EL BUEN USO DEL ESPAÑOL
Con el gustazo y orgullo de las buenas e importantes obras de nuestros compañeros, hoy os dejo el enlace a este video de la Real Academia de la lengua y el comentario de mi querido Eugenio Cascón.
Por si tienes un rato libre y te apetece reírte un poco de los nervios (¡a estas alturas!) de este viejo compañero: si tecleas en Google "Vídeo de la presentación del buen uso del español", podrás ver dicho acto en la sede de la Real Academia.
Se trata de la presentación del libro que, como creo que te dije en anterior ocasión, he redactado (yo solito, por más hablen de otras colaboraciones) para la docta corporación durante los últimos meses y que me ha dejado medio "changao" por la presión y las prisas: 500 páginas en tres meses.
El vídeo dura casi una hora, pero creo que un cuarto tendrás más que suficiente.
Como también de comenté, algo queda ahí de aquella cuasieducación.
Eugenio Cascón.
24 comentarios
Daniel Orden Santamarta -
Isidro: se te entiende todo, lo dicho y lo callado. Enhorabuena,de verdad y con justicia. Muchos no necesitamos ver la firma para saber el autor.
Pedro Sánchez Menéndez -
Luis Heredia -
¡Enhorabuena por tu libro y millones de gracias para que tu labor trascienda más de allá de los sillones y letras Mayúsculas y minúsculas y aunque sea poco a poco y lentamente sirva para acabar con la zafiedad que tanto abunda en los medios de comunicación, sobre todo televisión. Me pregunto también lo mismo que el resto de los mortales compañeros: ¿Por qué no hubo intervención tuya, oral, siendo el autor?
¡Qué recuerdo tan grande guardo de la visita a Mogarraz¡ Me encantó la visita y la compañía, hasta la de "Toñin".
Un abrazo muy fuerte y te deseo un Año realmente Nuevo y Próspero.
Eugenio Cascón -
Naturalmente que nos hemos conocido, y no de lejos, pues fuiste mi director durante los cursos 64-65 y 65-66 en la Virgen del Camino (aún me da corte el tuteo), aparte de que estuvimos hablando un rato, hace relativamente poco tiempo, en la Peña de Francia, y algo antes en Caleruega. Entiendo, con todo, que no me recuerdes, pues somos muchos.
Respecto del libro, me darías una gran alegría si me permitieras regalártelo. Solo tienes que decirme dónde está exactamente tu parroquia (creo que es por Entrevías, pero no sé exactamente dónde) y cuál es la mejor forma de llegar hasta ella, y así podré saludaros a ti y a José Luis Alcalde y, de paso, ver de cerca lo enorme de vuestra labor.
Un fuerte abrazo.
Pedro Sánchez Menéndez -
eugenio Cascón -
Lamento decepcionarte, pero no quiero que nadie se llame a engaño: no soy académico, sino solo un colaborador de la RAE. Si lo fuera hubiera salido a hablar con toda seguridad, aunque ya os he dicho que eso, a estas alturas, con la vanidad atemperada por los años, tiene para mí poca importancia.
En cuanto a tu lingotazo sobre las clases de Lengua, adelante, sin ningún complejo. El idioma es patrimonio de todos y todos los usos son válidos, incluso lo informal es a menudo más auténtico que lo muy formalizado. Nadie está en posesión de un modelo único del buen hablar, ni este pertenece a ninguna clase social o ciudad, como a veces se dice. Si algún registro es utilizado por todos, es el coloquial, el habla nuestra de cada día, la de andar por casa.
Seguro que tu nuevo lingotazo será tan espléndido como todos los demás. Enhorabuena por todas esas delicias con las que nos recreas. Un abrazo.
Javier Cirauqui -
Con todo mi cariño.
Javier.
Gerardo Barrado Martín -
Eugenio Cascón Martín, mogarreño como el que escribe, es sobrino del difunto P. Segismundo Cascón, el que presidió la toma de hábito era el Provincial- de la promoción del 60.
