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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

CICERÓN Y BRUTO

CICERÓN  Y  BRUTO

¡Ave, Isidro, ¡Ave, Daniel!. De muestro corresponsal en Roma, Justino Blanco Villacé, Reportero TOTAL

’Motivados por el amor que el mundo clásico despierta en éllos, los entrañables compañeros y antigüos alumnos dominicanos, Isidro y Daniel, no dudaron en desplazarse a la ciudad eterna, tan pronto se enteraron del colosal rodaje de la serie televisiva, que con el título de ’ROMA’, y con uno de los presupuestos mayores de la historia tuvo lugar en los estudios de Cinecittá.

Aunque en las pretensiones de ambos no pasaban de ser meros figurantes, tan pronto fueron entrevistados por la directora de casting y ante los brillantes curricula (creo que era neutro) que mostraron, el papel de senadores les fué concedido, desbancando así a actores de renombre universal como Douglas, Connery y otros.
’Estamos sumamente contentos.’ ’Es como si hubieramos vuelto a nuestros orígenes’. ’Quosque tandem ’Catalina’. ’¿Tú, también? Bruto , mas que Bruto’?, fueron algunas de las frases que pude oir de sus labios, al tiempo que miraban de reojo el guión de la próxima escena.

En cuanto a sus honorarios no quisieron hacer mención alguna. Eso si, se quejaron de la carestía de vida romana añadiendo que para subsistir se veían obligados a vender GLOBOS, y es que de eso si que saben bastante.

La foto que les tomé fué hecha aprovechando el coffee break de las once, y si no lo creen reparen en la coca cola que el senador Isidro porta en sus manos.

FELICIDADES A AMBOS POR LAS EXCELENTES COLABORACIONES BLOGERAS. justino

30 comentarios

Vibot -

Cícero, te regalé el adjetivo inglés "smooth" por tu afiligranada artesanía de ideas y emociones. Tu discurso discurre y acaricia como aquellos regatos de Las Caldas -entre toxo y cicuta- que estimulaban nuestras filosofías.

Y nuestras más secretas ilusiones.

Entre la alfalfa en flor y aquel viento veraz de primavera.

Cent-ans-d'air, entre los finos labios de Sarmiento.

Si pasé prisionero entre aquella Belleza irrespirable mis dieciseis y diecisiete años...buscadme allí.

En aquella cascada con olor a bodegas vegetales y un verdín de leyendas, bebo los adjetivos. Todavía.

Gracias por saborearlos.

Y decírmelo tan generosamente.

Isidro Cicero -

Lo único que me preocupa es haber escrito honda en vez de onda. Corregidme, por favor.

Andrés Martínez Trapiello -

Querido Isidro:
Acabo de enviarte un SMS -¿es así?- con una invitación a Prieto Picudo, y me retas con lugar. Pues, después de leer tu nuevo globo, aquí.
Se agolpan recuerdos en mi mente mientras te leo, Cícero –para mí-.

¡Pedro!

No puedo hablar con imparcialidad de Pedro: Ha comido en casa, ha dormido en casa, ha seguido nuestra vida de familia, ha sido… padre.

No hace mucho, en conversación telefónica con Pedro, la Asturianina le decía que, por sus desvelos con nosotros, con esta familia, parecía que se consideraba un poco mi padre; y Pedro asintió. (El muy cabrón sigue insistiendo en que deje de fumar).
Y, Cícero, es así: Yo tengo el privilegio de haber tenido más padres que el biológico. Fueron años trascendentales en nuestras vidas, y su dedicación y poso se nota aún hoy.
Y la Asturinina le dice “Alcalde” -que no Jose Luis, que también-, porque en una visita a su barrio, a su “concejo parroquial”, aquellos ciudadanos con los que se cruzaba no paraban de saludarle y preguntarle.

Yo, sí: He tenido la fortuna de tener más padres: Y Huarte, Torrellas, Tello, Jaime Lebrato, Lanz, Fernando (Paco) Iparaguirre, Uría, Guervós, Box; también Tascón y…

Miss Wikinson -

Hello, Cicero, tú tener que hacerme caso.

Tu poner globos en alturas y no en bajuras para subir y subir.

Tú escribir y escribir de los chinos, yo comprender todo, amigo. Tú creer que Teódulo ser manonegra? Si tú decir yo reñir a Teódulo y que se haga chaquetero.

Bye, bye.


Isidro Cicero -

LA VENDEDORA DE GLOBOS 25. VENGO DE VER A PEDRO (2)

Bueno, pues como iba diciendo, fui a ver a Pedro a su casa, hoy hace ocho días. La totalidad del tiempo que pasé con Pedro Sánchez el jueves 24 de abril fue exactamente de dos horas y media. Desde las 14: 00 hasta las 16:30.

No sé si os percatáis, pero en este inicio de crónica trato de imitar a Pedro. Me está saliendo, creo yo un kempis particular que podríamos llamar la “Imitación de Pedro”, de su estilo lacónico, de su pulcra precisión del dato bien perfilado.

Lo sabéis igual que yo: Pedro escribe pocas veces y cuando lo hace es para ajustar las dimensiones de una cantidad, de una medida, de un peso o de un volumen. O para añadir un apellido desdibujado a un nombre, o para ponerle un nombre a un apellido. O para explicarnos con la utilización básica del sujeto el predicado y los complementos esenciales de ambos, quién era, qué hizo y por qué en su memoria tiene méritos alguno de sus propios compañeros. Y poco más.

No le pidáis a Pedro el adjetivo, no lo escribe ni lo dice. En mi imitación de Pedro, - las cuatro primeras líneas de esta crónica- todavía sobran el “bien, pues como os iba diciendo” y el “exactamente”, que, comparados con el laconismo elocuente de Pedro resultan flatos prolijos. No le pidáis a Pedro el adjetivo.

Pero no ya el fenomenal adjetivo de Vibot, que ese regalo sólo se puede esperar del propio Vibot. Pedro Sánchez no califica, no determina, no da rodeos. Narra sólo el esqueleto. Su elocuencia es esencial. Va al grano, es un clásico, es un modelo. Quién tuviera la elocuencia de este fraile, que por restar superfluidades y ampulosidades a su vida, se está quedando en los puros huesos. Lo economiza todo. Me da la impresión de que su Summa Theológica es ya una Resta Theológica, tanto o más difícil que la de Santo Tomás. El voto de pobreza se le ve en el cuerpo y en la conversación. Es un ahorrador de energía verbal, es un ecologista esencial.

Me invita a un blanco y a unas aceitunas en el comedor de la casa, que trae Segundo Pizarro, mientras hablamos sin interrupción, esperando a que llegue José Luis Alcalde con la paella. Pedro es tan elocuente con los ojos y con las manos como con las palabras. Qué bien escucha Pedro, se me había olvidado.

El extremeño Pizarro, elegante y prudente, da vueltas por la casa, adivino que por dejarme sólo con el maestro que no quiere que se le llame maestro y hace bien. Pero allá en el pasado fue maestro mío. Sentado junto a él, hago ese cálculo que tanto me fascina y que tanto os repito desde que empezamos a conversar en este blog: Aquellos padres de blanco de cuando entonces, tenían las edades de nuestros hijos ahora. Por eso tenemos que comprenderlos, aceptarlos, amarlos, respetarlos e impartirles la absolución, obrando con aquellos como solemos obrar con éstos, que no siempre, no sé si me entendéis.

