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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

EL ESCAPULARIO DEL OVEJO

EL ESCAPULARIO DEL OVEJO

En esta fotografía que me ha enviado Fray Francisco "el ovejo", entre quienes "quiero" reconocer a Moisés, Ariztimuño, Angel Luis, Daniel Orden e Isidro Cícero, y en estas otras que os dejo al pie de este artículo, se ve al Ovejo tapándose el escapulario con la capa.

Leed lo que me escribe en su carta y su explicación:


 

"el que no se vea el escapulario negro, es que yo nunca pude asumir esa diferencia de hábito y siempre que tenía que aparecer en público lo tapaba siempre con la capa. Recuerdo cuando os bajaba con vosotros a los médicos siempre ponía la capa recogida delante, para tapar dicho escapulario, quizá fuera mi falta de humildad. También siempre aparezco con libros en las manos por mi deseo de estudiar y ser sacerdote, fué algo que siempre llevé muy en el corazón.

Recuerdo una vez que bajé a León con el P. Eulalio, en Navarro óptico, a mi me llamaron Padre y a él Hermano. Me dijo que nuca más iría a ningún sitio conmigo, y entonces, yo me adelanté y dije, este es el P. Superior y el Hermano soy yo.

Esas diferencias en personas tan versadas en Teología que conocían muy bien lo que dice Jesús: El mayor hágase como el menor y otras muchas cosas.

Si te fijas un poco los sacerdotes aunque llevaran capa, seimpre se veía la capilla blanca por debajo del cuello y destacaba mucho más que el cuello que llevo yo de una camisa.

Todo esto no tiene importancia.

Os quiero mucho y tengo grandes deseos de poder veros.

Un abrazo para todos.

Fr. Paco, sacerdote.

 


En esta foto en la que fray Francisco posa con dos apostólicos ante la fachada del estudio y dormitorios de la Escuela Menor se observa que hacía poco tiempo que el Colegio había sido terminado, ya que aún abundan los cascotes y el material de obra por el entorno

nota.- dejo estas tres fotos en el álbum LOS FRAILES de Ver Fotos/Documentos.

12 comentarios

Daniel Orden -

Me sumo a todo lo dicho arriba. No puedo dejar de entrar para, en justicia, agradecer a P. Francisco tantos cuidados y tantos afectos, !qué gran persona!. Un abrazo.

lalo -

Hipólito, necesito comunicarme contigo con urgencia. ¿Me puedes mandar un email?
lalofmayo@gmail.com
Gracias y
salud
Lalo

Hipólito Fraguas -

Amigo Vibot, acepto tu invitación y desgrano algún que otro recuerdo al mencionar el P. Pedro su "atalaya".
Efectivamente era algo que sentía que estaba por encima de nosotros y él siempre impecable... Así nos impartía "clases" de buenas maneras que alguna aún recuerdo: como usar el pañuelo, como limpiar las uñas...
Aquella zona y el hábito imponían... era como un ser superior. El P. Pedro me imponía respeto.
Por otra parte recuerdo charlas con él en el despacho en plan cariñoso y asequible porque yo me sentía intimidado.
En conjunto no recuerdo nada negativo de él sino todo lo contrario.
De su compañero de trabajo el P. Enrique ya no es lo mismo me causaba miedo. Recuerdo particularmente una bofetada, que me dejó los dedos marcados en la cara por subir una noche a los dormitorios charlando en la fila con un compañero y la torta solo la recibí yo. Lloré de rabia en la camarilla.
Sin embargo nunca le guardé rencor, era lo que se llevaba en aquellos tiempos...en las familias, en las escuelas, en los colegios. Lamento que falleciera sufriendo mucho, según me comentaron en La Viren del Camino o Corias.
Mi vida profesional ha transcurrido tratando con adolescentes y jóvenes.
Sinceramente reconozco que las experiencias del colegio me sirvieron de mucho, tanto lo bueno como lo malo. Considero que mi estancia en él, en líneas generales, me resultó positiva.
Sin embargo no soy capaz de imaginar a mis nietos que ahora tiene 2, 3, 4 y 8 años, que al cumplir 11 ó 12 vayan a vivir internos en un colegio durante 9 meses.
Estoy esperando a que alguno alcance esa edad para ver como son y cómo sería yo en aquel entonces.
¡Según van pasando los años cada vez miramos más hacia atrás!
Un abrazo a todos.

