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Cardenal: la voz poética de Dios en Nicaragua (Por Eugenio González Núñez)

Cardenal: la voz poética de Dios en Nicaragua (Por Eugenio González Núñez)

Sandalias en pies firmes y andariegos, melena y cotona blancas, coronada su cabeza por una boina minera, Ernesto —más que nunca—, sigue vivo en Nicaragua. Cardenal, nació en la bella y liberal ciudad colonial de Granada, en 1925. Heredero de una sólida tradición poética, Cardenal estudió letras en Managua, México, Columbia University y Europa. En 1957, fue recibido como monje trapense en el Monasterio de Getsemaní, en Kentucky, donde Thomas Merton fue su maestro y mentor. Esta voluntaria reclusión en la trapa, supuso para él un oasis de serenidad frente al deslumbrante mundo americano. De regreso en Nicaragua, vivió siempre ligado al mundo espiritual, la poesía y la lucha por la liberación de los oprimidos. Visitó varios países hispanos tomando buena nota de cambios políticos y sociales. En 1965 fue ordenado sacerdote y más tarde se asentaría en las islas de Solentiname, sitas en el Gran Lago de Nicaragua, donde fundó una comuna contemplativa de pescadores y artistas primitivistas que alcanzó renombre y fama. Allí escribió su célebre El evangelio de Solentiname. El mundo llora a otro nicaragüense universal, muerto en Managua, el 1 de marzo del 2020, a los 95 años de edad.

Su poesía, refleja su radicalismo personal, denunciando el sufrimiento y la explotación de las llamadas repúblicas bananeras, temática de su Canto nacional y Hora cero, donde destaca las proezas de Augusto C. Sandino y los guerrilleros sandinistas. Su poesía está fuertemente asida a la revolución popular sandinista, que en 1979 derrocó a la dinastía de Somoza, desgobernadora de Nicaragua por más de 40 años. Sacerdote, poeta y revolucionario nicaragüense, Ernesto Cardenal, es una figura de la teología de la liberación, como consta en sus poemarios, Salmos, de 1964, y Oración por Marilyn Monroe, 1965. A partir de los años setenta su poesía se radicaliza y se vuelve instrumento de la acción política:  Canto nacional(1972), Tocar el cielo (1981) y Vuelos de victoria (1984). Lo conocí, tras el triunfo de la revolución popular sandinista, orando el libro de sus Salmos, en Managua.

Su compromiso con los más pobres y contra las injusticias lo convirtieron en la voz moral de la lucha contra Somoza, y de la revolución sandinista, un proyecto con el que se entregó a fondo como ministro de Cultura. Esa íntima vinculación a la política hizo que la Iglesia católica lo catalogara y lo rechazara. Fue Juan Pablo II quien lo amonestó públicamente cuando visitó Nicaragua en 1983, en plena euforia sandinista, dejando caer sobre él un dedo rígido, insultante y acusador. De rodillas, la cabeza descubierta (sin la típica boina negra, que nunca se quitaba), recibió la triste reprimenda del papa, que poco más tarde, le suspendió a divinis, prohibiéndole ejercer su sacerdocio. Carol Wojtyla ha subido a los altares con aureola de santidad; Cardenal bajó a los infiernos del ostracismo eclesial, y a la soledad y la incomprensión de una Iglesia intransigente, alejada de los pobres y de quienes han intentado servirles: sacerdotes obreros, teólogos de la liberación, mujeres generosas.

A partir de 2007, el poeta vivió su propio martirio, cuando Daniel Ortega regresó al poder en Nicaragua, convirtiéndose en un verdadero dictador

Cardenal, sin embargo, mantenía un profundo amor al hermano, expresado especialmente en Los salmos, versos que demuestran su compromiso con la fe, pero también su crítica contra las injusticias, la opresión y el sufrimiento de los más desprotegidos. El poeta fue un creador incansable, cristiano comprometido hasta el final de sus días y una voz profética, combativa e incómoda para el poder. A partir de 2007, el poeta vivió su propio martirio, cuando Daniel Ortega regresó al poder en Nicaragua, convirtiéndose en un verdadero dictador. Cardenal fue crítico del Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, cuyos desmanes y arbitrariedades denunciaba allá donde viajaba a presentar su poesía. «Daniel y Rosario, tienen un poder absoluto, infinito, que no tiene límites» (Cardenal, a El País, 2017). «No hay libertad para que yo diga algo. En Nicaragua estamos en una dictadura». A pesar de esa persecución, Cardenal se ha mantenido firme, dando recitales por doquier y denunciando, además, los caprichos y tropelías del poder. Él, que en su Cántico cósmico escribió que la poesía es «el canto y el encanto por todo cuanto existe», seguía trabajando a sus 95 años.

Tras más de tres décadas de purga vaticana, el poeta fue rehabilitado por el papa Francisco. Jorge M. Bergoglio le informó en febrero de 2019 del levantamiento de la suspensión a divinis que Carol Wojtyla le impuso en 1984. En una entrevista el mismo Ernesto había reconocido: «Me siento identificado con este nuevo papa. Es mejor de cómo podríamos haberlo soñado».

La obra de Ernesto Cardenal es coloquialista y a la vez profundamente lírica. Su poesía, una de las más sólidas y reconocibles de América Latina, se sustenta en el legado del modernismo norteamericano, de autores como Ezra Pound —el poeta de los cantos, hoy en la Isla de los Muertos—, pero con otras influencias como la cultura popular nicaragüense o las tradiciones religiosas y científicas, a través de un verso sencillo y claro, pero de gran impacto testimonial en el lector.