Yo no soy maoísta, qué va, lejos de mi, y sin embargo estoy de acuerdo con el chino en que la crítica tiene su momento adecuado. Hay que hacerla a tiempo o ya no vale la pena. No hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de ocurrir los hechos y cuando las cosas ya no tienen remedio. ¿Hubo cosas que estuvieron mal allá cuando entonces? ¿Y cuándo no? ¿Lo criticamos entonces? ¿Podíamos? Pues entonces, indulgetiam, absolutionem et remisionem. Y punto. Yo soy así.

Estos dominicos de Vallecas, cuando vienen a su piso a mediodía, un noveno piso, compran algo en una casa de comidas que les pilla de paso, ahorrándose así el tener que dedicar tiempo a hacerla ellos. Alcalde, este jueves, trae paella de primero, y, de segundo, unas tajadas de merluza rebozada y unos filetitos, a elegir. Los fines de semana sí cocinan ellos.

Antes de que llegue Alcalde, me escucha Pedro atentamente como si fuera en confesión. Hace tantos años... Le pido a Segundo que se siente con nosotros, no piense que hay secretos, y me dejo inundar, en primer lugar, por la sensación del respeto al que habla, una sensación tan desacostumbrada ahora que casi no la encuentras. Me siento envuelto otra vez, después de tantísimos años en aquel viejo hábito en el que no se te interrumpe hasta que terminas de decirlo. No te pisan las palabras, no tienen prisa por contestar. He vuelto a una casa de frailes. A ver, sobre todo, a Pedro. Y a aprender. Con Pedro me acordé de Gandhi: qué bien estaría saber disfrutar de estos momento como si fueran los últimos de tu vida, qué bien estaría aprender de ellos como si fueras a vivir eternamente.

Cuando los crímenes del 11 M, Pedro Sánchez estuvo allí cerca. Me contó sus recuerdos. No le interrumpí yo tampoco. Un chico pasaba lejos de la vía y murió no por la metralla, sino porque la honda expansiva le arrojó contra la pared y del golpe se le abrió la cabeza. Me lo contó Pedro Sánchez, le había impresionado espacialmente.
Me habla Pedro de los sobrinos y de las sobrinas y me enternece. Es que los frailes, cuando son mayores, al no tener hijos ni nietos, hablan mucho de sus sobrinos, en los que se ven reflejados. Recuerdo aquellos dos frailes sentados al sol en los años sesenta hablando del sobrino de uno de ellos que se llamaba Ceferino y había comprado un coche. “Muy guapo”, decía su tío. “¿Guapo quién, Ceferino o el coche?”, preguntaba el otro. “El coche”. Y menuda fuerza que tenía. “¿Quién, el coche o Ceferino? . No, no, Ceferino.
Los frailes. Pedro no es como los demás, pero al tiempo sí es como los demás. Siguen teniendo misterio y atractivo los frailes. Aquellos mendicantes de la Edad Media que han llegado hasta nuestros tiempos en una larguísima travesía de siglos en los que han tenido que cambiar muchas veces de rutero. En ello anda Pedro. En la historia eran pobres y llegaron a la plenitud de sus tiempos en pateras. Siempre rodeados de un halo fascinante.
En Tudanca, no habían visto nunca frailes, pero cuando vino una pareja a dar misiones, una feligresa le preguntó a otra: Los frailes, ¿plántanlos o nacen ellos?
Cuánto sentiría que esta explicación resultara superflua para todos vosotros, pero me arriesgo a ponerla, rompiendo mis más sagradas normas estilísticas sobre evitar lo previsible y las evidencias por si a alguno de mis amigos se le escapara el sentido de lo que quiso preguntar la tudanca de principios del siglo XX. Los cardos, las bardas, los matorros de las laderas sur, las hayas de las laderas norte, las flores del campo, son cosas que no hay que plantarlas, nacen ellas sólas. Espontáneamente, palabra ésta última que hasta el día de hoy nunca jamás se ha pronunciado en Tudanca. Por el contrario, los manzanos, los perales, los cerezales, las patatas y las berzas, plántanse. Sin no se plantan no salen.
¿ Y esos frailes? Mira que son una clase de cosas bien rara...

Rara, pero con una fama polimorfa. Vosotros lo sabéis bien. Cuando yo era pequeño, le escuchaba a la tía Felipa - su casa estaba al lado de la mía - esta conseja en verso que siempre hacía reír mucho a la gente:

Si vieras tu casa arder
Y en tu culo un avispero
Y a tu mujer con un fraile
¿dónde acudirías primero?

La tudanca interpelada contestó: No mujer, no. Los frailes ni salen ellos ni los plantan. Jácenlos en unos sitios que se llaman frailererías.
Con el fraile Pedro hablé sobre las frailererías donde le hicieron fraile, los motivos y las cosas. Os lo contaré, que estuve con él como dije al principio un par de horas y media.
.Ahora bien, dos horas y media. ¿es poco o mucho? Nazim Hikmet, el turco, dice que cuando le metieron en la carcel tenía un lapicero.

“Tenía un lápiz
el año en que me encerraron.
Y me duró una semana.
Si le preguntas al lápiz:
‘¡Toda una vida! ‘
Si me preguntas a mí:
‘¡Qué es una semana!’ ”
Quiero decir que esto del tiempo y su medida, es la repera. A que sí. Seguiré contandoos la conversación.

Isidro Cicero -

Miss Wikinson. Agradezco mucho su oferta de colaboración para el futuro. Isidro Cicero.

PD.Acabo de darme cuenta que en las anteriores intervenciones salgo una vez más con el nombre camnbiado. Me he llamado ISIDO. He hecho las averiguaciones pertinenentes para ver quién ha hecho este nuevo cambio y la respuesta es concluyente. Isido Yo Mismo.

Luis T Barbería -

De las 140.000 entradas que dices que no hacías tú, yo debo ser el culpable de la mitad, por lo menos.

Has dejado tu globo Cícero en las bajuras y me temo que los despistados y algunos amigos del despelote no lo advertirán.

Que anda la tal Wikinson alterando la paz del personal, pero tranquilo que ya te pongo en antecedentes.

La tal Wikinson está en sus horas más bajas y más acabada que Machín, con que ojo al parche y no te dejes seducir por sus imaginarios encantos, que sólo Julito asegura haberla visto por Trafalgar Square y no volvió demasido ilusionado que digamos. Además tú, amigo Cícero, ya sé que andas ya por encima de estas menudencias.

Encantador tu globo, en la parte primera, aunque Pedro que andará ya por completas no lo haya advertido. Me ha encantado ese jugueteo tuyo con las palabras y sus matizaciones. E imaginar a Pedro con el "Meteeee la espadaaaaa en su vainaaaa" me ha devuelto la sonrisa en esta tarde primaveral.

Es un gozo leerte. Te lo dije ya alguna vez? Pues te lo repito.
Un abrazo

Miss Wikinson -

Nice to meet you, Mr. Cicero.

No preocupar the translation. Yo ser filóloga para todo menester. Yo ya trabajar con Mr. Cortázar. Yo dar referencias.