Aclarado de quién hablamos, paso a esbozar las primeras ideas, un tanto caóticas, que iba asociando a medida que visionaba las imágenes del acto celebrado en la RAE, que no por la RAE, pues fue patrocinado por Espasa Libros. Que quede claro esto último.
Estamos tan a gustito. ¿Os suena? Como cualquiera de los componentes que conforman los distintos organismos que pululan en la sociedad, tienden a acomodarse y medrar a costa de otros ¿Para qué cambiar si estamos tan a gustito? Lo siento por Blecua persona afable, poco propensa a la diplomacia y bastante farragosa-; por Salvador, amigo personal de Eugenio, me consta, y por los escritores y académicos Puértolas, Merino y Díez, a quienes considero notables escritores.
El medraje ha sido y es tan consustancial a nuestra propia esencia como pueblo, que sigo dudando si forma o no parte de nuestro ADN. De lo contrario, pongo en duda las endémicas y resistentes plagas de parásitos que viven -¡ y cómo viven!- a base de chupar la sangre de otros. No cesan, perviven en el tiempo sin sufrir mutación alguna. Aunque dan aviso de su existencia, como muchas de las dolencias y enfermedades que padecemos, no aplicamos el antídoto adecuado. Nos mostramos remisos, remolones , como si nada fuera con nosotros. ¿Será que tememos vernos, en algún momento, ocupando una poltrona a su modo y semejanza?
el gay trinar de los tenores huecos (Antonio Machado) emerge por doquier, aplastando y anulando si es necesario- a todo aquél que pretenda honradamente hacerle sombra. Para estos tenores lo importante es estar, no cómo estar. Durante años, nuestro experto filólogo -amigo entrañable- ha sido ninguneado en beneficio de personajes que solo buscan coleccionar medallas que engrosen su propio ego. Son insaciables.
Sé que a Eugenio no le gusta que destaquemos sus dotes lanzando las campanas al vuelo. Prefiere trabajar en silencio y cumplir con lo que considera su deber. Pero no he podido acallar el enfado -como la mayoría que habéis participado en los comentarios- ante tamaño agravio hacia nuestro estimado amigo. Probablemente, ya desde la época de nuestros ancestros, los que se han enfadado hayan sobrevivido más que los que no. ¿No será que somos hijos de los que se enfadaron y por eso conservamos esa sensación? No se trata de gritar o pegar a nadie -estaría mal visto- cuanto de expresar nuestro enojo frente a tantos palos que caen de continuo sobre los mismos y, además, frente a tal comportamiento, mostramos indolencia.
Un cabreado con causa. Gerardo Barrado Martín.
Eugenio Cascón -
La verdad es que no pensaba intervenir más, pero el pequeño incendio que ha provocado el desarrollo del acto de presentación del tal libro y la acerada defensa de mi trabajo (gracias de todo corazón una vez más) a la que estoy asistiendo, con su transcendencia a la naturaleza y el comportamiento general del ser humano, me han inducido a aburriros un ratito más. Al final, voy a terminar, como el otro, hablando a más y mejor de mi libro.
Me preguntan Andrés Cortés y Javier del Vigo por lo que se escondía tras esa sonrisa supuestamente socarrona. La verdad es que no recuerdo si había socarronería en ella; tal vez sí. Algún comentario por lo bajini hubo, dirigido a mi mujer y mi hija, que, como podéis ver, también se ríen, pero no sabría deciros con exactitud cuál fue. Quizá algo como Ya nos toca, pues creo que en aquel momento alguien comenzaba a referirse a mi persona. Confieso que me sentí algo incómodo por el simple hecho de que se hablara de mí, aunque fuera bien: ya veis en el vídeo como me remuevo en la butaca. Lo que sí había detrás era el recuerdo de un enorme esfuerzo, de momentos muy amargos trabajando en una soledad casi absoluta para sacar adelante una obra que no era mía, sin que los propios interesados me ofrecieran ninguna ayuda y con el apremio de un plazo casi imposible de cumplir y un formato (las dos páginas por capítulo) que se descosía por todas partes. Y, claro, el haber quedado changao, con algunas repercusiones incluso en mi salud, como bien sabe mi amiga Teresa, que me vio en aquellos días.