Tras conocerse la muerte del poeta, Ortega, hipócritamente, ha decretado tres días de luto nacional por «el hermano perdido», «gloria y orgullo de Nicaragua», a quien «admira profundamente». ¡Se necesita cinismo para decir esto de alguien a quien el matrimonio odiaba! Nicaragua pierde a otro de sus grandes escritores, el hombre que sí fue profeta en su tierra, escuchado y querido como los viejos profetas bíblicos, solo odiado por aquellos que someten y ultrajan a los pueblos en el nombre de Dios. Nicaragua ora y suplica con los poemas de Ernesto Cardenal. Y es que Cardenal, el poeta de la teología de la liberación, el ministro revolucionario, sufrió el terror de tres dictaduras: dos político-militases: la de Somoza y la de Ortega, y una eclesiástica: la de la Iglesia Católica.

En la teología de la liberación latinoamericana «La importancia de llamarse Ernesto», era también cuestión de pugna y fidelidad para él: a una iglesia dogmática y conservadora, que apunta, recrimina y condena con un dedo crispado; o la fidelidad a un pueblo creyente, humillado, perseguido y pobre que, pacientemente, espera su liberación. Cardenal optó por lo segundo, desposándose hasta la muerte, con el sufrido y pobre pueblo de Nicaragua.

El revolucionario hombre de Dios y poeta, Ernesto Cardenal, merecida tiene una hornacina en Solentiname, la Isla de los Vivos.

EUGENIO GONZÁLEZ NÚÑEZ, UNIVERSIDAD DE MISSOURI-KANSAS CITY 

DIARIO DE LEÓN 11/03/20

27 comentarios

Isidro Cicero -

Es ahora mismo cuando acabo de leer la totalidad de comentarios de este bloque iniciado por el gran artículo de Eugenio con motivo de la muerte de Ernesto Cardenal. Soy lector puntualnde todo lo que es Rubén los compañeros, pero este capítulo lo había dejado a medias.
Completado ahora, me quedo reflexionando varias cuestiones, de las que surge esta decisión: felicitar y abrazar con amor a Josemari Cortés, por la gran colección de personas con buen criterio y mejor estilo que colaboran con él aquí. Este portillo -yo apenas he participado con una gacetilla antigua lo que me da libertad para decir esto- es un modelo de diálogo intelectual de primera. ¿Quién pronunció aquí la palabra "languidecer"? Josémari, avante con todo.

Santos Suárez Santamarta -

Frenética actividad
la tuya, querido Baldo
poniendo, con juicio, a caldo
al falsario sin piedad.
Loable la claridad
con que te expresas, amigo.
A pesar de lo cual digo
creyéndome en mis cabales
que por esos andurriales
tuyos apenas te sigo.

José Manuel García Valdés -

A un filósofo no hace falta recordarle cuál es la esencia de la Filosofía: Crítica y autocrítica.
G. Bueno venía a decir que
la filosofía es enfrentamiento con las Ideas; es, por tanto, un ejercicio dialéctico, un ejercicio crítico. Platón es uno de los muchos ejemplos que se pueden poner de lo que estamos diciendo, en sus Diálogos  critica las ideas e hipótesis disponibles en su momento.
Baldo, en sus mologo-ladrillo- diálogos analiza y critica, por tanto, filosofa y, con ello, nos abre el camino para que los demás realicemos el mismo ejercicio en sentido inverso. De la confrontación surgirán nuevas ideas.
El problema que se nos presenta amigo Baldo, al menos a mí, es que no de Eladio me quedé en el Modus ponens, es decir, estoy en la introducción de los prolegómenos y tú ta acabaste la carrera. Ya te dije que lo único que se me ocurre decir de los valores es que, al parecer, valen.
Pero por estas orillas pasean mentes críticas que bien podrían entrarte al trapo.
Me voy a encerrar en casa, mii caasa. Cuidaos que pintan bastos. Aún no han salido los predicadores que ofertan fórmulas mágicas para redimir a la humanidad pecadora.
Un abrazo.
P.D. No me hago responsable de lo que mi corrector se permita corregir.

BALDO -

No me he quedado a gusto con lo que he expresado en mis intervenciones de este portillo y quisiera añadir algo más.

Para Eladio Chávarri, los procesos de dignificación y de indignificación (de mejora y de empeoramiento) pertenecen a la “naturaleza” de los valores y de los contravalores, porque se fundamentan en el “principio básico de la vida humana”, que expresa la tendencia del ser humano a no adaptarse a los ecosistemas sino a transformarlos para su desarrollo o para su deterioro. Con el fin de llevar a cabo estos procesos de dignificación, ínsitos en la naturaleza de nuestra vida, dice Chávarri: “Propongo un ‘esquema o figura formal de la dignificación’ que siguen todos los procesos de dignificación y que consta de cinco pasos. En primer lugar, hay que determinar con exactitud la demarcación de la dignificación, es decir, la parte o aspecto del contexto dignificador que va a recibir la dignificación. En segundo lugar, es necesario descubrir los fallos valorativos que contiene la demarcación de la dignificación, pues, al fin y al cabo, se trata de eliminarlos por medio de la propia dignificación. En tercer lugar, ha de conocerse la actitud inconformista del viviente hombre con los fallos valorativos que contiene la demarcación de la dignificación. Este elemento es el quicio de la existencia de la dignificación, porque, si no hubiera inconformismo, no se sentiría la necesidad de dignificar nada. En cuarto lugar, esa situación inconformista genera correctores dignificadores de los referidos fallos valorativos. El corrector dignificador significa precisamente que la corrección se realiza por dignificación, como, por ejemplo, la enfermedad, por la salud y la salud, por una mejor salud. Por último, tales correcciones quedan abiertas a nuevas dignificaciones, a dar nuevos contenidos a lo dignificado”… “Los fallos valorativos consisten en mortalidades del viviente hombre y los correctores dignificadores son vitalidades del ser humano”.

