Blogia
Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

Reflexión contextualizada (Por Ramón Hernández Martín) 2ª parte

2ª Parte: “reflexión”

 

Por todo lo dicho, pienso que es un serio error pretender rebobinar el tiempo para, alcanzado el momento deseado, empecinarse en ganar hoy la guerra a Franco, un individuo que admite todos los calificativos que quieran ponérsele, sea para elevarlo a la santidad como algunos pretenden, sea para despellejarlo como el más cruel de los criminales que en este mundo han sido, pero que yo prefiero dejar en un simple nombre anodino, el de alguien que pasó por allí encumbrando a unos y haciendo la puñeta a otros. 

Los rebobinadores del tiempo deben tener en cuenta la advertencia tan irónica del refrán “a moro muerto, gran lanzada” o aquello otro, tan despectivo, de “a toro pasado, gran faena”. Mi postura, de ahora y de cuando ese personaje organizaba referendos para justificarse, es que no le debo nada y que nada espero ni de él ni de su legado. Me quedé completamente frío cuando en San Esteban de Salamanca se intentó hacer una caza de brujas a causa de los dos o tres votos negativos que allí se habían emitido en un referendo de apoyo al dictador, justo cuando cuatro de sus más ilustres teólogos habían sacado un manifiesto de apoyo a Franco que fue muy jaleado por el régimen y vituperado por todos los demás.

Con lo anterior quiero expresar que, cuando miro al pasado o lo critico de alguna manera, lo hago únicamente con el ánimo de sacar de él algo provechoso, sea para evitar las barbaridades entonces cometidas, sea para potenciar sus logros. Seguramente esa es la razón honda de por qué me he sentido un poco fuera de juego en todo lo que se ha venido publicando últimamente en este blog, publicaciones hechas ciertamente con gran maestría y con no menor entusiasmo. Sin duda, fue una gran osadía mía salir al paso con el comentario que hice, aunque lo hiciera con el propósito de conseguir mayor ecuanimidad en el juicio para hacerlo fructífero. Confieso que todas mis inquietudes actuales se ciñen al presente y al futuro. A fin de cuentas, de nada sirve preocuparse por un pasado que ya no existe, ni “rematar al moro muerto”, ni “capotear la nada”.  

Desde luego, cada uno es libre de situarse en la onda que quiera o mirar desde el ángulo que prefiera, pero nadie debería olvidar que cuanto hace y dice le carga de responsabilidad. De ahí que me parezca improcedente mirar el pasado para poner a caldo a sus protagonistas, por muy legítimo que pueda ser desahogarse. Lo peor de todo, como sucede en algunos casos, es adoptar una postura totalmente negativa frente a él para eludir las propias responsabilidades en los errores cometidos, cargando en hombros ajenos las propias culpas. A veces pienso que yo debo de ser una “rara avis”, un anormal, un subnormal, un deficiente mental e incluso un disminuido físico (adjetivos que me son aplicables así, sin edulcoración alguna), porque tengo la fea costumbre de que, cuando algo me sale mal o fracaso en un proyecto, cosa que ocurre con bastante frecuencia, solo me revuelvo contra mí mismo y me pongo a caldo perejil por ser un idiota. 

De cebarse en la crítica que descarga la propia responsabilidad, pienso que lo mejor sería dirigirla contra los líderes y gentes de alcurnia del presente, es decir, contra los realmente responsables de los muchos desaguisados que padecemos (por ejemplo, las muertes de este dichoso coronavirus y otras muchas calamidades), ya que en ese caso la crítica destructiva tendría alguna posibilidad de llegar a sus oídos para afear sus comportamientos y obligarlos a rectificar. Ciertamente, en nuestro tiempo también ocurren cosas que claman justicia a gritos. 

En mi caso, como no tengo ningún interés por la política como tal, a la hora de fijar mi propio campo de batalla, excavo mis trincheras frente a una teología obsoleta que no es válida para nuestro tiempo, por parecerme que es la que todavía domina el panorama eclesial, y, sobre todo, frente a una jerarquía eclesiástica, por parecerme que sigue todavía demasiado empoderada, sin prestar la atención debida a su labor pastoral. Sé que, obrando así, me estoy enfrentando a mis propios molinos de viento, pero esa es una lid en la que seguiré hasta que me derriben sus aspas, sostenido por la efímera esperanza de que mi ilusa lucha de francotirador solitario ayude al cristianismo a cumplir mejor su misión.

Llevo eneste blogl poco tiempo, tan poco que todavía me siento un advenedizo inestable. No recuerdo si aparecí por aquí tras el homenaje a Pedro Rey en Vegaquemada, en el que participé y en el tuve la enorme suerte de conocer a ”Alberto”, o si fue el haber aparecido aquí lo que me llevó a participar en dicho homenaje.  De un modo o de otro, yo no puedo celebrar su décimo tercer aniversario, sino solo su tercero o cuarto. Aunque sea poco tiempo, es sobrado para me produzca la impresión de que en él no se aborda el pasado con el tacto y la delicadeza que su calidad y su altura de miras requieren.

Insisto en que hace ya muchos años que deseché por completo la crítica vengativa, convencido de su absoluta inutilidad, para adoptar de lleno una postura eminentemente positiva y constructiva. No se trata de un buenismo melifluo ni de las componendas necesarias para quedar a bien con todo el mundo, sino de saber que el tiempo pasa rápido y de que eso es lo mejor para no tener que lamentar su paso. No en vano pertenezco a una familia de “constructores”. 

Para mejor entenderlo, séame permitido volver a mi propia circunstancia. Desde luego, es obvio que he sufrido o padecido las mismas carencias o desaciertos en la educación que todos los demás seguidores de este blog, e incluso puede que más por haber estudiado antes y vivido cinco años en un viejo y casi destartalado monasterio.

Y en cuanto a mi singular fractura con los dominicos, mi abandono se fraguó a finales de 1970 por asfixia mental y afectiva, como si entonces me hubiera atrapado un destructivo virus. Llevaba cuatro años estudiando fuera de España y, al volver obligado truncando un hermoso porvenir en Alemania, no se me ofreció ni el más rudimentario respirador artificial para salir a flote. En esos momentos, muchos de los seguidores de este blog eran solo adolescentes. Lo de ser un apóstata y estar condenado al infierno era el pan nuestro de cada día para los “cobardes” que, en aquellos tiempos, nos lanzábamos de golpe a un mundo desconocido, sin más bagaje que una mano delante y otra detrás. Claro que, en aquellos momentos, gobernaba la provincia un guardia civil (pido sincero perdón a la Benemérita). De golpe, me vi en la calle con el mayor desprecio y desamparo de la Orden que uno pueda imaginar. 

He dicho cuanto precede como contraste que realza mi actitud actual, cuidadosamente positiva, al pasear mi mirada por Corias, Palencia, Las Caldas, Montesclaros, Salamanca y la Peña de Francia. Es una mirada que no elude lo acontecido y que encara incluso el rostro de tantos profesores y compañeros. Todo lo anormal y destructivo ha desaparecido de ella como si lo hubiera succionado un tornado. En cuanto a los profesores, por ejemplo, nada tengo que reprocharles, pues estoy convencido de que todos ellos hicieron su trabajo lo mejor que pudieron y supieron y de que todo lo hicieron en mi propio bien, incluso cuando me soplaron alguna hostia o me dieron un capón que me dejó la cabeza dolorida tres días o fui objeto de tratos claramente crueles, inhumanos y degradantes. Lejos de revolverme contra ellos, se apodera de mi un sincero sentimiento de agradecimiento, porque es muy probable que, de no haber sido por las facilidades que los dominicos me dieron para estudiar, ni siquiera habría podido hacerlo. Después de todo, en el mundo exterior también se cocían habas. 

Nada tiene, pues, de particular que hoy les tenga gran respeto, los mire con simpatía y les ofrezca sin reservas mi afecto y mi amistad. Lo demuestran la implicación que tengo con el proceder de “los cursarios”, un grupo tan excepcional; los compromisos que tengo con el grupo que mensualmente nos reunimos en la Casa del Dago y también, no sería necesario decirlo, la empatía y la franca amistad que, escribiendo en este blog, ofrezco a todos y cada uno de sus seguidores. Que algunos se nieguen a aceptarlas no es óbice para que mi sincero ofrecimiento sea firme. 

