferencia pronunciada días atrás en el Centro Gallego de Santander, el escritor Isidro Cicero, presidente de la Sociedad Cántabra de Escritores, destacó que el edificio al que se refería, no solo es “el único aporte del siglo XX al gran yacimiento de arte de todos los tiempos del Camino de Santiago”, sino que en sí mismo supone “una muestra completa de las corrientes intelectuales y espirituales de nuestra época”.  “En lo arquitectónico, representa la corriente racionalista alemana; en lo intelectual el pensamiento de posguerra y en cuanto a lo espiritual, encarna las grandes líneas del Concilio Vaticano II, antes de que este acontecimiento histórico tuviera lugar”, concretó.

Destinado a ser una iglesia regida por los dominicos, el vanguardismo del santuario de la Virgen del Camino adoptó la forma de parque temático del rosario. Para Cicero todas estas particularidades hacen de este conjunto monumental la obra más singular y más original de todos los monumentos que se alinean a lo largo de los 1.500 kilómetros que la UNESCO delimitó en 2015 como Camino de Santiago.

Siguiendo al pensador francés contemporáneo Frédéric Gros, el escritor cántabro comentó que el peregrinaje a Compostela se distingue en una cosa de todas las demás peregrinaciones que ha hecho la humanidad a través de los siglos: lo sagrado que va a visitar el peregrino a Roma, Jerusalén, las fuentes del Ganges, el sagrado monte de Kailash, la Kaaba o el desierto donde los huicholes recogen el sagrado cactus del peyote está a la llegada, al final; de hecho, si estos viajeros pudieran llegar teletransportados, no les importaría demasiado, pero en quienes van a Santiago, ni esa teletransportación ni nada que se le parezca sería concebible, porque aunque el cénit del viaje esté al llegar a la tumba del Apóstol, a la llegada, tan importante como eso es el propio camino mientras se recorre. El conferenciante insistió en que lo sagrado, lo numinoso, está diseminado a lo largo del Camino de Santiago en numerosos puntos y señaló como uno de los principales el santuario de la Virgen del Camino, objeto del análisis de su conferencia.

Ante un salón repleto de público, el escritor explicó que la palabra ‘santuario’ pertenece al campo semántico de lo “sagrado”, lo “inefable”, a veces lo “prohibido” y lo que hay que evitar porque recuerda a las comunidades humanas hechos dolorosos de su propio pasado, en este sentido se refirió a Peña Sagra. Dijo que lo sagrado es una cualidad que hombres y mujeres perciben como oculta en ciertas cosas y lugares, “aunque no sean capaces de expresar con palabras, pero las refieren como estremecimientos y erizamientos del cabello”.  Citó al respecto al filósofo alemán Rudolf Otto que denominó este tipo de experiencias como lo “numinoso”, definiéndolas como “misterium tremendum et fascinans”, un misterio tremendo y fascinante, como el que manifiesta el pájaro ante la mirada hipnótica de la serpiente. Esta experiencia algunas personas la ha descrito después de haber contemplado loa bisontes de Altamira en la cueva original y otras la primera vez que ven por el telescopio los anillos de Saturno. Cicero refirió con detalle la experiencia que relata el escritor cántabro Manuel de la Escalera en su novela autobiográfica “La muerte después de Reyes”, un día especialmente penoso en la prisión central de la Tabacalera donde estaba condenado a muerte. Se sintió transfigurado él y todo el entorno cuando por casualidad cayó en sus manos el libro “Las mil mejores poesías de la lengua castellana”.

“Nadie nos ha relatado qué estremecimiento provocó el santuario de Altamira o la catedral de Notre Dame, pero sí sabemos la concatenación de experiencias de este tipo que se sucedieron en la Virgen del Camino, porque sus protagonistas dejaron testimonio de ellas”. Continuó el conferenciante. La primera fue el sentimiento de orfandad, experimentado a los seis años de edad en 1990 por el promotor y mecenas del nuevo edificio de la Virgen del Camino, Pablo Díez, quien efectivamente había quedado huérfano de madre a los tres años. En segundo lugar, relató Cicero la del joven arquitecto Francisco Coello de Portugal, que había recibido el encargo de realizar el nuevo templo y que siempre atribuyó a una inspiración numinosa la idea de hacer una gran sepultura señalada por una cruz de cincuenta metros de alto a la orilla de la carretera, edificio inspirado por el cadáver del Cristo en brazos de la Virgen, que es el icono que da origen al santuario.

Cicero detalló los pormenores biográficos de Pablo Diez, a partir de su experiencia numinosa a los seis años hasta convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo, que a pesar de su fortuna económica nunca olvidó su origen ni el sentido de amparo que había percibido de niño. Pablo Diez fue el propietario de la cerveza mejicana Corona comercializada como Coronita en España.

Cicero insistió en el concepto de lo numinoso como lo que está invisible en las cosas que se ven y que desencadena unas veces religiosidad y otras, creatividad artística y señaló que lo llaman “mana” en la Polinesia, “jinns”, en las culturas árabes y que se expresa como lo unseen, lo no visto, o lo Otro. En hebreo lo denominan kadosh, refiriéndose a lo santo o “lo otro”.