Antonio Argüeso -

¡Ay Isidro! que parece resultar que el hambre es benéfico para el cuerpo. Ya lo decía García Márquez: de joven pasé hambre porque no tenía con qué alimentarme y de viejo por culpa de los médicos (él lo decía de forma más elegante, claro).

Prometo ante todos los blogueros que este 2014, en una de las cada vez más raras escapadas que haga por tu tierra, aviso con tiempo. A ver si podemos pasar otro rato agradable. ¡Ah! y lo de que escribes poco es por el deleite de leerte: siempre nos sabe a poco.

Santos, yo no puedo ayudarte con los nombres de los fotografiados; sólo reconozco a Isidro y no veo por ningún sitio a Ariztimuño, que era del 59; me gustaría saber quién es Daniel, pues también se me despinta en esta foto.

Vibot -

Hipólito, ¡qué bonito eso de "Escribo por nostalgia" que te ha quedado tan natural y cálido.
Como lo de darle al P. Francisco desde Galicia noticia de que ha salido el sol después de tanta lluvia.
Escribe más.

Y ¿alguien puede decir por el orden de la foto todos los nombres de quienes aparecen?
¿Tal vez tú?

Pedro Sánchez Menéndez -

Yo también recuerdo las atenciones del P. Francisco conmigo cuando me quedaba enfermo en la cama en aquella habitación en la que dormía en medio del dormitorio de camarillas. Siempre me atendió con mucho afecto. Gracias, Francisco. Un abrazo. Pedro

Isidro Cicero -

Antonio, ¿callado yo? ¿de verdad lo piensas? Pero si no paro de escribir aquí en este blog. Ya ves, yo me tengo por uno de los más locuaces, pero puede que esté confundido.

Eso de la foto no es el jersey amarillo. De pico. El jersey amarillo de pico nunca llegué yo a ponérmelo, lo vi puesto en otro cuerpo que no era el mío.

Yo calculo que lo de la foto no es un jersey sino un cardigan homemade de color crema, tejido y cosido en casa por mi madre. Pero tampoco lo puedo asegurar.

Me dejas preocupado con lo de pasar hambre. No hay derecho. No hay justicia social y hay que liberarse como fray Francisco se liberó de la tela negra. ¿Tiene la culpa el cardiólogo de que cuando vienes por la tierruca nunca me llamas para quedar a comer?
Pues no le hagas caso.

Hipólito Fraguas -

Esta foto quizá sea de los inicios cuando llegamos al colegio los primeros en noviembre del año 1957.
Escribo por nostalgia. Soy gallego como Fray Francisco, creo recordar que solo éramos dos de esta tierra.
Tengo tres recuerdos especiales compartidos con él: llevarme a León a extraer una muela, el agujero lo taparon las adyacentes que por suerte aún siguen ahí; curarme en un hombro un forúnculo de caballo y atenderme de unas notables anginas que me impidieron irme con los demás compañeros para Palencia en el día señalado, septiembre de 1962.
¡Hay que ver como afloran los recuerdos de pequeñas cosas y de acciones de personas que suplían a nuestros padres!
Un abrazo padre Francisco.
¿Sabes una cosa? Aquí en Galicia, Pontevedra, después de casi tres meses de lluvia luce el sol.

Vlbot -

Y añado más, Ovejiño, tú fuiste para nosotros mucho más Padre que la mayoría de los que llevaban el escapulario blanco.

