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UN DÍA EN LA VIDA DE JOSÉ LUIS GAGO

UN DÍA EN LA VIDA DE JOSÉ LUIS GAGO

Alberto Gago me envía los enlaces siguientes que nos llevan al programa de la Televisión de Castilla y León titulado UN DIA EN LA VIDA DE...descargado en Youtube en cuatro capítulos dedicado a su hermano José Luis Gago, recientemente fallecido.

Estos programas periódicos siguen el día a día de personajes célebres ligados a Castilla y León. La presentadora Cristina Camell, leonesa, acompaña en esta ocasión al fraile dominico del convento de San Pablo y San Gregorio de Valladolid en una jornada habitual de su vida. 

 


 

Te mando estos links de YouTube para que conozcas "un poco", sólo, a mi hermano, su "talante" y su historia. Es un programa que le dedicaron hace año y medio en la Televisión de Castilla-León, cuando ya estaba afectado por el mieloma.

Un beso, Alberto.






http://www.youtube.com/watch?v=2_qoiqUkIrM



http://www.youtube.com/watch?v=m0My4GJPmSg



http://www.youtube.com/watch?v=OZn3qVrKFtc



http://www.youtube.com/watch?v=-cuK1NyqK2Q


 

breve entrevista de la web "dominicos.org" a José Luis.

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

¿Cómo fue tu vocación?

Todo comenzó como un sueño infantil. Tenía entonces 10 años. La cercanía con los frailes dominicos de mi ciudad natal, Palencia, fue creando en mí una especie de fascinación. Me cautivaba la belleza de su estampa, la fuerza de su predicación, el magnetismo de su trato. Me enrolé en su “colegio apostólico”. Años muy duros para un niño. Eran años de postguerra: pobreza extrema, disciplina espartana, hambre y soledad, pedagogía improvisada, intuitiva, de los maestros. Mil veces pensé en abandonar. Se iban los mejores. Pero nunca me dejó tirado la esperanza: aquello no podía durar, tenía que existir un después mejor. Y Alguien aguantó por mí. La toma de hábito fue la llegada a la tierra prometida. Así me pareció. 

¿En qué ha cambiado a lo largo del tiempo? 

Los años de formación, noviciado, filosofía, teología, y su proyección hacia el sacerdocio fueron decisivos. En realidad, aquellos nueve años constituyeron la auténtica base y cimentación de la vocación. Fueron los días de toma de conciencia del hecho vocacional, de una llamada a la que había que buscar el origen hasta llegar a la certeza de que Dios estaba en ello. Pero se trataba de una certeza inestable, agredida por fuerzas de la naturaleza, cuestionada por el discurso de la razón y tumbada más de una vez por la flaqueza y la deslealtad. Tras esa larga y ardua travesía, el don del sacerdocio impulsó de nuevo la convicción de que Dios estaba ahí. Los años sucesivos, vividos bajo el signo del sacerdocio, de la predicación y de la vida común dominicana consolidaron una convicción y una experiencia: esto no es cosa de hombres, la pervivencia en el seguimiento de Jesús es, de principio a fin, acción sostenida de Dios.

¿Cómo vives la llamada de Dios en tu trabajo/ocupación/ministerio actual? 

Mi “momento actual” presenta unas características singulares: lo que eufemísticamente llamamos una “larga enfermedad” me tiene aparcado en la trastienda de la convalecencia, con las cartas repentinamente cambiadas, intentando aprender nuevas maneras y virtudes como la paciencia, la esperanza, la conformidad, la confianza, la fortaleza, la paz interior… buscando el sentido a la fragilidad, superando los miedos al dolor y a la muerte, evitando la tristeza y las manías, descifrando la voluntad de Dios entre las recetas y los diagnósticos. Pero los cuarenta años anteriores, de vida apostólica y dominicana, fueron años de plenitud de gracia y dones de Dios, no siempre correspondidos, pero vividos en la experiencia de su infinita misericordia. La Orden dominicana te pertrecha para el mejor ejercicio sacerdotal y misionero, al tiempo que te cobija de por vida en la comunidad. Nunca estás solo, sientes contigo a la comunidad a la que vuelves cada noche a repostar energía y amor fraterno.


¿Qué podrías decirle a alguien que se plantea su vocación?  

Que se la plantee sin miedos, que hurgue en su interior hasta presentirla. Y no piense que se trata de un cuestionamiento extemporáneo, de un asunto impertinente o de un pensamiento que no puede ir con él. Dios llama a mucha más gente de la que responde. El solo hecho de planteárselo es un dato positivo. Cualquiera, y en cualquier momento, puede ser citado por Dios para ir a trabajar a su viña. Hay que darle gracias por la invitación y probar. Es necesario probar; Dios no llama al son de trompeta.

