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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

YUGADAS Y AÑOS LUZ (Por Luis Carrizo)

YUGADAS Y AÑOS LUZ (Por Luis Carrizo)

Entrañable fotografía de un día de san Froilán en los últimos años de vida del viejo Santuario de la Virgen del Camino.

YUGADAS Y AÑOS LUZ

 

En el transcurso de uno de los surrealistas y siempre geniales monodiálogos telefónicos de Gila, aquel de la guerra, donde  habla con el enemigo acerca del inminente avance que este último tiene previsto llevar a cabo, hay un momento en que el humorista, tras preguntar si van a venir muchos, exclama: “¡hala!, ¡qué bestias! No sé si tendremos balas para tantos”. Cuando el día cuatro de octubre leí yo en el Diario de León que se esperaba una afluencia de setenta mil romeros para el san Froilán de este año, pensé, un poco como Gila: “¡qué burrada! No sé si habrá avellanas para tantos”.     

 

Se diría que desde que los astrónomos comenzaron a medir el espacio en años luz cúbicos, hemos dado por inaugurada la era de la desmesura. Venecia, según dicen las crónicas, va a acabar hundiéndose del todo por el insoportable exceso de turistas. En Pamplona, a no mucho tardar, tendrán que hacer los encierros en la autopista de las afueras porque parece ser que la imparable marea de participantes pronto resultará ingobernable. Y el pueblo de La Virgen del Camino, con su excelentísimo y reelegidísimo alcalde don David Fernández Blanco a la cabeza, se verá conminado a celebrar el san Froilán en Facebook y a vender las avellanas por Amazon si el número de visitantes continúa por esos derroteros. 

 

En los primeros años cincuenta, época en que según todos los indicios hubo de ser tomada esta foto, solo se juntaban setenta mil personas para aclamar al Caudillo por antonomasia, y es que en León capital, para dar una idea, apenas se raspaban los sesenta mil habitantes. Esta fotografía, que no es de las más significativas, pues solo refleja los aledaños de la fiesta, lejos de los puestos de venta y de los tendejones donde se entrecallaban los chorizos y cocían las morcillas, alcanza no obstante a mostrarnos que el día de san Froilán, gracias a lo comedido de su censo, de personas y automóviles, aún constituía por aquellas calendas una romería a la medida del hombre. Hoy la calificaríamos de romería sostenible: público numeroso pero sin llegar a agobiar; carros y animales, nada contaminantes, como únicos medios de transporte con derecho a entrar en el Real de la feria; y las eras, impolutas, sin bolsas ni botellas de plástico, sin cajas de pizza llenas de pringue y sin rastro de latas de refresco o cerveza.

 

La iglesia (que ni se imaginaba lo que muy pronto le iba a caer encima) se yergue presidiendo la escena, majestuosa en su sencillez, y con toda razón: no olvidemos que en el retablo de su altar mayor ocupaba y ocupa un lugar preferente —codeándose con el apóstol Santiago como quien no dice nada— el obispo Froilán, patrono de León, que, a fin de cuentas, da nombre y ocasión a esta fiesta.

 

Los hombres que aparecen atravesando la escena, muy apaciblemente por lo demás, honran al santo patrón con sus trajes de fiesta y lucen camisa blanca, abrochada hasta el cuello como era la costumbre, y cubren su cabeza con la también consuetudinaria boina para que no se desorienten los historiadores futuros. Los dos que entran por la izquierda, salta a la vista que vienen de comprar sendos yugos, pues yugos, horcas, bieldos y rastrillos, y todo tipo de aperos de labranza eran, junto con las mantas zamoranas, las madreñas y la alfarería, los objetos más buscados por los visitantes. Aunque no se nos den pistas acerca de sus nombres, es seguro que todos responderían a alguno sonoro, católico, apostólico y romano, propio de la época: Fabriciano, Benigno, Apolinar, o quizá, Cándido, o Eustoquio, o Baudilio…

 

Los chavales, en semejante acontecimiento, y aprovechando que mirar era gratis, teníamos la ocasión de extasiarnos contemplando las deslumbrantes y ruidosas tómbolas que se instalaban en los alrededores del Santuario, o escuchando, embobados, la envolvente palabrería con que los charlatanes engatusaban a quienes se paraban a hacerles corro. Con algo de suerte, y si caían algunas perras, llegábamos a montar en los caballitos o en las cadenetas —que en los coches de choque fuera lujuria—, o hasta comprar un helado de cucurucho al heladero ambulante que con un tentador y sugestivo rótulo pintado en el frente del carrito en que los transportaba, proclamaba a los cuatro vientos “Helados la Ibense”, nombre evocador, cuyo misterio yo desvelaría muchos años después, cuando supe de la existencia de un pueblo llamado Ibi, en la provincia de Alicante.