¡Ah, y la anécdota del óptico y el padre Calzón, buenísima y divertidísima!
No deberías haberle desengañado, la verdad es que Eulalio siempre tuvo pinta de arriero paleto venido a más, mientras que tú dabas siempre la talla -irradiando bondad, calor humano y simpatía, además de buen hacer curativo- de un joven y flamante Prior.
¡Ahí queda eso!

Antonio Argüeso -

El Padre Ovejo fue uno de los que nos ayudó para no morir en el intento. Intento de qué, allá cada cual. El mío creo que, por aquello de vocación, era el de no pasar hambre de mayor. Pero no lo conseguí (igual porque “perdí la vocación”). No lo conseguí porque hace ahora 9 años, tres meses y catorce días que, desde que un cardiólogo desalmado me metió miedo, paso hambre, vaya que paso hambre.

Pero volvamos al Padre Ovejo, al que todos queremos. Fíjate si le queremos que hasta el callado (y por tanto, siguiendo los silogismos del Presidente, sabio) Isidro nos ha regalado una entrañable descripción de su labor y de lo bien que estábamos cuando nos cuidaba con tanto amor y cariño.

Y repito lo que he dicho alguna vez, que está bien que de vez en cuándo se nos recuerde que la “organización” aquella era inhumana; no se puede repetir ni por asomo. Añado un dato. En Las Caldas atravesé un periodo que hoy diríamos depresivo y me enviaron a pasar el invierno en Montesclaros. El superior era el P. Bravo, que desgraciadamente y dolorosamente para mí ha borrado ese tiempo de su memoria. El P. Bravo quiso humanizar algo aquella organización y, por ejemplo, declaró a la seguridad social a Víctor, que todos los que pasasteis por allí seguro que recordáis y que afortunadamente para él pudo beneficiarse un tiempo de ello. Y en Montesclaros había otro criado. Y resulta que este criado tenía un hermano que también trabajaba de criado, pero en Las Caldas. Así pues el P. Bravo, un día que tenía que bajar a Santander conmigo, le propuso que nos acompañara; le dejaría en Las Caldas al ir y lo recogería al volver. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando este criado nos comentó que hacía exactamente 21 años (importante el detalle de 21 años, no “unos 20 años”) que no veía a su hermano. ¡Y vivían a escasos kilómetros! ¡Y había continuamente frailes que iban de uno a otro convento!

PS/ Isidro, el jersey de la foto ¿no es amarillo?

Isidro Cicero -

COÑO QUÉ FOTO.
De chaval, yo quería mucho a fray Francisco. Creo que en esta forma de posar se nota. Incluso podría decir que podía yo presumir de ser hasta un poco amigo de fray Francisco, me mostraba confianza, protección, afecto. Algunos alifafes me convirtieron además en asiduo cliente.
Por las mañanas, le oías venir al dormitorio cacharreando todavía desde muy lejos. Tú, metido debajo de la manta y quizá tiritando de fiebre, custodiabas el calor que el cuerpo había capitalizado durante toda la noche. Eras un banquero del calor, disfrutabas de la tibieza con avaricia. Había cesado ya la música inoportuna por incompatible con el dolor de cabeza y te sumergías en un placer nunca confesado: que la gripe te regalara una o dos jornadas dulces en las que poder rascarte a gusto, sin carreras sobre la escarcha, sin hombradas en el agua semicongelada y sin el acompasado concierto de toses de la primera misa.
Como estábamos en el internado, las cosas se hacían todas a una. Al cerrarse a la vez las puertas de todas las camarillas, el clic multiplicado de las pequeñas pestañas hacía un estampido semimetálico que duraba segundos. Después todos los zapatos apresurados, cientos de ellos a la vez por el pasillo; por fin el silencio frío y blanco del dormitorio para ti solo. Fray Francisco llegaba mucho después del estallido de los clics. Y volvía a despertarte.
Llegaba precedido del ruido de las puertas generales, de una fragancia de café con leche y galletas cuando tocaba el desayuno y de alcohol de farmacia de 96 grados cuando tocaba inyección. Cuando tocaba inyección te venía amenazando desde la distancia. Recuerdo que a mí me gritaba: “¡Ciceroncico, la vueltecica!”. Yo me preguntaba entonces de dónde le vendría a él aquella dicción aragonesa, a él que era gallego de lluvia y calma. Ahora que lo pienso, lo mismo estuvo en Villava o vete tú a saber.
Te trataba bien, con mucha delicadeza, con sabiduría. De tu camarilla pasaba a la de otros que también se habían quedado en cama aquella mañana.
Por la tarde, cuando te traía la merienda tenía menos prisa, se sentaba contigo a hacerte compañía. A mí me hablaba mucho de las poesías de Rosalía, de las follas novas, me recitaba sus poemas gallegos que yo escuchaba encantado. Recuerdo uno que yo le pedía que me repitiera porque me parecía precioso el sonido de la x en la palabra lonxe y muy gracioso cómo ponía los labios para pronunciarlo.
Ya s’ oyen lonxe muy lonxe
As campanas do Pomar
Para min ay coitadiño
Nunca mais han de tocar…