¿Qué pregunta te harías a ti mismo? 

La que Lope de Vega se hace en el primer verso de uno de sus más bellos sonetos: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras…?” O aquel versículo del salmista que el sacerdote recitaba en voz baja en el momento de la comunión: “¿Quid retríbuam Dómino pro ómnibus quae  retríbuit mihi?”( “¿Con qué corresponderé al Señor por todos los beneficios que de Él he recibido?”).

 


 

Homilía del Funeral de Fr. José Luis Gago de Val, O.P.

24 de Diciembre de 2012. San Pablo y San Gregorio – Valladolid

 

“Donde esté yo, allí también estará mi servidor”. Es la promesa de Jesucristo que como un rayo de luz ilumina este momento. Nuestra fe se sostiene en la promesa de su Palabra y en el Hecho que celebramos en la Nochebuena: que el Señor ha venido a compartir nuestra vida para que nosotros podamos compartir la suya. Ha venido para acompañarnos en cada paso, por lo que también nosotros podemos decir con San Pablo: “en la vida y en la muerte estamos con el Señor”. Nos acompaña como Luz de Dios para guiarnos y enseñarnos a vivir. Sus servidores son los que viven a su Luz y tratan de reflejarla y transparentarla.

Ciertamente hay personas entre nosotros, servidores del Señor en sencillez y autenticidad, que son “luz”: reflejo y resplandor de la Luz de Dios. Algunos tal vez hablen del P. Gago como “voz”, tantas veces oída en la radio o escuchada en la predicación. Pero antes que “voz”, lo que fr. José Luis ha sido para nosotros es “luz”. Las personas que son luz viven centradas en lo que realmente importa en la vida: en el amor, la esperanza y la fe, en la compasión y la alegría. Distinguen bien entre lo que importa y lo que no, y se entregan a ello sin confusión y sin reserva. No les tienta la fama, ni el poder ni las apariencias. Construyen su vida sobre lo fundamental, y por ello resisten en las inclemencias. El P. Gago fue una persona que supo ver dónde está lo importante y valioso de la vida, y supo atenerse a ello con fuerza. Ya fuera como formador de los frailes jóvenes en momentos complejos de grandes cambios, como cuando le tocó ser pionero en la predicación en los nuevos medios de comunicación, sin querer brillar como estrella mediática sino iluminar como predicador de la Buena Noticia. No se sirvió nunca de su profesionalidad para otros intereses que no fuera el servicio a la causa del Evangelio y de la fe de la Iglesia. Sus muchas cualidades personales y pastorales no ensombrecieron un ápice su carácter afable y delicado, sencillo y fraterno. Elegante en sus modales y sus formas, caballeroso por fuera, pero sobre todo “por dentro”; noble, íntegro, trabajador y alegre, con su inteligente chispa de humor sin ironía. No hay duda de que su exterioridad reflejaba la luz de una rica interioridad “habitada” y auténtica.

Un famoso periodista y locutor escribía en una ocasión que había comprendido lo que era la encarnación del amor de Dios al conocer al P. Gago. No es exageración periodística: en algunas personas, ciertamente, podemos vislumbrar un destello claro de luz y del amor de Dios en esta tierra; de lo que es capaz de hacer el amor de Dios en nosotros cuando encuentra un corazón bondadoso, generoso y fiel como el de José Luis. 

Fr. José Luis ha encarnado el estilo del dominico de hoy, del predicador que acredita la voz de su palabra con la nobleza de su vida; arraigado en la tradición dominicana, en sus costumbres y devociones, sobre todo a Santo Domingo y San Martín de Porres; descubridor de los nuevos lugares y “púlpitos” de predicación, y renovador de los lenguajes para llegar mejor al hombre y mujer de nuestros días; modelo de lo que está llamado a ser el comunicador cristiano: aquel que transmite con pasión el mensaje que él mismo cree y vive en comunidad y que transparenta el estilo evangélico. Como todas las personas que son verdadera luz, sabía que la Luz no le pertenece, sino que uno debe tratar sencillamente de transparentarla y ofrecérsela limpia a Dios y a los demás. Y como hombre de luz nos ha dejado como legado la única herencia verdadera que nos dejan las personas luminosas: la fe y la alegría.