Yo ser profesional y hacer todo, todo, con profesionalidad.

Yo saber matices. Yo, sobre todo, intentar conocer bien autor. Ser primordial conocer íntimamente autor, para saber bien qué él querer decir.

No hacer caso, Mr. Cícero, de malas lenguas. Usted conocer Mr. Mariano, Mr. Andrés, Mr. José María y Mr. Julito? No hacer ningún caso de ellos, ser envidiosos.

Yo estar ahora en Londrés estudiando aún palabras difíciles de Mr. Mariano and Mr. Javivi. But yo volar to Santander cuando usted querer.

See you later, Mr. Cicero.

Isido Cicero -

LA VENDEDORA DE GLOBOS 24. LLEGO DE VER A PEDRO (1)

Marqué el número que me indicó José Luis Alcalde y enseguida me sonó en el oído derecho la voz de Pedro Sánchez Menéndez, la voz del padre Pedro: “Hombre, qué casualidad, ahora mismo me estaba acordando de ti”.

No os confundáis, no os hagáis ilusiones: Ya sé que os gustaría oírme decir lo contrario, pero ésta de ahora en realidad ya no es la voz del padre Pedro, aquel bello exponente de los cromatismos más bajos de la escala que marcó puntual como un reloj muchas horas de nuestra adolescencia. No es la misma voz, siendo la misma, qué misterio: Aquella andaba por los cuarenta y esta es una voz que ya tiene ochenta y tres años (“y cuatro meses”, me precisa Pedro)

Cuando, en correspondencia con la novela japonesa en la que está inspirada, esta serie de la vendedora de globos sea traducida al inglés, la joven filóloga que lo realice sabrá hacer bien las cosas, estoy seguro. Con tanta profesionalidad las hará - las cosas- que en el párrafo anterior no dirá sin más que la voz de Pedro “marcó” muchas horas de nuestra adolescencia, yo desde aquí se lo dejo encargado, no dirá “marked” sin más, sino que aprovechará las posibilidades más precisas del instrumento inglés y escribirá “used to mark”, como toda una profesional.

O sea, gestionará ese matiz de la añoranza tan difícil de expresar en castellano con una sola palabra: Hacía tal cosa, pero ya no, qué pena. (O qué alivio, depende”. Algunos traductores del inglés no son capaces de captar este morfema de la nostalgia, ese matiz en el que está expresada la erosión del tiempo sobre las acciones humanas, esa desdicha. “He used to walk with me”… Traducen “acostumbraba a pasear a mi lado”, pero no es lo mismo. Paseaba conmigo pero “ya no puede, qué pena. Porque me ha abandonado. Porque se ha muerto. Porque está en otro continente. Porque es imposible”.

La voz de Pedro ya no es la voz de Pedro, la del padre Pedro. Es, en todo caso, la transustanciación de aquella voz de la gravedad. Leed, por favor, un artículo de la semana pasada en el que hablo yo de la gravedad: de padres muy graves, que sin embargo no estaban para ingresar en la UCI, de libros muy graves que no por eso tenían que arder en la hoguera, de argumentos graves, de palabras graves. La voz de Pedro “used to be” tan grave que siempre la seleccionaban para cantar el “quem queritis”, el “ego sum”, el “elí, elí”, que no hace mucho recordaba aquí Javier del Vigo y el “hodie mecum eris” dirigiéndose a un ladrón.

Pero tras su transubstanciación en la ancianidad, la voz de Pedro físicamente ya no es tan grave. Ya no tiene que impostarse. Ya no tiene que forzar desde un altar los registros bajos para ser solemne. Para resultar impresionante. La voz de Pedro es más y mejor que todo eso. Es cercana, habla bajito, le cuesta un poco salir y se la nota libre. Y alegre.

He recordado de pasada aquellos latines del “quem queritis” y el “ego sum”. Eran palabras graves, ensayadamente graves, con una salmodia grave también, que dejaron poso en nosotros y dejaron de utilizarse en nuestros tiempos. Fueron sustituidas por un lenguaje más ligero, más asequible y menos musculado. Y la música de siempre, por una musiquilla que nos hacía reír y que también cantaba Pedro y los otros. “Yyyy le cortóooooounaoreeejaaa”, contaba la voz ligera y graciosa del narrador. Y le contesdaba la voz grave, de Pedro también: ” Mete la espadaenlavaaainaaa porque el queayerroooomataaaa...” La cosa era igual de seria que antes, pero con estas ligerezas hodiernas les perdíamos el respeto y nos descojonábamos de risa por dentro.

Le pregunté a la voz de Pedro, también por teléfono, que por qué se estaba acordando de mí en aquellos precisos momentos y me contestó que estaban saliendo en el telediario unas imágenes de Santander. Que simplemente por eso. Se habían roto unas cañerías de la conducción de agua y se había inundado una parte de la ciudad donde yo vivo. Lo estaba viendo él en televisión en su casa de Vallecas.

Era sobre las nueve. Yo acababa de llegar ese miércoles a Madrid y el jueves debía estar en Vallecas desde primera hora. Y acordamos la voz Pedro y yo (la voz de Alcalde se oía de fondo), que no era seguro, pero si el jueves al mediodía me dejaban libre un para de horas, me acercaría hasta su casa al final del Paseo Pablo Neruda, donde él, José Luis Alcalde y el extremeño Segundo Pizarro, me invitaban a comer.

Pude ir y, además, pude ir caminando. Madrid, o si lo preferís, Vallecas, tenía a las dos de la tarde toda la luz y el calor del mundo. Tenía esa luz que los que vivís allende la cordillera no acabáis de comprender por qué nos transforma a los de la parte de acá. La echamos tan en falta en los finales de los inviernos, que mataríamos por ella, como se dice ahora.

Llego de ver a Pedro, como digo. Hablamos lo que dio tiempo en el tiempo que tuvimos y sí, ahora conozco a este hombre, que tiene un año más que mi madre, un poco mejor. A veces no me salía el tú obligatorio. De vuelta, a media tarde, fue él quien se ofreció a llevarme en su coche al lugar donde otras personas me estaban esperando para seguir la reunión.

Luis Teódulo -

A ver amigos, dónde cuento yo lo que me han contado precisamente hoy. Y es que si no lo suelto, me temo que se me olvidará. Y hay que reconocer que algo tiene de extraordinario, por fuera de lo normal, de cómo los humanos solemos encarar los últimos momentos de esta vida, de esta perra vida, creo que hubiera dicho el protagonista de la historia.

Me llama un amigo, muy amigo, y me cuenta hoy esta historia. No daré nombres, ni otros posibles datos que puedan delatar confidencias, aunque supongo que, a estas alturas, al protagonista de la historia le traen sin cuidado.

Un amigo, familiar de mi amigo, se acaba de morir. Edad unos 65 años, del sindicato de la tiza. Ha vivido lo suyo y sobre todo ha escanciado lo suyo en su vida. Durante su convalecencia última en el hospital recibía a los amigos con ostras y champán. Se tomaba las pastillas con un lamparazo de vino. Tuvieron que quitar la alarma de humos en su habitación porque fumaba sin parar. Cuando ya se encontraba muy mal, le decía a su hija: Maña mía, cuando venga (la muerte) qué haremos.
Le sacaremos la lengua, papá.
Sí, hija, le sacaremos la lengua

Ha dejado su testamento vital ordenado con toda minuciosidad. No hay velatorio. Los más íntimos se reúnen en un bar restaurante para celebrar la despedida con un buen champán francés.

