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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

UN SEÑOR, LLAMÉMOSLO JUAN (Por Antonio Argüeso)

UN SEÑOR, LLAMÉMOSLO JUAN (Por Antonio Argüeso)

Me econtré esta fotografía, fisgando, como otras tantas veces, en los mundos de Internet. Y pensé, y lo hice,  pedir al muy querido Antonio Argüeso un comentario sobre lo que pudiera sugerirle.

Y me he quedado impactado con su relato.

el furriel.

 


 

La época, la situación vivida maltrata y cambia a las personas. Esto lo constatamos a poco que miremos de cerca momentos convulsos de la historia. Y nosotros hemos vivido y hasta estamos viviendo tiempos convulsos. 


Voy a intentar demostrar esto que para mí tan bien se plasma en la foto que abre el portillo contándoos algo de mi historia pues, como todos los que esto leéis, también tengo una.

A la Paramera fui, ahora que lo analizo, por enchufe. Nunca lo hubiera pensado, pero así fue. He oído que había que pasar un examen; creo que nunca lo hubiera superado: ni sé cómo aprendí a leer ni cómo asimilé "las cuatro reglas". A la escuela de mi pueblo íbamos todos juntos desde 5 o 6 años hasta 14 o 15. Eso sí, bien separados los niños de las niñas. Y el maestro era de "aquella época" de los de "la letra, con sangre entra" o de "la letra con sangre, entra". 


¿Y el enchufe? Por razones que no vienen al caso a los 10 años recabé en Reinosa y allí un señor, llamémoslo Juan, pues no quiero dar su nombre real ya que alguno que esto lea pudiera conocerlo, se interesó por mí. Fue él quien me metió el gusanillo de andar por la montaña, el que me abrió horizontes, el que azuzó mi curiosidad. Y fue él quien me enchufó. Porque Juan tenía entradas, influencia.

Curioso personaje, Juan. Muy dado a ayudar, a echar una mano a quien lo necesitase; y en mi caso a abrirme horizontes insospechados. Siempre guardé un recuerdo cariñoso de él.

Pero hará ahora 10 años, es decir ¡más de 50 años después de lo que voy a contar! tuve como una aparición, un momento de terror, de angustia, de incertidumbre. 

 

Estaba en clase de interpretación de conferencias; trabajaba con grupos muy reducidos, de entre tres y seis alumnos. Ignoro la causa, pero había comentado algo de la Guerra Civil y, al terminar la clase mantuve la siguiente conversación con una alumna: 

 

-¿No recuerda nada personal de esos momentos?

- No, no, que no soy tan viejo

- Ya, ya, (continuó no sé si por disculparse o porque realmente le interesaba) pero usted (en francés el “usted” es de rigor) seguro que padeció directamente alguna consecuencia.

 

Y recordé, de golpe, en su totalidad algo que el subconsciente, el reflejo de supervivencia, lo que sea, había mantenido “olvidado”, pero presente. Dije a la estudiante, de forma muy imprecisa que sí, que sí recordaba, que a la semana siguiente le comentaría.

 

Y es que Juan, el señor con los que tantos paseos había dado por las montañas de los alrededores, había sido uno de los que, terminada ya la guerra, fusilaba, a los “ajusticiados”, algo que a veces me lo contaba. No olvidemos que en Reinosa, como en la zona minera asturiana, como en tantos otros lugares, la posguerra llegó hasta los años cincuenta. Todavía ahora, cuando esto escribo, cuando pienso en ello, se me revuelven las tripas.

 

No voy a entrar en detalles, solo repetir algunas de las frases que él repitió en varias ocasiones: 

-“los hombres, en general, lo aceptaban, no reaccionaban”

-“las mujeres, las muy putas, nos insultaban”

-“algunas mujeres querían ‘arresquilar’ la tapia para salir; otras echaban a correr y había que matarlas como a conejos”. 

 

No sigo, no puedo seguir.

 

Y ¿qué tiene que ver esto con la foto? Pues que Juan podía ser uno de esos bravos hombres que levantan el brazo, la mayoría con decisión, que llevan a la Virgen. Sigo pensando, quiero pensar que no, que no era malo, que lo hicieron malo, perverso. 

