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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

JOSE LUIS ALCALDE, HACIA EL ACHICAMIENTO TOTAL (por Isidro CICERO)

JOSE LUIS ALCALDE, HACIA EL ACHICAMIENTO TOTAL (por Isidro CICERO)

El día que se me murió Marga, me escribió aquí José Luis Alcalde Revilla: “...Te repito lo que te dice el PaPedro desde nuestra casa. Para no ser pesao...en nombre suyo, me expresa lo que yo siento...joseíto chiquitito, el alcaldito”. Dos días después me repitió por teléfono: “Solo te digo lo que te ha dicho Pedro. Adiós. sidrín. Muchos besos”. Su voz, borrosa, abdominal, se me pareció demasiado a otra que me había envuelto y poseído por completo cada minuto durante el último medio año. “Gracias, José Luis, cuídate tú mucho”, le dije con lágrimas. “También les mando besitos a tus hijos”, añadió. “Gracias, José Luis. Les explicaré quién eres, querido amigo”. 

Comprendí que ya estaba en la última etapa de su viaje hacia el achicamiento. Un viaje irreversible en el que te vas anonadando y disolviendo, él mediante el método de envolverse en una niebla de diminutivos: “alcaldito”, “chiquitito”, “joseíto”, “besitos”. Los itos sonaban -hacía tiempo ya que sonaban así- como tildes castellanas para acentuar los golpes de voz de un empequeñecimiento decidido. Cada ‘ito’ sonaba como un brote de fragilidad, una llamada de atención, un reclamo de ternura y cercanía.

Cada “como dice Pedro” sonaba a la programación de una renuncia a la propia autonomía. 

Al final de la vida estas llamadas son muchas veces gemidos silenciosos. Estremecen estas llamadas porque son clamores en el desierto, nadie es capaz de responder lo suficiente, nadie tiene corazón bastante a esa altura. Son, claramente lo digo, peticiones de amor conmovedoras, pero siempre insuficientemente respondidas. Ahí llegaremos todos, por lo visto lo digo.

Esto era en 2016, a finales.

Durante 2017 tuve ocasión de visitarle varias veces con otros amigos en su habitación de la Virgen del Camino. Seguía su gran corazón sonriendo a mansalva, pero ya estaba claro que no era él quien abría la boca. Una vez me dijo que no estaba allí nada bien. Que se asomaba a la ventana y no veía nada más que campo y campo y campo. Sin personas. Que él donde tenía que estar era en Madrid, no allí sin hacer nada, con los brazos cruzados. pero no le dejaban ir a Madrid. Porque, claro, como una vez se cayó y les costó mucho levantarlo del suelo, tenían miedo a que se repitiera. “Pero qué va, qué va... si yo me encuentro estupendamente”. Entretanto, seguía de viaje, peregrinando hacia la lejana infancia de los cariños seguros. Ya en 2018 coincidió que le estaban llevando en una silla por la zona de la portería y estaba yo por allí. Me quedé mirando la piel de su cara, deslumbrante con el sol, su mirada que no miraba nada, su boca abierta lo que daba de sí, sonriendo al universo. No me acerqué, de lejos le tiré con los dedos de la mano un beso de despedida. 

Era fraile, pero se autodefinía como besucón. Era liturgista. Pero, “in suprema illa hora”, prescindió de los ritos del hisopo, el incensario, las cuatro velas, las coronas, el “no temas hermano”. “el ahora vamos a cumplir nuestra obligación de darle cristiana sepultura”, el “encendemos la luz junto al cuerpo sin vida del hermano”: renunció a la ceremonia de la estola morada y el evangeliario sobre el féretro, que el ceremonial romano reserva a aquellos cuerpos de varones que en vida se revestían con vestiduras de fiesta para presidir las asambleas de los fieles.


Nuestro amigo, este fraile, cuando ya había llegado a una consciencia muy elevada de las cosas y no había empezado a descender la cuesta, decidió romper la esclavitud de la tradición e intervenir en la homilética de su última hora. Su cuerpo servirá de material para el estudio científico en alguno de los departamentos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo.