El magnate Pablo Diez encargó la realización de su proyecto a Francisco Coello de Portugal, que por entonces realizaba sus estudios de filosofía en las Caldas de Besaya, señalándole la única limitación de respetar el retablo barroco y la hornacina de la Virgen del Camino en el mismo lugar en que él la había visto en el momento de su extraña experiencia a los seis años.

Coello diría años después que para cumplir esa condición había tenido que hacer una iglesia para un retablo en vez de un retablo para una iglesia. Lo mismo había ocurrido en Berlín había con la reconstrucción del Memorial del Kaiser Guillermo II, iglesia neogótica destruida en los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial que únicamente dejaron en pie la torre, conservada como reliquia antibelicista en las tareas de reconstrucción. También el arquitecto de esta gran obra berlinesa, Egon Eiermann declaró en su momento que su preciosa capilla de cristales azules construida en evocación del ideal de la paz era en realidad una iglesia para acompañar a una torre en vez de lo contrario.

A la inspiración de Coello de Portugal, en el templo leonés vinieron a sumarse otros grandes artistas del momento vanguardista español, como el escultor Josep María Subirachs, que años más tarde recibiría el encargo de dar continuidad a la obra de Gaudí en la Sagrada Familia de Barcelona. Subirachs es el autor de las impresionantes esculturas en bronce de los apóstoles y la virgen de la fachada que en su conjunto representan la escena de Pentecostés, las cuatro puertas de bronce y el gran crucifijo, también de broce conocido como el Cristo del Salmo 21, cuya torturada expresividad refleja el sufrimiento vivido por la Humanidad en el siglo XX.

 

En las formas vanguardistas de estas figuras, Subirachs ha vertido contenidos culturales de la tradición iconográfica española, como las esculturas de la catedral gótica de León o las tallas de Berruguete.

El poeta lírico y pintor abstracto Albert Ràfols Casamada se encargó del diseño de las vidrieras del templo, realizados en Chartres, en el prestigioso taller de Loire, que durante las décadas de los cuarenta y cincuenta realizaron vidrieras para la reconstrucción de innumerables edificios religiosos y civiles de varios países europeos. Las vidrieras de Casamada fueron concebidas como un elemento de significación importante, ya que los dibujos abstractos y las manchas de color se encargaban de expresar los misterios del rosario en sus tramos de dolor y gloria, o lo que es lo mismo, de la muerte y resurrección de Cristo. La principal vidriera de la Virgen del Camino es la que cierra el edificio por el lado del poniente y tiene una superficie de 105 metros cuadrados y un grosor de 20 centímetros. Los colores utilizados, aparte de inspirarse en los de la catedral de León combinan secuencias atribuidas a la alquimia medieval.

Para Cicero, el santuario además de un monumento excepcional desde el punto de vista artístico, constituye el máximo epítome de las ideas contenidas en la controversia sobre la Nouvelle Theologie, que está en la base de los documentos más importantes del Concilio Vaticano II. El tema del ecumenismo, el de la catolicidad o universalidad diacrónica de la iglesia y no solo la espacial, el abandono del paradigma griego o aristotélico y la opción por el paradigma hebreo que tuvieron lugar en las corrientes progresistas europeas durante el siglo XX, están abundantemente presentes en la obra de la Virgen del Camino y solo en la Virgen del Camino de una manera clara coherente y concienzuda, señaló Isidro Cicero.

 

Solo por eso merece la pena visitarlo de manera observadora y detallada, recomendó el escritor cántabro, que detalló la presencia de elementos judíos, del antiguo Egipto, orientales y de las culturas más primitivas y lejanas. Otro artista presente en el santuario es el navarro Domingo Iturgáiz que aporta una secuencia de escenas en las que se narra la primitiva leyenda de la aparición de la Virgen a un pastor en el sitio del santuario, muy popular desde principios del siglo XVI, que ya aparece descrito en la novela de la Pícara Justina.

En la última parte de su conferencia Cicero recordó la comparación que hace el filósofo chino Lao Té entre la arquitectura de una casa y una vasija, para concluir que lo importante de ambas es el vacío que se crea en el interior.

En este sentido, el vacío logrado por los artistas de la Virgen del Camino es un inmenso espacio desnudo que se confía a una combinación de luces naturales, cenitales y artificiales para crear en él un ámbito de espiritualidad, dijo el conferenciante: un diálogo de miradas silenciosas que se establece entre el espectador que llega a visitar el templo y la figura de la virgen que le observa.  “Este motivo y no otro, fue el que inspiró en su día al niño Pablo Diez, en el momento más numinoso de su vida, y el que le llevó ya con muchos años a financiar y promover una obra de esta envergadura”. En realidad, concluyó Cicero, lo más vanguardista del camino de Santiago es este templo, y lo más vanguardista de este templo es la mística de la mirada compasiva, que según el filósofo Manuel Lavinas, es hoy día el argumento definitivo de la ética del otro, la que no puede mantener la mirada de la víctima”.

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