 

A mí, volviendo al san Froilán de este año, que estoy utilizando como contrapunto al de la fotografía objeto de estas divagaciones, no me parece mal que en este día se presente en el pueblo la desorbitante muchedumbre de visitantes ya citada, a pesar de que una vez acabada la fiesta queden tantos deshechos y tanta basura de toda índole en  las calles del pueblo, que más que una romería parezca que lo que allí tuvo lugar fue una quedada de universitarios. A alguien le beneficiará después de todo, pienso yo, aunque ese beneficio mucho me temo que no redunde en pro de los genuinos usos y costumbres tradicionales, y la romería, en tributo a su masificación, vaya perdiendo su esencia para diluirse en el magma común con que se van ahormando y uniformando todas las cada vez más semejantes ferias y romerías de España. 

 

Y si termino con estas algo amargas consideraciones es porque, a pesar del ingente número de compradores potenciales (y aunque el periódico no contase nada de esto el día seis, porque los periódicos ya se sabe que solo van al bulto), me consta que sobraron avellana. Chorizos y morcillas se vendieron “para el arreglo”. Y los puestos de yugos no se llegaron ni a estrenar.

 

 

 

 

Alicante, 14 de octubre de 2019

.Luis Carrizo

9 comentarios

Luis carrizo -

Perdona, Alfonso LOSADA, por el cambiazo que di a tu nombre en mi respuesta del día 29 a tus amable comentario del día 28. Te cambié el apellido y acabo de darme cuenta ahora, al abrir la página para contestar a Cirauqui.
No estés eternamente enojado...

Luis Carrizo -

Amigo Cirauqui, sigo y seguiré diciendo que tienes una memoria privilegiada. ¡Qué envidia! Espero que, para redondear la cosa, solo te acuerdes de las cosas buenas (seguro que será así). Me ha hecho mucha gracia que lo que más te gustase de las delikatessen eran los pepinillos, cebolletas y aceitunas. Me ha hecho gracia porque me ha descolocado, pero tenías mucha razón: siempre se asocia a los niños con los caramelos, aunque yo tengo que reconocer que, aun no siendo mi mayor deseo en los san Froilanes, las aceitunas me gustaban y me siguen gustando muchísimo. Entre ellas las negras con pimentón de la Vera y cebolla, típicas de León. Además por aquí, por Levante, hay una gran tradición y afición por los encurtidos, con lo que mi devoción aumenta de día en día. Para que te hagas una idea: én estas tierra puedes comprar en el mercadillo no solo las alcaparras, que es la flor, como sabes, y aquí llaman tapenas; los alcaparrones, que son el fruto, aquí llamados también tapenones; sino los tallos de la planta, igualmente preparados en vinagre. Esta planta es como el cerdo del reino vegetal, se le aprovecha todo.
Veo que también la desmesura y el turismo de masas ha llegado a San Sebastián. Es lamentable lo que cuentas de los bares. Creo que para saborear algo tradicional vas a tener que agarrarte a la tabla de salvación del matatxerri o asistir a alguna txarriboda o al Cuto divino de Tafalla. Además es la época. Te digo esto para que veas que tus enseñanzas no han caído en ningún pedregal.

Francisco Javier Cirauqui -

Querido Luis Carrizo:
He leido tu hermoso y realista relato sobre la romería de San Froilán con mucho placer. Siempre me han gustado las ferias, romerías, mercados y manifestaciones populares.
Aún recuerdo las romerías en la Virgen del Camino con sus misas, sus romeros y sobre todo con sus mesas de chorizo, morcillas, avellanas, pirulís, chupetes de caramelo, rosquillas y otras delicadezas, hoy llamadas delikatessen, pero lo que yo más ansiaba con gran deseo eran los pepinillos,
cebolletas y aceitunas. A los que no teníamos visitas solo nos dejaban dar una vuelta rápida por el trayecto del santuario hasta el colegio sin meternos por el pasadizo.
Recuerdo que una vez hubo una concentración de Vírgenes en la explanada y había muchos romeros de todas las tierras de León. Ese día si pudimos curiosear libremente por los puestos del mercadillo. Era un día radiante y luminoso, la gente estaba feliz y alegre.
De todas formas esos tiempos no volverán, a lo sumo disfrutaremos de algún mercadillo medieval o una degustación de quesos.

Todo se ha masificado y mercantilizado tanto que pocas cosas hay auténticas.
Hoy todo se colecciona y se guarda en una foto, los pinchos,las catedrales y hasta las amistades.
Tienes razón lo de la masificación de los Sanfermines y otras fiestas. No tienen nada que ver con los que yo vivía de niño y joven. Pero dejémonos de nostalgias que no viene al caso.
En estos omentos se está viviendo un alarmante fenómeno en San Sebastián con los turistas que lo abarrotan todo y se están perdiendo todas las costumbres de la ciudad
y abundan los bares solo para turistas y si te descuidas te dan con el plato en la espalda. El txikiteo se va perdiendo y la gente de Donostia procura ir a bares particulares o huye de la parte vieja.

