LA QUINTA DE LOS SABAÑONES
Llegaban a las escuelas de los pueblos, allá por el final de curso, el inspector o la inspectora de enseñanza —visita temida— y un cura o un fraile —visita esperada—.
El señor inspector siempre era un pejiguero. Ponía nervioso al maestro, se empeñaba en que le explicáramos el misterio de la Santísima Trinidad, a sabiendas de que era un misterio, y le gustaban los altares con flores a María del mes de mayo. El cura o el fraile era como los mandos de la legión que captan soldados, hablaba del divino Seminario sin reparar en cosas humanas como el frío o la cantidad de garbanzos que ibas a comer. El maestro le indicaba qué chavales apuntaban maneras, los más espabilados y él, curiosamente, no les preguntaba por Dios, ya tendrían tiempo de conocerlo, y de las tablas prefería las de multiplicar a las de la Ley. Y marchaban con los más listos.
Quedaban felices los padres, que podían mandar al chaval a estudiar. Se llenaron seminarios por toda la provincia: Astorga, Valderas, León... Y se hablaban entonces en León mejor latín que castellano utilizan hoy en los textos de móvil o internet.
Llenaron las iglesias de curas, los institutos de profesores, los parlamentos de socialistas y comunistas, los pueblos de ganaderos que sabían latín...
Era la quinta de los sabañones.
Fulgencio Fernández (La Crónica de León)
7 comentarios
Tuñón -
Quién escribió El Qujote.
Yo no.Le contestó.
Pero bueno que es esto sr maestro.
Oiga si el niño dice que el no lo escribió es que no lo escribió.
Isidro Cicero -
Un abrazo, Daniel. A ver si nos vemos.
Santos S., se ve que a ti te aprendieron la métrica de muy excelentes maneras, porque esa espinela te ha salido bordada. La generosidad y amabilidad que contiene, ya sé que no se estudia. El que la sabe la sabe y punto. Muchas gracias.
Chema Sarmiento -
Santos. S. Santamarta -
yo también así lo siento:
se merece un monumento
nuestro admirable Trapero.
Mas quiero yo, compañero
que otro a tu nombre se irguiera
y una inscripción que dijera:
he aquí dos ejemplares
modelo de otros mil pares
que parió la Paramera
Daniel Orden Santamarta -
Isidro Cicero -
Se puede contar esto mismo con tanto poder de evocación como lo está haciendo Marcelino Iglesias en su relato EL FRAILE QUE SE PARECÍA A BUSTER KEATON, magnífico relato que es un acierto ya desde el mismo arranque del título. Se puede. Pero creo difícil hacerlo con una condensación tan reducida y al mismo tiempo tan eficaz como ese breve artículo de Fulgencio Fernández, en La crónica de León, que hoy hemos conocido, y que también lleva un título difícil de pasar por alto: LA QUINTA DE LOS SABAÑONES. Extraordinario lo de Marcelino; muy, pero que muy acertado -con un par de matices que le haría a su autor si tuviera ocasión y confianza- lo de Fulgencio.
En realidad, llevamos años contando las mismas cosas, el mismo relato, desde muchas perspectivas. Somos como aquellos quintos con los que a veces coincidíamos en el tren, que siempre regresaban relatando una misma mili y a la vez relatando milis diferentes, según le había ido a cada cual. Cuando escuchaba yo con curiosidad aquellas conversaciones de quintos, recuerdo que siempre estaba aguardando a que saliera una frase que se solía repetir en todas ellas: Entonces voy yo y le suelto al cabo A veces tardaba en surgir, yo apostaba conmigo mismo lo dicen no lo dicen, pero cuando al final uno de aquellos muchachos soltaba la frase de su valentía, sonreía yo sin que me vieran.
La larga mili que fue la Paramera se ha contado aquí multifarie multisque modis, vuelve sin complejos al parecer ese ladino, ese pelo de nuestra dehesa, que nunca se había ido del todo.
Cuando a finales de mayo me llegó por correo el libro de Maximiano Trapero LA RELIGIOSIDAD POPULAR EN VERSO: ÚLTIMAS MANIFESTACIONES O MANIFESTACIONES PERDIDAS EN ESPAÑA E HISPANOAMERICA, me lancé a èl con ganas y con fruición. Pero el número de páginas es 777; las ocupaciones desde entonces, varias y contradictorias; el ánimo, suspenso; la curiosidad , embotada; las preocupaciones, dispersas. En diciembre, en consecuencia, no había traspasado todavía ni siquiera la página que lleva la cifra apocalíptica de la Bestia, que hasta los más bestias saben es el 666. Yo me lo he perdido, porque a medida que la ralentización en la lectura se iba produciendo, mermaba, en idéntica proporción, el deleite. En concreto, me tenían deslumbrado las décimas que Trapero ha ido recogiendo por todo el mundo.