Hace unas semanas oí al actual provincial de los dominicos hablar sobre la radicalidad de la liturgia en el funeral de otro fraile que había sido profesor de esta materia en Roma y había escrito estudios relevantes sobre ella. Dijo el provincial en Las Caldas algo notable: La Iglesia siempre cree como ora. Pues bien, si en estos tiempos aprende la Iglesia a orar al estilo como lo ha hecho Alcalde en sus propios funerales, es decir, donándose, significará que empieza a dar a la colaboración más importancia que a los antiguos ceremoniales, a los instrumentos que mejoran la vida del ser humano en este mundo, más importancia que a la tradición, al samaritano que cayó en manos de atracadores, más que al recital de salmos en el templo, y más incluso que al templo mismo. Ese es, a lo que yo he entendido, el último sermón de Alcalde Revilla. Profundo conocedor de los salmos, estoy seguro que el día que tomó esta decisión eligió los más adecuados para componer su propio oficio divino de aquella jornada. 


A mí, lo de besucón no me choca porque yo besuqueo. He estado viendo diccionarios y compruebo que la palabra está presente en todos los idiomas menos en el hebreo que no la encontré. En inglés a besuquear lo llaman snog y smother with kisses, cubrir de besos; o dishing out kisses que interpreto como andar por ahí repartiendo besos.


Los franceses y francesas tienen sus expresiones como es lógico. Desecho una con un sentido demasiado francés, que seguramente desecharía también nuestro querido amigo difunto y me quedo con couvrir de baiseres. Sbacciucchiare es como lo llaman los italianos; los portugueses beiocar, los alemanes Abküssen, los suecos hångla, lo polacos całować, los rumanos a pupa, los griegos μπαλαμουτιάζω, los turcos Öpücüklere, los chinos 一通狂亲, los japoneses ~とセックスする y los árabes الإسبانية.
No la encuentro en hebreo y ya lo siento. José Luis veneraba el hebreo.

Yo le recuerdo en Caleruega sobre todo enseñando la lírica de los Salmos hebreos a través del libro Salmos. Traducción y notas de Luis Alonso Schökel. Se había publicado aquel mismo año en Madrid. Alcalde disfrutó con aquel libro, que por cierto yo recuerdo con tapas verdes, aunque debo de estar equivocado porque no localizo ninguna edición con esas características. Como la memoria de las percepciones sensoriales no me suele fallar por antiguas que sean, digo yo que acaso el verde fuera el forrado del volumen en vez de la cubierta. Los muchachos también lo disfrutamos, hablo por mí, analizando los géneros literarios en aquel cancionero antiquísimo, localizando los recursos estilísticos de los desconocidos autores. Pocos años después, otro libro de Schökel, La formación del estilo. Libro del profesor, me fue muy útil para las clases de literatura que daba y para el resto de mi vida. 


Recuerdo otro hecho cultural que también protagonizó Alcalde en Caleruega, o mejor dicho dos. El primero fue una representación teatral muy sobria de los Misterios Gozosos que realizamos en el coro con motivo de la Navidad, con un formato de simbolismos concatenados. Recuerdo una melodía pastoril muy sencilla que Alcalde dijo que era de origen dórico y recuerdo que se incluyó una pieza de la Santa Sofía de Constantinopla que también cantó él,a 

El otro acontecimiento tuvo más calado. José Luis nos puso la grabación, no creo que fuera un disco, de la cantata Jeanne d’Arc au bûcher, del compositor suizo Arthur Honegger sobre un texto del poeta católico francés Paul Claudel. No sé porque llaman suizo a este músico si al parecer nació en la misma ciudad que Blandine, la mujer de mi amigo Luis Carrizo y murió en París. En Santander nadie me supo dar razón de este oratorio cuando años después quise volver a escucharlo. No debí de tardar mucho en olvidarme de la obra que ahora me vuelve a la cabeza de la mano del recuerdo de Josè Luis. Sé que hubo una versión de la Fura del Baus y al menos otra de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de México. Hoy he visto esta última y me ha parecido extraordinaria. Creo que en 1967 no la entendí o al menos lo que ahora me ha transmitido, no recuerdo haberlo tenido nunca en mi mente. 


