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Andrés Trapiello, premio Troa por ‘El final de Sancho Panza’

Andrés Trapiello, premio Troa por ‘El final de Sancho Panza’
El escritor leonés Andrés Trapiello se ha adjudicado el premio literario Troa Libros con valores en su cuarta edición, dotado con 10.000 euros, por su novela El final de Sancho Panza y otras suertes. El premio se concede a una novela publicada el año anterior a la convocatoria y escrita por un autor español que destaque por su calidad literaria y por la trasmisión de valores sobre la mejora de la persona y la sociedad, ha informado en una nota la Fundación Troa, que creó el galardón en 2012.

El final de Sancho Panza y otras suertes (Destino) es la segunda parte de Al morir don Quijote, y narra la búsqueda de fortuna en las Indias del fiel escudero de don Quijote, su sobrina, el ama y el bachiller Sansón Carrasco. El jurado ha otorgado el premio al libro ganador por «su gran calidad literaria, así como los valores que transmite». Trapiello es autor de varias novelas, entre ellas El buque fantasma, premio internacional de Novela Plaza & Janés en 1992; Los amigos del crimen perfecto, premio Nadal y Los confines.

Como ensayista ha publicado, entre otros títulos, Las vidas de Miguel de Cervantes y El arca de las palabras, y también es autor de ocho libros de poemas, entre los que se encuentran, por ejemplo, Las tradiciones.

11 comentarios

Javier Cirauqui -

Por supuesto que estoy seguro que Andrés Trapiello se merece el premio y mucho más y que realmente es un gran escritor. Todas las semanas leo su artículo en el Magazine. Conozco sus poemas y algunos de sus diarios.
Estoy de acuerdo con Vibot cuando dice: " A mí el Andrés que más me gusta y me conmueve es el que es el que se confiesa vulnerable, romántico, exquisito pero labrador de su huerto y su oliva, etc." No así otro.
De todas formas espero tener tiempo para leer los dos tomos "Al morir Don Quijote" y varias obras más que no conozco.

He leído tu escrito, Luis Teódulo, "Del vino y del b
Quijote", que me ha encantado. Me ha gustado tu dedicatoria: "en honor a ustedes, por espacios compartidos, y a mi querido profesor de literatura Pablo Huarte que me inyectó este veneno maravilloso de la literatura".
Coincido contigo en el agradecimiento al Padre Huarte por inculcarme ese maravilloso veneno de la literatura, primero en Villava y luego en la Virgen del Camino. Siempre recordaré que siendo muy niño, me enseño aquel poema villancico de Juan Ramón Jiménez: "verde verderol, endulza la puesta del sol..."
Luego hubo oros como el P. Iparraguirre, el P. Felipe y alguno más.
Un saludo con cariño, José Teódulo. Javier

Vibot -

Gracias por tu abrazo, Teódulo, que te devuelvo cariñoso, y por ese grato viaje vinícola por el Quijote.
Feliz primavera.

Luis Teódulo -

Uno no es un escritor consagrado como es el caso. Sólo aficionado que trata de disfrutar de la escritura como escape y razón de ser en especiales momentos. En honor a ustedes, por espacios compartidos, y a mi querido profesor de literatura en el Colegio, Pablo Huarte, que me inyectó en vena este veneno maravilloso de la literatura, va este humilde artículo, escrito nada menos que en 1977 y que trata del Vino y del Quijote, dos de mis pasiones más preferidas.

DEL VINO Y DEL QUIJOTE

El entorno geográfico que rodea a los famosos personajes cervantinos es vinícola por naturaleza. La acción se desarrolla en tres de las regiones vitivinícolas más importantes de España. “En un lugar de la Mancha...” en toda su primera parte. En Aragón, en gran proporción de su segunda parte, donde, según confesiòn de la dueña de los duques, las catarros son muy frecuentes en esas tierras, quizás por el cierzo reinante en ellas. Para terminar finalmente su viaje aventurero en Cataluña. El camino de don Quijote está jalonado de ventas donde lo único que existe para saciar la sed del cansado caminante es vino.

