Y TODOS A LA PISCINA............
Por imperativo legal, hiciese buen tiempo o menos bueno; tuvieses ganas de baño o no; con catarro o despejado; ¿teníamos alergias en aquellos años?. Recuerdo que mi albornoz era de rayas verticales rojas y blancas, mi albornoz era mi pendón que ondeaba visible en el armario de la camarilla. Había que bajar a la piscina con albornoz y ¡oh, sorpresa! al quitártelo te dabas cuenta que estabas en "pelota picada"; se te había olvidado el bañador...; y todos encima de la Puri.....(me refiero a la Purificadora).
Y tantos y tantos recuerdos que espero comentéis en el blog; ¡¡bandidos!!, dejad las vacaciones para otros asuntos menos importantes que este, aunque estéis en el Cairo, Canadá o Castrillo de los Polvazares......y escribid, recordad, participad y, sobre todo, descansad en vuestras vacaciones.
Mi mejor abrazo para todos; me voy a la piscina con mi albornoz rojo y blanco con el número 163.
7 comentarios
santiago -
Mariano Estrada -
Al igual que la mayoría de los alumnos, desde esa plataforma de cemento me tiré yo muchas veces. Ya he dicho en otro hilo que, en una de las convocatorias, en la modalidad llamada de estilo, gané yo el concurso de saltos de trampolín, y también el concurso de resistencia, que consistía en hacer largos a la piscina hasta que quedara uno solo en la lid, con la promesa de un puñado de caramelos. Ese año fui yo, como digo, pero de allí tuve que ir directamente a la cama, donde estuve postrado todo un mes, con fiebres tifoideas, bajo los cuidados atentos de Fray Francisco, ese hombre que era todo paciencia y humildad. Se ve que el agua tragada no estaba en las mejores condiciones de higiene y salubridad, a pesar de las duchas por las que previamente pasábamos. Porque, claro, ¿quién controlaba los pises de tan abultada chavalería?
Pero la anécdota más entrañable para mí está relacionada precisamente con el albornoz. Veréis, habían terminado los deportes una tarde de tantas y, como era normal, habíamos subido corriendo a las camarillas a cambiarnos de ropa, ponernos el albornoz y echarnos otra vez a correr para llegar lo más pronto posible a la piscina (Que, efectivamente, era una actividad muy deseada por todos, con la salvedad de algún extraño hidrófobo que iba con paraguas a la ducha ¿Lo recordáis? Lo escondía debajo del albornoz). Pues bien, yo tuve el prurito de llegar aquella tarde el primero. Detrás llegaron otros, entre los que estaba José Luís Fernández Martínez, hoy Zamanillo ¿Por qué cito a José Luís y no a los otros? Porque fue precisamente José Luís el que, poniendo cara de asombro y ojos desorbitados, me dijo:
-Pero Mariano ¿Y el bañador?
Y es que no sólo no lo había puesto, sino que al despojarme de aquel albornoz blanco como la nieve de la Vecilla, no me había dado cuenta de que las prisas me habían hecho bajar completamente desnudo. Me albornocé nuevamente, corrí hacia la camarilla, me puse el bañador (un meyba, por cierto) y volví a salir pitando hacia la piscina, donde todos nadaban ya como peces, sin acordarse de mí. Naturalmente, para el vigilante de la playa, que nada sabía de la movida, aquel día fui, tal vez extrañamente, el más rezagado de los alumnos ¿Qué pasa, Estrada? Pero en ese espacio blanco de su memoria, se había forjado esta anécdota, cuyo recuerdo ha llegado hasta hoy con la viveza de lo realmente importante. De haber tenido constancia del suceso, el P Jaime Lebrato podía haberlo recogido así en los ecos de la comunidad religiosa: Un muchacho de origen zamorano practica el primer desnudo integral en la piscina de un Colegio Apostólico ¿O esto hubiera sido ir mucho más allá de la noticia?
Por cierto, al hidrófobo lo tiraron un día a la piscina entre unos cuantos alumnos ¿Lo hicieron con las debidas anuencias, también llamadas placet o nihil obstat? No lo sé, aún tengo la imagen del momento, ya que él trató de impedirlo como si le fuera en ello la vida. Normal, porque el encuentro con el agua iba a ser casi de muerte. Pero nada pudo hacer, el pobre, sino aguantar el chapuzón y salir del agua zumbando. De poco le hubiera valido que los compañeros le hubieran permitido llevar con él el paraguas. Por cierto, después no supe si aquello le había servido de cura. O de fraile, que tanto monta.
¡Oh, tempora, Javierdelvigo! ¡Oh, mores, queridos compañeros!
Que en román paladino significa: ¡qué tiempos de moras! ¿O ye en asturianu, oh?
Un abrazo
Antonio Gamo Bonifacio -
¿Recordáis la canción de despedida en el Santuario antes de partir de vacaciones? ADIÓS MADRE DE MÍ VIDA ¡Que alegría le vamos a dar volviendo a "casa" para reunirnos nuevamente "bajo su manto" "Mis padres me enseñaron a abrirte el corazón y a contarte mis penas en continúa oración..."
¡Fuerte abrazo!
Antonio Gamo Bonifacio -
Me incorporé al Colegio en 1964. Mi recuerdo es "altamente positivo" y estoy totalmente identificado con el "fondo", aunque discrepo de la falta de "formas" de solamente "algunos".
