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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

EL LILIPUTIENSE ZAMORANO

EL LILIPUTIENSE ZAMORANO

Ximo López Ros me dió esta fotografía en la que aparece junto a Marianito Estrada. Ximo la titula "el día antes de operarme de la nariz". Pedí a Marianito que nos la comentase. Este es el resultado, brillante, emotivo e irónico, pura poesía, como todos sus escritos. Un abrazo para ambos.

A Ximo no le dejaron muy allá esa nariz.


 

Comentario a la foto con Joaquín López-Ros

 

Querido Josemari:

 

No tenía ni idea de la existencia de esa sorprendente fotografía que, por arte de birlibirloque, se ha puesto ante a mis ojos y que procede, según dices, de los archivos de Joaquín López-Ros, un compañero cuyo crecimiento corporal, como tú y yo recordamos, era simplemente excesivo. Y no ya para un liliputiense zamorano como yo, a quien la malicia no dejaba crecer (en expresión de la sabiduría popular de la época), sino para la comunidad en general, para el enfermero Fray Francisco en particular y para el nutrido rebaño de aspirantes a la orden de predicadores (A.O.P.) que, a la sazón, vivía en aquella finca bendita de nuestros encierros. Finca que llegaba hasta el valle de los olores de Vibot o de las abejas del Padre Cura y que estaba tan bien cercada como la nobilísima ciudad del románico, en la que traza el Duero su machadiana curva de ballesta ¿Comprendes?  Pues no, porque esa curva la puso Dios en Soria, con “colinas plateadas, grises alcores y cárdenas roquedas”.

 

Dicho sea con todo el cariño del mundo, dado que yo mismo era uno de los mansos corderos acordonados por aquel alambre de espino y espiritualidad, si bien de los que no guardaban silencio ni en las clases ni en los dormitorios ni en las dependencias refectoriales ni en las elongadas filas de los pasillos ni en el sacrosanto recinto de las capillas sixtinas, que eran dos, como España, amén del santuario vaticano de fray Francisco Coello de Portugal, donde los leoneses se dejaban encandilar por las voces bien conjuntadas de una famosa escolanía que lo mismo entonaba el Aleluya de Haendel que los villancicos de Hernández  o la misa de Tomás Aragüés.

 

Como te digo, la foto es sorprendente y bonita, pero es claramente engañosa en el sentido de que, al ser anterior a la aludida expansión corporal del adolescente López-Ros, mi tamaño se ve favorecido hasta el punto de que alguien me podría haber hecho la siguiente advertencia: “Mariano, para ya de crecer, hombre. Cuélgate del cuello un pedrusco”. Sin embargo, el remedio utilizado con Ros consistía en una tabla rasa colocada en el lugar de los lechos, es decir, del colchón. La rigidez de la misma lograría que se le endureciera la osamenta y, finalmente, que su físico no tendiera a las figuras de El Greco, sino a las de su insigne colega Bartolomé Esteban Murillo. Dicho de otra forma, para que Ros fuera un orondo y fornido Sancho Panza y no un estilizado Quijote que se diera cabezadas contra el dintel de las puertas. Dintel o arquitrabe, que era por donde entraba don Mendo para matar o morir. “Morir y matar, si cabe / que entró por ese arquitrabe / uno que sabe morir”

 

Se ve que el baloncesto, por entonces, no estaba los propósitos de los educadores nacionales, que eran de cuerpo exiguo por las dentelladas del hambre y de la guerra, por los crudos mordiscos del trabajo y por la simple gracia de Dios, que prefería a los españoles chaparros y obedientes. Hay quien dice que, como Franco era menudo de estatura, no permitía que los ojos de los súbditos le miraran desde arriba, como si lo hicieran a vista de pájaro, tal vez porque temía que el contubernio judeo-masónico le defecara en la prematura calvicie. Y todo puede ser, porque, pequeños, éramos, ésa es la verdad. Y lo somos aún, aunque la democracia ha traído un crecimiento espectacular generalizado y jugadores de baloncesto como Pau Gasol.

 

Parece que, al final, el niño López-Ros se hizo grande en estos dos sentidos, en el ancho horizontal (que es el que a todos nos acaba pasando factura) y en el Largo de Haendel, que está escrito en una clave alcalina. Pero hay otro sentido, el  humano, donde no le pusieron tabla por colchón y en el que dicen que se ha hecho un gigante, aparte de dentista en Logroño. Lo dicen y a mí no me sorprende. Al contrario, me hubiera extrañado mucho que fuera de otra forma, porque el niño-adolescente Joaquín López-Ros, ya apuntaba maneras cuando alguien, no sé quién, nos dejó inmortalizados en esa ventana del Colegio en la que todo resulta familiar: el ladrillo caravista, la persiana veneciana, la piedra artificial del alféizar, del zócalo, de la acera…

 

Querido Ros: esa foto, por la que quiero darte las gracias,  me ha traído recuerdos indelebles, inmarcesibles y  barbilampiños. Recuerdos entrañables, en todo caso, que no se limitan a la ventana referida, en la que estamos muy bien enmarcados, sino que se extienden a todos los espacios de un Colegio cuya excelencia marcó un hito importante en nuestra formación y que ahora es una auténtica ruina ¿Como nosotros? Bueno, yo soy mayor que tú, pero quiero dejarte clara una cosa: de ruina, nada;  tengo 62 años y me queda mucha guerra por dar ¿Quieres darla conmigo, aunque sea como maquis en el Inserso? Recibe un fuerte abrazo del que fue, es y será siempre un amigo. Te lo juro por los champiñones del sótano, aunque jurar sea un énfasis barato e innecesario.