“La reflexión y el análisis de la situación inconformista pueden provocar diversas actitudes: una puede ser un rechazo frontal, fuerte o débil, ante la nueva manifestación de lo disvalioso; en otra quizás se presente el inconformismo como una situación conflictiva con intensidades mayores o menores; en otros casos, se analiza si la actitud inconformista puede afectar mucho, poco o nada a otros contravalores. No pocas veces el inconformismo trae consigo muchos disgustos, inversiones pequeñas o grandes de dinero, rupturas de amistades. Lo que sí está claro es que cada situación inconformista tiene su propia especificidad y su carga afectivas”.

Confieso que, como se ha visto, soy totalmente inconformista con la manera en que Wojtila y Ratzinger dirigieron a la iglesia católica en sus años de “pontífices”. Y no digo esto con desprecio, sino con tristeza. La profunda e ineludible dimensión ‘social’ del cristianismo fue soslayada de hecho por ellos, aunque en sus discursos apareciera con profusión. La política de nombramientos de obispos, la destrucción de los movimientos del Tercer mundo que se movían en el ámbito de la Teología de la liberación, la orientación hacia una mística intimista, litúrgica y apolítica y no de ojos abiertos y compasivos a los que sufren, el silencio de estos dos líderes, que apartaron la vista ante abusos de toda clase de las jerarquías eclesiásticas y que dejaron a muchas víctimas en una soledad indecible, y muchas otras cosas han suscitado en mí la perturbación y el inconformismo y, como habéis visto, la crítica despiadada. No tengo la menor duda de que Jesucristo se identificó y sufrió con el pueblo judío cuando padeció la pasión y la muerte en los campos de concentración nazis. Estos dos pontífices estuvieron muy lejos de fomentar en los cristianos católicos experiencias auténticamente compasivas. Pero los susurros del Dios de Jesús no se oyen en las ampulosas liturgias de masas, ni por boca de las cabezas mitradas, sino principalmente en los humildes y en sus sufrimientos. Ante todo esto, no debería haber en nosotros abstención posible, ni la posibilidad de desligarse, ni componendas benevolentes y mesuradas con un cristianismo políticamente correcto. Y me lo digo a mí primero y principalmente.

Termino este desahogo manifestando el rechazo que tengo ya desde hace mucho tiempo a máximas como “el que esté sin pecado, que tire la primera piedra”, o a “todos somos pecadores”. Al asesino, al ladrón, al maltratador, al poderoso, al rico y al verdugo les vendrían de perlas el que se incluyeran tales asertos como axiomas en todos los códigos civiles. Evidentemente, esconden una estrategia sutil para acallar toda crítica, porque es evidente que no todos los “pecados” son igual de graves. Además, el que critica debe admitir –y hasta promover– que los demás ejerzan la crítica también contra él.

Javier Cirauqui -

Desde el primer día que apareció el artículo he querido escribir sobre Ernesto Cardenal, pero poco a poco me he dejado envolver por todas las opiniones y particiones vuestras y me he olvidado de escribir la mía.
Hay comentarios de todo y todos escritos con gran maestría, comentando el magnífico
artículo de Eugenio.

Acabo de leer que Cardenal se ordenó sacerdote en el año 1965, el año en que yo me salí del colegio.
Acababa de llegar a Burlada lleno del espíritu del Vaticano II y en seguida me interesó la teología de la liberación, la revolución, Allende, Nicaragua y como no la lucha antifascista en España, por lo que conocí a Ernesto Cardenal, lo leí, lo seguí y lo admiré al sacerdote, el poeta, el revolucionario. Luego más tarde tuve un hermano misionero en Panama durante 45 años, trabajando con la teología de la liberación hasta que lo contuvieron el nuevo papa.
Me dolió mucho el gesto del Papa con Ernesto, no entro en discusiones, solo que a mí no me gusto. Además poco a poco fue desapareciendo poco todo en lo que yo creía.
Gracias Ernesto por tu vida y por tu poesía seguiré leyéndote y recordándote.

Jose Manuel García Valdés -

Luís, ese es el verdadero espíritu. Un abrazo.

Luis Carrizo -

Está el viejo muriendo y está aprendiendo. Qué frase más paradójicamente esperanzadora e ilusionante para aquel que quiera creerla. Yo, desde luego, la grabaría en el dintel de todas las residencias de lo que hoy han dado en llamar tercera edad. Esto blog, que como es natural, tiene sus variopintas opiniones, sus idas y venidas, sus concordancias y sus discrepancias, tiene unos opinadores de verdadero lujo. Ese creo que es el valor principal y lo que ha conseguido que hayamos superado ampliamente los tres millones de entradas. Yo soy cada día más sabio gracias a los comentarios que aquí se cuelgan, a veces coincidentes y a veces discrepantes con mi manera de ver las cosas, pero siempre inteligentes y rigurosos, ilustrados y bienintencionados. Lo dicho: un lujo.
Un fuerte abrazo Devesa, Santos, Valdés, Baldo, Ramón...