A quien haya tenido la valentía de leer cuanto precede, en caso de que haya sido publicado por Josemari en el blog, de sentirse incómodo por algo de lo dicho, le pido que lo olvide de inmediato y lo dé por no escrito ni leído. No pasa nada. Aun así, le ruego que al menos crea en mi intención de que, al escribirlo, solo he pretendido enriquecer este blog con un granito de arena. Es más, que nadie albergue la más mínima duda de que me causaría gran alegría descubrir, o que alguien me ayude a descubrirlo, que todo lo borroso que he visto en este blog se ha debido solo a mi propia miopía. 

Al concluir esta reflexión, me viene a la cabeza aquello de que “se atrapan más moscas con una gota de miel que con un tonel de vinagre”.

 

Ramón Hernández Martín

 (Escrito el Viernes Santo de 2020)

18 comentarios

Carmelo Flórez Cosío -

Ramón, tras leer tus reflexiones, deduzco que eres un buen cristiano.
Las guerras son una putada que generalmente no dependen de uno.
Y en definitiva, más pronto que tarde, todos seremos polvo cósmico.
Seguid con salud, amigos.
Madrid, 21 de abril de 2020

BALDO -

Aunque es inoportuno y está fuera de bolos, por lo que pido perdón, penitencia y benevolencia a la concurrencia, termino este diálogo jocoso contigo y prometo, como dijo el Comisionista Rey, “que no lo volveré a hacer”.

Querido Pitu Casorviense. Te escribo con cierta urgencia y preocupación para advertirte de que no cedas al chantaje que puede acarrearte haber hecho la limpieza de la juntura de los azulejos, porque tu familia lo va a extender a todas las limpiezas posibles. Te van a obligar, además de las juntas de los azulejos, a limpiar suelos, conciencias, oídos, tripas, lámparas, alfombras, coches, cubiertos de cocina, camisas, verduras, atmósferas, aguas. manos, uñas, ojos y hasta células infectadas por el Cobid–19. Y, por supuesto, te exigirán que aprendas y te entrenes, porque la actividad vital de limpiar ha adquirido complejas e insospechadas formas diversas.

Pero no se van a quedar tranquilos con haberte extendido la tarea de la limpieza de forma tan descomunal, sino que, del mismo modo, van a exigirte que lleves a cabo tu tarea con intensos grados de perfección, porque tu familia se ha dado cuenta del desarrollo que ha adquirido la limpieza a lo largo del tiempo en toda su enorme extensión y te obligarán a que superes esos niveles, como es propio de todo ser humano, que está sin acabar y tiende por naturaleza a la evolución. Tendrán a la vista la chapuza, la bastedad y la vulgaridad de tu trabajo con las juntas de los azulejos y exigirán que asciendas hasta la obsesión y la manía por la perfección, a que solo vivas para limpiar. Te lo advierto con tiempo, querido sabio de la Aldea Global. Después no te lamentes.

Del “memorial” que estamos haciendo a nuestro querido Pajarín (“memorial”, término hebreo que significa no solo “recuerdo” –de “re” y “cordis” = guardar en el corazón– sino hacer presente y eficaz su presencia), ¿qué quieres que te diga? Tú sabes mejor que nadie lo mucho que nos unía. Quiero añadir que debemos hacer memorial de Pajarín también por el papel tan decisivo que desempeñó en la celebración del 50 ANIVERSARIO. La idea, que surgió en la estación de autobuses de León, él se encargó de llevarla y de animar a sus –y nuestros– amigos de León para que la pusieran en marcha. Y así lo hicieron magistralmente.

Jose Manuel García Valdés -

Baldo, no tengo más remedio que rendirme, la única neurona que me queda cojea de las tres patas. Sólo te digo una cosa: Tienes suerte de que mi padre haya pasado la frontera porque si viviera y le leo esta intervención tuya corrias serio peligro, lis gorrazos que me dio a mi3te caerían a ti en forma de cayaazos". Entendería, con buen criterio, que te estás metiendo conmigo y con el "fíu " de Manuel no se mete ni dios. Admito pulpo como animal de compañía. Para disimular te recuerdo que hoy hace un año que se nos fue el amigo común Pedrín. Sabes que, cuando abran la puerta, tenemos pendiente una "folixia" para recordarle. Baldo, a pesar de todo, sigo apreciándote mucho bastante.
A Valero,Isidro et alteri, les digo que comparto su propuesta.
Un abrazo. Y ni os asoméis.

Javier Cirauqui -

He le´dodo todas las entradas con verdadero interés y estoy muy acuerdo con ellas y por no redundar en los comentarios no he hecho ningún comentario.
Estoy muy de acuerdo con Isidro en lo de la Comisión Nacional de la Verdad, conozco un poco esto por la Comisión de la Memoria de Navarra y por todos las actividades que han llevado a cabo incluso una Ley de la Memoria aprobada por el Parlamento Navarro.
Nunca es tarde para llevar esta propuesta de entendimiento y de búsqueda de la justicia. Como dice Pedro yo también voto por ello.

Isidro Cicero -

Tu voto y tu cayado.me confortan.
Pedro. Tengo amor a tu nombre.

BALDO -

Amigo Pitu, uno de los siete sabios de la “polis” Opítistodromo (opíti sto dromo = “casa sobre la vía” –romana de La Carisa–).

En Casorvía nun hay mozas,
en Piñerabaxo son pequeñas,
en San Feliz, barrigúas
y en Hirias, platiqueras.

Tratándose de Eladio, no tengo más remedio que desfaçser los entuertos que sobre la “llibertᔠvalorativa hay en los diálogos con tu “pa” en los viajes de ida a Polalena con los del mercado y de vuelta a Casorvía con los de la feria. Me reafirmo en lo que dice el maestro navarrico de Ollovarren: siempre que elegimos, optamos necesariamente por valores o por contravalores. Esta es una “alternativa exclusiva”, que, como muy bien te enseñó tu “güela” –que lo había aprendido de un hermano obispo en “Tronkin” (Vietnam del norte)–, las dos proposiciones nunca pueden ser a la vez verdaderas (V V) ni las dos, falsas (F F), sino que necesariamente han de ser una verdadera y la otra, falsa (V F, F V) (aut …aut, que decíamos los escolasticones). Por tanto, la libertad siempre es valorativa, porque necesariamente escoge algo que es positivo para nuestras variadas vitalidades, en cuyo caso es valioso (valor) o perjudicial y negativo para estas (contravalor). Está claro que la libertad no existe como un ser autónomo, sino que siempre tiene su asiento y afecta a las acciones, a las que otorga la modalidad de ser libres o no libres. No existe, pues, “la” libertad, sino “acciones deliberadas libres o no libres”. Además, la libertad valorativa no solo opta por valores y contravalores sin más determinación, sino que estos son, también necesariamente, válidos o inválidos, es decir, que alcanzan o no el grado que es aceptado en una determinada comunidad (familiar, regional, nacional o internacional). Cuando en estos días, la familia estáis comiendo chuletillas de cordero (un valor biopsíquico de alta excelencia), no es válido que tú metas los dedos en la boca para sacar las hebras de carne que se van embutiendo en las juntas de tus piños. El nieto, que es más listo que el hambre y que está bien adoctrinado por la abuela Pily en el sistema chavarriano, te dirá: “Agüelito, eso ¡no vale!, porque es un contravalor social hacer esas guarrerías mientras se come en público”.

Pero volvamos al ir y venir al mercado de Polalena y a los diálogos que tuviste con tu “pa”. La acción de tu padre de vender una vaca tuerta con la habilidad de un gitano traficante de ganado fue, en principio, un contravalor al menos moral y social, pero también un gran valor económico y que os produjo gran contento psíquico (otro valor) y alegría para la familia (valor social), que veía cómo traíais pletórica la faltriquera. También fue una gran valor cognitivo–económico de alta calidad la habilidad para el engaño de hacer pasar por sana una vaca tuerta, de meter gato por liebre. Todo comprador recibe con lo que compra satisfacciones de muy diversa índole (biopsíquicas, estéticas, lúdicas, etc.) según el uso que dé a la mercancía, pero siempre sufre de primeras un contravalor: la pérdida del dinero gastado. El incauto que compró vuestra vaca tuerta cargó con el contravalor económico de disminución del monto de su zurrón, que además se vio agravado con que la mercancía comprada era “valiosa”, sí (la vaca pudo dar leche, carne, compañía, etc.), pero no era “válida”, pues no alcanzaba el grado de calidad optálmica que es estimado como aceptado en esa comarca de Polalena. Pero la cosa no terminó ahí. Estaban merodeando en segundo plano, pero muy vigilantes de todo lo que pasaba en el mercado, un paisano de San Feliz y otro de Piñerabaxo, que vieron todo el timo y, como os la tenían jurada por ser casorvidenses, soplaron en el oído a una familia de gitanos la estafa que habían presenciado y que había sufrido un pobre hombre, les dieron algunas perrillas y los azuzaran para que restablecieran el honor del agraviado. Lo hicieron como solo ellos saben. Ahí se generaron miles de valores y de contravalores que sería muy prolijo enumerar. Tú te callas (un contravalor de la verdad como desvelamiento) esta parte tan importante para computar todos los valores y contravalores que surgieron en aquella situación en la que cada uno desarrolló sin medida su libertad valorativa.