Con todo, quiero ser justo, y para ello tengo que contaros algo de mi situación y mi relación con la RAE. Como os dije, trabajé durante 10 años en esa institución, en comisión de servicios, pero ahora estoy jubilado, me metí en el último tren de la jubilación anticipada de profesores, que es lo que realmente soy y me siento: un profesor de Lengua y Literatura de Secundaria. Por tanto, no cobro de la Docta Casa, sino de la Caja de Pensiones, lo que me permite expresarme con más libertad. No quiero ni debo entrar en demasiadas interioridades, pero, como os dije, hay de todo, y, justo es reconocerlo, no todo es negativo. Os puedo decir que a mí siempre me han tratado bien, con mucho respeto, y han valorado mi trabajo. Puedo presumir incluso de tener algunos buenos amigos entre los académicos, como el propio Salvador Gutiérrez Ordóñez, una de las mejores personas que conozco, como puede atestiguar Martín (no sé si Martín Alonso, de mi curso), que hace referencia a él. Pero los usos protocolarios y la concepción del mundo de la docta corporación son los que son y solo a ellos les corresponde variarlos, si es que tienen interés en hacerlo.
El encargo de redactar este libro me vino por sorpresa, pues ya me consideraba al margen de esas veleidades. La causa creo que no fue otra que el hecho de no encontrar otra persona que conociera los distintos departamentos de la casa por haber trabajado en casi todos ellos y participado en la elaboración de las últimas obras, y que, además dispusiera de tiempo libre. Por eso me tocó, y yo, aun con bastantes reticencias, acepté, por lo que asumo todo lo que fue el proceso posterior, aunque muchas de las cosas ocurridas no las había previsto ni las esperaba. Con todo, no puedo dejar de agradecer la confianza que pusieron en mí. Lo que quiero deciros con esto es que no considero que la obra, a pesar de haberla redactado en su integridad, sea realmente mía, ni siquiera cobro por ella derechos de autor. Por eso, como bien dice Javier del Vigo, al César lo que es del César, y yo no soy el César en este caso, al menos del todo. A lo único que aspiro en estos momentos es a no defraudar las expectativas de los que manifestáis intención de adquirirlo, me dolería mucho que eso sucediera. Y si alguien quiere dialogar sobre algo que no entienda o con lo que no esté de acuerdo, aquí me tenéis.
Os confieso con toda sinceridad que, en lo personal, estoy mucho más orgulloso de otras cosas que he logrado publicar, como, por proximidad en el contenido, mi Manual del buen uso del español (ya veis que casi me han fusilado el título), editada por Castalia hace varios años y en la que pude desarrollar las mismas cuestiones a mi manera, quizá más heterodoxa y menos cuidada y rigurosa, pero entiendo que más libre y cercana al lector.
Veo que el debate sigue centrado en el hecho de que no se me invitara a hablar y ocupar un sitio en el estrado. Ya os expliqué las razones, que pueden ser convincentes o no, pero son esas. Hombre, algo sí escuece, pero a estas alturas, menos. Cuando uno ya ha sobrepasado la edad de Celestina (una vieja de sesenta años), ya hay callo, como bien dice Isidro Cicero, o se pone el mundo por montera (nunca se consigue del todo), en palabras de Javier del Vigo. Cuando algo de esto te ocurre por primera vez, la amargura y el sentimiento de injusticia son grandes, pero la costumbre y el tiempo van haciendo que lo veas como parte de la vida, sobre todo de la existencia más o menos silenciosa de los del montón, de los que no tenemos nombre, ni lo necesitamos. Por eso no merece la pena rebelarse ni encorajinarse, y a lo mejor basta con esbozar una sonrisa socarrona de vez en cuando, o con sentirse el obispo, el alcalde o el capitán Garfio de las magníficas metáforas de Cicero, cuya extraordinaria prosa ya admiraba de crío en el colegio.