Ramón Hernández Martín -

Aturdido o aplanado seguramente por el hecho de que un imperceptible virus nos haya declarado la tercera guerra mundial, no he sabido reaccionar ante la riqueza de contenidos y la belleza de las exposiciones que en este blog han ido dejando Isidro, los dos Eugenios y Baldo, por no mencionar los complementos de una buena partida de comentarios. Seguramente es porque no he visto la manera de aportar algo sustancioso o quizá por aquello de la zorra y las uvas verdes. En estas, el comentario de Luis Carrizo, tan atrevido y valiente como genial y cargado de sentido común, me sacudió la modorra y conmovió hasta el punto de que podría ponerme ahora mismo a emborronar unas cuantas páginas. Pero no temáis.
Solo quiero poner de relieve que la foto de Cardenal y Wojtyla quizá sea más jugosa que la tan magistralmente realzada en sus contradicciones por el Eugenio mogarreño: un papa en plan de “pontifex maximus” de ordeno y mando frente a un pastor humilde, y una Virgen bondadosísima y doliente, laureada de fusiles. ¡Vivir para ver!
El medio histórico-cultural es una de las cuatro grandes praderas en que pace el ser humano, según explica muy bien fray Eladio, y a ese medio le debemos mucho de lo que tenemos y es mucho también lo que podemos seguir tomando de él con buen discernimiento y criterio. Luis Carrizo da a entender muy bien que no debemos construir altares para los nuestros e infiernos para los otros, buenos y malos respectivamente, pues todos caminamos descalzos sobre la tierra (y si no, que se lo pregunten al coronavirus). No, no se trata de un buenismo tontón, sino de un discernimiento que nos ilumine en el caminar, porque hay caminos que llevan al despeñadero. Baldo es un crítico muy fino y atinado.
Llevo tiempo y horas de trabajo invertidas en gritar que es preciso proceder con urgencia a una “relectura audaz del cristianismo” y, la verdad, me siento como un francotirador aislado que trata de sobrevivir, pero tan iluso y soñador que, en vez de disparar proyectiles, lo único que hace es lanzar bengalas o cohetes de fuegos artificiales. Simplificando y dicho con total claridad, lo que propugno exigiría cambiar la cruz por el monte Tabor y el dogma por las bienaventuranzas. No procede un cristianismo de flagelo y tortura físicos y mentales, sino uno de gloria y alegría. Millones de cristianos lo han vivido en el pasado y millones lo están viviendo en nuestros días. La nueva humanidad, que deberá ser mucho mejor que esta, vendrá de manos de la gratuidad (fray Eladio se explayó mucho conmigo sobre ese tema en larga conversación en Valladolid), y gratuidad es sinónimo de “gracia”. La gracia no nos viene del cielo ni de supuestas “redenciones” dramáticas de sacrificios humanos, sino de la gratuidad con que actuemos en el mundo en que vivimos. El coronavirus nos la ha armado gorda, pero el cabrón de él nos está obligando, ¡y de qué manera¡, a la gratuidad, probando una vez más que no hay mal que por bien no venga. Gracias, Luis, por tu gran comentario.

Baldomero López Carrera -

Queridos hermanos y amigos del alma Luisín y Santines. Agradezco profundamente el indudable cariño, la cordura, la sabiduría, la prudencia y, sobre todo, la magnanimidad que mostráis en vuestras críticas a mi breve valoración sobre Karol Wojtila y Joseph Ratzinger. Retiro los epítetos ofensivos que he atribuido a estas personas. Posiblemente, esa desvergüenza mía haya influido negativamente en la valoración de muchos lectores del contenido de mis afirmaciones. Pero me reafirmo en el contenido de mi escrito y quiero añadir algo más, relacionado con vuestros alegatos.

La moral burguesa, que dominó poco a poco en occidente después del medievo, puso su foco de atención en la “intención” de las personas y fue apartando poco a poco la cuestión de las “consecuencias” de sus conductas. Se trató de una estrategia bien calculada y que sigue haciendo estragos en la mente y en el obrar de mucha gente. “Lo único importante es la intención que tenga la persona al actuar” se ha convertido como el imperativo categórico de toda esa moral burguesa y que se ha extendido como la pólvora por todo nuestro mundo occidental. El teólogo alemán J.B. Metz, creador de la “Teología política” (“La Fe, en la historia y en la sociedad”, “Más allá de la religión burguesa”) y un poco más tarde la “Teología de la liberación” me ayudaron a caer en la cuenta de la sobrevaloración que se daba en ética a la intención. Para la Teología de la liberación, la opción por los pobres no viene determinada porque éstos tengan buenas INTENCIONES y buenos DESEOS, sino porque son VÍCTIMAS. El pensar la historia desde la perspectiva de los marginados, ¿no significa reconocer a éstos una inocencia y una pureza de INTENCIÓN que no tienen y que por tanto no les hace merecedores de unos derechos tan exagerados como los que para ellos reclama la “Ética de la liberación”? Evidentemente, en cuanto al DESEO y a la INTENCIÓN puede no haber diferencia entre un rico y un pobre: ambos pueden tener idénticos “malas” intenciones y “malos” deseos. Sí existe, en cambio, una gran diferencia en cuanto a la PRÁCTICA: el pobre nunca ha dominado, mientras que el rico lo ha hecho siempre. Es, repito, la ‘Ética burguesa’ de los países ricos la que hace consistir la “bondad” o “maldad” de una acción en la INTENCIÓN que se ponga al hacerla y no en la acción en sí misma y en sus CONSECUENCIAS.