 

Querido Josemari: comentar una foto del Colegio es zarandear un poco la memoria, que va de un sitio a otro sin pasar por las necesarias etapas intermedias. Pero es algo que se hace con gusto, porque el campo está lleno de inolvidables fragmentos de nuestra historia colegial: ya hemos hablado antes de los champiñones del sótano, pero podíamos hablar de los rabos de lagartija que decoraban la lectura pública de las notas; de las duchas de hielo y mortificación en las mañanas dichosas del frío invierno; de las excursiones al campo de Quintana, donde liberábamos las supuraciones de la claustrofobia; de las veladas navideñas, que hacían de sucedáneo de nuestras vacaciones con la familia. O de las trampas que hacía el Padre Huarte escondiendo el balón bajo aquel hábito blanco que cantara el Padre Guervós. O de lo escaso que se nos hacía aquel trozo de pan de la merienda, en nada o en poco remediado por las onzas o dozas de chocolate, por el puñado de higos, por la ambuesta de nueces. O de los gritos que nos salían del alma en los momentos de recreo y libertad, por mucho que fuera una libertad vigilada…

 

Eso es lo que veo en esa foto que un día llegó a tu correo por la gracia de Ros y que tu me remitiste porque eres tan cortés como el hermano de tu hermano, que diría el Padre Eduardo, el que nos leía libros en clase. Espero haber cumplido con la resignada obediencia de un alumno rebelde. Te aseguro que aquí queda un hombre herméticamente abierto, para lo que me quieras mandar, ya sea en euros o en divisas. ¡Ah!, y si no te gustan los higos te los cambio por las avellanas, que en Asturias hay muchas y la llave la guarda el mío Xuan. O sea, Manolón. En la foguera. O en el paradigma de la ruralidad.

 

Un abrazo a todos

Mariano

 

 

2 comentarios

Mariano Estrada -

O sea, que te la dejaron irresistible y ahora eres un hombre de una nariz pagado. ¡Ay!, la admiración femenina ¡Cuántas colas de pavo real desplegamos por ella! Y ya que de narices hablamos, te puedo asegurar que entre los antiguos compañeros hay algunas de pro, pero no voy a dar nombres, para que Trapiello o Froilán no desplieguen las plumas…
Lo mío, en cambio, no son las narices, sino las muelas, con lo que pensarás que me meto en tu terreno. Pero no, mis muelas tienen casas de granito, tejados de pizarra, robles esplendorosos, montes de brezo, caminos vecinales y río de agua fría. Y aunque es verdad que duelen de vez en cuando, lo hacen con los pinchazos de la nostalgia y de la felicidad que un día tuvimos… ¿Sabes que existe un pueblo que se llama Muelas de los Caballeros? Pues de esas Muelas te hablo, señor dentista.
Querido Ros: aunque te hayas incorporado más tarde que nosotros, me alegro de que hayas vuelto al redil de la inocencia. Es cierto que nos queremos, tal vez como reflejo de lo que nos quisimos. Compartimos el encierro tantos años que el cariño se hizo familiar y nosotros nos hicimos casi hermanos de sangre.
Que tu nariz sea muchos años admirada. Por mis Muelas.
Un abrazo

joaquinopez ros -

Querido Mariano, por casualidad me he encontrado con el comentario a nuestra foto de "duo de juventud" y veo que, además de una prosa excelentre, tienes una memoria privilegiada pues no sólo me hizo crecer (en altura que no en sabiduría) el año y pico que me tuvieron durmiendo encima de la madera de la camarilla y sin almohada sino también unas inyecciones diarias de calcio que me ponia el susodicho enfermero del que me he acordado màs de una vez y no con muy buenas intenciones.
Dicen que agua pasada no mueve molino pero en este año que he vuelto a contactar con todos vosotros veo que los sentimientos del alma se mueven con poca brisa que haga y que los ratos de amistad y compañerismo que pasamos por esas heladas tierras no se olvidan y , al menos yo, agradezco que hayan aflorado gracias a vosotors. Mariano , un abrazo muy fuerte y gracias por el comentario que me ha emocionado pues veo que en el fondo hasta nos queremos todos. Un abrazo López
Ros. Por cierto, ni tu eras tan bajito ni yo tan alto y te advierto a ti y a jose mari que me dejaros una nariz preciosa o al menos eso dicen mis multiples admiradoras