Gracias, pues, de nuevo a todos, y especialmente a mi amiga Teresa, con la que acabo de hablar, cuya magnífica obra pictórica fue expuesta este verano en el pueblo que nos es común y que merece la pena ser vista (luego dirá la alcaldesa de Mogarraz que no difundimos por ahí el nombre del pueblo).
Por cierto, a los admiradores de Toñín tengo que decirles que, en su reencarnación actual, le queda apenas una semana antes de cumplir su destino chacinero, pues el próximo día 17, festividad de san Antonio Abad, será sorteado entre los que han adquirido las correspondientes papeletas. Lo digo porque, si alguien está interesado en hacerse con los jamones o los chorizos de Toñín, aún está a tiempo.
Bueno, ya está, Ya he hablado por extenso de mi libro. Un fuerte abrazo para todos.
Martín -
A todos mi enhorabuena por el buen trabajo realizado.
Javier del Vigo -
Me abrí al blog de Josemari... (Por cierto: dos millones, cincuenta y un mil doscientas cuatro entradas -2.051.204, para los de ciencias-). Pregunta: ¿Qué blog de antiguos alumnos le llega a la suela los zapatos? Digo más: ¿Qué blog que no sea de sexo, armas, drogas o rock and roll le llega a las barbas? A "alguien" se le debiera poner entorchados de brigadier, como mínimo. O de General. Y habríamos de difundir esta hazaña, una epopeya sideral, más gorda que la de Ulises, los argonautas o las mismísimas Guerras del Peloponeso. Por ir lejos en espacio y tiempo.
Veo en la entrada anterior un interesantísimo debate sobre la iglesia católica durante la Guerra Civil y ahora... Yo prefiero la de ahora; sobre todo, el ahora y aquí. Que bastante "cristo" (perdón) tenemos montado actualmente. Y bastante angustia diaria supone al 90% de la población llegar a fin de mes sin sobresaltos, aunque sigamos soportando a banca y clase política en silencio, como dice el anuncio que soportamos las hemorroides. Aún así, mi respeto para quienes os sentís cristianos, católicos, y pretendéis lograr la justicia acá, en la tierra. Os siento infinitamente más prójimos que la estructura eclesiástica en estado puro. Pero el tema me pilla de refilón. Así que mis respetos, porque yo también me siento algo sectario y, si he de elegir, estoy con vosotros. Aún siendo consciente de que por aquí andan otros cristianos católicos de otras miras y otras filosofías distintas a las expresadas. Que también sufrieron aquella experiencia en aquel colegio, y, sin embargo, optaron por derroteros más estructurales. Con los que quiero convivir en tanto sea posible.
Más excitación esta noche me produjeron las intervenciones de Luis Carrizo, Isidro, Perico, Andrés Cortés y Marsa (Mª Teresa Martín Matos) a propósito de Eugenio Tascón y El buen uso del español. Malinterpretando a Luis Carrizo, a la voz de ya (viejas reminiscencias de cuando la mili era obligatoria) hasta en Mogarraz comprarán el libro de la RAE. Posible que Toñín, ese esbelto cerdo que yo no conozco en vivo, intente comprarlo antes de que alguien lo convierta en chacina; pero desde luego que Mogarraz se ha asomado al blog, a nuestro blog, para felicitar a Eugenio a través de Mª Teresa. ¡Qué curioso! En este blog que parece andrógino, consecuencia de las causas que lo originaron que no por otros motivos, una de las pocas firmas de mujer que se atreve sea esta artista, Marsa, amiga de Eugenio y portavoz del orgullo de unas gentes.
Dices, Isidro, que, en la división histórica del trabajo, duele ser el negro que engrandece al jefe que se pavonea en público. Tienes razón. Y quien más, quien menos, todos hemos sido esclavos de este mundo injusto que nos toca vivir, tengamos ética marxista o trentina. Y nos hemos dolido. Pero cuando hemos llegado a una cierta edad y seguimos creyendo en un mundo algo más humano que ni me atrevo a decir más justo- , pongámonos el mundo por montera y digamos lo que se nos pone allí; con mesura y sin agredir, por supuesto. Pero con claridad. Así que yo recojo otra frase que me evoca reminiscencias de pubertad: Al César (Eugenio en este caso) lo que es del César. Y el protocolo de la Academia, que se humanice. De igual forma que las condiciones de los mineros o la sociedad misma.