Dices que “la cuestión de la libertad, por ser uno de los bienes más preciados, ha sido tratado por todos los pensadores a lo largo de la historia y han puesto de manifiesto muchas cosas, entre ellas: 1. Que el concepto de libertad es ambiguo”. Yo no entiendo por qué es ambiguo. ¿Acaso quieren decir que es oscuro, confuso, impreciso, equívoco o anfibológico? ¿O que es indeterminado? Solo en este último caso estoy algo de acuerdo con todos los pensadores que han existido a lo largo de la historia. La libertad es indeterminada y queda determinada por los valores o contravalores que elige. También el indeterminada porque no hay un solo tipo de libertad, en contra de lo que esos mismos autores han enseñado a lo largo de toda la historia de la filosofía, sino tantas como dimensiones valorativas: hay libertades biopsíquicas, económicas, estéticas, del conocimiento, éticas, lúdicas, religiosas y sociopolíticas. Y lo que es una decisión deliberada para adquirir unos valores (la libertad de mercado, por ejemplo) puede ser totalmente disvaliosa para otros (los éticos). La libertad de mercado ha traído las mayores injusticias en el reparto de las mercancías. Ha sido, pues, una calamidad del pensamiento filosófico de occidente el que se haya situado y reducido la acción deliberada libre solo al ámbito de la ética. Los que hemos aprendido y enseñado filosofía, hemos caído en esta trampa. Yo me liberé de este error cuando “llegó el comandante Chávarri y mandó a parar”. Coincido con mi amigo Javier Martín de Pablos, que recientemente se preguntaba si la libertad era un misterio. Lo es, primero porque no sabemos por qué elegimos una opción y desechamos otras y, segundo, porque ponderar el conjunto de decisiones deliberadas que tomasteis tú y tu “pa” en el camino de ida y vuelta a Polalena y dar un definitivo ¡vale! o ¡no vale! es más propio de dioses que de humanos.

Dices “2. Que el concepto de libertad es relativo”. Ciertamente es tan relativo como los son los valores y los contravalores que la acción deliberada escoge. Lo que uno estima como valioso y válido, otro lo puede juzgar como disvalioso y, por tanto, inválido. Pero ¡ojo!, que podemos y solemos caer en un “personalismo biográfico”, como si cada una las biografías fuéramos el primer motor inmóvil de las decisiones libres. Estamos muy empapados del núcleo valorativo de nuestra forma de vida, que modaliza todas nuestras valoraciones y, por supuesto, todas nuestras decisiones deliberadas. Y en las acciones libres, coincidimos todos mucho más de lo que pensamos. El núcleo valorativo biopsíquico económico del ser Humano Productor Consumidor da un específico modo de ser (“modaliza”) todos los rincones de nuestra vida. El acentuado egoísmo individualista no es un estado de la condición humana de todas las culturas, sino muy propio de una forma de vida que valora todo como una mercancía que produce satisfacciones biopsíquicas.

Un último comentario sobre el tercer aspecto que según dices resaltan todos los autores filósofos desde tiempo inmemorial: “3. Que no se puede hablar de libertad si no es en un contexto social, no hay Robinsones Crusoes; son un mito. Creo que fue Aristóteles el que dijo que el hombre sólo puede sobrevivir rodeado de semejantes. La libertad es relacional, yo seré libre si me relaciono con los otros, es la relación entre un yo y un tú, es la relación entre sujetos”. Esto es verdad, querido amigo Pitu Casorvidensis, pero no es toda la verdad. En el ladrillo intragable que colgué hace unos días y que me dijisteis que nadie había entendido, decía que las ocho vitalidades del ser humano se relacionaban intrínsecamente con su apropiado hábitat, formado por los medios natural–cósmico, histórico social y el metahistórico. Esto se completa con lo que “el comandante Chávarri, que mandó a parar” dice sobre la persona. Que tiene tres dimensiones: la biográfica, la social y la de especie. Nos son tres personas, sino tres dimensiones de la misma y única persona. Todos solemos quedarnos con la primera, de donde, como tú dices, surgen la relación con un “tú” o con un “él”. Pero nos solemos olvidar de que también la persona forma parte de un “nosotros”, de un “vosotros” de un “ellos”. Y, por tanto, “yo” o “tú” o “él” no somos, aisladamente, los únicos sujetos de responsabilidad (que acompaña a toda decisión deliberada valorativa), sino que esa responsabilidad es, casi mucho más, del “nosotros”, del “vosotros” y del “ellos”. Pero todavía falta una dimensión de la persona, que solo recientemente comienza a aflorar: la dimensión de especie de la persona. La persona responsable se relaciona con todos los seres de la naturaleza y del cosmos. Con la pandemia del Corbid–19, nuestra especie se está enfrentando a las demás especies y estas, no contentas con el trato que les estemos dando, hayan decidido vengarse de nosotros. Tenemos que plantearnos nuestra responsabilidad a nivel de especie que se relaciona con otras especies y que, quiéralo o no, mantiene con ellas un parentesco.

Pedro Sánchez Menéndez -

Mi voto para la propuesta de Isidro. Pedro

Isidro Cicero -

Me hace mucha ilusión leer aquí esa propuesta, Valero. Las organizaciones memorialistas hace tiempo propusimos la creación de una Comisión Nacional de la Verdad, supervisada por la ONU, con expertos neutrales y de reputada valía, la implicación de magistrados de reputación ya jubilados, que estudie la preguerra, la guerra, la posguerra, la dictadura y la Transición, reconozca a las víctimas y restablezca su dignidad mediante la anulación de todas las sentencias arbitrarias (las de los juicios sumarísimos fueron simulacros de juicio todos), que despeje dudas, esclarezca la realidad histórica y presente un relato común aceptado por toda la sociedad. Muchos países, al salir de sus dictaduras crearon sus propias comisiones con resultados positivos. En España, la pervivencia de un potente franquismo sociológico y económico, aunque oculto, lo impidió. Pero es imprescindible, a la vista de las cosas que todavía se oyen y se escriben, salidas, después de tantos años, de la ignorancia, el silencio impuesto y la manipulación.

francisco valero -

No estaria mal que de una vez por todas nos hicieran un relato de la realidad de lo que paso antes, durante y despues de la guerra. Claro esto tendria que ser hecho por historiadores o personas que se acercaran casi al cien por cien de la realidad de los hechos. Y por supuesto con el visto bueno de los familiares todas las victimas muertas darles,una vez localizadas, digna sepultura. Y que nunca se nos olvide que todo aquello que sucedio fue entre HERMANOS.

