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EL CAPÓN MERECIDO

EL CAPÓN MERECIDO

A petición de Luis Carrizo, y a condición de que me escriba sobre lo que quiera, vuelvo a publicar el comentario de Manolo Díaz en el que recuerda la poesía que le valíió a Isidro Cícero un capón del P. Domínguez.

 


 

(publicado en el blog 23-9-2007)

Manolo Díaz

De regreso a Vetusta después del puente de San Mateo, lo primero que hago es adentrarme ávidamente en nuestro blog. Y leo, en clave de golosina, el relato número nueve de la Vendedora de Globos. El autor, mi amigo, Rey Midas de la palabra y de la amistad, me ruboriza cuando se refiere a mí, pero agradezco lo que dice porque sé que habla desde un amor recíproco templado por Cronos en la fragua de Vulcano.

Cuando hablo de Cícero, mi GPS biológico me traslada a Santander. Allí pasé unos días a finales de agosto. Cantabria fue siempre para los asturianos una tierra querida y hermana. Ahora, además de eso, es parte de mi corazón porque tengo una nietuca cántabra. Se llama Dora, tal cual, en hipocorístico permitido por el registro civil.
Y plagiando a mi entrañable Marianín, os puedo asegurar  
“que tiene un beso en la cara, 
que es mío, que por quererla 
me lo arrancó sin besarla”. 

Andrés Cortés, que tiene a su Leyre, habla mi lenguaje de abuelo. En ese lenguaje de código común espero conversar largamente con él, en la próxima luna nueva y después de que nuestros cuerpos, en elocuente silencio, se fundan en un abrazo magnificado por un espacio de tiempo que abarca dos generaciones. 

Digo, por tanto, que en Santander, además de disfrutar de mi nietuca, disfruté de un par de mañanas que me regaló Cícero. Y con él como “Cicerone”, paladeando su magisterio, pateé un pequeño rincón de la Cantabria infinita, leyendo con los pies, que es como realmente se leen las ciudades, una página de ese inmenso libro de historia entrañable que tiene en su último renglón el nombre de Dora. 

La dimensión connotativa de la palabra “historia” me transporta a las clases del P. Domínguez y a los libros de S.M. ¿Qué habrá sido del P. Domínguez? 
En aquella literatura mural hermana de los “pliegos de cordel”, Cícero parodió el antiquísimo tema del sabio en unos versos que, en mi traicionera memoria, recuerdo así: 
“Cuentan de Tascón que un día
tan pobre y mísero estaba 
que sólo se sustentaba 
de unos ceros que ponía. 
¿Habrá (para sí decía) 
otro más hueso que yo? 
Mas cuando el rostro volvió 
halló la respuesta viendo 
a Domínguez suspendiendo 
los pocos que él aprobó”. 
E incluso añadía una nota exculpatoria: “No ponemos Padres porque nos rompe la medida del verso”. 

El P. Domínguez, qué duda cabe, tenía fama de hueso. Pero yo, que pasé muchas horas con él organizando nuestra incipiente biblioteca en una de las rinconeras hurtadas a las aulas, vecina de aquella otra que, camuflada como balonera, albergaba a la peña taurina El Viti, estoy en condiciones de afirmar que detrás de aquella apariencia pétrea había un gran corazón. 

Cierro ventanas y sigo con las clases de historia. En una de ellas, emulando la mayéutica socrática , el P. Domínguez nos planteó el siguiente dilema: “Mi madre (siempre hablaba de su madre) sale todos los días a comprar el pan. ¿Eso es un hecho histórico?”. Opinamos, debatimos, pero no recuerdo haber llegado a ninguna conclusión. Entonces aun no había leído yo a nuestros escritores del 98. ¡Cuántas veces recordé esta anécdota mientras descubría la “intrahistoria” de la mano de Azorín!.
Ningún historiador de oficio reflejó la sociedad española de siglo XVI mejor que el bendito Don Anónimo, autor del Lazarillo, en cuyas páginas, paradigmas de la intrahistoria, está la clave para responder, 46 años después, a la pregunta del P. Domínguez.

Y he vuelto a quedarme sin espacio para incluir el cuento de los Hermanos Grimm. 
Porque yo entiendo que las intervenciones en el blog tienen que ser como los buenos culinos de sidra que se escancian en los chigres asturianos: Cortinos y con restallu, para que se puedan paladear de un solo trago, que es lo preceptivo. O sea, es lo mismo que decía Teresa de Cepeda: “Los sermones cortos mueven los corazones y los largos los culos”.

Manolo Díaz

5 comentarios

Miguel Ángel Díez Ordóñez -

Y para, de alguna manera, volver al tema inicial de la intrahistoria y al hilo de lo que dices, Luis, de la irracionalidad, y sin querer escapar de las preguntas, recojo ésta, que es de las que no buscan una respuesta, sino plantear una interrogación, que no son preguntas trampa, sino preguntas-avance, pero que no avanzan si el peso del mundo es desequilibrado; ésta es de Unamuno: ¿No será acaso el derecho una ficción lo mismo que la comedia?