Me han gustado este par de destellos literarios: el presbiterio donde Luis quiso colocar a Eugenio y el fuera de bolos que aplica Perico a los señores académicos.
Me uno al deseo de Andrés, Eugenio: algún día cuéntanos lo que pudo pasarse por tu cabeza cuando tu cara enseña tanta socarronería. ¿Es tu sonrisa la de un seductor empedernido? Yo espero tus comentarios.
P.D.: Si alguien llegó al final de estos párrafos y mira la hora en que lo lancé a la aldea global, deduzca que lo que comencé anoche y lo tragó el sueño, se remató a la mañana, mientras me tomaba mi colacao matutino frío. ¡Salud, chavalería!
Jesús Herrero Marcos -
Mª Teresa Martín Matos -
Enhorabuena por tu trabajo, por ese valioso instrumento que contiene las palabras, y que nos aclarará las dudas. De lo que no tenemos ninguna duda es del enorme esfuerzo que has tenido que hacer para redactar el libro en tan poco tiempo, trabajando a presión, changándote. Con este palabro, me has recordado a mi madre, que me decía cuando era pequeña: no toques eso que lo vas a changar. Al instante dejaba de tocarlo, pero cuando se daba la vuelta, acababa como tú, changao, y es que en el fondo me podía la curiosidad, necesitaba explorarlo todo, como de mayor hago con los libros. Me gustan tus Obras, me siento segura teniéndolas cerca, porque en caso de duda, las consulto.
Menos mal que en esta ocasión, por lo menos te han mencionado y reconocido parte del mérito, aunque no todo. ¡Ya era hora que en la RAE se mencionara tu nombre! En una RAE moderna, de nuestro siglo, te habrían cedido la palabra y habrías estado sentado entre los Académicos, pero qué le vamos a hacer será que no entendemos la idiosincrasia de los sillones
Eugenio, nosotros reconocemos el mérito de todas tus obras, no sólo la de ésta. Mañana, te llamaremos por teléfono.
Besos
andrés cortés aranaz -
Pero nosotros, tus amigos, sabemos quién es el auténtico artista, y eso es de ley reconocértelo, a pesar de esa sonrisa socarrona con la que Josemary encabeza este apartado. Me gustaría saber qué pensabas en ese momento. Seguro que sería muy jugoso pasar de la sonrisa al comentario.
Un abrazo.
Pedro López LLorente -
Isidro Cicero -
Como a nadie le gusta ser la cara oscura de la luna, al principio uno se revuelve contra este sino; pero acaba resignándose, antes incluso de descubrir aquello que Adam Smith denominó la división del trabajo. No te han nombrado obispo de León, pero si el obispo de León de llama a su lado para que le escribas sus sacras pastorales, tú mismo en tu interior acabas consagrándote obispo a ti mismo. Piensas en obispo. No te han elegido alcalde de Toro, pero si el alcalde de Toro te contrata para que le ayudes a pensar sus intervenciones, razonar sus argumentos, exponer sus proyectos y defenderse de los ataques, no serás el alcalde pero sí una pieza insustituible de su cerebro. No eres el capitán Garfio, pero si estás en su hombro junto a su oreja avisándole de los trucos que el mago emplea contra él, entonces eres el loro del capitán
Adriano cuando era asesor de Tiberio, antes de ser su sucesor, tenía que esforzarse en sonreír y comprender porque muchas veces Tiberio presumía ante él sobre los discursos que él mismo le había escrito. Acababa creyéndose el autor, no sólo el intérprete. Al principio duele, ya digo, hay que tener mucho coraje para soportarlo. Pero luego te vas acomodando a la idea de la división del trabajo, tan antigua como el neolítico, y que en nuestro tiempo es la clave económica de la productividad capitalista. Marx vio ahí la clave de la enajenación del trabajo y del trabajador, pero, aunque para un obrero de la palabra estas sean condiciones laborales mortificantes, lo son mucho más las de los picadores que bajan al fondo del grisú y son hijos de tan buena madre.