 

Juan cometió las atrocidades que cometió porque hicieron de él una persona incapaz de reflexionar, porque la religión que le inculcaron (sea religión ‘religiosa’, ‘ideológica’ o simplemente ‘vivencial’) le abocaron a ello. 

 

Él ni siquiera sacó beneficio económico: muchos fueron los que gracias a sus “hazañas” obtuvieron una gasolinera, un estanco, la dirección de una estación de Renfe… él no: aún recuerdo alguna tarde en las que me aburría e iba a hablar con él y a ver cómo, tras salir del trabajo, Juan, para poder sobrevivir, para sacar a sus hijos adelante, lavaba botellas en una empresa que las rellenaba de mala gaseosa.

 

No sé qué pensar, la verdad pues, a pesar del terror que me traen estos recuerdos, no puedo aborrecer de Juan.

Antonio Argüeso

9 comentarios

Antonio Argueso Gonzalez -

Acabo de solicitar, querido Luis, Les Bienveillantes que leeré con sumo agrado pues es buen tiempo de silenciosa meditación, como aconsejas. Bueno y la forma que me identificas, ¡qué más quisiera! pero intentaré acercarme pues sí me gusta, sí.
La historia es bestial, Isidro, sí. Tú sabes mejor que nosotros lo bestiales que fueron aquellos años. Su olvido durante más de cincuenta años en un recoveco de mi inconsciente muestra que nos influenciaron más de lo que podamos pensar. Y sí José Manuel, sí. En la Paramera había categorías ¿lo dudaste alguna vez? ¿lo tenías olvidado? Había los recomendados, como tú, como Javivi… y estábamos los enchufados como Cirauqui o como yo. Pero para enchufados, enchufados, los de León que podían ir a comer a su casa un fin de semana sí y otro también. Y todavía no nos han resarcido de tamaña injusticia. Yo creo están obligados a organizar, totalmente a su cargo, un encuentro en la cárcel de Quevedo.
Baldo, me ha encantado tu análisis de la foto, su relación con Jesús de Nazaret y su condena. Y sí, estas fotos son una sangrienta burla, un insulto a la inteligencia que tan a menudo se repite y que, como dices que dice Schillebeeckx (aclaro para quienes no lo sepan que es belga) puede llevar a posturas agresivas.
Creo que no nos conocemos, Amador. E ignoro si tu apellido Tascón tiene algo que ver con nuestro muy querido profesor de al menos griego e inglés. Era duro de roer, pero como solemos decir, muy buena gente. Comparto plenamente tu visión de aquellos años que a lo que desde la lejanía observo, algunos quisieran revivir.
Ramón, todos somos indicados para opinar, para comentar lo que aquí se escribe. Unas veces lo hacemos desde dentro, porque lo vivimos, otras desde afuera porque sin vivirlo nos interesa. Estoy de acuerdo en que en todo momento hay responsables indignos. Pero lo que no he visto ni en la lectura ni en su relectura que aquí nadie se “cebe en ellos”, como escribes. Comparto tu punto de vista de que “las realidades y vivencias aquí abordadas” (supongo te refieres a mi relato) son muy complejas, por eso he intentado ser muy comedido en su presentación, sin juzgar, sin siquiera criticar, simplemente relatando lo que viví. No creo que en ningún momento esta presentación sea injusta, como escribes. Injusto es, pienso yo, callar como se ha hecho tantas veces, este tipo de hechos.

Ramón Hernández Martín -

Aunque soy el menos indicado para aparecer en una entrada como esta, hoy no me iría tranquilo a la cama si no dijera que las realidades y vivencias aquí abordadas son tan complejas que merecen, a mi modo de ver, lecturas más pausadas, más moderadas, más justas en definitiva. No procede ahora insinuarlas siquiera. Si alguien duda sobre mi propósito (Baldo me conoce muy bien), diré que, de buscar algún acomodo político, que no es el caso, tendría que hacerlo en la llamada "izquierda". Pero lo que ahora me preocupa francamente no es la política sino el evangelio cristiano (que no es lo mismo que la Iglesia católica) y ese, tal es mi parecer, va mucho más lejos que cualquier izquierda en cuanto a exigencias de magnanimidad y gratuidad se refiere. Pues bien, no creo que desde él pudieran emitirse condenas tan rotundas como las aquí leídas. Mil perdones si, diciendo lo dicho, incomodo a alguien, pues eso sería lo último que querría. Sírvame como excusa o para mayor abundamiento que, por mi edad, estuve más cerca de los hechos y que, por ello, sufrí de forma más brutal sus secuelas. A fin de cuentas, tenemos en nuestro tiempo personajes de la misma calaña política y catadura moral que los de entonces, razón por la que cebarse en ellos me parecen huidas en falso. Buen día o buena noche, dada la hora que es, a todos, y que la reclusión, que se va a ampliar, os sea leve.