Ramón Hernández Martín -

Mon dieu!, leyendo cuanto precede me he quedado muy abrumado, si bien con un cierto regusto en el trasfondo. Sinceramente, ni de coña soñaba yo con que mis efluvios mentales despertaran ningún interés. Cuando Josemari me dijo en un correo que acababa de publicar mi “reflexión” en las dos partes propuestas, tras agradecerle su valentía al hacerlo, le dije que hasta hoy no podría asomarme al blog. Al hacerlo esta mañana, iba preparado para ver cómo se me ponía a caldo en el caso de que alguien se hubiera dignado leer, no mis ladrillos, sino mis “ladrillazos”, pues soy muy consciente de que cuanto uno escribe puede ser utilizado en su contra.
Casualidad ha sido que lo leyera esta mañana tras dejar en mi blog de Religión Digital, en consonancia con este domingo, un artículo titulado “misericordia quiero y no sacrificio”, lo que, bien mirado e interpretado, podría matizar todo lo escrito, lo mío y lo de todos los demás.
Como cosa que puede resultar extrañamente curiosa he de confesaros que estoy de acuerdo con todas las críticas que se me han hecho. Las loas no cuentan, pues no tienen relieve ni trascendencia. Ello quiere decir que, si en vez de tratarse de un escrito, se hubiera tratado de un diálogo, seguro que todos nos habríamos despedido con una gran sonrisa y un fuerte abrazo.
Así, pues, comparto, pero no por acoplarme a ellos sino porque yo mismo lo siento así, cuanto dicen, por ejemplo, Isidro, Antonio (su segundo comentario), Marcelino, Baldo, José Manuel, Amador, etc. Llevaría un tiempo del que ahora no dispongo entrar en detalles, pero permitidme señalar, cuando menos y a voleo, que la magnanimidad evangélica, amigo Isidro, nada tiene o tuvo que ver con el comportamiento de la Iglesia católica de la posguerra; que no olvido y exculpo las responsabilidades de cuanto ocurrió en la contienda por ambas partes y, tras ella, por la parte vencedora, sino que solo quiero sacar de tanto dolor y sufrimiento, tras hacer justicia con los muertos y demás víctimas, lecciones positivas para nuestra vida actual; que no hay componendas, amigo Baldo, para exigir responsabilidades cuando toque hacerlo, razón por la que no envidio, en serio, a Aradillas, pues es muy posible que en reivindicaciones eclesiales lo que escribo, bien entendido, vaya más lejos que lo suyo. En fin, tiempo y ocasión habrá, pero es muy cierto (si no lo he dicho, lo digo ahora) que mi pretensión ha sido y es, insisto, que se haga justicia a todos los torturados por nuestra guerra fratricida y que todos los muertos en ella sean enterrados con la dignidad que merecen y con los honores a que fueron acreedores.
Os contaré una anécdota que tal vez pueda aclarar un poco mi pretensión y mi postura. Hablo de un momento crucial para mi vida, tanto que pudo haber cambiado por completo mi destino, ese que afortunadamente ha sido el que tenía que ser según mi sentir providencialista. Obligado a retornar de EE.UU. a España a primeros de octubre de 1970, cuando la Universidad de Würzburg me quería nombrar a toda costa capellán de los estudiantes extranjeros, tras “vagabundear” y morirme de asco durante cuatro meses mientras el guardia civil turisteaba por América y tras decirme, una vez que ya hubo regresado a España, que no sabía qué hacer conmigo, le propuse al provincial que me enviara a la “comunidad obrera de Valladolid” . Al autorizarlo un tanto despectivamente, allá que me fui sin dudarlo un segundo, con gran regocijo de sus miembros. Pero, cuando ya había iniciado gestiones para convertirme en “peón de albañil” (de casta le vendría al galgo el oficio), entre el provincial y el prior de San Pablo se enzarzaron en un tú que yo o yo que tú que les afeé, pues ninguno quería correr con la negativa a mi pertenencia a esa comunidad, que pretendía, obviamente, no echar más leña al fuego que en ella ardía a causa del entredicho en que se encontraba por haberse manifestado contra el famoso tribunal de Burgos. A resultas de todo ello, mi estancia en Valladolid duró solo tres días, cosa que desencadenó en seguida mi decisión de tomar las Villadiego. No sé, a lo mejor habría sido muy feliz preparando masas y usando picos y palas, cosa que por cierto se me da muy bien todavía hoy afortunadamente. Nunca he perdido de vista que pude ser o que realmente soy un simple peón de albañil, que sueña con que llegue el momento en que la derecha y la izquierda españolas, aunque cada una siga fija en sus ideales, puedan ir de la mano a la hora de resolver los muy graves problemas que hoy sufrimos “todos” los españoles.
Sincerísimamente, muchas gracias a todos los comentaristas y a cuantos más hayan leído lo escrito, cosa que tiene su mérito. Ahí seguiremos, atento a compartir algo, si se siguiera dando el caso de poder hacerlo. Feliz domingo a todos y ¡ánimo!, que ya nos queda menos de un mes, ojalá, para comenzar a respirar aire puro.

AMADOR ROBLES TASCÓN -

Hola todos. En fin poco que decir a lo ya expuesto sobre las dos disertaciones de Ramón. Lamento estar en MUY profundo desacuerdo. No y no!!! Los malganadores masacraron desde el día siguiente a la su mezquina VICTORIA, a los que perdieron la guerra. Una guerra desigual, apoyando al dictador los nazis alemanes y los no menos italianos de Musolini. El dictador y toda su cohorte AYUDÓ durante decenas de años, decía que ayudó y doy cobijo a cientos y cientos de nazis responsables directos de la masacre de media Europa. Vergonzosamente EE UU con el prtexto cutre de Stalin, dejó tirados a los republicanos españoles... en fin.Miles y miles de honrados ciudadanos desaparecidos en cunetas y de todo ello la iglesia española, no los ciudadanos creyentes católicos...., NO!, la jerarquia eclesiástica que perdura en Rouco y otros muchos como los que frecuentan en Oviedo restaurantes de "menú del día" se pusierom entonces, más de 40 años al servicio del dictador y dejaron tirados a los más humildes y desfavorecidos ....
todo lo contrario que haria un buen cristiano.
que NO querido Ramón, que la equidistancia que nos sugieres y el olvido al que nos pretendes orientar es la misma trampa de siempre... HONRA A LOS VENCEDORES Y HUMILLACION (olvido y perdón incluidos. ..) a quienes perdieron una guerra a la que nadie les habia convocado. ..
sugiero la lectura de una extraordinaria novela de la no mecnos extraordinaria autora como es Almudena Grandes de narrativa y aportación de datos impecable. Los pacientes del doctor García.
saludos compañeros respetables de aquella insigne yeguada, del 58 y más. ..