Y el entierro? No hay entierro. Al principio el finado tenía dispuesto que echaran sus cenizas por el vertedero del inodoro. Luego alguien muy cercano lo convenció y por fín las dejarán en el nicho de su esposa, ya muerta hace cuatro o cinco años.

Que cada cual saque sus propias consecuencias. No creo que nadie se escandalice a estas alturas. No ha sido mi intención herir susceptibilidad alguna. Me he limitado a contar lo que, precisamente hoy, me acaban de contar.

Luis Teódulo -

Quise decir Bonanova, Cícero.

La Bonanova es uno de los barrios de Palma más tranquilos y de un turismo de alto poder adquisitivo , que repite año tras año . Entre los Hoteles que se encuentran en esta zona desta el Valparaiso de 5 estrelals y el Hotel Horizonte por su excelente relacion calidad-precio y por sus explendidas vistas sobre el puerto de Palma y la Bahia , tambien el Ciutat de Mallorca y Majorica .

Luis T. Barbería -

Hola, Isidro, amigo, estás ahí? Te sigo contando, aunque ya sé que habrá otros compañeros que nos leerán, pero me siento más cómodo si te imagino al otro lado de esta puerta y te cuento esas cosas que nos pasaron cuando salimos del nido, más o menos parecidas, que todos tuvimos que seguir aprendiendo aún muchas cosas que aquellos frailes amigos no acertaron a enseñarnos.

La vida, ya sabes, el ganarse el currusco, el ligar con una chica sin sacar profundidades por medio ni nombrar a Aristóteles ni Platón para no dormirlas.

Nos enseñaron muchas cosas, hay que reconocerlo, pero algunas otras se quedaron en el colegio. Y la torta que casi todos nos dimos fue monumental, luego ya nos recuperamos y hasta volvemos contentos a este espacio, sin viejos rencores.

Te contaba, te acuerdas?, que en aquella maravilla de lugar, en San Agustín, al lado de Cala Mayor, muy cerca ya de Palma de Mallorca y de la Plaza Gomila, donde el día y la noche era una fiesta continua, además de aprender a ligar con las extranjeras - que en la península las hispanas de entonces nos lo ponían muy difícil - yo tenía también mis inquietudes literarias y leía a Sender, mi paisano aragonés, con avara disposición. Lo primero que leí fue Crónicas del Alba y ya me quedé enganchado con él por un tiempo muy largo. Un fabulador muy fecundo que escribía con gran facilidad y temperamento.

Era hermoso leer aquellos relatos íntimos de su infancia justo al amparo de las rocas y con un mar azul espejeando la luz con destellos muy hermosos.

Tuvo que ser por aquellas fechas cuando el famoso encontronazo de J. Ramón Sender con Cela, en la casa de éste de la Bosanova.

Fue el propio Sender quien narró a la poeta Julia Uceda –que ahora prologa Las criaturas saturnianas– tres años más tarde el incidente en una carta que la destinataria hizo pública en Diario 16 en 1991.
“Lo de Cela fue un incidente idiota. Estábamos en la mesa unas quince personas, discutíamos de política, y él dijo: ‘Ojalá entren cuanto antes en Madrid los tanques rusos’. Yo le dije: —Entraron ya en 1936 y los recibí yo, ¿y sabes lo que nos trajeron? Nos trajeron a Franco, a quien tú pediste humildemente que te nombrara delator de la policía. De la policía que mató a mi mujer. Luego tiré el mantel hacia arriba y volaron platos, floreros, cirios, hubo duchas de caldo gallego para casi todos los invitados y la pobre y anciana mujer de Cela se desmayó. Es lo único que sentí. Cela vino hacia mí y le dije:
—Cuidado porque voy a romperte la cabeza y no tienes otra.
Era ya de noche y me fui a dormir. El día siguiente me fui al hotel Valparaíso que, por cierto, es estupendo.
Yo había ido a su casa porque me lo había pedido de rodillas aquí, en San Diego.
En definitiva, no fue nada. Yo, pasado el incidente, no le tengo inquina y supongo que él tampoco. En todo caso, me da lo mismo”

Por aquellos días, amigo Cícero, en aquella España nuestra ocurrían cosas muy raras. Yo me enteré de que Sender, invitado por un alcalde franquista de Zaragoza, iba a dar una conferencia en el Mercantil. Allí me presenté yo. El salón estaba abarrotado de jóvenes con melena, yo tuve que sentarme en la tarima, muy cerca de él. Ya estaba mayor Sender, pero aún guardaba una energía interior muy luminosa. Y todos teníamos ya muchas ganas de libertad en aquellos tiempos. Y creíamos ver en nuestro paisano un ejemplo de independencia y de coraje, nosotros tan jóvenes entonces.

Un fuerte abrazo

Santos S. Santamarta -

Veintitrés de Abril. Día de las letras españolas. Un bonito día para recordar siempre. Mientras que Juan Gelman pronunciaba su discurso en el acto de entrega/recepción del Premio Cervantes 2007, abría yo esta ventana. Mas , al instante, tuve la necesidad de frotarme los ojos por dos veces. Lo hago con frecuencia (lo de frotarme los ojos) pero en el presente caso no era por motivo de mi progresiva “vista cansada”, sino porque … ¡Isidro me dedica uno de sus globos!, ¡Y qué globo! . He aquí mi particular Premio Cervantes. ¡Y sólo por expresar una opinión compartida y el sentimiento de admiración (“con-sentido” por todos) que surge cuando se asiste al espectáculo en el que nuestro mago amigo hace que las palabras bailen al son que él toca. Nunca una opinión vertida fue tan bien recompensada.
Eso, querido Isidro, sí es una desmesura. Primero nos regalas billetes de lotería y cuando te queremos agradecer tu generoso obsequio nos los premias. Es como si hubiese dejado a tu puerta unos pocos ladrillos con dos paletadas de cal y, a cambio, me hubieses construido un lujoso chalet, con piscina y zonas verdes, y sobre todo con una gran terraza que ahora no dejo de frecuentar para el menester ya conocido entre nosotros. Eres, Isidro, generoso cuando obsequias, pero cuando agradeces eres manirroto.

Isidro Cicero -

Cómo no va a servir un gracias, Trapiello amigo, Trapi para mí. Gracias es suficiente, pero, de verdad, no se merecen, sólo me sigo alegrando de merecer o creer merecer vuestro afecto. Ni tú ni yo llegamos a Caldas, por eso no aprendimos cosas que otros tienen ya olvidadas, como la definición de la amistad que se le atribuye a Aristóteles: “La amistad es una virtud, o algo parecido a una virtud”. Seamos, pues, virtuosos. (Hagámonos amigos).

Discúlpame, sin embargo, si aprovecho este “de nada” para añadir al texto anterior un soplido que se vertió fuera del globo y, por consiguiente, no está en él contenido, aunque debiera.