La oposición de caracteres, de mundos e ideas que los críticos vislumbran en los dos principales personajes del Quijote –don Quijote y Sancho Panza- se vuelve a poner de manifiesto al tratar de enjuiciar la obra bajo el prisma que a nosotros más nos interesa: el vino.

“El Quijote” no es una excepción porque el vino, el tema del vino, está latente y candente a lo largo de toda nuestra literatura y de cualquier otra expresión artística que haya intentando calar, de alguna manera, en la esencia de nuestro pueblo.

Mientras don Quijote se muestra completamente apático a cualquier elemento físico, -el alimento, el vino, el placer- ya que sus preocupaciones son puramente espirituales, Sancho Panza se nos revela, a través de toda la obra, como un consumado y sabio conocedor del vino; un fino catador de sus bondades e incluso precursor y fundador de las denominaciones de origen , como más tarde veremos.

Sólo hay una ocasión, en que don Quijote, más por voluntad ajena que por la propia, bebe un trago de vino. Y es cuando, rodeado y atendido por todas las mozas de la venta, (“Nunca fuera caballero de damas tan bien servido...”) con las armas y la celada puesta, le levantan la visera y por una caña que ha horadado el ventero, le van echando el vino a la boca.

Aparte de esta mención, no hay en el libro otra en que don Quijote, demasiado atareado con sus pensamientos amorosos y metafísicos, se decida a regalar su cansado y castigado organismo con una gota del divino líquido. Solamente va a hacer uso de él, como medicina milagrosa, cuando después de alguna de sus intrépidas aventuras, tenga que curar el bueno de Sancho los huesos descalabrados de su señor. Así Sancho pedirá vino al ventero para curar a don Quijote del candilazo atizado por un cuadrillero en su cabeza.

Esta virtud curativa del vino se repite intensamente en nuestra literatura, en El Quijote o en el Lazarillo de Tormes, lo que hace suponer que era sobradamente conocida por la gente. El pueblo curaba sus heridas físicas con vino, como aquí el bueno de Sancho, pero también sabía que a veces el vino es capaz –si se le cuida bien- de curar también los malos humores de entre los más oscuros rincones de nuestro espíritu. Si don Quijote hubiera puesto en práctica estos sabios conocimientos de su escudero, a buen seguro que se hubiera evitado más de un descalabramiento y bastantes de sus devaneos intelectuales.

Definitivamente, don Quijote no ha sido ni será nunca un buen conocedor del vino y de sus virtudes, ya que su desasosiego interior le incapacita esencialmente para ello. Así, su imaginación enfebrecida va a darle ocasión de acometer una de sus más desgraciadas aventuras: “la brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto”

Que don Quijote confundiera los molinos con gigantes o los rebaños con ejércitos es algo que se le puede perdonar. Pero que acuchillara los indefensos cueros de vino tinto, como un vulgar ladronzuelo nocturno, clama al cielo del desatino y explica el enojo y alguno de los puñazos que el ventero propinó al enloquecido caballero.

Sancho Panza, en cambio, que es el pueblo, el hombre sencillo y simple, lleva siempre en sus alforjas la bota de vino. “Iba Sancho Panza como un patriarca con sus alforjas y bota...”

El vino es para Sancho un fiel compañero en el largo y penoso camino; la ocasión propicia para sentarse en el prado, a la sombra fresca del árbol, y conversar con la gente de bien que se cruza en el accidentado viaje: con los cabreros, con el escudero del Caballero del Bosque, con el paisano Ricote y sus compañeros, con el lacayo Tosilos... Cada vez que esta escena se repite, la pluma de Cervantes se humaniza más si cabe y adquiere su prosa un calor y color desconocidos. Y cuando don Quijote hace alguna cariñosa alusión a esa sana costumbre de Sancho de frecuentar la bota mientras platica con los amigos, Sancho contesta: “A todos nos sabe bien, bendito sea Dios”.