JOSE MANUEL GARCÍA VALDÉS -

Todos tenemos claro por experiencia que el paso del tiempo deja huella, en todos los órdenes que queramos considerar: físico, psicológico, social, económico, etc., por ello es inútil intentar pasar página sin darnos cuenta de las marcas o huellas producidas. Una guerra como la pasada, LA GUERRA INCIVIL, no es una cartulina más o menos bien escrita, es una cartulina negra y hecha girones; es un suceso de ganadores y perdedores. Los ganadores no se han conformado con ganar en el frente de guerra, se han empeñado en seguir ganando en el frente de la historia. A los ganadores, cuando se les han acabado los argumentos, quieren hacer uso del viejo dicho de “borrón y cuenta nueva¨ como sinónimo de olvido de los errores y deudas contraídas por la otra parte como si las marcas, las huellas, no delataran lo sucedido. Como dice Eugenio, las heridas cerradas en falso, no se pueden olvidar ni disimular porque siguen vivas, para cerrarlas como dios manda no queda más remedio que volver abrirlas. Mirar al pasado, amigo Ramón, a mí no me parece improcedente ni ilegítimo. Muchos de los que no quieren mirar al pasado es porque tienen mala conciencia, tienen la mentalidad del ganador que no quieren que se pongan de manifiesto sus errores. Es fácil para el ganador invocar el ¨BORRÓN¨ olvidando, como dice Marcelino, que
¨los rojos derrotados eran cojos y tullidos, mientras que los nacionales vencedores tenían la consideración de caballeros mutilados.
A esto mismo parece aludir el amigo “entre comillas”, Baldo, cuando dice:
¨Siempre son los verdugos o los vencedores los que, después del auto de fe, piden unidad y olvido y les molesta que se haga “memorial” de los que –ya terminada la contienda– siguieron matando y dejándolos enterrados en las cunetas.
Mirar al pasado no tiene porque ser una crítica vengativa, debe ser una crítica aclarativa y de restitución de lo expropiado psicológicamente hablando. A la mayor parte de los vencidos no les sirve el ¨borrón y cuenta nueva¨, los otros se quedan con la cuenta nueva y ellos con el borrón; no me parece equitativo. Estoy de acuerdo con Isidro en que lo cortés no quita lo valiente, es decir,
¨la grandeza de espíritu (magnanimidad) no puede oponerse a que queremos enterrar dignamente a 150.000 personas desaparecidas, que todavía están por esos descampados olvidadas como perros … no lo es oponerse a que se les haga justicia, a que se haga reparación a su memoria hasta donde se pueda (que ya no será mucho), a que se reparen las fechorías cometidas contra sus cuerpos y sus almas, y contra el mayor patrimonio de sus almas, el honor y la honra ...¨
Amigo Ramón, no dudamos de tu buena voluntad e intención y, como estás estudiado, entenderás que donde las dan las toman, es decir, la crítica conlleva crítica, constructiva, no vengativa. Cuando se tocan temas sensibles es normal que las distintas sensibilidades se pongan en alerta.
Mi entrañable amigo hijo de Inocencio, Inocentín López Carrera, si yo te contara sobre la feria y el mercao. Desde muy niño, con 6/7 años, cada vez que había feria en Pola, iba con mi padre andando desde Casorvida a Pola de Lena, separadas por 8/9 Kts., mi misión era “arrearle” la res/es que llevara a vender. Cuando no había fortuna iba con los de la feria y venía con los del mercao, siempre andando. En uno de aquellos viajes emprendimos un diálogo:
Yo.- Papa, qué te parece a tí la teoría de la LIBERTAD VALORATIVA. Anduvo un trayecto en silencio dándole vuelas a la gorra y de repente salió corriendo detrás mí y, dándome gorrazos, atravesamos todos los maizales que encontramos hasta llegar a Casorvida.
Se relajó un poco y dijo:
Papa.- En el mercao lo que importa es vender la vaca tuerta como si estuviera sana, eso es lo que realmente tiene VALOR para nosotros. Seremos LIBRES cuando vendamos la vaca y podamos volver a casa con la manteca. Para que nosotros vayamos libres para casa tiene que haber otro que vaya cargado para la suya. No hay relación comercial, ni libertad sin contar con los otros.
Me dejó claro que eso de la libertad es un concepto relativo; la libertad tiene que ser analizada teniendo en cuenta un doble aspecto: subjetivo uno, vendedor, objetivo el otro, comparador; si quieren llegar a buen puerto tienen que conjugar ambas libertades.
Le dije:
Yo.- Papa, tengo un amigu, llamado Baldo, que dice que esa es la interpretación tópica de la libertad como autodeterminación y que la libertad hay que entenderla como LIBERAD VALORATIVA. Me contestó:
Papa.- ¿De dónde coño ye esi tal Baldo que tanto sabe?
Yo.- De Villaquejida, le contesté.
Volvió a quedarse pensativo y me dijo:
Papa.- ¿Qué coño va a saber unu de un pueblucu como esi que ni dios sabe onde tá?
Yo.- Papa, esti Baldo sabe mucho, tuvo la suerte de que le diera clase un tal Eladio, sabio donde los haya y entre los dos sacaron esta interpretación de la LIBERTAD VALORATIVA.
Papa.- ¿Cómo van a saber esos dos más que los de Casorvía? Dile a ese tal Baldo que como me lu eche a la cara va enterase del VALOR que tien la LIBERTAD de correr. Va a saber esi, de no sé donde ,más que el mi fíu. Que no lu vea delante.
Ahí se acabó nuestro diálogo. Pero sin decir nada yo seguí investigando la teoría baldiana y descubrí que en el fondo no difiere mucho de lo que decíamos nosotros: no hay libertad propia sin la libertad de los otros. El dice y cito:
“La libertad valorativa de uno empieza y termina donde empieza y termina la de los demás”. En efecto, las demás personas son necesarias (necesario = lo que no puede no ser) para alcanzar valores –¡y contravalores!– válidos e inválidos”.
La cuestión de la libertad, por ser uno de los bienes más preciados, ha sido tratado por todos los pensadores a lo largo de la historia y han puesto de manifiesto muchas cosas, entre ellas: 1. Que el concepto de libertad es ambiguo. 2. Que el concepto de libertad es relativo. 3. Que no se puede hablar de libertad sino es en un contexto social, no hay Robinsónes Crusoes, son un mito. Creo que fue Aristóteles el que dijo que el hombre sólo puede sobrevivir rodeado de semejantes. La libertad es relacional, yo seré libre si me relaciono con los otros, es la relación entre un yo y un tú, es la relación entre sujetos.
Amigo Baldo, en cuanto al Post data 2, he de decirte que ya no cuelan las teoría de las valideces e invalideces, lo que cuenta es que las juntas “relluzcan” y por mor tuyo aún sigo en la tarea. De nada me valieron los fajos de quinientos. Cómo será la cosa que estoy a punto de dejar el confinamiento madrileño e irme a vivir contigo en la confianza de que no seas demasiado mirado en eso de las juntas. A pesar de todo conservaré mi aprecio hacia tu persona y te VALORARÉ positivamente.
Un abrazo para todos. Podéis asomaros pero no salgáis, fuera está el “bichín chino” que muerde.

Antonio Argueso Gonzalez -

Leí, como he escrito, con sumo placer la primera parte de tu relato, Ramón. Narrabas hechos que conviene recordar; que no pueden caer en el olvido. Pero en esta segunda parte no narras, enjuicias y veo que en poco estamos de acuerdo. No voy a volver sobre ello; ya ha quedado expresado y en mi opinión muy bien expresado por quienes han actuado con mayor rapidez que yo. Cae de su peso que esto no significa nada: pensar diferentemente es uno de los principales derechos que debemos defender.

Tampoco estoy de acuerdo contigo, Baldo. Yo hablé de llevar el cucho para el cultivo de champiñones, no sé a qué viene eso de cavar galerías y sacar escombros y menos aún lo de que bebisteis vino y comisteis bocadillos. No creo que cuadre en lógica chavarriana. Veo que el que te despertara durante tantos días con mi dulce y aterciopelada voz te impide razonar fríamente conmigo. Comprenderás que, aunque me ha gustado su formulación, no responda a tu capciosa pregunta; sobre todo en vísperas del primer verano que no podré pasar por allí; no creo que el coronavirus lo permita.

Dicho esto, me gusta saber con quiénes van y con quiénes vuelven los de Casorvida. Habrá que tenerlo en cuenta.