El soplido es para decir que no sabes qué cara poner ante los dos últimos versos del poema de Santos S. Santamarta: “Acaricias, Isidro, cuando miras/ pero si escribes, hechizas y estremeces”. Son palabras muy fuertes para mi. Palabras graves. ¿Recordáis que los hombres de blanco se dividían en dos clases? ¿Qué unos eran los jóvenes y otros eran los graves?. Los jóvenes eran los que trataban con nosotros, nos enseñaban la geografía, jugaban con vosotros la liga y nos aprendían a hacer poemas. Pero los graves eran señores de edad y peso, de caminar lento y decir profundo. También hay libros graves y ligeros. Un libro grave es por ejemplo el De Trinitate de Agustín. Gravísimo. Pues esas palabras de Santos son para mi como un padre grave, como un libro de la patrística, son graves y me convocan. Ojalá las merezca de verdad algún día.

Esas palabras, son efectivamemente, debidas a la desmesura de mi querido Quique Muñiz, a quien debo también otras bellezas. Fueron escritas por él, y no respondidas hasta ahora por mi, debido a todas las razones psico sociales y laborales, expuestas a Santos en el globo 23. Quique enlazaba con Froi, y yo, lo recuerdo bien, no les di las gracias ni al uno ni al otro. Estaban ya tan acojonado como ante el soneto de Santos S. Santamarta.

Luis Teódulo -

Yo contigo, Isidro, lo compruebo, tengo presentimientos. He visto las 14 horas en tu portal y me he dicho: ya está, ya ha caído el globo de Cícero.

Yo venía corriendo esta noche a escribirte sobre los manzanos y aunque te me hayas adelantado, da igual. Yo te cuento. Porque estamos aquí para contarnos cosas. Viene a al caso de cuando nos narrabas lo de Cela en Mallorca, que me ha hecho recordar unas cuantas vivencias de los años 71 a 74.

Qué, casualidad, Cícero, pero yo andaba por allí entonces, muy cerca. En un hotel de San Agustín o Cala Mayor, que se llamaba Linda Mar. Era un hotel pequeño, casi familiar, donde venían turistas extranjeros, sobre todo daneses; muy ruidosos y generosos con las propinas los daneses, te lo aseguro.

Yo empecé trabajando de fregaplatos en la cocina. Trabajábamos siempre con luz artificial, no había ventanas. Salías por la puerta y aparecía la terraza y un fondo de mar luminoso que te cegaba los ojos. No había playa, sino rocas y el mar lo teníamos al alcance de la mano. Había una gobernanta mallorquina muy gobernanta, lo controlaba todo. Con el tiempo, me ascendió de puesto y pasé a trabajar de camarero en el bar de la terraza.

Eran una delicia aquellas vistas. Recuerdo que entonces solía comentar con asombro a los que tenía cerca: si algún día encuentro el lugar donde vivir para siempre tiene que estar muy cerca de aquí. Así andaba yo de maravillado por aquellas tierras.

El caso es que venía todos los días un viejo alemán a tomarse un café a la terraza. Siempre hacía el mismo comentario, haciendo un gesto despectivo y señalando a las hermosas turistas que andaban por allí: alles putas. Eso decía el desgraciado todos los días y se quedaba tan contento. Luego, después de tiempo, llegué a pensar que aquel alemán, ya muy mayor, afincado por tierras mallorquinas, siempre solitario, podría ser algún pez gordo escapado de las huestes hitlerianas, eso intuía yo, aunque nunca le pregunté nada.

Bueno, a lo que iba. Resulta que un día que tenía descanso me fui andando por la carretera que bordeaba la playa y justo enfrente de la entrada del Palacio de Marivent, había unas escaleras en un gran muro de piedra que daban próximas a la urbanización donde vivía entonces Cela.

Pasé por delante de su casa, un chalecito muy cuidado. No lo ví, ni tuve el valor de llamar a su puerta para que me firmara “La Familia de Pascual Duarte”, que ha sido uno de los libros que más me han impactado en esta vida. Personalmente no me gustaba Cela, pero aquella novela estaba escrita con tanta fuerza y tanta maestría, que yo siempre he pensado que un escritor, después de haber escrito una cosa así, puede darse por satisfecho, aunque después no escriba nada.

Recuerdo que lo primero que hacía al cobrar el mes es ir a una librería, cerca del Borne, y comprarme unos cuantos libros para leerlos a la orilla del mar. Allí descubrí a Sender, por ejemplo, pero otro día te cuento más.

Como siempre, tu globo es una maravilla, casi tanto como aquel mar mallorquín que te contaba.

Andrés Martínez Trapiello -

- "Trapi, últimamente no lees", decía hace meses mi hija cuando me veía ensimismado ante la pantalla de ordenador.
- Y estas líneas en el blog, ¿qué son?, le respondí.

Y ella también leyó.

Veintitrés Globos, Cícero (para mí). Y más de veintitrés veces leído.
Has tenido más atractivo, me habéis seducido más en esta noche tú y Santos S.S, que televisiones, radios e incluso música.

Isidro: ¿Con un “GRACIAS” te sientes pagado?
Pues, GRACIAS.

Isido Cicero -

LA VENDEDORA DE GLOBOS 23. UN SONETO

DEDICADO A SANTOS S. SANTAMARTA

No os lo había dicho porque soy muy lento en la reacción. Y, además, porque acabo de llegar del país de los manzanos, nevado de flores blancas. Y además, porque ando casi a tiempo completo acechando los saltos de las ardillas del parque alto de la ciudad y chupando fuerte para que no se me apague la pipa exótica, como bien sabéis.

Lo que no os había dicho todavía es que el soneto que me escribió santos s. santamarta me tiene sobrecogido desde que apareció aquí de improviso. Perdón, santos, por ser yo tan lento en el interiorizar, en el reaccionar y en el agradecer. En el agradecer verbal, que en el otro, - en el íntimo, en el solitario, en el superprotegido por los avergonzados arreboles de la timidez - soy más agradecido que un gato casero. Tuve muchas ocasiones de practicar este agradecer para dentro cuando entonces: allá lejos en el espacio y en el tiempo: León, adolescencia, dolorosos y felices conceptos, el uno unido al otro, inseparables el uno del otro como el sagrado corazón de jesús y el de maría en la medalla de la milagrosa.

Pero es que además, para agradecer como es debido, no encuentras palabras. A ver quién es el guapo que logra mantener el tipo ante estos ABBAs que empiezan “si permitieras, dulce compañero” y esos CDCs que terminan con “pero si escribes, hechizas y estremeces”.

El estremecido y hechizado soy yo, querido Santos S. Santamarta, que tienes la santa humildad de dedicarle palabras tan generosas a un excombatiente a quien casi no conoces y de escribirte a ti mismo con minúsculas hasta en el titular de referencia.

A ver quien es el guapo, que siendo de natural tímido, retraído, vertido hacia dentro y de pueblo, es capaz de contestar algo presentable, algo inmediato y que no sean puras palabras. Yo no. Han pasado quince días y, ahora, podría a duras penas. Ponte en mi pellejo, compañero, en mi estremecido y ya tan desgastado pellejo y verás que, aparte la carne de gallina, la reacción no acaba de producirse.