Y no son de desperdiciar las buenas ocasiones que la fortuna pone por delante, “cuanto más que los escuderos de los caballeros andantes casi de ordinario beben agua, porque siempre andan por florestas, selvas y prados, montañas y riscos, sin hallar una misericordia de vino”.

Hay una escena donde se refleja magistralmente los profundos conocimientos que, en lo tocante al vino, tiene Sancho Panza. Están algo apartados de sus señores el escudero del Caballero del Bosque y el escudero del Caballero de la Triste Figura, conversando amigablemente. El del Bosque ofrece la bota a Sancho Panza “el cual, empinándola, puesta en la boca, estuvo mirando a las estrellas un cuarto de hora.” Debió de estar contándolas Sancho a juzgar por el tiempo transcurrido en el venturoso trago, mientras el chorro caía limpiamente a su garganta como una lluvia del cielo.

- “¿Este vino es de Ciudad Real? –exclama Sancho-. ¿No será bueno que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos que, en dándome a conocer cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura y las vueltas que han de dar, con todas las circunstancias al vino atañaderas?”

Pero donde su sagacidad brilla más, donde, con juicioso acierto, pone las primeras bases de un auténtico Consejo Regulador de Denominación de Origen, es en sus ordenanzas que despacha, como testamento postrero, a sus súbditos aragoneses de la Insula Barataria. Sancho Panza vela con inquebrantable entusiasmo para preservar al buen vino de todos sus enemigos y para que sus súbditos puedan gozar de todas sus bondades con la más absoluta garantía. Quizá pensase que un pueblo que bebe buen vino es un pueblo con el corazón alegre y con el ánimo dispuesto a acometer empresas cada vez más ambiciosas.

He aquí, pues, una parte de las más sustanciosas de Las Constituciones del gran gobernador Sancho Panza: “ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la república y que pudiesen meter en ella vino de las partes que quisiesen con aditamento que declarase el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama y el que lo aguase o le mudase el nombre perdiese la vida por ello”

Y así el paje trae nuevas del gobierno de Sancho a su mujer Teresa e hija Sanchica:“Porque quiero que sepan vuesas mercedes que las señoras de Aragón, aunque son tan principales, no son tan puntuosas y levantadas como las señoras castellanas; con más llaneza tratan con las gentes”

Terminaré aludiendo a una de las páginas más bellas que jamás se hayan escrito. Y es esa en que, después de dejar el gentil y regalado hospedaje en el castillo de los duques – pidiéndoles licencia para partirse a Zaragoza- saliendo a la campaña rasa, cabalgando gentilmente sobre Rocinante y respirando ya el aire puro y libre de los campos solitarios, don Quijote exclama:
- “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…”

Sería bueno que procurásemos que la bota del precavido Sancho, en el caminar junto a su señor Don Quijote en busca de nuevas aventuras, estuviese siempre bien colmada, velando por el buen nombre, la fama merecidamente ganada y la bondad de todos nuestros vinos españoles."

Con un fuerte abrazo, Vibot, lalo, Heredia, Pajares... todos los demás, amigos todos, que la fortuna os siga acompañando.






Vibot -

Y no nos olvidemos de su hermano Pedro García Trapiello, otro escritorazo impagable cuyo libro "Al río y por ahí" -como todo lo suyo- es una inagotable bocanada de aire fresco y muy puro, de escritura inventiva y chispeante totalmente adictiva.
Siendo además un dibujante fino y otras cosas, como un botánico de primor, etc...
Otro hermano, Jose María, con un precioso libro sobre viejas palabras olvidadas,"Lo mismo que cerezas", creo recordar ahora que se titula, también bebió de aquel agua lustral que dice Lalo.
Coincidí con los dos en Caleruega y Caldas. Y con José María hasta Salamanca. Los dos se hacían querer, originales y peculiares como eran.

lalo -

Sería el agua del Torío, que llegaba hasta el pozo artesiano (la Perfo) con el que se llenaba la Pisci.
Se ve que los Trapiello tragaron mucha agua en aquellos días.