Eugenio Gonzalez Núñez -

•
•ALEGATO EN FAVOR DE LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA
• artículos
• Artículo publicado en el Diario de León el 29/06/2018.
•
• ¡Dime la verdad!, nos gritamos con frecuencia en los momentos más difíciles y penosos de la vida. ¡Dímela, por favor!, pide la madre compasiva, implora la esposa dolida, el amigo traicionado, el vecino marginado, la novia engañada, media España olvidada a la otra media olvidadiza.
• «¡Diga la verdad, toda la verdad y solamente la verdad!», exige el juez al testigo, que no al presunto inculpado, y testigos somos todavía millones de españoles de los hechos del pasado. Entendemos que los reos, los culpables, los ejecutores, se oculten, pero nunca debemos ocultarnos los testigos, porque de ser así nos convertiríamos en seres tan culpables como ellos, porque «tanta culpa tiene el que…».
• Los entendidos dicen que la verdadera catarsis curativa de algunos comportamientos exige una herida limpia y seca, que no solo la certifique el cirujano, sino el propio paciente que siempre hace paradójicos esfuerzos por no verla-por verla, porque es a partir de ahí donde comienza el verdadero y misterioso proceso de curación. La herida que no cura, que cierra en falso, se enquista, se emponzoña y debemos volver a abrirla para iniciar de nuevo el lento proceso de la sanación. Quien realmente dude de esto estará condenado a vivir por siempre en el dolor, con la espina clavada, siempre incapaz de desenclavar y deshacer el agravio hecho. El majestuoso y a la vez controvertido Valle de los Caídos, deberá volver humildemente a abrirse para mostrar la verdad, para desvelar un lamentable pasado oscuro, devolviendo de las tumbas a los miles de caídos, sin diferencia hoy de alzar de brazos, banderas o himnos, porque todavía siguen sin sonar las trompetas de la verdad en el Valle de Josafat.
• Como testigos que fuimos de aquello, debemos dejar, permitir, que la ciencia recupere la verdad, las mentes la razón y el corazón la humildad, porque solo la verdad nos hará libres para romper las cadenas de muchos años de ocultamientos, mentiras, miedos y venganzas impropias de hermanos. Es claro que el tema de la guerra civil y la posguerra —otra guerra para la mitad de España—, con todas sus largas y penosas secuelas, nunca va a agotarse. Por mucho que a algunos nos duela, el tema de «la recuperación de la memoria histórica», es una tarea de todos, que a todos nos incumbe y nos atañe, aunque sea de diferentes maneras. Hermanos nuestros son los que por décadas siguen descansando en el anonimato y son la vergüenza de un pueblo que no se ha atrevido todavía a rescatarlos.
• Lo que pasó, tristemente, ya pasó y nadie lo va a remediar ni a cambiar. No podemos ocultar aquella lamentable realidad, necesitamos mostrar la verdad de lo que pasó, por dura que sea, decirla y aceptarla sin tapujos, porque muchas personas no saben lo que pasó con sus seres queridos, y tenemos una deuda con ellos. Las manidas frases, «¡de esto no se habla, esto no se dice, a callar se ha dicho!», ya quedaron atrás, porque si muchos, hemos conocido el pasado, otros muchos se fueron sin saberlo, y todavía quedan miles que desconocen el paradero de los suyos. ¿A quién de nosotros nos gustaría tener un ser querido enterrado en una cuneta, ignorado y silenciado por más de 80 años?
• El tema de las guerras civiles va para largo, y mientras no seamos capaces de contar y compartir la verdad, toda la verdad y solo la verdad, esas guerras civiles siguen y seguirán siendo inciviles. A la verdadera reconciliación le faltan varios pasos para llegar a la luz de la verdad. Por ello, hablar del tema sin tapujos, sin tabúes, sin engaños, provocando a veces el llanto, a veces la risa nerviosa, seremos parte de un pueblo que supo combatir la guerra, el hambre y el miedo con una inmensa dosis de humor.
• Llamada a la concordia, a la dignidad de todos, a tratarnos de igual a igual, de hermano a hermano, es mi llamada. Si terribles, caóticos y sangrientos fueron aquellos años, no es ahora el mejor momento para reivindicar viejas y trasnochadas connotaciones éticas de buenos y malos, ni la venganza de unos, ni la ceguera de otros para poner todo de nuevo patas arriba. ¡Que la mala sangre no se nos suba a la cabeza!, y la serenidad nos haga a todos pensar que si esto ya ocurrió y sin buenos resultados para nadie, volver a repetirlo no sería la adecuada ni prudente solución al problema.
• Debemos enterrar ya el hacha de guerra, permitiendo que quienes buscan a los suyos, tengan derecho a encontrarlos, recuperarlos, llorarlos, y ponerlos en el lugar que ellos siempre desearon que estuvieran. Sacar de las cunetas a los seres queridos es un deber que al contrario de lo que algunos piensan, serenará los ánimos, sanará las heridas; dejarlos en las cuentas será siempre un imperdonable y perpetuo pecado de cobardía, ruindad y ceguera.
• A veces, ¡pálpitos nos da el corazón!, chispas saltan de las dos Españas, y el fuego —nunca extinguido— que por años ocultaron las cenizas de una hipócrita condición humana. Por décadas vimos, vivimos, y aceptamos el odio al enemigo como algo natural: ¡‘al enemigo, ni agua’! Burlarse, hacer sufrir, delatar, escarnecer, regodearse en el sufrimiento del otro fue algo más comprensible y perdonable en el ámbito católico que comprar la bula en Cuaresma. El tren de la historia de España sigue circulando por vías paralelas. A cada roce salta la chispa del conflicto: los dos credos, los dos caminos antagónicos, los millones de brazos crispados. Algo nos falta; algo nos sobra, y parece que nadie sabe dónde pueda estar la clave de la solución definitiva que dé paso al perdón final y a una franca y sincera fraternidad.
• Ver y aceptar que todavía quedan cosas por hacer que nos impiden mirarnos cara a cara, a los ojos, sin fingimientos ni dobleces, revanchismos ni derrotismos, nos preparará así un futuro donde sinceramente podamos saludarnos y volver a caminar juntos como verdaderos hermanos, intentando acercar —no separar— pareceres, perdones y personas, porque… las heridas de una larga guerra civil y una penosa y prolongada posguerra, siguen abiertas, por ello, si queremos la reconciliación definitiva, antes del abrazo final debemos rescatar la verdad, desenterrando de las cunetas a miles de españoles, para que después de aquel paseo madrugador, macabro y demoledor, tengan de vuelta una comitiva vespertina, reposada y familiar, y un lugar de reposo digno.

BALDO -

Querido amigo Ramón.

En primer lugar, quiero desvelar a los lectores de este blog que he sido yo quien te ha mostrado desacuerdo con que, en los artículos que publicas en tu blog de Religión Digital, empieces relatando críticamente un hecho y que, a medio escrito, retornes a posiciones conciliadoras con aquellos o con aquello que criticas. Te dije en una de nuestras comidas mensuales en casa Dago, que obrabas como, a decir de los de Piñerabaxo (José Luis) y de los de San Feliz (Manolón), actúan los de Casorvía: “Van con los de la feria y vuelven con los del mercado”, porque los de la Aldea Global quieren quedar a bien con todos. Hoy lo has explicitado y explicado magníficamente.

Te felicito y te admiro por ir “más allá de la justicia” (en la que la reciprocidad es constitutivo necesario, al modo del “ojo por ojo”) y por subir al peldaño de la “gratuidad, de la misericordia y del perdón” (“per–donare” significa dar con creces, lógicamente sin esperar nada a cambio). En la parábola del Hijo pródigo (mejor, del Padre misericordioso), el hermano mayor, en sus críticas a la actuación de su padre con su hermano menor, se sitúa en el plano de la justicia y, desde ese mismo plano, recibe unos “zascas” contundentes de su padre, como que ha practicado meticulosamente la justicia con él, a lo que el hijo mayor no puede poner ni la más mínima objeción. Pero el padre de la parábola está en tu mismo peldaño, mejor, tú en el mismo peldaño que él: el de la gratuidad, de la misericordia, que no está condicionada por la respuesta del otro. Hasta aquí, amigo Ramón, tu actitud es encomiable y magnánima. Pero vamos a contextualizarla, como tú muy bien dices, porque el contexto es el que da la razón del verdadero contenido del texto.

Mi crítica a la foto que comentó Toñín Argüesón, el belga de Reinosa, fue mostrar la contradicción (sí, contradicción, en la que los dos términos no pueden ser a la vez verdaderos ni falsos, cosa que sí sucede en otras formas de oposición) entre los falangistas que hacían el saludo de las legiones romanas que llevaron a la cruz al personaje que yacía en el regazo de su madre y lo que realmente representa la escena de la Virgen del Camino. Y, como se puede adivinar, mis dardos iban dirigidos a los clérigos que se prestaban y promovían este escarnio grotesco. La Virgen Dolorosa lleva en su regazo no solo a su Hijo sino a todos los crucificados que ha habido en la historia y de los que esos falangistas formaban parte de esa cadena que, directa o indirectamente, han sido sus verdugos. Y, querido Ramón, yo no pretendo “rebobinar”, que bien podría hacerlo (porque a mi padre se lo llevaron a “pasear” una noche unos falangistas de La Bañeza y pudo volver a la mañana siguiente porque lo avaló el Sr. Basilio, recriminándoles que iban a matar al hombre más “inocente” del pueblo –“i–noceo” = que no hace daño–. ¡Qué casualidad!, mi padre se llamaba Inocencio!), sino porque el “moro no está muerto”, sino muy vivito y coleando. Ahí tienes a un “activista y activo” falangista presidiendo la abadía de Cuelgamuros; también a un obispo, Juan Antonio Reig Pla, celebrando en Paracuellos del Jarama una contraofensiva al traslado de la momia de Franco y ofreciendo a los monjes de Cuelgamuros la posibilidad de fundar un monasterio en Paracuellos; y, también a la factoría del Gran Estratega Pequeño elaborando eslóganes que vomita el “mandao”: “Ahora los comunistas no queman iglesias, las vacían”. Los obispos de la factoría Rouco, al frente de los cuales han puesto al visitador asiduo de los mejores restaurantes de Oviedo, adicto a esquiar en los Alpes y “gordo de pringue” (como yo), no muestran precisamente el arrepentimiento del hijo pródigo antes del retorno a la casa de se padre. Siempre son los verdugos o los vencedores los que, después del auto de fe, piden unidad y olvido y les molesta que se haga “memorial” de los que –ya terminada la contienda– siguieron matando y dejándolos enterrados en las cunetas. No es a “toro pasado”, querido Ramón, donde hay que seguir haciendo la faena. Muchos de los jerarcas eclesiásticos y de no pocos clérigos siguen en la actualidad muy aferrados a los privilegios otorgados por el anterior régimen político y que continúan en la época de ese lavado de cara que se viene llamando Transición. Si pretendes ser “ecuánime” (aequus animus)–que yo no lo pongo en duda– tienes que mostrar qué hay en los dos platillos de la balanza. Y no es por desahogo, sino –como tú dices– por responsabilidad. Responsabilidad ante la vida (valores) y ante la muerte (contravalores). Y para sanar una herida, es necesario limpiarla, y hasta sajarla, antes. Y, traer a cuento la responsabilidad de los errores que todos cometemos para justificar que nadie puede tirar la primera piedra condenatoria, es querer igualar los “pecadillos” con los grandes crímenes. Perdona, amigo Ramón, pero en tu blog no te estás enfrentando lo suficiente y con la debida radicalidad –razonada, eso sí– “a una teología obsoleta que no es válida para nuestro tiempo, por parecerme que es la que todavía domina el panorama eclesial, y, sobre todo, frente a una jerarquía eclesiástica, por parecerme que sigue todavía demasiado empoderada, sin prestar la atención debida a su labor pastoral”. ¿Te atreverías a decir en tu blog: “No pocos de los obispos españoles siguen siendo franquistas”? Pues Antonio Aradillas, un viejecito cura–periodista de 92 años, tan lúcido y valiente como siempre, que en todo momento se ha mantenido fiel al Evangelio y al Vaticano II, lo ha dicho recientemente en su blog, pegado al tuyo.