El otro aspecto sobre el que quiero decir algo es sobre la responsabilidad de estas personas en las pautas que marcaron a más de mil millones de creyentes. Una responsabilidad inmensa. El vocablo “responsabilidad” tiene su raíz en la palabra latina “spondeo”, que significa comprometerse. De hecho, era un compromiso público y solemne. De tal manera que uno quedaba más ligado a aquello a lo que se había comprometido. Pues bien, la libertad valorativa lleva insertada la conciencia de la responsabilidad. Enseña Eladio Chávarri que fomentar o deteriorar la vida es el origen y el campo de la responsabilidad. De este modo, las elecciones valorativas están intrínsecamente cargadas de responsabilidad por el vivir (valores) y por el morir (contravalores) de la persona. No existe responsabilidad más extensa ni tampoco más intensa que la que resulta de elegir entre desarrollar la vida (valores) o deteriorarla o morir (contravalores). La persona, pues, está implicada en todas las experiencias, es decir, en tratos necesariamente responsables con todos los seres como valores y como contravalores. En el caso de Wojtila y Ratzinger, esos valores y contravalores tenían un referente claro: Jesús de Nazaret hoy. Tengo serios argumentos en contra de que fueran por el buen camino cristiano, porque sus actuaciones los delatan. En mi intervención anterior señalé algunas, pero hay muchísimas más, que sería cansino pormenorizar.

El Pitu de Casorvía ha tenido una intervención sabia y magistral. No tiene desperdicio ni se le pueden poner objeciones. ¡Y eso que no ha querido leer a Eladio!, porque considera una fruslería todo lo que no se aprenda en la Aldea Global.

José Manuel García Valdés -

Para empezar, tampoco yo busco polémica, ni reproches, sí critica. Luís, quizás te haya leído e interpretado mal, si así fuera pido disculpas, pero tu postura me recuerda un poco a la teoría de la predeterminación según la cual la vida y la conducta de los humanos están predeterminados por la providencia divina. Esto, a su vez, tiene relación con otra teoría, el determinismo que, en términos muy simples, podría definirse como la doctrina filosófica según la cual todo fenómeno está prefijado de una manera necesaria por las circunstancias o condiciones en que se produce, y, por consiguiente, ninguno de los actos de nuestra voluntad es libre, sino necesariamente preestablecido. Amparándose en esto se podrían justificar todos los acontecimientos de cualquier índole y condición: los fanatismos, los nacismos, los franquismos, los "wojtilanismos", etc. Son muchas las teorías que, fundamentándose en estas interpretaciones han pretendido y pretenden
justificar las orientaciones morales de los sectores dominantes de la sociedad.
La medicina frente a este tipo de orientaciones no es otra que el ESPIRITU CRÍTICO, esencia de la filosofía. Por ello no debe causar extrañeza que se critique a la iglesia del poder, al papa de la inmovilidad y al sumsum corda que quiera imponer su punto de vista por otros medios que no sean la razón dialéctica. Yo me inclino a pensar que nada hay preestablecido, predeterminado, se hace camino al andar. Cardenal tenía a su favor la razón de los humildes, de los pobres perseguidos y masacrados. Ante eso no hay Dogma defendible ni justificable.
Luís, sé que ese no es tu pensamiento. Y estoy convencido que perteneces al club de los espíritus críticos.
Un abrazo.

Santos Suárez Santamarta -

Opino que siendo hijos
de nuestro tiempo y lugar
no sé si está bien juzgar
algo con patrones fijos.
Tiene muchos entresijos
la historia y cada existencia.
Y cuando no hay evidencia
de las causas o porqués
pienso que lo humano es,
antes que sanción, clemencia.

Devesa -

Luís, no entres en pesadumbre ni disculpas.
Acertado y reflexivo tu post, que comparto al 99%.(el 1 restante es mi crítica al Estado papal y su distanciamiento con el aire fresco del Vaticano II)
Me parece que Francisco vuelve al verdadero y original mensaje evangélico y tiene fuertes y resistentes contrafuertes para esa Iglesia, humilde y alejada de los poderosos.
Tiene la Encíclica de homenaje al franciscano tocayo de Asís, que dice verdades rotundas, habla del cambio climático, de los lobbies(antes poderes fácticos) que merece la pena dedicar unos minutos para su lectura.

Concluyo:Ya me ha tocado un primo 2º,I ngeniero de Acciona, de 45 años, infectado por el cabronazo Covid-19.
No está en la UCI, felizmente. Confío en su recuperación y hago votos para que sea pronto.

