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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

¿HAY PAPEL?

¿HAY PAPEL?

He salido esta mañana a mi paseo-ejercicio rutinario; hoy hace un año que me dio el susto mi corazón, ese órgano en el que dicen reside el amor, el afecto, los sueños, las desilusiones y esas pocas ganas que tengo de empapelar la habitación de Alberto.

Iba caminando, a buen paso he de decirlo, por la acera de enfrente de la Plaza del Huevo en el Barrio del Crucero, antes de llegar a la antigua Azucarera de Santa Elvira.

Y en esto que siento un ligero apretón y entro en el primer bar que se me cruza. Pido un descafeinado con leche de máquina no de sobre y sacarina poco caliente en taza pequeña (lo llevo apuntado ante el riesgo de olvidarme de alguna de las partes descriptivas y que el gentil camarero me sirva cabeza de jabalí).

Decía que entro, pido mi café tal como llevaba apuntado en la chuleta y después de sorber la taza pequeña hasta la mitad (del contenido no del continente), entro en el servicio para aliviar mi apretón y me encuentro con esta joya que no tengo más remedio que fotografiar y que hoy, disculpadme, encabeza el blog.

Clavo mis pies en las huellas del sanitario y, en inestable equilibrio,  me siento como náufrago en isla desierta rodeado de un mar embravecido y observado por aletas de tiburón rodeándome a la espera de carne fresca (es una metáfora).

Y sin darme cuenta mi cabeza me trasporta seis kilómetros en dirección a la Virgen del Camino hasta llegar a los servicios que había en el vestíbulo de la recreación de la Escuela Mayor.

Cierro los ojos para ayudarme en tal menester y  realmente me encuentro en los servicios del  Colegio y ya en cuclillas (al decir de los técnicos la postura más beneficiosa y natural para ello) con mis dos pies bien asentados, casi pegados  en las dos huellas de dentro del cuadrado, dispuesto a lo que viniese, vuelvo a escuchar aquellos fuertes y repetidos golpes de nudillos que se repetían en todas las puertas y aquella voz apremiante y semitemblorosa que denotaba prisa, que retumbaba en todo el servicio y que siempre preguntaba con idéntica angustia, ¿HAY PAPEL?

Y en ese preciso instante he sido consciente de que me había pasado los seis años del Colegio de la Virgen del Camino “obrando” a mayores y a menores en un plato a ras de suelo que tenía un agujero de desagüe profundo y oscuro como boca de lobo de donde surgía un sonido tan redondo y contundente como lo que en cada momento caía a las profundidades del más allá para nunca volver.

Y no tenía tapa, ni tanque alto ni bajo, ni cadena, ni aire acondicionado, ni sensores inteligentes, ni sistema de desodorización por ozono, ni reposabrazos, ni chorro pulsante, ni alerones estabilizantes, ni GPS, ni asiento,  ni sifón, ni gaseosa, ni leches.

Y recordé que los días de visita, en los que a los afortunados de la capital nos daban permiso para bajar a comer a casa, me resultaba cómodo a la par que extraño y sobre todo “frío” el sentarme en una taza de casa, ¿me entendéis?

Dejo la puerta del WC herméticamente entreabierta y regreso a la barra, el camarero me pregunta si me ha pasado algo, apuro mi café descafeinado con leche de máquina no de sobre y sacarina poco caliente en taza pequeña, salgo a la Plaza del Huevo, paso al lado de una vieja sala de fiestas ya cerrada, leo en su fachada LA GUAGUA CARIBE MUSIC ENTRADA DE BOMBEROS con restos de letras de neón, y continúo con el obligado ejercicio diario para cuidar mi corazón en el que residen mis pocas ganas de empapelar la habitación de Alberto y en el que reservo un rinconín para todos vosotros.

Con permiso. El Furriel ¿he sido irreverente?

2 comentarios

Antonio Argüeso -

Lo que es la vida, José Mari, al mismo tiempo que tú pensabas en el empapelado de la habitación de tu hijo Alberto -¡venga, hombre, que son cuatro ratos!- y recordabas el pasado ilustre, yo andaba a 1.517 km de distancia, pensando también en los ilustres años.

¿Y por qué? Vayamos por partes. Creo haber comentado ya que determinados recuerdos fluyen con cierta recurrencia. Y entre ellos hay uno que nos contó ni sé quién, ni cuándo, ni cómo, ni por/para qué, pero que me impresionó. Se trataba del P. Ayala, compañero dominico del informador, que estaba investigando sobre la evolución analizando moscas en un laboratorio de Nueva York (moscas, añadía el informante, porque al tener una vida muy corta, se pueden realizar esos análisis). Conviene no olvidar que cuando aquello Darwin estaba en el índice (junto a Sartre, Camus, Stendhal, Marx, Erasmo, Rablais, Zola, Balzac, por citar sólo a algunos) y si mal no recuerdo la evolución nadie la defendía (aunque tampoco tengo muchos recuerdos de críticas frontales, la verdad sea dicha).

¿Y a qué viene esto? Pues a que esta mañana, al leer la canallesca veo una entrevista con el investigador, pues acaba de obtener un premio importante. (http://www.elpais.com/articulo/sociedad/creacionismo/fuera/verdad/Dios/seria/abortista/elpepisoc/20100326elpepisoc_10/Tes/)
A ver si los sexagenarios, bueno y acaso algún que otro septuagenario e incluso octogenario, recuerdan algo y completan la información. Los que ni a los sesenta llegan supongo que en esto, como en tantas otras cosas ¡los pobres! andarán, como dicen en mi pueblo, “en Belén, con los pastores”.

Maribel -

Buenos dias, Jose Mari:

Hace varios dias que no entro en el blog y hoy que lo hago de lo primero que me entero es de que hoy hace un año de tu percance, exitoso, de lo cual me alegro.
Ya decia yo que tus entradas al blog eran muy madrugadoras .... y es que sales temprano a pasear, buena y sana costumbre. Cuidate mucho.

Referente al "retrete" tuvisteis suerte de ser chicos. En las Carmelitas nuestro cuarto de baño era como los de ahora (exceptuando lujos, etc.) pero mas de una vez nos ha tocado a las chicas utilizar el tan temido "retrete" que para nosotras aun era mas complicado y peor de soportar. Yo me crie en el Norte, concretamente en Alegria de Alava primero y en Oyon despues (aunque de Vitoria, a 4 Km de Logroño), y alli nuestro baño era normal, pero cuando ibamos a casa de los abuelos, todavia era peor que el "retrete" que señalas. En fin, menos mal que la cosa ha avanzado.

Aprovechando, os dire que si alguien de este blog conoce Alegria u Oyon, me lo haga saber y me cuente algo. Hace unos años volvi a Alegria solo para recordar mi niñez, pero a Oyon no nos dio tiempo a ir y lo tenemos en mente; lo que mas recuerdo es ir al colegio a pie con nieve hasta las rodillas, aunque eso ahora tambien ha cambiado.

Un abrazo muy grande,
Maribel