Me parece, querido Ramón, que estás desacertado en lo que dices en tu reflexión de hoy: “Aunque sea poco tiempo, es sobrado para me produzca la impresión de que en él (este BLOG) no se aborda el pasado con el tacto y la delicadeza que su calidad y su altura de miras requieren. Insisto en que hace ya muchos años que deseché por completo la crítica vengativa, convencido de su absoluta inutilidad, para adoptar de lleno una postura eminentemente positiva y constructiva”. Y yo creo que, en tu caso, sí se trata de “un buenismo melifluo … de las componendas necesarias para quedar a bien con todo el mundo”. A lo mejor me equivoco de plano, pero quiero manifestar en público mi opinión para que sea sometida a las “críticas de validez” de los que lo estimen oportuno.

Y ahora quiero terminar con tres “post data”.

PD1. Agradezco, amigo Ramón, el que hayas colgado hoy en tu blog de Religión Digital lo que escribí aquí sobre la libertad valorativa y la responsabilidad por la vida y por la muerte en el desalojo de la catedral de Granada. Pero no estoy de acuerdo –tampoco con el Pitu, uno de los siete sabios de Casorvía– cuando los dos introducís el secular tópico de que “la libertad de uno termina donde empieza la de los demás”. Cuando, de una o de otra manera afirmáis esto, os seguís moviendo los dos en el ámbito de la libertad como únicamente autodeterminación. Eladio Chávarri nunca aplicaría ese tradicional y extendido tópico a la libertad valorativa. Si se pudiera reducir a una máxima su pensamiento sobre el particular, sería algo parecido a esto: “La libertad valorativa de uno empieza y termina donde empieza y termina la de los demás”. En efecto, las demás personas son necesarias (necesario = lo que no puede no ser) para alcanzar valores –¡y contravalores!– válidos e inválidos.

PD2. Por informes fidedignos, sé que el “proceso de validación” de la obra de limpieza de las juntas de los azulejos que llevó a cabo el Casorvidense ha tenido un final feliz, no sin antes pasar por grandes tensiones y conflictos familiares y vecinales. No hay que olvidar que las valideces e invalideces específicas que se establecen, por ejemplo, en el conjunto familiar nacen y se desarrollan en unidad relacional. Así, por ejemplo, la validez y la invalidez de ser hermano o hermana no existen separadas e independientes de las valideces e invalideces de ser esposo y esposa, madre y padre, hijo e hija, y de las demás valideces referentes a la familia. De este modo, las relaciones entre cónyuges pueden sufrir un cambio importante si el padre no se lleva bien con un hijo, si hay peleas entre los hermanos, si los recursos familiares son escasos, etc. Pues bien, quedamos en el anterior relato asistiendo a una tensión de alto voltaje cuando los miembros del conjunto familiar del de Casorvía dieron el ¡no vale! a su chapuza. Pily le criticó duramente, el hijo apoyó a su madre, la nuera, como no podía ser menos, se puso del lado del marido y ni siquiera el nieto estuvo de acuerdo con el desaguisado que causó el abuelo en la limpieza de las juntas de los azulejos. La trifulca resonó en toda la escalera. Una vecina llamó a la puerta y les entregó una capillita portátil con la Sagrada Familia (en parte, porque llevaba con ella tres semanas confinada, sin poder pasársela a la siguiente “devota–sufragadora” y se le había agotado la calderilla de tanto echar en el “cepo” que dicha capillita lleva incorporado; pero también, para que la presencia y el ejemplo de personajes tan santos trajera la pacificación y volviera la “tranquillitas ordinis” agustiniana a ese hogar de asturianos bullangueros y fanfarrones). Tantos signos en contra atemorizaron, más que conmovieron, al Gran Maestre de la Orden de Casorvía. Sacó la faltriquera, que siempre la lleva a rebosar cuando atraviesa el Pajares y se dirige a la Meseta, sacó un fajo de billetes, dio con él un golpe de autoridad al posarlo en la mesa y habló de esta manera: ¡Será por dinero! La “xenra” arrampló con lo que pudo –que no era poco– y el enfado de todos se tornó inmediatamente en contento. Y todos a una, incluido el nieto, vocearon: ¡Ahora sí que vale! Pitu querido –perdona que te tutee y que rompa la distancia afectiva ordenada por los confinadores–: caerías en un grave error si consideraras las invalideces como fracasos que se han de ocultar y de olvidar cuanto antes. Muy al contrario, son fieles compañeras de las correspondientes valideces y ayudan a estas a escalar a nuevas valideces valorativas. A medida que los seres y las personas se relacionan y generan valores más válidos, aumentan en la misma proporción la finura de la crítica para percibir chapuzas valorativas válidas, y se desarrollan las energías suficientes para acceder a valideces más densas.

PD3. D. Antonio Bruxelensis: sepa Ud. que quienes cavaron las galerías y sacaron en serones los escombros para el cultivo de champiñones fuimos los de 6º del curso 1963–64. Exactamente, entre febrero y marzo de 1964. Nos dispensaron las clases durante dos semanas, comimos bocadillo a media mañana, bebimos vino por la bota, sudamos, nos pusimos como facinerosos y no tuvimos notas en aquel trimestre. Si Ud. presume de haberse dejado la piel acarreando cucho, nosotros, más, como diría Pablo de Tarso.

Y ahora quiero hacerte, querido Argüesón, una pregunta capciosa y muy personal.


Junto a los ríos de Bélgica,
¿te sentaste y lloraste,
acordándote de Reinosa?.

En los sauces de aquella tierra
¿colgaste tu cítara,
porque allí los belgas
te pedían cánticos y alegría:
«Cántanos un canto de Campoo–Los Valles»?

Y tú contestaste:
¿cómo cantar un cántico campurriano
en tierra extraña?
Si yo te olvido, Reinosa de mi alma,
olvídese de sí mi diestra.
Péguese mi lengua a mi paladar,
si no me acordare de ti;
si no pusiese a la capital campurriana
por encima de toda alegría.

Si te da rubor contestar estas preguntas tan íntimas, Marqués de Argüeso, déjalas para cuando podamos comunicarnos vis–à–vis.

Marcelino Iglesias -

Cojos y tullidos, unos; caballeros mutilados, los otros

¿Reflexión contextualizada? En qué contexto. Más allá de cuanto sean vivencias personales —que respeto: cómo no—, esta segunda parte de su escrito rezuma ideología de un signo bien marcado. Un solo ejemplo ante ese espécimen (pasar página, olvidar, mirar al futuro, no querer ganar la guerra ahora los descendientes de quienes en su momento la perdieron, etc…) del argumentario al uso profusamente utilizado por la derecha extrema y la extrema derecha que, socapa de ecuanimidad, informa su “Reflexión contextualizada”: ¿Cómo ignorar, por ejemplo, cuántos miles de sepultados en cunetas de todo este país siguen sin el reposo de la sepultura? ¿Ignora el sufrimiento de sus familiares, la mayoría también ya fallecidos sin el consuelo de haber recuperado y sepultado dignamente a sus seres queridos? Y ese sufrimiento, vivido desde la infancia, es una herencia de dolor e injusticia que pervive en sus descendientes.
En fin, me parece memorable y lapidaria la caída del caballo del jesuita Padre Llanos que resume de forma plástica de qué hablamos cuando hablamos sobre qué ocurrió en la tremenda posguerra para casi todos, y cuán cruel y sin piedad para con los vencidos (muerte, cárcel, exilio, persecución, penurias, silencio y dolor de puertas adentro para los supervivientes y sus familias) y qué beneficiosa para los vencedores (canonjías, medallas, reconocimientos, ascenso social y todo tipo de facilidades).
Según contó en alguna ocasión el Padre Llanos (hijo de un general vencedor en la Guerra Civil y él mismo confesor de Franco por breve tiempo), su vida dio un giro radical un día en que, en contacto con la cruda realidad, fue consciente de qué diferente consideración y trato recibían los discapacitados a consecuencia de las heridas recibidas durante la guerra: en idéntica situación, los rojos derrotados eran cojos y tullidos, mientras que los nacionales vencedores tenían la consideración de caballeros mutilados.
Ese hecho es suficientemente revelador, a mi juicio, para comprender qué ocurrió en la sombría España aherrojada por el Caudillo y sus sostenedores (entre ellos, la mayoría del clero, con la jerarquía en muy primera línea de sahumerio y sumisión: lo llevaban bajo palio): un criminal de paz (en acertada paráfrasis de Vázquez Montalbán) durante cuarenta años (el dictador murió en la cama, pero matando hasta dos meses antes, aquel funesto 27 se septiembre de 1975: Al alba, al alba: si te dijera amor mío que temo a la madrugada…).