Medíamos versos tamborileando con los dedos sobre la tabla del pupitre, luego apuntábamos el número y la métrica en el papel con el bolígrafo. ¿Te acuerdas? Lo hacíamos en castellano y en italiano. A veces, mientras medíamos (tintiritín tintín tintiritinti), se nos ponían los pelos como escarpias porque la cosa medida era algo tan sublime como aquel “cállese todo” de Garcilaso que no he podido olvidar: Aquel “en el silencio sólo se escuchaba un susurro de abejas que pasaban”. Aquella aliteración (¿se decía así?) de eses cuyo descubrimiento no he parado de agradecer al hombre de blanco que nos servía de guía.

Se nos ponía de gallina la carne también cuando medíamos en latín cosas como aquel “Titire tu patule recubans sub tegmine fagi”, bajo la sombra del haya, donde el padre, el hermano y todos los segadores del valle lejano, se recostaban para picar el dalle, haciendo una música acompasada y sudada, mientras pensaban las cosas reales de la vida.

Quiero decir, santos s. santamarta, que a estas cosas de los sonetos nos “aprendieron” allí. Nos aprendieron, así se expresaban nuestros queridos compañeros asturianos, geniales en el uso clarificador de las palabras confusas como estas que se refieren a enseñar o a aprender, cuya frontera nunca acabo de ver clara.

Recuerdo que el padre Morán aprendió a nadar con el ESPASA. Leyendo, quiero decir, el artículo “nadar” y el artículo “natación”, cuyas técnicas se describen meticulosamente en la gran enciclopedia. Eso al menos se decía en los mentideros del convento/colegio. Recuerdo que, a pesar de los esfuerzos propios y ajenos, yo no conseguí aprender a nadar. Me querían aprender sí, pero no fue posible. Recuerdo que a jugar a fútbol no aprendí tampoco, ni a tocar el piano, ni a tocar la bandurria, ni a tocar nada, allí el que tocaba tocaba y el que no, a mirar tanto los toques como los tocamientos.

Pero sí me aprendieron a disfrutar de unos versos bien medidos, como los tuyos, a cunctar silabas, ça era, es y será una gran maestría, como la tuya, santos s. santamarta, a quien mira si seré desgraciado que no consigo rescatar del magma supino del tiempo estancado y ponerte una cara, unos ojos, una nariz, una boca.

Sí te pongo, eso sí, un corazón muy grande y muy generoso. Gracias, amigo mío, que no sé decírtelo mejor.

Luis T, Barbería -

Sonaban las doce en punto en el portal de los patricios y yo tenía el presentimiento de que Cícero acababa de volver.

Bienvenido a casa Cícero y lástima por el Racing. Otro día ganará.

Ya te echábamos en falta y de sobras sabes que en este hogar tus palabras queman un fuego muy cercano, que a todos nos calientan.Un abrazo.

Isido Cicero -

EL PAIS DE LOS MANZANOS

Llego de viaje. He estado en el país de los manzanos. No hace mucho rato aterricé. Desde donde ahora escribo, se oyen los rugidos de 22.000 personas juntas, clamando Racing-Racing-Racing y cantando la “fuente de Cacho”. Mis paisanos, -mi hijo mayor y mi nuera entre ellos- , están asistiendo en estos momentos al partido más esperado del año: Racing - Real Madrid. Van 0-1, acaban de anularle un segundo gol a los visitantes, mis paisanos animan y cantan y aquí en casa escucho quejas sobre los comentaristas de la radio que enseñan sus conocidas tendencias madridistas.

Oigo a un Estentor de 22.000 personas casi delante de casa, mientras pienso que estas precisiones pueden darle a Luis Teódulo Barbería una aproximación responsoria a su curiosa pregunta sobre dónde escribe el escritor. Aquí, mayormente. Otras veces donde cuadra. En Mallorca, algunas agencias de turismo tenían pactado con el agente comercial de Cela que sus guías, a determinadas horas, mostraran a los turistas al autor de La vida de Pascual Duarte en calzoncillos, escribiendo en la terraza. Lo cual no deja de ser una idea.

Vengo, como os decía, del país de los manzanos. Me contaron que allí se producen mil millones de kilos de manzanas cada año y esta semana todos esos manzanos estaban en flor. Sobre altísimos horizontes, las nieves perpetuas. En los valles, llanos como la palma de la mano, extensos como media provincia castellana, la nevada era de flores. Es nieve vegetal, como de hadas. Una nieve espelde hasta donde alcanzaba la vista, me gustaría que la hubierais visto.

Ante este paisaje blanco tuve un recuerdo para Evelio Pesquera, que en paz descanse. Me dijeron por teléfono que acababa de aparecer en el blog la noticia y me entristecí. Me estaban explicando que una de cada ocho manzanas que se consumen en Europa ha florecido aquí, ha madurado aquí y ha sido recogida aquí por las manos de estudiantes temporeros de países del Este. Manos pecadoras, pensé, como nuestras propias manos sobre poco más o menos cuando éramos estudiantes y recogíamos uvas en la paramera. No sé qué les dirán en otoño a los jóvenes serbocroatas, eslovenos y polacos, cuando vengan en bandadas a recoger las starking, las golden delicious, las reinetas, las macintosh, las early o las top red. Esta fruta del bien y del mal tiene ahora floreciendo todas las variedades o casi todas en el país de los manzanos. A nosotros, cuando éramos vendimiadores de ocasión, como muy atinadamente archivó José Mari Cortes, nos instruían diciéndonos: levanten las cepas y atropen la menudencia.

En el país de los manzanos, no es Asturias, no hay menudencias, he hecho cálculos. Si en el país de los manzanos nos dieran una bolsa de manzanas a cada europeo, haced los cálculos también vosotros, nos tocarían dos kilos a cada habitante. Sobre poco más o menos.
Finalmente, el Racing perdió. Definitivamente. Racing cero, Real Madrid, dos. Sé que el Racing ha jugado muy bien, me lo dice Bruno mi hijo menor por telefono, que ha visto el partido en una bocatería. Siento que haya perdido el equipo santanderino. Lo siento: Laro, mi hijo mayor y mi nuera, a estas horas estarán sin voz.


Andrés Martínez Trapiello -

¿Cuánto mide mi espalda?

Dixit Froi: "(ves como los de ciencias tambien sabemos, furrielín tontín?)". ¡Buen amigo Froilán!

Dixit Luis T/Barbería: "mi gran cariño y mi profundo respeto por nuestro amigo Andrés".
¡Pelotas!, que ya sé que te tengo que pagar DOS Prieto Picudo.

Manolón: “Accingere gladio tuo super femur”; por favor, me lo traduzca.

Luis T Barbería -

Recojo tu propuesta, Froilán. Que he acabado de partirme de risa con tu sabrosa descripción sobre las catas de Andrés. Y en estos días, ya lo ves, me viene bien reir de vez en cuando.

Antes de nada, deja que proclame “urbi y orbi” mi gran cariño y mi profundo respeto por nuestro amigo Andrés. No sea que algún despistado saque conclusiones falsas.