La verdad, no habría sufrido nada el protocolo de haber incluido entre los intervinientes a nuestro compañero Cascón. No se habrían registrado mayores desmayos en ningún asiento de mayúsculas, ni minúsculas. Esos estudiantes, constituidos en público, habrían encontrado más práctica su aportación que las de los otros. Pero en la división del trabajo de la Academia, probablemente a Cascón le toca recopilar los datos y redactar los textos y a otros presentarlos al público en nombre de la institución de la que ellos cobran y Cascón también. Cascón además se lleva a casa un salario intangible que vale tanto o más que los otros. Saber íntimamente, eso es inalienable, y saberlo bien, cuál ha sido el valor que al producto resultante ha añadido cada quién.
Luis Carrizo -
Un cordial abrazo y enhorabuena por tu trabajo. Gracias
Eugenio Cascón -
La verdad es, al abrir el blog hace un rato, me he llevado una sorpresa grande. Sinceramente (y no es retórica) no esperaba esta pequeña traición de nuestro querido furriel. Cuando, a raíz de otras cuestiones, le di a él razón de la existencia del vídeo, no esperaba que lo hiciera público, aunque, conociendo sus aficiones, debí haberlo imaginado.
Muchísimas gracias a todos por vuestra felicitación y vuestros elogios. Mi deseo es ahora compartirlo con todos vosotros, pues subsiste en mi trabajo, en este y todos los demás, mucho de aquella educación virgocaminera (perdón por el abrupto neologismo) que recibimos y la que nunca he renunciado. Sin entrar en otras consideraciones, mi vocación filológica es fruto innegable de aquella formación humanística.
A los compañeros del grupo leonés, he de decirles que la presentación fue un acto muy de esa tierra, pues fue calificado en principio como un filandón en el que intervenían tres novelistas, de los cuales, uno, Luis Mateo Díez, es el escritor más genuinamente leonés que conozco y otro, Merino, es gallego de nacimiento, pero leonés de adopción y crianza. Por otra parte, Salvador Gutiérrez, de origen asturiano, es catedrático de la Univesidad de León y, en consecuencia, convertido al cazurrismo (no a la cazurrería, que es otra cosa). Finalmente, entre el público había más de cien alumnos de la citada universidad, llevados por el propio Salvador. Y, claro, las reminiscencias parameras que este humilde servidor aportaba.
Llevaría mucho tiempo y espacio responder a algunas de las preguntas que os hacéis en relación con el proceder de los académicos, pero esto no deja ser un blog. Ya hablaremos en otro momento, si surge, y os contaré algunas cosas que aquí no puedo ni debo. He trabajado durante diez años en la Docta Casa y os puedo decir que hay de todo: académicos que realmente se vuelcan y otros para los que ser académico es fundamentalmente eso, serlo. Es encomiable la labor de, por ejemplo, Salvador Gutiérrez Ordóñez, Ignacio Bosque, el propio Blecua y algunos más, fundamentalmente los filólogos, especie que paradójicamente escasea entre ellos.
Algunos consideráis que debieron haberme cedido la palabra. Tal vez, pero su protocolo es así: en estos actos solo hablan ellos o los invitados de relumbrón, cuando los hay, sean miembros de la Casa Real, del Gobierno, patrocinadores, etc. Blecua estuvo a punto de ponerme el micrófono un par de veces, pero creo que se lo pensó mejor por si acaso, pues sabía de mi malestar por cómo se había desarrollado algunas cuestiones. En fin, es lo de menos, al fin y al cabo yo solo era, aunque Javier del Vigo no esté muy de acuerdo, el negro y el libro no deja de ser una obra de la RAE. Ello no obsta para que ciertas versiones acerca de la elaboración del libro aparecidas en la prensa escrita y en algunas entrevistas radiofónicas me hayan provocado, a un tiempo, hilaridad y disgusto.