Hace unos días, cuando le despedía en el hospital, no hacía más que repetir “gracias”. Yo trataba inútilmente de responderle “gracias a ti” pero casi no me dejaba. “No -decía- es infinitamente mucho más lo que yo tengo que agradecer a los frailes, a mi comunidad, a mi familia, a Dios”. Como último destello nos ha dejado la luz del agradecimiento. Despedirse con esta gratitud es propio de quien sabe descubrir todos los bienes y dones que Dios pone a nuestro lado como señal de Su amor; rasgo típico de las personas con una inclinación a mirar lo bueno y valioso de la vida y a contribuir decididamente a ello; actitud que brota de quien descubre que la propia biografía no es algo simplemente natural sino un regalo inaudito y misterioso de Dios. Acaba de salir su último libro -me decía hace unos días su prior fr. Salus- con el título “Gracias, la última palabra”. De este libro quiero leeros una de sus “miniaturas” -como llamaba a sus pequeños destellos de predicación radiofónica-, para que sea la luz de su propia palabra la que dé más intensidad hoy a nuestra esperanza y confianza. Dice así:  

“De tal manera nos hemos acostumbrado a sentir como propia y autónoma la vida y la conciencia de existir, que hemos llegado a creernos que esta aventura de vivir es cosa nuestra, que nadie es acreedor nuestro en este milagro, que solo cada uno, pequeñas criaturas, ha hecho posible este prodigio de estar de pie, erguidos sobre esta tierra áspera y rocosa, es verdad, pero pedestal y cimiento de nuestro ser hombres en ella.

Te doy gracias, Señor, por esta vida mía en la que he sufrido y de la que he disfrutado. Nacido en tiempo y lugar adecuados, elegidos por Ti y, en consecuencia, óptimos. Tan propios, que no me imagino otros padres mejores ni otro momento más tempestivo que los que tuve. Repaso las circunstancias de mi infancia, de mi juventud y del restante recorrido de mi vida, hasta el día de hoy, y me ratifico en que solo encuentro desaliñadas e inertes aquellas que yo, por mis torpezas, he torcido. Aun así, con el hato de mi vida a la espalda, solo palabras obligadas y de bendición tengo hacia Ti y solo besar puedo la tierra que Tú pisas.

Debo también agradecerte el torrente de vida volcado sobre millones de millones de criaturas, seres que has creado, capaces de pensar como Tú piensas, y de amar como amas, miríadas de mujeres y hombres que viven, que han vivido y los que vivirán, creados y mantenidos por Ti, que somos expresión de que es fecundo y generoso tu amor. Déjame asimismo arrodillarme ante el misterio de tanta vida humana dolorida, humillada, truncada y destruida: sé que la harás fecunda y algún día gloriosa. Pero, mientras, repárteles pedacitos, al menos, de nuestra propia vida, tantas veces abusada, despilfarrada por nosotros mismos. Haz Tú por ellos lo que nosotros no hacemos. Gracias por enseñarnos a vivir. Amén”.

A menudo, la última luz que las grandes personas y creyentes nos ofrecen es su modo de afrontar la enfermedad y la muerte. El P. Manuel, su médico y amigo en estos últimos años, me decía que había sido una auténtica gracia haber podido estar al lado de José Luis en su enfermedad, y que daba gracias a Dios por este tiempo. En esta Acción de Gracias de la Eucaristía nos unimos en comunión de fe y amistad con José Luis Gago para dar gracias a Dios por Jesucristo, Luz nueva cada Navidad que nos enseña a vivir, y le guiará a su Reino de Luz sin ocaso. Gracias a Dios, por supuesto, por la vida del P. Gago y por haberle llamado a la vida dominicana. Y a ti, fray José Luis, por tu vocación como fiel y noble servidor de la Palabra, encarnación transparente del amor indecible de Dios, por tu voz de predicador y, sobre todo, por la luz de Dios que nos has regalado, permíteme, permítenos en esta celebración, anticipo de la fiesta de la Luz de Dios que es la Navidad, que te despidamos con tu misma última palabra: ¡gracias!

 

 

Fr. Javier Carballo, O.P.

Prior Provincial

2 comentarios

Enrique Frade -

Hermosa homilia la del p.Carballo ,para una buena persona y mejoir Dominico,que descanse en paz,donde siempre creyó.Mi pesame a su familia.
Quique Frade

santiago rodriguez -

Solamente el haberlo conocido, fue algo grande...el haberlo tratado, muy grande.... el haber estado en el grupo de frailes jóvenes que recibimos instrucción y afecto, algo incomparable. A pesar de que deje de ser dominico conventual, nunca he dejado de ser dominico afectivo.
Con el P. Gago, siempre mantuve una relación afectiva; en una ocasión me mando un dosier sobre Gregorio Fernandez, para un trabajo que tenía que hacer mi hija, hace unos dias la ayude a revolver sus papeles para quedarme con ese dosier como recuerdo. En una conversacion con Fernando Tejerina, ex-rector de la universidad de Valladolid, aquí en mi pueblo, de donde el es natural; comentamos con la gran valía, humana profesional y religiosa de Fr. José Luis Gago.
En resumen; Alberto podemos darnos cuenta de que tu hermano fué una persona de asombroso valor...