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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

¿LA CARNE ERA MALA?

¿LA CARNE ERA MALA?

Hoy nos deleitamos con el comentario que a Chema Sarmiento le ha sugerido esta fotografía. Ya sabía que le iba a costar, pues Chema nunca fué lo que se dice un destacado en los deportes; hablando con él me dice que sus deportes preferidos son individuales, de ahí el que era un poco tronco en el colegio.

Gracias, amigo Chema, ¡genio!

Os reconozco Fueyo, Boliche, Tejerina, Avelino, Mediavilla, Ximo...

A principios de verano, me llegó una carta de Jm, el furriel: “Anda, Ch, haznos un comentario a esta foto que me sirva para uno de esos días en que no hay nada de actualidad y no sé qué poner en el blog”. La verdad es que la foto no me decía nada y le envié un mensaje pidiendo que me la cambiara por otra, una que me recordara algo, una en la que estuviera yo. El furriel, de vacaciones, no contestó. 

 

Con esa cosa pendiente, de cuando en cuando cogía la foto y a modo de reto me decía qué sería  capaz de sacar de su observación minuciosa si yo fuera detective y esa la única pista para iniciar una investigación. Miraba la foto y ¿qué veía? Al Padre A en el extremo derecho, rodeado de alumnos de mi propio curso y del anterior, en los campos de deporte de la escuela mayor (por la referencia del mosaico que aparece al fondo), en una actitud que ya había visto en otras fotos. Las consulté y llegué a la conclusión de que los sujetos de la mía estaban allí esperando que transcurriera una de las pruebas de las olimpiadas que se organizaron en el curso 65-66. Incluso, a fuerza de mirarla, me pareció descubrir en la vertical de T un flequillo que podía ser el de un servidor. Bueno, ya era algo (otros habrían visto eso desde el primer instante, de modo intuitivo). Pero mira que ponerme a mí a comentar un evento deportivo, ya hace falta mala leche...

 

***

 

Llego a casa de C y le encuentro retorciéndose de dolor. No es cosa nueva, hace ya años que soporta un montón de dolencias diseminadas por todo el físico. “A mí que no me fastidie que cojo el martillo y vuelvo a poner este hombro en su sitio, como está mandao ¿No te acuerdas de lo que nos decía el Padre F de que el cuerpo hay que machacarlo? Pues funciona de maravilla” Mientras pensaba para mí que el remedio no debía ser tan eficaz como propugnaba, visto el grado de invalidez de nuestro compañero, tuve una especie de intuición: “ Pero C ¿no te das cuenta de que las cosas son exactamente al contrario de como tú las piensas? Lo que te ocurre es que tu no quieres a tu cuerpo y por eso mismo él no te quiere a ti. Tu maltratas a tu cuerpo para sojuzgarlo, como si fuera tu rival, y él se venga aquejándote con aflicciones que te hacen insoportable la vida diaria”.

 

Fue en ese  momento cuando se me ocurrió que el comentario a la foto podía versar sobre lo que nos inculcaron siendo pequeños acerca de la relación a nuestro propio cuerpo. ¿Verdad que eso abre un  portal en el que todos tenemos mucho que decir? Rompo yo el hielo haciéndoos partícipes de una reflexión que me parece interesante, por paradójica:

 

***

 

 

Se desató una gran batalla en el cielo. La Bestia (Luzbel) y sus secuaces quisieron plantar cara al Creador, pretendiéndose sus iguales. Las tropas del Bien, capitaneadas por el arcángel San Miguel derrotaron a las del “aspirante-adversario” y las arrojaron a las profundidades del infierno.

 

Esta  leyenda que todos conocemos, no parece en el Génesis, como se podría pensar. Hay alusiones a ella en Isaías 14 y un desarrollo emocionante en el capítulo 12 del Apocalipsis. Mezclada con otras de origen grecorromano  ha llegado a nosotros como el mito de “El ángel caído” que fecundó la imaginación de Milton.

 

En la confusión del terrible encuentro entre San Miguel y Luzbel, una serie de ángeles que “andaban por allí despistados” fueron  arrastrados accidentalmente por la cola del Dragón y cayeron a  la tierra. Esos ángeles no formaban parte de los levantiscos seguidores de la Bestia. Simplemente estaban en mal sitio en mal momento.