¿Tú te acuerdas, Froilán, de aquellos inviernos gélidos de La Virgen, cuando del recreo cubierto salíamos a la intemperie, el viento del páramo azotando con fuerza y solíamos refugiarnos al amparo del muro, apretujados y dándonos palmadas de compañeros en la espalda para aliviar el frío? Ocurría, a veces, que alguna de aquellas palmadas iba con más fuerza de la debida o equivocaba el camino y provocábamos un enfado momentáneo en el amigo objeto de nuestras atenciones, al que luego teníamos que pedir disculpas o sufrir la réplica en nuestras doloridas espaldas.

Pues así me pasa a mí con mis queridos Andrés, Mariano, Vibot, Javier… Que vengo de inviernos emocionales crudos y descargo sobre sus sufridas espaldas palmadas y bromas, a veces desaforadas, y ya sé que algún día me tocará a mí soportar las suyas. De momento, ya veo que tienen las espaldas muy anchas y aguantan bien el palmoteo brusco del amigo aterido en fríos afectivos. Lo aguantan demasiado bien, para ser justos. Y yo, desde aquí, les mando un fuerte abrazo, por su comprensión y por su cariño.

¿De verdad se mancha las corbatas, Andrés? Pues ya sabes que lo tiene crudo con el vino tinto y no sé yo qué dirá la asturianina cuando vuelva a casa con semejantes trofeos de guerra. ¿Y mira la copa con ojos lujuriosos? Es un apasionado nuestro Andrés.

Mira, Froilán, con la retronasal ya no me atrevo, sigue tú que lo haces divinamente. Que ya lleva el pobre Andrés bastantes palmadas mías en su dolorida espalda.

Un fuerte abrazo, Froilán.

Froilán Cortés -

YO TE LO EXPLICO, TEODULO.-

Para empezar por el principio, mi admiración y saludo a los protagonistas de este post:
Ave, Cícero; Ave, Daniel; Ave, (cómo demonios se llama el caballo blanco?).....
Encajais perfectamente en el decorado. Tranquilos, serenos, sabios......Quizás os sobre algo de oro. A Isidro, en la cabeza. A Daniel, a modo de cinturón. Vuestra innata modestia, nunca os permitiría pasear por el Sardinero, con ornamentos tan valiosos.
Un abrazo muy fuerte a los dos.
Y ahora, una imprescindible aclaración. Teódulo, va para tí. Y de paso, para tu alter-ego (ves como los de ciencias tambien sabemos, furrielín tontín?), Luis Barberia.
Denoto en tu escrito, una cierta socarronería sobre las aptitudes de mi querido Trapi a la hora de "darle" al prieto picudo. Es más, confiesas impúdicamente descojonarte y partirte de risa, imaginándote la estampa de Andrés (Don Andrés, para los más próximos) desplegando sus conocimientos enológicos ante una copa medio llena, o medio vacía, según el día y la compañía.
Pues bien. Te diré que, no es que la tome con una naturalidad emocionante, que tambien, sino que lo hace como olo él es capaz de hacerlo. Su "mirada" al vino, es como el más apetecible de los quites. Pura lujuria en sus ojos.
Su primer olfateo, es capaz de agotar todos los aromas. A continuación, memea y menea la copa, para seguir descubriendo olores y sensaciones. Normalmente, la gran perjudicada de estos meneos, suele ser su corbata, pero....ésto, a quien le importa, no?.
Y así, llega el momento cumbre, de echarse el vino al gañote. Momento importantísimo. Yo diría, que crucial, porque justo en este instante, es cuando pueden aparecer dificultades, y no por su inmensa capacidad de catar, sino porque el borde de la copa, tropiece en su hermosa "proa", y no permita llegar el vino a su destino. Ahí es donde Andrés se supera. Echa la cabeza hacia atrás. Casi se rompe el cuello, pues él es muy tozudo. Levanta y levanta el codo, hasta que siente como el vino comienza a despertar sus papilas gustativas. Y, en esa postura, puede llegar a entrar en trance....
Viéndole casi a diario de esta guisa, Luis, Teódulo, amigos todos de Barberia, no puedo menos que aclarar el tema, para que nunca más sirva de descojono a nadie. Entendido?
Por cierto, Luis. Nunca te has planteado cómo será la vía retronasal en las catas-trapiellas?
Yo se que el paso de boca es limpio, aterciopelado. Eres capaz de imaginarte la retronasal? Si eres valiente, espero tu respuesta. Si para ello necesitas las medidas exactas de su proa, josemari te las puede dar.
Un abrazo. Andrés, como verás, por Cariñena te quieren fichar. Pagan bien?
Froilán.

Miss Wikinson -

yo very happy con ustedes. Manolo, Vibot, Luis, esos very beautifull patricios… Y quién ser Andrés? Yo emocionada con Andrés. Si él querer yo beber ginebra y el prieto picudo con naturalidad emocionante.

Luis Barbería -

Estaba leyendo un cuento delicioso de Cortázar sobre vampiros y hay una frase que me ha dejado boquiabierto. Había una enfermera inglesa en el asunto, una tal Mis Wikinson y cuenta Cortázar que bebía ginebra “con una naturalidad emocionante”.

Os confieso que no voy a poder irme a dormir esta noche, sólo pensando en esa frase. Y es que, como un rayo, me ha venido a la cabeza la figura de Andrés bebiendo prieto picudo con naturalidad emocionante. Para descojonarse. Yo pienso en Adrés dándole al prieto picudo con naturalidad emocionante y me parto de risa, vamos.

Felices sueños, Andrés

Luis T Barberia -

Uno entra en este portal de los patricios, el mismo senado romano, donde la elocuencia tiene su asiento, con cierta cautela, que es difícil estar a la altura de estos verbos privilegiados.

Ha empezado el debate Manolo Díaz, con alturas difícilmente alcanzables, textos latinos, reflexiones metafísicas. Y yo, tengo que reconocerlo, el latín lo olvidé más de lo que debiera. Sí recuerdo aquellas famosas frases del ablativo absoluto que en alguna ocasión me vinieron de perillas para ganarme unos duros dando clases de latín, ya sabéis, cuando uno salía al duro y combativo mundo exterior y había que buscarse las lentejas. Y así me gané yo las primeras pesetas, supongo que como muchos de vosotros, enseñando lo que nos habían enseñado a nosotros los frailes.

Y yo creo que aquellos análisis tan detenidos de la construcción lingüística: Sujeto, verbo, etc… (creo que ahora los llaman de una forma muy distinta) nos sirvieron a muchos de nosotros para construir nuestra arquitectura lingüística con cierto orden y sabiendo de los materiales que estábamos empleando. Eso sí, hay que reconocerlo, nos lo enseñaron muy bien aquellos frailes, nuestros maestros de entonces.

A Cícero siempre tengo que darle la razón. Es tan equilibrado en sus juicios, tan hondo en sus expresiones, que difícilmente puede uno obviar su criterio. Es verdad que José Luis, al menos a mí, me da sopas con ondas, tiene muchos años de experiencia y además cultiva un lenguaje elegante y experimentado. Y siempre documenta muy exhaustivamente sus trabajos. Y yo le recuerdo con especial interés una entrevista que le hizo a Zapatero, en vísperas electorales, cuando aún no era presidente. Y un delicioso paseo por el camino de Santiago. Bueno y muchos otros, que ya lleva muchos años trabajando en ese periódico que tú y yo leemos con asiduidad.