Un fuerte abrazo virtual, a más de 2 metros, (es broma)

Luis Carrizo -

Ernesto Cardenal comenzó de monje contemplativo. Esa fue su vocación inicial. Pero, las circunstancias y acontecimientos de su país acabaron conduciéndole a la vida activa, e imagino que, incapaz de soportar la miseria y las necesidades que padecían quienes le rodeaban, metió una velocidad más y, a todo lo que daba el motor, se manchó la toga y la estola , y seguramente que hasta la boina, en el barro del camino, por tratar de ayudar a sus semejantes. Yo no tengo ni la más leve duda de que la mejor intención y los más loables propósitos fueron siempre el norte de sus acciones. Y me quito la gorra que no gasto y me pongo de pie ante su recuerdo aunque agachando la cabeza, avergonzado porque yo me he pasado toda la vida toreando de salón y dando de lo que me ha sobrado (y eso, además, de forma cicatera). Lo que no acabo de entender es por qué en este blog la alabanza de personajes como Cardenal o de las ideas que ellos representan, suele conllevar una enmienda a la totalidad de obispos, papas, frailes, curas, formadores, deformadores y hasta sacristanes. Mi declarado ridículum vitae, al que puedo añadir como escolio, para evitar susceptibilidades, que hace equis número de años que no confieso ni comulgo por Pascua Florida, me impide dar lecciones a nadie, pero tengo la necesidad intelectual de romper una lanza en favor de los que tienen la responsabilidad de llevar el timón de cualquier nave y tomar decisiones. También a ellos, pienso yo, se les debería suponer buena intención y, en consecuencia, manifestarnos algo más comprensivos en nuestras legítimas críticas. Parece que a un cristiano le cuadraría más cierta benevolencia al enjuiciar al prójimo, que el apedreamiento de este en la plaza pública.
A veces, se diría que, por fin, en nuestros felices días hemos descubierto el verdadero mensaje de Cristo, superado el oscurantismo de veinte siglos, despreciando, que es mucho despreciar, el pensamiento de tantos egregios pensadores y escritores y de tantos santos varones y varonas a lo largo de la historia de la Iglesia. Citaba el propio Cardenal, en una entrevista, que un sufí o poeta musulmán del siglo XIII decía que a La Meca se puede ir por muchos sitios: los que viven al norte de ella tienen que dirigirse al sur, los que viven al sur, tienen que marchar hacia el norte, y así sucesivamente con cada punto cardinal. Quizá Wojtyla fue excesivamente riguroso en su reprensión pública con el citado Cardenal, pero tenía derecho a hacer aquella recriminación a una de sus ovejas, y yo quiero creer que también pensó que tenía el deber de hacerlo.

No estoy al día en los entresijos curiales, desconozco los trending topics doctrinales canónicos o heréticos que rigen actualmente, y desconozco además las intrigas que pueda haber entre los príncipes de la Iglesia. Cosa que tampoco me escandaliza demasiado porque, como decía Sancho “de los hombres se hacen los obispos, que no de las piedras”. Lo que a mí me duele es esa cierta petulancia con que miramos el pasado y sus gentes y este ingenuo adanismo que pretende que nosotros hemos encontrado la luz de la verdad y que ahora todo lo vamos a arreglar. Yo me siento muy unido y muy deudor de todas las generaciones que nos precedieron, cada una con sus ideas, sus sueños, sus gustos, sus leyes, sus reglamentos, sus vicios y virtudes y sus chivos expiatorios. Yo, por mi edad, formo ya, en cierta manera, parte de ese pasado, y si me molesta esta crítica, cuando raya en lo inmisericorde, es porque, a fin de cuentas, siento criticada también una parte de mi vida en la que viví, quizá equivocadamente (a lo mejor como Wojtyla), pero con la mejor fe, como Cardenal.
Dado que los escritos pueden interpretarse mal, quiero dejar constancia taxativa de que mis palabras no buscan polémica ni pretenden rebatir a nadie. Todas las entradas que me preceden las he leído con gran interés y me merecen el mayor respeto, como siempre, pues sé muy bien que todas tienen sus fundamentos. Yo solo pretendía exteriorizar este ya excesivamente largo pequeño lamento. Disculpadme

BALDO -

Tú, querido Santines, también entras con toda justicia en ese "elegante quehacer".

Santos Suárez Santamarta -

Uno en sus ocupaciones
no echa cuentas del reloj
y cuando regresa al blog
encuentra que hay variaciones
¡Qué gratas intervenciones
volvieron a este proscenio!
Y es que, dotados de ingenio,
nos han vuelto a sorprender
con su elegante quehacer
un Eugenio y otro Eugenio

Devesa -

Horror, Grugg
Lo ha borrado:Supongo que por la ley DEPD.
Josemari, te lo puede facilitar.
Lo siento y que te tengas que molestar.

Devesa -

Para Baldo,
Si prefiere extenderse, aparte del presente portillo, blog treceañero del Capitán General, Chemari, poseedor de la Laureada, mi correo es:



En el que leeré y releeré con fruición cuanto quieras escribirme.

Gracias mil.

Devesa -

Aclaración por Baldo, (si plugiere)

Baldo, de referencias soy sabedor de tus conocimientos profundos en materia filosófica, lógica y hasta metafísica.

Relatas con exactitud cómo los poderes fácticos están presentes en el Estado Vaticano. Y no está demás recordar que el Concilio Vaticano II, estuvo soportado teológicamente por el alemán jesuita Rhaner y el holandés dominico Schikhelvek, cuyo resultados fueron un acercamiento al pueblo llano.
Ha pasado más de medio siglo y desconozco qué aurífices y pensantes han dado soporte hasta la llegada al trono papal del argentino Francisco.