Miguel Ángel Díez Ordóñez -

Como entrometido que soy en vuestro blog no me importaría entrometerme y acompañaros un rato en el encuentro de Valladolid, estoy pensando en ello y en otras cosas y no si me será posible...el viaje no me costaría mucho, soy ferroviario, pero para que me resulte enteramente atractiva la oferta de Heredia, id haciéndome un ingreso de esos billetes de 19€ que manejáis vosotros, gandules.
Si puedo asistir, os lo comunico.

Luis Heredia -

Antológico el escrito de Manolón y la poesía de Isidro es para enmarcarla.

Miguel Angel, como observarás, nadie se ha atrevido a contestar a tus preguntas, ahora. Y eso que no hay publicidad por el medio. Muchos te están esperando en el próximo encuentro cara a cara para decirte algo más de cuatro cosas y ya verás lo que te contestan. Cuando te vea, yo participaré también aunque solo sepa que no sé NADA, excepto sobre el tiempo, que sé ALGO, por ser fiel seguidor de Fernando M. Box. Si no, al tiempo. Yo tenía terror a la Filosofía hasta que empecé a entender lo racional que podía llegar a ser lo irracional. Fué al repetir 6º de Bachilerato fuera del Colegio en el 68 con un ilustre profesor, Dizi (qepd). Posteriormente, cursando 5º de Derecho con Filosofía, caí del caballo y me abrió la mente de par en par para comprender y entender todo lo que había estudiado en los cursos anteriores y lo que debería ser la lógica y la creación y aplicación de las leyes. Hoy día, me reafirmo en mi tesis de que lo irracional prevalece sobre lo racional, sobre todo en materia fiscal, y otras, y que tristemente el fin siempre justificará los medios. Conclusión filosófica de lo más reduccionista y pobre por mor de la vagueza de pensamiento de los que nos dirigen y para los que el pensar ya no hay lugar donde ocupar de tanto como saben, de lo suyo.

Miguel Ángel Díez Ordóñez -

En sexto curso nos dio(léase impartió)filosofía el P. José Luis; era seco, serio, alejado, introvertido, enjuto, muy correcto, no recuerdo su apellido, Pérez??, era de Salamanca??, creo que sí, que lo diga la memoria de mi curso... y nos ponía unos exámenes 'que te cagas', 'de 7º de carrera', lo que después dijeron 'que te cagas y te meas por la pata abajo', y una pregunta de filosofía sobre causa-consecuencia me impactó y trastocó y me la guardó la memoria: ¿Por qué enrojecen las cerezas?
Otro sofisma: Mi madre va todos los días al mercado, ¿eso es un hecho histórico? (No es un hecho relevante para que sea histórico, era la respuesta correcta)
Esta pregunta anteriormente referida a Domínguez a mí me la planteó José Luis... lo cual demuestra que los profesores también copian, o no? De Aristóteles, de Platón, de Nietzsche... y hasta de las respuestas de los alumnos, creo que también. A ellos por copiar les pagan y a los alumnos se les suspende... no acierto yo muy bien a ver cómo es posible, cómo superar las fricciones generacionales, las de identidad cultural, geográfica, etc. etc.
Los humanos somos siempre lo mismo pero hay unos que te hacen unas preguntas que otros ni imaginamos y por eso los recordamos... son los que nos guían en este desconcierto.
Hubo otras muchas preguntas de filosofía de 6º delas que me gustaría ver los disparates que contestamos a aquella edad y que me gustaría ver los que podemos contestar a ésta:
-Explica cuál es el saber vulgar, la razón científica, filosófica y teológica de un terremoto?
-otra... la misma pregunta pero en vez del terremoto del desenfreno pasional?
-¿Donde hay amor hay deseo? ¿Por qué? ¿Dónde hay deseo hay amor? ¿Por qué?
-El determinismo impide ser libre. Si la voluntad se autodetermina imposibilita con eso la libertad? ¿Por qué?
-¿A qué se debe que nos resulten tan difíciles de entender y definir el tiempo y el espacio?
Ésta ya, como Einstein no está, se la dejo para Hawking.
El P. José Luis nos instruyó en filosofía de 6º de bachiller; el texto lo detesto: filosofía 6º, ediciones s.m., e.benlloch-c.tejedor, así con minúsculas; de él, en cambio, guardo un grato recuerdo.

Luis Carrizo -

¡Qué celeridad, Cortés! Has vuelto de tu retiro veraniego con la energía de un pablorromero. Has matado, además, dos pájaros de un tiro: hacer que aparezca un escrito de Manolón y permitirme releer la décima de Cicero. Ambas cosas me han gustado bastantísimo. Me he apuntado lo de la sidra con restallu. Qué ignorancia la mía, con lo que me gusta la sidra y no había yo incorporado esa expresión a mi vocabulario particular. Ahora precisamente estoy en Normandía y aprovecho cualquier punto para beber la que aquí hacen, que está también buenísima. No tiene restallu, pero al abrir las botellas tienes que tener mucho cuidadín porque los tapones salen disparados como tiros. Un día he de informarme acerca de las diferencias de elaboración de esta sidra y de la asturiana.

Cuentan de un sabio que hundía
cada vez que se expresaba
el castellano que hablaba
con su atroz anglofonía...

Ahí tienes, Cortés, este inicio de décima, o espinela, que decíamos, es parte del encargo que me haces.