Ahora, mientras escribía lo anterior, me volvió a la mente el recuerdo de otro poema que a él le gustaba especialmente y me recitaba siempre:
Castellanos de Castella
Tratade be aos galegos.

Tratar bien a los gallegos, tratar bien a los niños, tratar bien a los cristianos, tratar bien a los humanos. Tratar bien. El trataba bien a todo el mundo pero no se consideraba bien tratado por su organización cuando le tenían reservado una indumentaria de grado inferior a la de los demás. No se consideraba más que los otros, pero tampoco menos. Tenía muchísima razón en esto. Yo estaba con él.
Recuerdo que vivió la apoteosis mediática de fray Martín de Porres con una mezcla de orgullo y de reivindicación. Pero lo que más recuerdo de él es la liberación que le supuso – vi sus ojos claros llenos de lágrimas- el día que pudo compartir con todas las de la ley el hábito de los dominicos, santo en cuanto igualador. Siempre pensó que el escapulario negro y la carencia de capucha blanca era discriminatorio y humillante. Entonces había mucho clasismo: había padres, hermanos, legos, donados y no sé si alguna otra clase social más.
Fray Francisco que era un bendito de Dios, no podía con ello. Recuerdo que le abrazamos compartiendo su emoción el día que se liberó de aquel estigma.
Porque siempre es un motivo de orgullo y satisfacción, siempre es un placer presenciar y compartir las ocasiones de liberación de los hermanos. Aunque sean liberaciones pequeñas como ésta que comento son liberaciónes del hombre, de la humanidad. El que se libera un poco se libera mucho y el que no se libera ni siquiera un poco sigue siendo donado toda la puta vida.

Vibot -

Ovejo, los sueños se cumplen sobre todo cuando se lucha por ellos.
Es muy conmovedora tu carta, hasta en los menores detalles, y revela una herida muy honda y dolorosa y un enorme espíritu de superación y de ideal.
Ese último párrafo en el que dices "Si te fijas un poco los sacerdotes aunque llevaran capa, seimpre se veía la capilla blanca por debajo del cuello y destacaba mucho más que el cuello que llevo yo de una camisa." pone el dedo en la llaga de algo que te fue muy mortificante durante años. Terminas diciendo que todo esto no tiene omportancia pero has necesitado decírnoslo después de tantos años, como una catársis...
Sabes que puedes, Ovejiño, ya somos todos un poco enfermeros de viejas heridas. Nosotros también te queremos mucho a ti, pero como nunca vienes no podemos demostrártelo. ¡Tú déjate caer y ya verás!
Estoy seguro que hablo en nombre de muchísimos.
¡Muchos besos y abrazos, Padre Ovejo!