TUS HERMANOS TE ABRAZAMOS
En las flores blancas y en las voces estábamos todos.
La Cepeda es tierra de secano pero ayer no lo fue. Decenas de mejillas fueron cauces por los que bajaron incontenibles las lágrimas de los amigos de Manolo Máximo Centeno. Por su esquela y el recordatorio, costumbre esta que aún no ha desaparecido de los pueblos, me enteré de que el segundo nombre de Manolo era Máximo. ¡Qué bien lo define! Fue en el cementerio donde más lágrimas cayeron. Allí sentimos por última vez su presencia física, encerrado en esas maderas. Claro que seguirá por siempre vivo en nuestro recuerdo. Pero dos albañiles, a su pesar tal vez porque sin duda fueron en alguna ocasión compañeros de partida o de tertulia cervecera, nos fueron alejando, ladrillo tras ladrillo, del cuerpo de nuestro amigo hermano.
El ruido de los ladrillos no menguaba la emoción en las palabras de la poesía de Jose Ignacio.
El cielo también quiso estar presente en aquella tierra seca de la Cepeda que ayer, paradójicamente, lucía verde de vida por las lluvias. Un sol brillante miraba para el monte del camposanto y luego se ocultaba tras unas nubes negras cargadas de agua. No descargaron allí. Consideraron que lágrimas sobraban allá abajo y siguieron a Manolo hacia el Norte, camino de la sierra, desde donde, solo ellas, bajarán mañana por alguno de los dos humildes ríos cepedanos, el Porcos o el Tuerto. Hasta los nombres delatan su categoría. Su escasa categoría.
La iglesia de Vega ya estaba llena antes de las seis de la tarde. En los pueblos pequeños un entierro es un acto social que saca de la monotonía a los vecinos, pero ayer los cepedanos acudieron al tañido lento de la campana del pueblo para despedir a un vecino que, además, era su amigo. Se veía en las caras, en las actitudes, en el silencio respetuoso hasta fuera de la iglesia, donde se quedan los irredentos viciosos del pitillo o los que han hecho votos de ausencia hasta su último día.
Mientras, en el interior del templo ocurría lo mismo de cada funeral. Un texto estándar aprendido hace años y un nombre apuntado en un papel. En esta ocasión el nombre era un Manuel que nos sonaba a lejano. No un cariñoso Manolo; ni siquiera un “nuestro amigo Manuel”. Era el texto habitual con un espacio en blanco que se rellena cada vez con un nombre diferente. No lo resumiré. Ya lo habéis oído más de una vez.
Cuándo se darán cuenta de que no se entierra al mismo cristiano día tras día. Se entierra a un ser humano que cada vez es diferente; que tiene un nombre diferente, una familia diferente, una vida diferente. La muerte no nos hace iguales, ¡qué va¡ Lo que la muerte hará iguales, si acaso, serán nuestros restos, esa suma de agua y materia orgánica que se vuelven tierra antes de que nuevas lágrimas caigan de nuevo por otras mejillas y entre las paredes de la iglesia se castigue a los parroquianos con la misma melopea de siempre.
Sí hubo ayer en Vega de Magaz algo diferente.
Desde el modesto coro de la iglesia sonó, primero, el “Cerca de ti, Señor”; y al final, claro, el “Adiós Madre de mi vida”. Bajos y tenores no estuvimos escasos de aire, pero creo que la saliva no fluyó como necesitábamos y al final no fue necesario que bajáramos la voz para dejar desvanecer el último verso de la última estrofa. Mas bien hubo que hacer un gran esfuerzo para que siguiera saliendo algún sonido. De todas las veces que he cantado este himno que nos identifica, creo que ha sido la mejor interpretación. Mientras tanto, en el altar tuvieron el detalle de esperar a que las voces se… disolvieran del todo antes de devolver el féretro al coche que a través de una muy empinada cuesta lo acercó un poco más al cielo.
Y es que en la Cepeda los muertos viven para siempre más arriba que los vivos.
Lalo F. Mayo
12 comentarios
Antonio Argüeso -
No pudimos abrazarnos de nuevo aquí, Manolo; me apunto pues también a un botillo en tu estrella, para cuando me toque hacer también ese viaje. Mis pensamientos se centran en tu mujer y en tus hijos en tan duro momento para ellos. Un fuerte abrazo.
Santos S. Santamarta -
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
***
Ay, nube envidiosa
aún de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dónde vas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!
Ramón Hernández Martín -
Julio Correas -
se me arruga el ombligo y se me saltan las lágrimas y no puedo ver las letras del teclado.
Adiós amigo.
Nos vemos en las tierras del Norte.
JOSE MANUEL GARCIA VALDES -
Un abrazo a los familiares.
Julio Correas -
Se me arruga el ombligo, se me saltan las lágrimas y no veo las letras del teclado.
Adiós, amigo.
Nos vemos en las tierras del Norte!
Luis Heredia -
Flores blancas como los hábitos y como tu corazón y alma.
Qué brebaje nos habrás dado para que te recordemos así. Y eso que a mi no me dio tiempo para que me lo mezclaras en los botillos pero a pesar de la distancia, ahora que estamos más cercanos que nunca, créeme que me cautivaste.
Espero y deseo de corazón que Feli, Ana y Arturo superen pronto este trance con ayuda de sus múltiples cuñados y tíos y que la Oil Centeno and Co. no se liquide nunca dirigida por la eficiente mano de su Directora general Ana.
Jose Sanchez Diaz -
jose ignacio -
Ayer, a las 12,30 una ovejina herida de muerte corrió a los brazos del pastor, y éste la llevó para siempre a los brazos de la Virgen del Camino.
A tu llamada, pastor, a tu silbido..
rosa -
Un beso muy fuerte. Adios amigo.
andres cortés aranaz -
también.
TODOS estuvimos ayer en Vega de Magaz con Manolo, su mujer y sus hijos y como dijo no me acuerdo quién "La muerte es apagar la lamparita porque ya está amaneciendo"
Un abrazo a todos
CARLOS TEJO -
Un día sin ordenador y se apaga el mundo. Un día sin ordenador y al siguiente amanece que ni amanece. Me quedé tan desinflado que creí estar fuera de juego.
Un día sin ordenador y llegas tarde a casi todo. Siento que todos os abrazasteis a Manolo, abrazándoos todos fisicamente o con el sentimiento en el blog expresado. ¿Y ahora, el día después, yo, a quién abrazo?
Déjame, Manolo, que te abrace desde esta costa de Ribadesella, y que mi abrazo abarque a los tuyos.
Sé que los míos, que ya son tantos, te recibieron, en ese nuestro Norte, con el cariño de quien espera a uno de los suyos, que son los nuestros.
Tengo hoy un dolor en el corazón que siento cada vez con más frecuencia. Y es que los que quiero, se me adelantan también con más frecuencia.
Lalo, lo impersonal del acto religioso es cuestión de voluntad del párroco, lo que hace que, como bien describes, en el caso de Manolo sea, diría yo, imperdonable.
Un abrazo cariñoso para la familia y para todos vosotros.
Carlos