Fui añada del 62 y disfruté a lot durante 6 meses de los debates del incomparable pChávarri en 1º de Filo en Las Caldas, atreviéndome a asegurar que entre el amigo Urío (Dep) y un servidor, acaparábamos el 90% de las clases, para disfrute de casi todos, jeje(no es falsa modesta)

Y recuerdo que contraponía a Diógenes"el de los perros"frente a los soberbios y sublimes Platón y Aristóteles, pero poniéndolo como paradigma del hombre escéptico, desconfiado y muy pragmático como superviviente frente a los poderosos, cualidades típicas de la idiosincrasia sanchopancista española.

Decía también que la lógica y la facultad de la memoria, en sus diversas variantes, en determinadas circunstancias claramente se enfrentaban y contraponían, sin prevalencia de ninguna de ellas.

Viene a cuento la digresión anterior, por el IN MEMORIAM de ECardenal y me surgen dudas:

¿Será cierto que la memoria histórica y colectiva determinarán que su alma perdurará por más tiempo?
¿Y será también cierto que si seguimos leyendo sus obras, y aplicando sus enseñanzas perdurará su espíritu ad aeternum?

Y consecuencia de lo anterior, ¿Cómo queda y figura en esta eternidad el cielo de los cristianos?

No te aburro más. AGRADEZCO lectura atenta por tu parte. Y si respondes, millón de gracias.

Un abrazo virtual, a 2 metros, pero sentido y rotundo.

BALDO -

Con el atolondramiento senil –no debido al enclaustramiento monacal al que estoy acostumbrado–, se me pasó felicitar con sana envidia a Isidro y a Eugenio Cascón por sus hermosos y antológicos escritos de los portillos inmediatamente anteriores. Son de una belleza literaria y sintáctica totalmente encomiables. Ya quisiera yo acercarme, aunque fuera de lejos, a esa cima, pero mi tiempo de aprendizaje ya pasó.

BALDO -

Eugenio, amigo y hermano del alma desde aquel lejano 6 de octubre de 1958, en el que tú, desde Congosto, y yo, desde Villaquejida, nos encontramos en la Virgen del Camino y con–vivimos hasta el 1972. La distancia geográfica que nos separa es grande, pero la amistad es muy cercana y nunca ha dejado de enriquecernos mutuamente.

Me parece oportunísimo tu “memorial” –que no solo memoria– de Ernesto Cardenal, corroborado por pPedro, que, como tú, vivió en sus propias carnes la situación en América latina. Todos tenemos grabada de forma imborrable aquella imagen del dedo acusador de un mentecato (captus mentis) a un hombre grande, arrodillado, descubierto y sonriente, porque desempeñaba el cargo de ministro de un gobierno civil. ¿Qué otra cosa era Wojtila que jefe absoluto y absolutista del Estado vaticano, con ministros y embajadores –decanos del cuerpo diplomático en muchos casos– por todos los Estados del mundo? Wojtila nunca fue recibido en ningún país como líder religioso, sino solo como jefe de Estado. Pero era demasiado majadero, memo y zopenco –y hasta vanidoso de “papalatría”– para darse cuenta de ello y obrar en consecuencia. Sin embargo, detrás de esta conducta del gran Funcionario polaco había algo de mucha mayor trascendencia: el rechazo al modo completamente nuevo de seguir a Jesús en el siglo XX que representaban los movimientos conocidos como “teología de la liberación”. No sé qué papel, directo o indirecto, desempeñó la CIA en la elección de Wojtila, pero no es nada inverosímil que hubiera sido el de protagonista en la sombra, porque no deja de ser llamativo que los objetivos prioritarios de esta agencia de inteligencia coincidieran ce por be con lo que fueron realizando el tándem Wojtila–Ratzinger y sus numerosos e interesados gregarios: el desmoronamiento de la URSS y la demolición de los movimientos de liberación de los países del tercer mundo. El Comediante y el Inquisidor condujeron de modo autoritario a la iglesia católica, impusieron un rigor moral a la cristiandad, fijaron con intransigencia y contundencia personalista los límites entre la ortodoxia y la heterodoxia calificando de anatema cualquier atisbo de crítica, trataron inmisericorde y cruelmente a los teólogos y teólogas que disentían respetuosamente del magisterio eclesiástico, silenciaron e incluso fueron cómplices en los casos de pederastia, especialmente con el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, a quien dieron siempre un trato pri¬vilegiado. Dentro del guion diseñado por el Inquisidor alemán entraba el cambio en la elección de obispos, sin el cual no podía llevarse a cabo la restauración eclesial. Poco a poco fueron sustituidos los obispos conciliares por prelados preconciliares, los obispos
comprometidos con el pueblo dieron paso a obispos cuya preocupación principal era la ortodoxia, los prelados vincu¬lados a la teología de la liberación tuvieron que ceder su puesto a los obispos obedientes a Roma. De esa manera se garantizaba el éxito de la nueva estrategia neoconservadora. Rouco fue el principal muñidor maquiavélico de lo que todavía queda como lastre en el episcopado español.