Isidro Cicero -

Estoy seguro, Ramón Hernández Martín, de que tu escrito (termino de leerlo entero ahora mismo) rebosa buena intención, seguro que sí. Y nobleza de espíritu, seguro que también. E incluso magnanimidad, que como dice mi amigo Javier Martín de Pablos, te sobra. Pero quiero demostrarte mi respeto manifestándote mis desacuerdos, porque estarás conmigo en que respetamos al otro cuando, después de escucharle, le contestamos diciéndole aquello en lo que coincidimos con él, pero con toda lealtad, también aquello en lo que no podemos coincidir. Como te respeto y te estimo, te diré que estoy de acuerdo contigo en eso de que no hay dos Españas, tenemos bastante con una; pero, en casi todo lo demás, estoy en desacuerdo.
Me tomo la libertad de decírtelo porque soy uno de los que animé el debate al que te refieres y porque, como dice la Furrielería, su blog permite mirar y aceptar el pasado común de todos los que formamos esta comunidad virtual, fomento de simpatías, amistades y fraternidades. Matiza muy bien el magisterio furrielero que esta comunidad, este blog “nunca fomenta desprecios ni condenas”. Espero que lo que leas a continuación no te dé una impresión distinta. Vamos allá.
Reclamabas en tu comentario de días atrás (lo he vuelto a leer para entender mejor éste de ahora) “lecturas más pausadas, más moderadas, más justas en definitiva” para estas cuestiones. Bueno, yo no encontré precipitación, ni desmesura, ni injusticia en ninguno de los comentarios de allí, ni menos en el escrito inicial de Antonio Argüeso. Decías además que no te “preocupaba la política, sino el evangelio cristiano”, más avanzado que nadie “en cuanto a magnanimidad y gratuidad”.
Pues bien, la grandeza de espíritu (magnanimidad) no puede oponerse a que queremos enterrar dignamente a 150.000 personas desaparecidas, que todavía están por esos descampados olvidadas como perros, peor que perros o en desmontes hechos para poner los cimientos de edificios de viviendas modernas. No es magnánimo oponerse a que se esclarezca la verdad de sus asesinatos; no lo es oponerse a que se les haga justicia, a que se haga reparación a su memoria hasta donde se pueda (que ya no será mucho), a que se reparen las fechorías cometidas contra sus cuerpos y sus almas, y contra el mayor patrimonio de sus almas, el honor y la honra como decía Calderón, que es su dignidad. Todavía no hemos emprendido la batalla de exigir que se repare la honra de los miles y miles de condenados a muerte por tribunales militares en juicios sumarísimos sin defensa, con acusaciones basadas en indicios, sin pruebas; no creerías las cosas tan inicuas que tuvieron que soportar que se escribieran de ellos, sin rechistar antes de morir. Eso hay que anularlo.
No es magnánimo ni cristiano impedir que llevemos a cabo medidas garantistas para que aquella barbaridad no se repita. Se llaman “garantías de no repetición” y en su mayor parte son de índole cultural y educativo en valores democráticos.
Evangelio cristiano, dices, entre paréntesis no creo que haya otro evangelio que el cristiano; pero la esencia de la pervivencia de ese evangelio a través de los siglos es la recordación, los ritos de memoria, su carácter anamnético a lo que yo entiendo: todo está basado en “el cual la noche antes de ser entregado a su pasión”, en “recordamos su muerte…etc”. Lo cristiano se ha basado siempre en la anámnesis, el esfuerzo por no echar dejar caer en el olvido, por recordar. Y, muy importante esto, por recordar a la víctima. Lo no cristiano aquí es recordar al verdugo.

Lo cristiano es recordar, poner fechas en el calendario y celebrar fiestas en honor de las víctimas de Diocleciano: San Nosequién, Santa Nosecuántos. No en levantar estatuas a Diocleciano. Si rebobinar el tiempo, como tú dices, es un error, no sé qué nos pasamos la vida rebobinando ciclos litúrgicos que no son sino repeticiones periódicas de los fragmentos del tiempo.

No es cristiano situarse a medio camino entre Diocleciano y sus mártires, a ver si nos entendemos. Dices tú, “es que es muy tarde, ha pasado mucho tiempo, “a moro muerto, gran lanzada”, “algunos se empeñan en ganar ahora la guerra a Franco”. Marhuenda, no sé si le conoces, falta al respeto un sábado sí y otro no, a las familias de las víctimas de Franco con ese argumento de nuestra supuesta cobardía. ¿Muy tarde? ¿Franco muerto en la cama? A Marhuenda le da igual la resistencia popular durante tres años largos contra la parte mejor armada y más importante del Ejército, del aviación alemana de Hitler y de las tropas de Mussolini, además de los terribles moros que trajo Franco. Le da igual también al director de La Razón el exterminio de cientos de miles de españoles y españolas, de la mortandad en campos de concentración, paredones, prisiones, conventos - prisiones, y otros agujeros. Le da igual cuarenta años de dictadura inflexible, de silencio impuesto y de criar hijos (nosotros) en la más absoluta ignorancia.
Ignorancia, por ejemplo, de que cuando nosotros hacíamos la primera comunión, todavía iban nuestros padres, a escondidas de nosotros, a presentarse en el cuartel más cercano, porque todavía y después de siete años en batallones de trabajos forzados, todavía vivían en libertad vigilada. Nuestros padres. No todos los españoles de aquellas levas regresaron a casa “después de acabar la guerra” con una enciclopedia, mi querido Ramón. Para muchos españoles la guerra no iba a acabar hasta la libertad. Y no eran españoles de segunda, amigo, eran hijos de tan buena madre como el que más, para entendernos.
Franco fue algo más que un nombre anodino que pasaba por allí encumbrando a unos y haciendo la puñeta a otros, como dices. No es así. Franco encarnó un golpe de estado criminal, provocó una guerra, causó la muerte de cientos de miles de españoles, arruinó el país, se quedó con una parte del botín que todavía no conocemos del todo, repartió el resto entre sus compinches y mantuvo a España en dictadura durante una cuarentena de años. Dices también que cada uno es libre de situarse en la onda que quiera o mirar desde el ángulo que prefiera. Por desgracia, digo yo, porque mientras la Alemania de la posguerra fue sometida a un proceso meticuloso de desnazificación intensiva, aquí se nos sometió a un proceso de franquización brutal de no te menees. Tú lo recuerdas muy bien recuerdas con la anécdota de los cuatro teólogos más ilustres de San Esteban de Salamanca que publicaron un manifiesto franquista. Si hubieran sido profesores de Tubinga, pongo por caso, no habrían tenido huevos de sacar uno parecido a favor de Hitler. No sé si me explico. Cada quien es muy libre de mirar desde el ángulo que quiera pero yo soy de los que pienso que hablar desde el ángulo franquista tarda ya en ser considerado delito, porque es un peligro que como el coronavirus debe prevenirse.
Espero y deseo que recibas este comentario con la misma magnanimidad, gratuidad y espíritu crítico que yo he leído el tuyo.

J. M. de Pablos -

Ramón, conozco bien tus intenciones. Hacer el bien es tu principal pecado.¡Dichoso de tí!.
Si volvemos a los tiempos de Simón Vela y vemos la trayectoria de los Serranos, hoy más que nunca, merecen tener un monumento a la entrada de la Sierra, en el cruce de Tamames, para honrar su memoria.
A tí que te gusta tanto esa mancomunidad serrana de pueblos proponlo en alguna reunión.
Creo que falta una tercera parte, quizás la más interesante.
Un abrazo.