Llegados a este bajo mundo, se fueron percatando de su desgraciada situación.  Incesantemente lloraban su “destierro”, clamaban a lo alto, cantaban salmos, añorando su antigua patria. La Bestia, cansada de tanta algarabía y tantas músicas, para callarlos los encerró en túnicas de carne. Esos ángeles prisioneros  de sus cuerpos somos hoy los humanos.

 

Esta maravillosa segunda parte recoge  la concepción cátara de la creación del hombre. Llegó al catarismo probablemente a través de Orígenes de Alejandría, constituyendo uno de los pilares fundamentales de esa doctrina, que imaginaba el universo como una creación a partir de dos principios: el principio bueno habría creado el mundo invisible, mientras que el principio malo habría creado el mundo visible (todo lo que constituye el mundo sensible, inclusive una maravillosa puesta de sol, el rumor del viento en los árboles, el olor de la hierba en días de siega). Dentro de la mentalidad cátara el cuerpo es la prisión del alma, frente a la doctrina oficial de la Iglesia, de base agustiniana, en que el cuerpo es el recipiente, el vaso, del alma. Es fácil ver la diferencia que ello implica en la relación a nuestro propia materialidad: en la segunda visión, nuestro cuerpo es el soporte necesario a nuestra existencia actual, mientras que en la concepción cátara éste tiene por origen al principio malo y  su misión es encadenarnos lejos de la patria celestial en que vieron la luz de nuestras almas.

 

***

 

 

Después de este paréntesis, necesario a la conclusión a la que quiero llegar, vuelvo a la idea central. Entre nuestros formadores, me parece a mí, no había una idea única y monolítica de cómo debíamos  imaginar la relación a nuestro cuerpo. Vimos alguna vez al Padre A que aparece en la foto bañándose en la piscina. Con un cuerpo como el suyo, que necesariamente mantenía esa forma gracias a ejercicios de musculación y no sólo corriendo y dando patadas a un balón, no se puede creer que él considerara su cuerpo como una detestable prisión. Pero cuando el Padre F decía a C y a los demás que había que machacar nuestro propio cuerpo, nos lo estaba presentando como un enemigo al que vencer: la carne es mala, el espíritu es bueno. Uno y otro luchan entre sí, como si ambos no fueran la obra de un solo creador, sino de dos principios opuestos.

Y aquí es donde aparece la paradoja: que estas ideas de sabor cátaro hayan encontrado algún alojamiento en casa de quienes se encargaron de acabar con ellas y con ellos...

Chema Sarmiento.

4 comentarios

Enrique Frade -

Querido Sarmiento,yesto que tien que ver conel semellu.
El pa,de lafooto en les acampaes que faciamos per los montes leoneses uper les playes de Bañugues ,nun tenia ningun recatu raru yera como yera,el habitu lo menos posible.
pero la fecha de la foto,pa mi que ta equivocá,Mediavilla en el 64¬65 no debería tar ya en la Virgen,si fué al noviciado. al menos eso me parece a mi,.
Para Pedro Rey ,Que bichu ye esi que quies que coma Sarmiento,dalguna culiebra?
Un abrazu pa toos.

Juan A. Iturriaga -

Chema, tu comentario y las contestaciones, son la vida misma.
Tenía un amigo que decía: “Yo fui concebido en pecado. Estoy seguro que mi madre se confesó al día siguiente”
Le habían amargado la juventud con aquellas historias.
Ahora parece que ya no hay que hablar de ello.
La alegría de la sexualidad, de la carne, como diría el Padre X., tiene una interpretación muy amplia.
Y ya que hablas de los Cátaros, lo bonito es ir a Albi y ver, dentro del palacio del obispo, un museo dedicado a Toulouse-Lautrec. ¿Qué opinaría él y toda su cuadrilla de estas cosas?
En este tema, como en muchos otros, cada uno cuenta la feria como le va.

Pedro Rey -

Pues, a mi la carne me gusta bien hecha, y con un poco de aji... exquisita. Y esas discusiones filosóficas, pues, están bien en los manuales, para gastar papel y algún librero pueda vender. Todos tienen derecho a comer.
Te invito a comer una huangana. Un abrazo, Sarmiento.
Pedro Rey

el tragon -

he leido con admiracion tus disquisiciones filosoficas sobre la carne pero a mi me gusta poco hecha y con pimientos