Pero lo más importante fue que el evangelio de Jesús de Nazaret perdió su connatural compromiso político–social con los desheredados de la tierra y fue recluido por estos dos hombres en los templos y en el esplendor de sus liturgias. El capitalismo mundial tenía en el punto de mira a los movimientos liberadores de América latina y estuvo feliz con el liderazgo integrista y contrarreformista del polaco y del alemán. Como es de bien nacidos ser agradecidos, el bávaro beatificó primero y canonizó después a su protector, quien le había nombrado presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y le había concedido un po¬der omnímodo en cuestiones doctrinales, morales y adminis¬trativas. Durante casi un cuarto de siglo fue el funcionario más pode¬roso de la curia romana. Por sus manos pasaban los asun¬tos más importantes del orbe católico, desde el control de la doctrina hasta los casos de pederastia, sobre los que decretó el más absoluto secreto imponiendo a víctimas y verdugos un silencio que lo convirtieron en cómplice. Más aún, fue Juan Pablo II quien le allanó el camino para sucederle nombrándolo sucesor in pectore. Pero ¿cómo se puede canonizar a una persona como Wojtila, cuando muchos de sus comportamientos y actuaciones fue¬ron todo menos ejemplares e imitables como se espera de una que persona a quien se eleva a los altares y se la presen¬ta como modelo de virtudes para los cristianos? Desde ahora hablaré con san Ernesto Cardenal.

José Manuel García Valdés -

Muchos mea culpa debería entonar la iglesia oficialista y contagiada de los mismos tics que la sociedad civil: prepotencia, dictadura, imposición, acallamiento, machismo et alteri. A Francisco le queda mucho por andar.
¿Para cuándo las mujeres van a tener la misma consideración que sus majestades obispos, cardenales y demás castas?
Un abrazo

Isidro Cicero -

Qué desastre me ha quedado entre los dedazos sabañoneros y el teclado del teléfono. Lo corrijo para que se entienda, perdón.

("una dictadura más antigua que la de Franco"): 70 millones de dólares entonces, denunció Cardenal. Somoza no destinaba aquel dinero a conseguir maquinaria agrícola, sino para material bélico contra los nicas y además se embolsaba un 10% de comisión.
Con motivo de su muerte, recuperé aquella entrevista (por cierto participó en ella Marga) y la reproduje en Facebook el pasado 3 de marzo. Nos regaló su libro de los Salmos

Isidro Cicero -

Le hice una entrevista a finales de 1977 que se publicó en el número de enero de 1978 en la revista Juventud Obrera. Me dijo que no quería hablar de poesía, solo de revolución. Había venido a Medrid a denunciar que el Gobierno español estaba dando ayuda económi a militar al dictador Anastasio Somoza (una dictadura más antigua que la de Franco): 70 millones de dólares entonces, denunció Cardenal. Somoza no destinaba aqul dinero a conseguir maquinaria agrícola
, sino para material bélico contra los incas y además se temblaba un 10% de omisión.
Con motivo de su muerte, recuperé aquella entrevista (por cierto participó en ella Marga)y la reprodujeron en Facebook el pasado 3 de marzo. Nos regaló su libro de los Salmos. ¹

Olóriz -

Me uno al agradecimiento de Pedro a Josemari. Y ante todo gracias a Eugenio. De vez en cuando viene bien un recordatorio que nos saque del aletargamiento y nos despierte la conciencia adormecida. También yo recuerdo esa horrible imagen de Wojtyla con su dedo amenazador, no muy distinto del que él mismo había sufrido en sus propias carnes. ¡Qué habría sucedido si él hubiera tenido el poder político y militar de algunos de sus antecesores! ¿Y qué sucederá cuando Francisco finalice su papado?

Marcos Berrueta -

Recuerdo con horror la imagen de Carol Wojtyla echándole al ministro Ernesto Cardenal, de rodillas ante él, una monumental bronca a su llegana a Managua

Devesa -

Magnífico artículo de Eugenio desde Kansas.
Prometo leer su poesía comprometida con los pobres, sufridos nicas.
Pasa a la categoría de GRANDES, que...dejan huella profunda en la memoria colectiva.
Que junto al Sumo Hacedor, les recite a los ángeles su verso poético, humano y comprometido, y si pasa antes por el Olimpo, que disfrute del jugoso néctar, coronado de ramo de mirto sobre sus blancas gadejas.
Me maravilla que la Santa Madre Iglesia, vaticana haya tardado 35 años en "rehabilitarle", merced al Papa Francisco.
(Con Galileo, tardaron algo más)
Hago promesa de leerle en estos días de obligado enclaustramiento domiciliario, para honrar su memoria y su bonhomía. Y algo diré en este treceañero Blog, cuya Capitanía General ostenta con eficacia Chemari.
Abrazos virtuales y robustos.

PS.- Escribo a la hora del discurso real: bien podría haber dicho algo de los 100M que su papi obtuvo de las arcas árabes y su donación a la investigación vírica.(otra vez será)

Pedro Sánchez Menéndez -

Agradezo sinceramente a Chema que nos ilustre con este artículo del Diario de León, de nuestro querido Eugenio González Núñez. Viví con intensidad los avatares del sufrido pueblo de Nicaragua. Lo visité estando yo en México y después cuando arreciaban los combates de la "contra", financiados por EEUU para derrocar la revolución. En pocos días descubrí algunos de los avances de la revolución, de la que Ernesto Cardenal era Ministro de Cultura. Un "experimento" que no llegó a cuajar por la oposición de los "poderosos" de este mundo. Nicaragua: un pequeño, pero "gran" pueblo. El ejempo de Cardenal algún día cuajará. Allí sigue nuestro querido Rafael Aragón Marina,o.p. Ernesto tenía mi edad.