Salud

Luis Heredia -

- Pues esto de escribir bien no, muy bien, debe ser asunto de genética, Sancho.
- Cierto es, mi señor, pues Andrés Martínez Trapiello escribe como su primo y como los ángeles.

No sé si habréis notado que ésta es una traducción libre y mía actualizada.

¡Enhorabuena, Andrés, por este suculento premio¡

Ramón Pajares Box -

Gracias, amigo Vibot, por tus noticias e impresiones sobre la segunda parte de "Al morir don Quijote". Me espolean aún más las ganas de leerlo, pero antes tengo que terminar la primera.

Y después, el Quijote en lenguaje actual. ¡Cómo me intriga el tratamiento que le haya dado Trapiello!

Vibot -

Laliño querido, pues yo no sé si lo hace a posta. En sus diarios se percibe que él es así: original, de una inteligancia penetrante y una sensibilidad natural, y muy cultivada al mismo tiempo, que le lleva no sentirse bien con muchas cosas entronizadas sin razón o con torvas razones de interés... A mí el Andrés que más me gusta y me conmueve es el que se confiesa vulnerable, romántico, exquisito pero labrador de su huerto y su olivar, lector alucinado y desbordante crítico de argumentos sutiles, desasosegado paisajista del alma... y ese caudal de humor cuando es feliz. Por si era poco.

Felicidades, Andrés, si nos lees por aquí.

Vibot -

Querido Ramón, ya te digo yo, que la he leído, que la segunda parte le quedó tan bién como la primera, si no más.
Y no creas que el resultado de esa "traducción" del Quijote es difícil de pronosticar. Será muy parecido a estas dos nuevas partes suyas. De hecho, él mismo comenta, en una entrevista en su precioso e incitante blog "Hemeroflexia", que empleó la misma técnica literaria. Y que mientras por las mañanas escribía sus continuaciones, por las tardes iba "traduciendo" al español actual todo el Quijote durante más de una década.
Dices, Ramón, que has empezado a leer, estas partes por razones inesperadas... buenas sean si te han traído hasta aquí. No hace tantos años que yo leo a Andrés Trapiello, de hecho he tenido que esperar a que se reeditaran algunos tomos inencontrables de sus Diarios para poder completar la lectura de los mismos -ya sólo me falta el que está por salir-, cosa que he hecho con enorme placer y mucha pena de que se acabaran.
Ese Quijote suyo, a parte de lo que dé que hablar, va a dar mucho que leer a muchos. Todos saldremos ganando.

lalo -

Yo también me alegro.
Andrés Trapiello ya está en sazón para optar a más y superiores premios literarios. Por edad y por obra. Sobre todo por obra, que es lo que importa.
Pocos autores hay hoy en España que tengan tantos, tan variados y tan valiosos trabajos publicados (novela, poesía, ensayo, investigación, periodismo, conferencias...), con sus profundos viajes en torno al mundo cervantino. Este camino lo culmina con la atrevida reescritura/actualización del mismísimo Quijote que, eso seguro, traerá ríos de tinta.
Que desde que dejó el Colegio no ha parado, vamos.
Ah!, y tiene otro gran valor, como es que no deja indiferente a nadie que lo lea o que lo oiga. Esto lo hace adrede, claro, lo cual está muy bien.
Salud

Ramón Pajares Box -

Me alegro por Andrés Trapiello.

Por razones inesperadas, he empezado a leer su "Al morir don Quijote" y estoy encantado. No sólo escribe, estilísticamente hablando, muy bien --casi tanto como Luis Carrizo--, sino que conoce el mundo del Quijote y el lenguaje del siglo XVII de un modo sorprendente, que atrae.

Estoy esperando que se publique su Quijote con lenguaje actualizado: es un reto importante de resultado difícil de pronosticar. Ahora también me pongo en la lista de libros pendientes de leer esta segunda parte de la vida post-quijotesca de Sancho. Espero que le haya salido tan bien como la primera, y el hecho de que haya recibido un premio es alentador.