Amigo Julio Correas (yo sí te recuerdo: eras un estupendo portero y un hermano tuyo estaba en mi curso), permíteme deshacer un entuerto: la palabra whisk(e)y fue españolizada por la Academia hace años como güisqui, pero, como habrás podido comprobar, no ha tenido mucho éxito. Ahora se propone wiski, que tampoco creo que lo tenga. Espero poder contarte en alguna ocasión cómo es el proceso de incorporación de nuevas palabras al diccionario.
Amigo Javier del Vigo: muchas gracias por tus referencias a la amplitud de mi obra, aunque no hay tal, sino solo algunas cosas que he hecho más por afición que por otro motivo. Te diré que no me extraña que desconozcas el término changao, pues apenas se usa si no es en algunos lugares perdidos, como mi pueblo, aquel Mogarraz que algunos conocisteis durante el viaje a Salamanca y por cuyas calles aún deambula el simpático Toñín. Con todo, encontrarás en el DRAE el verbo changar. Por si te interesa, tengo recogidas muchas voces populares de aquella zona, donde el dialecto leonés, en su extremo meridional, comienza a convertirse en extremeño. Algunas las he incluido en artículos costumbristas que he dado a la luz.
En fin, gracias también a vosotros, Isidro Cicero y Mariano Estrada, maestros de la palabra. Y, cómo no, a José Luis Alcalde, siempre tan cariñoso, aunque yo no lo conocí como maestro.
Un abrazo para todos.
Javier del Vigo -
Querido Eugenio:
No compartí contigo vivencias personales en tiempos de la "cuasieducación" en la Paramera; que tú llegaste en 1963, cuando un puñado de la "yeguada61" pasábamos a la Escuela Mayor, por ser más viejos. Pero compartimos pasillos, profesores, capillas, campos de deportes... Ya sabes mi sentimiento: somos de los nuestros. Ramas de aquel árbol. Frutos de una misma experiencia.
Bajo este supuesto, comienzo por lo fundamental: felicitarte por la abundante obra que tienes editada a propósito del idioma, de cuya obra el libro que presentó la RAE El buen uso del español- en octubre es, por ahora, la última. La guinda que da color al vaso.
¡Enhorabuena, amigo; estoy con Inocencio, Isidro, Mariano, Julio y José Luis aplaudiéndote! Y entiendo que hayas quedado "changao", porque un libro es tan duro de gestar como un hijo. ¡Si lo sabrás tú, que tienes una buena colección de partos en las librerías del país, a cada cual mejor! (Incluyo, de paso, el verbo "changar", que desconocía, en mi particular diccionario de palabras de uso popular que llevo construyendo desde hace meses. ¡Gracias por descubrírmelo!)
También yo como dice Mariano que hizo- he mirado el vídeo de la presentación. No soy experto lingüista ni mucho menos conozco los intríngulis de ese cementerio de elefantes que es la RAE. Pero me llamó la atención la pregunta con la que encabezo este artículo, realizada por una muchacha de la Universidad de León. ¿Cuál es el trabajo de los escritores, oigan?
A mí, -como a Inocencio, Isidro, Julio, José Luis o Mariano- me hubiera parecido fundamental una sexta silla presidencial en aquel salón; para que Eugenio Tascón contase en primera persona la estructura del libro, las razones profundas y concretas de una edición tan interesante para quienes gustamos de conocer los entresijos de un idioma vivo O que cualquiera de quienes presidían, excepto Blecua por razones de protocolo, te hubiera cedido a ti la silla. Para demostrar que los académicos consideran realmente a los escritores. Y el escritor del libro eres tú; no eres su de ellos- negro. Poco o nada me interesa del video lo que contaron Soledad Puértolas, Salvador Gutiérrez, Luis Mateo Díez o José María Merino. Yo aquí he venido a hablar de mi libro,-podrías haber dicho, remedando a aquel. Ellos (perdónenme si prejuzgo en vano) parecían mandaos cumpliendo el protocolo con un horario rígido.