Desde el primer momento me propuse un comentario de este magnífico estudio de nuestro amigo centrado en el placer que produce esa estrofa clásica, también llamada espinela que, desde hace muchas décadasestaba ausente de mis paisajes literarios.
En esas estábamos cuando a mediados de septiembre pasó por aquí un gigantón cubano de origen canario, 1,90 o dos metros. No negro, pero casi. El pelo como un plato de caracolillos. Sonrisa fácil, palabra cálida. Al mirarme las estanterías me dijo que era poeta, y que componía (lo que son las casualidades) sobre todo, la décima, la espinela. Le comenté que a mi la espinela me parece majestuosa, imponente, pero muy difícil y me dio la razón. Porque tienen que coinsidir no sólo las vocales, sino también las consonantes y los asentos, y las letras como tienen que ser,que para los que seseamos no veas la complicasión que supone y porque en los sinco versos primeros tienes que dejar planteado el asunto y resolverlo en los otros sinco, y porque se trata en realidad de dos cuartetos unidos por el istmo de un dístico. Le pregunté si conocía a Maximiano Trapero, y me contestó que le sonaba bastante el nombre.
Por entonces quise verificar yo por mi mismo lo difícil que son las espinelas. Y hasta qué punto era yo capaz de acercarme a esas técnicas (métricas y rítmicas, las líricas ya sé que no había ni que planteárselo) y me pa intentar unas cuantas estrofas pensando que si me salían medianamente presetables se las iba a enviar a Maximiano Trapero. Ha pasado medio año y todavía no me he decidido a mandárselas.
Hoy, leyendo a Fulgencio Fernández y viendo que en cierto modo trata de los mismos o similares componentes de las quintas de los sabañones, me he decidido a colgarlas a continuación.Son éstas:
En los cincuenta y sesenta,
de montes y secarrales,
condujeron mil chavales
a una estepa polvorienta.
Cualquiera se daba cuenta
que aquel sitio de León
cambiaría su producción
de cebada, trigo y vino
por un producto más fino
que llamaban vocación.
Toda aquella paramera
la atravesaba un camino
con un único destino
con una sola una manera.
Una Virgen de madera
que estaba sobre el altar
no paraba de llorar,
allí el mayor desconsuelo
era pensar que hasta el cielo
no habría nada que rascar.
En las tardes cenicientas
nunca las podré olvidar
te tenías que formar
en filas largas y lentas.
Tampoco digan que inventas
que aquel frio de León
te helaba hasta el corazón:
a un buen camarada mío
le salió con aquel frío
en un diente un sabañón.
Miles más como nosotros
y en recintos similares
dominaban sus andares
ya sin bricar como potros.
Si sumas unos con otros,
y viendo los que había en León,
pienso que la vocación
tanto cultivo tenía
que en España llegaría
más o menos al millón.
¡Cuántos iban para cura¡
¡cuántos iban para fraile¡
En vez de sobes de baile,
hacían ritos de clausura.
No había besos ni ternura
ni había cuerpos que abrazar;
por poderlo superar
te llevaban al rosario.
¡Cuanto vicio solitario
hubieron de confesar¡
Una torre bien labrada
fracturaba el horizonte.
Como de lumbre en el monte
Parecía coronada.
Y, según un camarada
que miraba para allá,
una estrella colorá
en el firmamento había.
¿O es que alguien ver no podía
su incandescencia encarná?
De aquellas filas salían
hombres de enorme talento
y si pensais que lo invento
mirad lo que producían.
Aquí destacar debían
a un ilustre compañero,
a Maximiano Trapero.
Sus estudios populares
tienenlos en sus altares
el Cícero y el Cicero.
Enrique Frade -
De mi pueblo en aquellos años,La Vega de Villallana y pueblos de alrededor,no eramos labradores ,como en Leon o catilla,pero el planteamiento era el mismo,en casa habia muchos hijos y los frailes los estudian por poco dinero,y si valen pues cura,fraile o lo que sea ,pero una boca menos,¿verdad?.
Que Yo recuerde de aquella zona del Ayuntamiento de Lena salimos para la virgen del camino en 1858
Camilo,Jose,Juan (chincho)Jose Luis (pisito)Heriberto Y YO.todos volvimos ,unos primero y otros despues,pero todos volvimis a casa,y algunos ,como Yo a lo que no queriamos ,trabajar ,Yo a la Tejera ,que ya habia dejado mi padre,era su oficio de toda la vida.
De todos nosotros solo uno Pisito hizo carrera,es maestro,creo que se jubila este año.
La vida del pobre siempre será la misma llegar a fin de mes como se pueda.No obstante y siempre lo comento ,Yo lo que sé ,se lo debo a los Dominicos y se lo agradeceré toda mi vida. UN ABRAZO PARA TODOS TOOOOOODOS.
Quique frade.