Precisamente viene hoy en El Pais una entrevista a Trapiello, anunciando su 15ª entrega de Salón de Pasos Perdidos. Y algunos pasos dio también por aquí cuando era un muchacho. Y luego Mariano casi se me enfada si oso hablar de una generación de escribidores en torno al Camino. Pues yo sigo en mis trece; en aquellas clases de latín, desmenuzando el idioma, en las de literatura después o entonando aquellos salmos tan poéticos, de una belleza asombrosa, se fueron forjando algunas de las plumas que nos deleitáis ahora.

Felicidades a los patricios y alta gloria, que se lo merecen los dos.

Daniel Orden Santamarta -

Desde no sé donde abrazos muy afecrtuosos a todos. Gracias. Digo desde no sé donde porque ... éstoy en Roma, en la Ría del Carmen, en Santander, en los recuerdos, en los sueños, en los afectos, en... qué más da. Lo que sí sé que entre todos me haceis un poco más feliz hermanos-amigos, amigos-hermanos. Sé que lo entendéis, pues os pasa igual.
Veo que a nuestra edad, la del mono ¿no Manolo? hay mucho insomnio.
Manolo: los conserjes y compañeron están convencidos que tu visita de ayer era la de mi hermano. No se han equivocado. Tampoco les vamos a explicar pues no entenderían.
Isidro: doy fe del golpe del camión al léon de Manolo. Nos cortó la visita. Buen viaje.
Un abrazo a todos, amigos.

Isido Cicero -

Ave, ave Iustinum. Ave, verum Album. Ave verum duplicem Villam. Se te saluda. Te saludo agradecido, porque me metas aquí de Cicerón, el más ilustre de mis antepasados. Pero un tanto inquieto, porque junto a mi has puesto a Daniel a hacer de Brutus, no teniendo este paisano de hecho y amigo ningún motivo para ejercer de tal. Daniel es todo afable ternura, no sé si lo recuerdas. Tendrás noticias suyas.

Yo, dentro de un rato, antes de que amanezca Dios, salgo de viaje para toda la semana. Pero cuando vuelva, si Dios quiere, enviaré desde este portillo un abrazo singularizado a cada uno de los que ya debo carta y a cuantos se la deba en los próximos días. Empezando por Santos S. Santamarta ,que me dedicó aquel soneto memorable que puso celos en Vibot. Aquel soneto de cuya impresión aún no he conseguido recuperarme. Manolo, lo del camión no fue nada, ¿verdad?

Y dirás tú: Iustinum, no tiene misterio, Album, tampoco, pero lo de la duplicem villam, a qué vendrá lo de duplicem villam. Pues mira. Viene a una teoría mía que someteré a tu atención y a la de mi nuevo amigo Barbería, en cuanto vuelva, si es que vuelvo. Este Barbería, lo habrás notado, se empeña en exagerar mi escritura, cuando todos vemos que la suya es tan larga como la mía, o más. Y además tiene vino de Cariñena a asgaya, un lujo. Lo mismo que tú tienes vino del otro y una imaginación potente para hacernos regalos como el que hoy me has hecho a mi.

Barbería además tiene un primo que nos da a los dos sopas con honda. Me encantaron dos reportajes de este primo de Barbería, no siempre tiene uno ocasión de felicitar a alguien por las lecturas admiradas: El un reportaje trataba de los teocons, superinformado, superbién escrito, superinpactante. El otro, sobre Mariano Rajoy. Precisamente este último, vino José Luis a hacerlo aquí en Santander. Yo creo que se notaba en el escrito aquel, nocturno que era Santander. Se notaba esta humedad y aquella niebla.

MANOLO DÍAZ -

Pues de un tiempo a esta parte estaba yo mohíno y dominado por ese pecado capital que actualmente me esclaviza. Hablo de la pereza, naturalmente (“¡Ay, Don Juan, ¿por qué Dios me habrá dado tanta pereza?”, me decía hace tiempo uno de mis alumnos)
Porque los otros pecados, como le comentaba recientemente a mi gemelo univitelino De Pablos, la necesidad los ha convertido en virtud. Tanto que en mi metamorfosis personal, en lo referente a la lujuria y a la gula, he pasado del “pecado” al “milagro”.

Pero los rostros que encabezan este portillo exultaron mi corazón como la salmodia del versículo “Accingere gladio tuo super femur” que yo, aun no sé por qué, recitaba siempre con especial entusiasmo.
Ese entusiasmo me ha vuelto a invadir al mirar el noble semblante de dos personas a las que tanto quise, quiero y querré, transmutadas en patricios romanos por el poder de la alquimia anacrónica de Justino que allá, en Valderas, en lo profundo de una bodega, guarda celoso el secreto de la piedra filosofal.

Hoy, precisamente hoy, estuve en Santander. Hace tiempo que deseaba visitar el IES Ría del Carmen de Camargo, Cantabria.Y hoy, precisamente hoy, tuve el privilegio de recorrerlo en compañía de su Director, Daniel Orden Santamarta.
Tiene Daniel el entusiasmo del neófito, el don de la diligencia y sobradas habilidades sociales para liderar la complejidad de un equipo educativo. Y eso se palpa en cuanto atraviesas la puerta.

Alguien nos contó en una ocasión que un Provincial de la Orden de Predicadores iniciaba las visitas a los conventos por los retretes. De allí sacaba sus conclusiones.
Yo vi macetas con hermosas plantas en los descansos de las escaleras. Quizá para quienes no pertenecéis al sindicato de la tiza este detalle os parezca una trivialidad. Os aseguro que es el referente más fiel del buen funcionamiento de un proyecto pedagógico. En el IES Ría del Carmen ese Proyecto que encabeza Daniel funciona de forma modélica desde hace muchos años.

En el maletero de mi coche hace tiempo que viaja huérfano un librín que compré a un conocido anticuario ovetense: “Diálogo entre los Lebaniegos Cándido y Benigno”. En la portada aparece una fotografía de Potes, destacando la Torre del Infantado.
Pues iba yo a pasar por el antiguo Hospital de San Rafael, intercambiar abrazos y darle destino al librín. Un camión de Torrelavega trastocó mis planes. En un semáforo de la capital Cántabra mi seat leon recibió un fuerte impacto en la parte trasera. Chapa y pintura, al fin y al cabo y pequeñas molestias en mis cervicales.
En fin, Cícero, otro día será. Recibe igual los dos sonoros y sentidos besos que te envío. Esta mañana se los di físicamente a Santamarta. Que uno tiene el privilegio de pasar de los abrazos a los besos cuando entra en la edad del mono.
Daniel, ¿qué habrán pensado tus conserjes cuando contemplaron atónitos en los monitores de las cámaras nuestros apasionados ósculos?

Manolo

Martín Fernández Alonso -

A ver, uno es Cícero y otro Daniel, ¿y el del medio, también vestido de blanco, quien es?,
¿también es ex-alumno?
¿De que curso?
¡Guapos los tíos!

Vibot -

Martinico, el del medio eres tú. ¡Mira que escribir "Haber" en vez de "A ver"! Jajaja

Un abrazo, mayorzote del curso. Y cuidado con los despistes. De todas formas el caballito es tan guapo como tú. Y seguro que no huele tan bien. ¡Mmmmm!

Justino, los senadores te han quedado genial.