Así que, acabando de visionar la crónica, quedé pensativo respecto a la pregunta de la joven universitaria leonesa: ¿Cuál es la consideración que tienen los académicos con los escritores? Y me monté la película, imaginativo que soy: me gustó Luis María Ansón, sentado entre el público, aunque en primera fila, que rehusó sentarse entre los escogidos, presidiendo la presentación de un libro en el que no había intervenido. Cambio, entonces la pregunta de Julio de ahí arriba: ¿algunos podencos no debieran dedicarse a podar árboles? ¿O a esquilar borreguitos? ¿Los señores académicos también se endiosan?
Concluyo: ¡Enhorabuena, Eugenio! Buscaré el libro por las librerías. Ha de ser muy interesante.
José Luis Alcalde Revilla -
joseito chiquitito
Julio Correas -
Mi enhorabuena por tu trabajo que ansío encontrar en breve en alguna librería pues seguro me ha de enriquecer en la cualidad fundamental de la persona: ser capaz de comunicarse lo mejor posible con los que nos rodean.
He de decir que me sorprende que algunos de los contertulios de la Academia que presentan tu libro adolecen de los mínimos imprescindibles de la oratoria para presentarse en público. Tanto balbuceo, tanto carraspeo, tanta palabra vana para encontrar el hilo de la conversación, tanto silencio incómodo que revela la falta de vocablo expresivo, me ha hecho incómoda la visión del acto, especialmente si decimos que los participantes son prebostes Académicos de la Lengua que Fija, Limpia y da Esplendor.
Tuve la suerte de tener a Don Emilio Alarcos Llorach de profesor y beber de su Fonética y Fonología.
En una práctica de oratoria nos hizo comprobar que incluso los mejores comunicadores, quizás por falta de preparación del tema, utilizaban menos del 10% de los vocablos necesarios para una correcta información.
¿Será posible...?
Mi formación anglosajona, no en vano mi licenciatura y doctorado en filología inglesa, siempre me han llevado a pensar si en nuestro idioma español adolecemos de esa impronta anglosajona que reza: un vocablo es permitido y es parte del idioma y del diccionario si es de uso común de los hablantes del pueblo.
Pero aquí somos demasiado puristas. Cuántos años para aceptar tantos y tantos vocablos de uso común como por ejemplo la tan usada palabra "gilipollas". Y lo peor es que casi nadie sabe quién era el imponderable e impresentable Don Gil y sus pollas (niñas) que asistían a las fiestas de la alta sociedad del Madrid dela Villa y Corte.
Ni hablar de la palabra "escrache" que tiene un par de días.
Me pregunto: ¿alguno de éstos prebostes españolizará algún día la palabra whisky?
O tendremos que esperar a que catalanes y vascos nos indiquen el camino...
¿Por qué el de Cuenca no es Cuenco, bodoque el que va de boda y al que los árboles poda no se le llama podenco?
Un abrazo y mi felicitación sincera por tu trabajo.
Mariano Estrada -
Finalmente, hemos disfrutado viéndote, porque, eso sí, se te ha visto bastante. Quien tomó las imágenes sabía perfectamente cómo destacar la parte más callada del mérito de la obra. Enhorabuena por tan importante trabajo. Un abrazo
Isidro Cicero -
inocencio fdez. mdez. -
El dios Jano bifronte
enero
El antiguo calendario romano tenía diez meses, desde marzo hasta diciembre, seis de treinta días y cuatro de 31 días, lo que daba un total de 304, más un lapso invernal de unos sesenta días durante el cual no se registraba la fecha.
Según la tradición, el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, estableció en el siglo VIII a. de C. los meses de enero y febrero.
Enero en latín, Januarius, con 31 días, fue creado en homenaje al dios Jano, representado con dos caras, que regía las entradas y los comienzos, y pasó a ser el primer mes del año, desplazando a marzo. Se cree que la medida haya obedecido al hecho de que los cónsules se elegían en enero.
En bajo latín hispánico se llamó janairo, luego en lengua romance janero y finalmente enero. En portugués se asentó janeiro, en inglés january, en francés janvier, en italiano gennaio.