Bueno, Luis, gracias por tu excelente artículo y un fuerte abrazo. Javier

Luis Carrizo -

Agradezco, Alfonso Luengo, Antonio Argüeso y tocayo Luis, vuestros comentarios, que son los que le dan calorcillo y sentido a estos escritos --hoy se trata del mío-- pues es de lo que viven y por lo que viven mayormente.
Lamento una vez más, tras sentir esta cordialidad forzosamente lejana, no haber podido estar en Montesclaros por saludar y abrazar a todos los asistentes, que he visto en las fotografías del blog. Viendo, además, las espléndidas del convento que ilustran la entrada que acaba de colgar el furriel, me da más pena todavía. Digamos con don Quijote, por consolarnos, que aún hay sol en las bardas.
Un cordial y fraterno abrazo.

Luis Heredia -

Los que ya no con tanta frecuencia escribimos por aquí, pero sí leemos con la misma que desde su nacimiento, no escribimos por escribir o rellenar espacio.

Las joyas que nos deja Luis Carrizo son para lucirlas los que disfrutamos de su lectura.

Antonio Argueso Gonzalez -

Qué relato más entrañable, Luis. Su lectura me ha alegrado dulcemente esta soleada mañana.

Buena memoria tienes también, José Manuel, que yo no recuerdo nada, absolutamente nada, de las seis fiestas de San Froilán que en principio tuve que pasar. Sí recuerdo "los días de visita", que en mi caso era, en el mejor de los años, uno y unas escasas horas entre la misa mayor y el rosario; justo el tiempo de comer el bocadillo de tortilla con mi madre. A ella le llevaba tres días de trajín el poder pasar esas tres o cuatro horas conmigo.

Ya veis Luis y José Manuel, la nostalgia que rezuma en vuestros relatos es contagiosa.

Alfonso Losada Vicente -

Gracias, Carrizo, por tu inmejorable relato de cómo eran las romerías de entonces; hoy se asemejan a los botellones, "es el progreso"
dicen. Me has recordado mi niñez, muy bonito.

También, gracias para ti, José Manuel, por animar el Blog. Tienes respuesta para todo, y siempre con chispa, muy amena. Los que sabíamos que no íbamos a tener visita, estábamos jugando en el campo, a cualquier juego, y los que esperaban visita, se quedaban en la recreación, más de uno se llevaría un chasco. Sigue como eres, no cambies, y promociona Casorvida.
Un abrazo.

Luis Carrizo -

Qué buen título para el pie de foto, amigo Valdés, hubiera sido ese de "TIENES VISITA". Dice mucho en solo dos palabras. Entiendo que rememores con renovado resquemor cómo algunos priviliegiados salían de fiesta el día de San Froilán mientras tú seguías amarrado al duro banco, pero tu venganza te la estás tomando desde hace tiempo, a sorbos fríos, como tiene que ser, con ese tipo que sigues luciendo y ese flequillo que luces, como lucías cuando aquello, todo para desesperación y envidia de muchos. Te vengo a decir esto porque te he visto al contemplar las fotos de la reunión de Montesclaros, y te he encontrado casi ofensivo. Debe ser la sidrina de Casorvida.
Gracias por tu comentario.

Jose Manuel García Valdés -

Sr. Carrizo, creo que juegas con ventaja porque, si mal no recuerdo, a ti te nacieron al son de la dulzona leonesa y al chirriar de los carros que se desplazaban a S. Froilán. Haces una descripción muy literaria y a la vez muy realista. Aún recuerdo los puestos de avellanas, morcillas hirvientes, y chucherías en general, así como el bullicio de gente alrededor de los puestos. Pero lo que más recuerdo son las mañanas de S. Froilán que yo, junto con otros muchos, que nos pasamos pendientes del "TIENES VISITA". Cuánta envidia, malsana, por supuesto, les tenía yo a tantos como recibían aquel " tienes visita". Pocas veces me tocó. Hace 3/4 años volví para rememorar aquellos días, casi nada había cambiado: seguian6los carros, los Pendones ( hay muchos en León), las morcillas, etc., etc. El único que había cambiado era yo y mi envidia. La envidia decreció de forma inversamente proporcional a como creció la edad. Ni me aparecieron las avellanas, ni las morcillas, ni siquiera esperé al "Tienes visita". Si me permitirán regresar en el tiempo me lo pensaría. Lo que pasa es que jode haber crecido tanto en años.
Luís, muy buena descripción. Ya que sabes, repite.
Abrazos para todos menos para los que siempre recibieron el " tienes visita", que lo paguen ahora, o no.