Me parece una idea excelente la de reunirnos los apostólicos que allí estuvimos. Mis datos son:
Antonio Gamo Bonifacio
C/ San Pedro Mártir,5 - 4º Izqda. - 28012 Madrid
Tlfno. 91.369.12.53
MV: 620.091.980
Uned: 91.398.63.82
Un saludo para todos y digo yo, no estaría mal ir a Roma el 28/10 para celebrar con espíritu dominicano la beatificación de 74 de nuestros frailes dominicos, de nuestra familia dominicana, pues aunque yo no figuro en el Catálogo de la O.P. soy tan dominico como el Maestro General de la misma. Un abrazo!
Juan Carlos Cordero -
Lo que más me maravilla de tí es la memoria que conservas tan intacta de lo mucho vivido juntos en aquellos años 70. Ya sé que no somos de los "carrozas", pero a mí se me han perdido muchos recuerdos, y por eso me encanta y te agradezco lo que cuentas, y lo que compartimos en muchos de nuestros encuentros.
Aunque me hayas ruborizado un poco esta mañana recordándome que, a pesar de nacer y vivir a pocos metros del Porma, qué alegría que hagas propaganda de mi pueblo. Por cierto, para los que no hayan transitado últimamente por allí, que sepan todos que están terminando de construir un nuevo y espectacular puente, tan necesario desde hace años.
Y además, aprovecho la ocasión para agradecerte tus clases de natación. Seguro que no fui tan buen alumno, como tú buen profesor (o monitor, que se dice ahora).
Me asombra que te acuerdes de ese baño el día 8 de diciembre! ¿A que yo no estaba? Pero sí estoy muy de acurdo en todo lo que dices de la temporada de baño, que tanto alargábamos y aprovechábamos. Yo recuerdo también algunos baños nocturnos, creo. Aunque quizá era en alguno de esos veranos, cuando estábamos en los últimos cursos de BUP o COU, y que algunos trabajamos en la venta de objetos religiosos en el telonio. Seguro que era enormemente gratificante y saludable ese chapuzón al acabar la jornada, aunque fuera ya de noche.
Pero lo primero que me vino a la mente ayer cuando vi la foto de la piscina, fue lo que nos costaba, al menos a mí, hacer fila para pasar por las duchas. El tutor tenía que ponerse serio y firme para que todos entráramos a la piscina después de haber pasado por las duchas. ¡Qué trance! A mí no me gustaba nada, pero era necesario para eliminar el sudor del deporte, o el polvo de aquellos caminos en nuestra vuelta a la finca... ¡Seguro que no era el único! Corríamos como balas, por aquel tunel de agua fría, intentando no tropezar, en medio de gritos y deseando que aquello terminase cuanto antes.
Qué bonitos recuerdos en la distancia, y qué agradable recordar todo lo que decís de las competiciones, los albornoces... y todo lo que juntos vivimos y aprendimos también en ese recinto: a disfrutar, ayudarnos, hacer bromas y "aguadillas" pero sin pasarnos de ciertos límites. Porque siempre nos ayudaban los frailes, nuestros queridos tutores y la protección de La Virgen del Camino, seguro, aunque entonces no nos diéramos cuenta de ello.
Gracias a todos y un abrazo.
Fernando Ferreras Llamazares -
En mi epoca, años 70, la piscina se comenzaba a limpiar poco despues de Semana Santa ( a mediados de abril) y cada año la temporada de baños comenzaba en mayo y junio, hasta las vacaciones. La verdad es que la piscina la explotabamos a tope, pues nos bañabamos dos veces diarias (una al levantarnos y otra despues de hacer deporte. Yo tengo como "record" haberme bañado un fin de semana 8 baños...
Al regresar en septiembre uno de los principales alicientes era ...la piscina.
Continuabamos utilizando la piscina todo el mes de octubre y recuerdo un año haberme bañado el día de la Inmaculada, si el 8 de diciembre, ni decir hay que hubo que romper una fina capa de hielo.
Si te paras a observar te darás cuenta que nuestra temporada de baños era siempre fuera de época, hoy en día las piscinas empiezan el 1 de julio y acaban el 31 de agosto...¡entonces empezaba nuestra temporada!
ah! y lo del albornoz era un gran invento...yo solo fui capaz de utilizarlo en el colegio...ahora no me acuerdo nunca de ponerlo.
Qué gran lujo disponer de piscina.
Y las fiestas colegiales, con competiciones de natación, saltos de trampolín desde la purificadora...hay una foto en el albun de mi curso con un trofeo ganado en natación.
Y recuerdo a mi amigo Juan Carlos Cordero, llegó al colegio con 11 años sin saber nadar, le tuve que dar un curso acelerado para que no se ahogara. A pesar de ser de Palazuelo de Boñar, el pantano les había transformado el agua del Porma en hielo y no era apto para nadar. Juan Carlos,supongo que lo recordarás,¿o no era así?
Oscar Fernandez -
El albornoz, mi primer y último albornoz, lo utilicé hasta entrada la veintena. A mi difunto abuelo le debió parecer importante que yo fuese a estudiar a León, y a mis doce años me regaló un señor albornoz a rayas verticales azules, grises y blancas, que después de remangar dos o tres vueltas en los brazos y subir una cuarta en la cintura, me llegaba a los tobillos. Pasados tres o cuatro años ya no precisé de artilugios y por fin se veían mis canillas. Estaba claro que yo había crecido o el albornoz encogido. ¡Qué abuelo tan previsor!