Contaré una cosa más. Cuando falleció Marcelino García Sal, fui a Oviedo a participar en su despedida. Nos juntamos muchos antiguos compañeros y Alcalde fue el que dijo la misa. Pedro López Llorente nos guió después a la sidrería Compostela, donde nos dieron de comer muy bien por nueve euros. De José Luis Alcalde aquel día traje tres recuerdos. El primero, fue ver confirmada su vertiente litúrgica: sobre los ropajes de misa se colgó al cuello la tarjeta plastificada del primer encuentro de antiguos alumnos que celebramos en la Virgen del Camino hace 11 años a iniciativa del grupo de León. Creo que sería la del propio Marcelino. “Esto es hoy mi pectoral”, eso sí recuerdo que me lo dijo.


Lo segundo que me chocó fue la lectura del evangelio. No por el texto que eligió, las bienaventuranzas, sino porque a los verbos les cambió los tiempos. En vez de bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios, por ejemplo, dijo porque ellos han visto a Dios, han sido consolados, han poseído la tierra, se han hecho con el reino de los cielos… se veía que había reflexionado a fondo sobre aquellas sentencias conocidas como propias de un género llamado macarial que no es exclusivamente cristiano. Al parecer también se aplicó a los dioses del olimpo y en Egipto y en Israel a los difuntos. Los difuntos son felices porque ya no sufren. Estas sentencias suelen aparecer en futuro o en presente, pero Alcalde aquel día acopló su tiempo al tiempo de Marcelino para dar a entender que las bienaventuranzas ya se habían cumplido en él.  


Me chocó también la homilía. Un niño le había preguntado cuándo empieza la persona a tener conciencia de Dios. José Luis le dijo: Nada más nacer, cuando abres los ojos y te encuentras con la mirada de tus padres, todo amor, eso es divino, percibes a Dios.
Así que Alcalde llevaba años desandando el camino. Con tantos diminutivos, con tanto reparto de besos a diestra y siniestra, peregrinaba hacia atrás. hacia la meta de la bienaventuranza. Es decir, la infancia, la repetición del primer encuentro de amor, calor y acogimiento. José Luis Alcalde esta acogida en el nido caliente del empequeñecimiento le parece divina, no digo que no.

Me viene a la mente el final de Odisea en el espacio 2001. 

10 comentarios

Carlos Águila -

Que decir de Jose entregado a su misión en Cuba aunque era corta disfrutábamos un mundo el mes o los dos meses que venia a Trinidad me unía a el una entrañable amistad siempre que venia nos buscamos cuando ni podía ir a la Habana nos hablamos por teléfono me ayudo mucho con mis estudios de Francés y nunca olvidare su entrañable cariño donde quieras que estés te voy a recordar siempre querido y amado Jose Chiquitico

fernando muñoz box -

No sé si me entristece más la muerte de José Luis Alcalde o el hecho de haberme enterado ayer por la noche, sin tiempo ya para acudir a Vallecas.
Cuando la muerte de alguien próximo nos afecta uno no sabe a quién debe dar el consabido pésame. La muerte de José Luis a mí también me pesa... Pero al mismo tiempo consuela y alegra imaginar como ha tomado él esta circunstancia de la vida. Porque uno le imagina alegre y confiado y uno siente santa envidia.
A Pedro un abrazo muy fuerte y él más que yo sabe que vivir mucho nos proporciona más sinsabores pero también más alegrías. Y creo que los dos estamos esperando tranquilos "el santo advenimiento"

Ramón Hernández Martín -

Permitidme una vez más el atrevimiento de enviaros a estas altas horas de la madrugada, tal vez como un apretado abrazo de Alcalde o como una de sus más abiertas sonrisas, el correo que estoy enviando a mis contactos con motivo del artículo que acabo de publicar en el blog. Lo copio y os lo pego a continuación:

"Queridos amigos:
A estas altísimas horas de la madrugada acabo de dejar en mi blog el artículo número 39 con un tema ("Las diferencias enriquecen") que me sirve de frontispicio para los próximos post que dedicaré a los "valores", original y trascendental sistema de un dominico que fue profesor mío. Llega el momento de atarse bien los machos, ceñirse el cinturón y lanzarse a la aventura de descubrir muy esperanzadores horizontes. Os animo a intentarlo.
¡Ah!,si las próximas semanas encontráis alguna dificultad para entrar en la página de RD, no desesperéis, pues se deberá a que su dirección está llevando a efecto importantes mejoras.
Dormid como troncos y despertad como jilgueros. Feliz finde a todos.
El enlace: http://blogs.periodistadigital.com/esperanza-radical.php/2019/02/10/p422460#more422460".

Gracias por vuestra "jobiana" paciencia.

Isidro Cicero -

Sí, Luis Heredia. Soy consciente de que no escribí una necrológica al uso. Quise aproximarme a una ruptura radical del estilo obituario para acercarme al estilo rompedor del personaje. Gracias por hacérmelo notar.

Luis Heredia -

Sidrín, somos muchos los que nos deleitamos con tus comentarios, tu estilo y el sentimiento que derrochas. En este caso, te habrà supuesto doble esfuerzo porque un obituario no es fácil de redactar según la persona que se ha ido, que no es lo mismo que decir “nos ha dejado” . Y màs, tratándose de PaAlcalde por la huella que nos dejó a todos porque él nunca nos dejarà. Ya ves, no solamente los novicios que le disfrutaron sino también los que le conocimos más tarde o los alumnos que tuvieron la fortuna tambièn de haber participado de su vida.

Isidro Cicero -

Vaya, compruebo que se me ha pasado agradecer el comentario de Carlos Tejo. Un abrazo y perdona, amigo.

Isidro Cicero -

Gracias y besos tamnien por vuestros comentarios, Pajares, Cirauqui, Froilán. Y gracias Josemari.

Isidro Cicero -

Carrizo, era verde, ya vi la foto que me mandaste. También me la mandado de Vallecas. Pero no era traducción, sino introducciones y notas. En eso estaba comfundido. Gracias. Y besos!

Luis Carrizo -

debemos

Luis Carrizo -

No quiero convertir un treno en memoria de José Luis Alcalde en un ditirambo en honor a Isidro Cicero. Sé muy bien que no es el lugar, ni es mi pretensión, ya digo. Pero me es imposible no subrayar la maestría con que Cicero ha ido hilvanando las evocaciones de nuestro llorado y admirado pAlcalde con esa sabia dosis de sensibilidad, erudición e inteligencia tan propias de él. Estas bellas e inteligentes líneas que nos has dado a leer, muy admirado Cicero, han reverdecido y revitalizado mis sentimientos hacia el pAlcalde y conseguido que mi íntimo tributo hacia él sea aún más intenso y cariñoso.
Me ha gustado especialmente esa alusión al "ito", al diminutivo, al niño que fuimos y que devemos esforzarnos por volver a ser. Una homilia que conviene oír y meditar cada día y que el pAlcalde había, sin duda, hecho suya desde antes, incluso, de que nosotros le conociésemos.
Me acordaba, al hilo de tu semblanza, que con Alcalde, y a propósito de sus comentarios sobre el libro de los salmos que tú citas, y que, en efecto, es verde, porque lo tengo yo ahora mismo sobre la mesa, aprendimos aquello del paralelismo sintético y antitético, que tanto juego nos dió en nuestras cultas bromas de entonces.
He abierto el libro por el salmo 130 (no me acordaba que este salmo describía al pAlcalde): "Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre". En el comentario al pie, de Luis Alonso Schökel, puede leerse (te lo señalo porque sé que tú no crees en las casualidades):"Cristo llama una vez a sus discípulos "hijitos", promete no dejarlos huérfanos..."
Dos cosas para terminar. Hiciste muy bien en no meterte a traducir el verbo besar en francés.Se usa "dar un beso" porque el vebo besar ha degenerado su sentido primigenio. Y dos, en Le Havre tienen a Honnegger como un havrés más. El conservatorio, par exemple, lleva su nombre.
Un beso.