AMADOR ROBLES TASCÓN -

Hola, aqui uno de la yeguada 10 años aprox despues de quienes protagonizais la mayoría de los relatos que sigo con muchisima frecuencia, os envidio y os reconozco que mantengais vivo este estupendo blog.
hace tiempo que solo os LEO y nada escribo , me sincero, en parte es por evitar polémicas quizás, ,,estériles.
Hoy hago una excepción. Gracias Argueso por tu sincero relato de aquella terrible y TEMIBLE realidad. Gracias a Cirauqui a J del Vigo, al Pitu, etc y muchas y singulares gracias a Baldo por su versión que ayuda a entender QUE NO COMPRENDER NI COMPARTIR... el gravisimo error de la iglesia española por haberse puesto DE PARTE, error imperdonable, pero todavia fue mucho mas grave su permanente colaboracion con la dictadura en PROPAGAR la peor y mas falsa versión de una realidad que fue objetiva e hhistóricamente bien distinta. Ah! muchas gracias Baldo por la referencia a Torrellas a quien siempre tanto admiré y CON QUIEN TANTO QUERÍA. ... por motivos varios segui muy de cerca su última etapa vital en latinoamerica. Os aprecio, os estimo en su acepción más francesa.
Hasta pronto.

BALDO -

Mi santa me ha prohibido escribir en este portillo en el que el bueno de “Argüesón” ha contado –¡y cómo lo ha hecho! – su espeluznante experiencia de niño. Ella me conoce mejor que nadie y sabe que no me iba a contener si doy rienda suelta dialéctica a mi indignación. Pero, a pesar del veto, no puedo pasar de largo y mirar para otra parte sobre lo que para mí destaca en la escena de la fotografía: el sarcasmo y el ultraje con que se trata al que es, sin ningún género de duda –o, al menos, debería serlo– el protagonista: Jesús de Nazaret crucificado y muerto, yacente en el regazo de su madre. Jesús fue condenado a muerte por los romanos, que eran los únicos que tenían poder para aplicar esa la pena. Los colaboracionistas judíos, principalmente los saduceos, estamento rico, dueño de la política y de toda la administración financiera del templo de Jerusalén, azuzaron a las autoridades romanas para que aplicaran al galileo la pena destinada a los terroristas políticos. Pues bien, el Crucificado se identificó y se identifica con todos los crucificados de la historia, que no han sido ni son pocos. El vio y vivió como nadie que los grandes o pequeños acontecimientos de la vida hay que contemplarlos desde la perspectiva de los proscritos, de los sospechosos, de los maltratados, de los impotentes, de los oprimidos y de los vilipendiados. Y sabía que toda denuncia y todo empeño para salvar de la opresión a estas personas entrañaba un riesgo grande para la vida de quien lo intente. Él no se echó para atrás. Y ya vemos representado en esta imagen bajo baldaquino de plata lo que le pasó. La fotografía que encabeza este portillo representa una burla sangrienta. Los que levantan el brazo al modo de las legiones romanas que crucificaron a Jesús de Nazaret ¿a quién saludan?, ¿qué celebran?; ¿acaso gritan que suelten a Barrabás? Es patético ese “siamesismo” de la cruz y la espada, y que los que pastorean el rebaño de Jesús siempre nos quieran encaminar por la derecha, cuando el código de circulación de la DGT dice que los rebaños deben circular por la izquierda, que es mucho mejor para asegurar sus vidas. La gran mayoría de clérigos, monjas y adláteres votan a partidos de derechas, porque, ignorantemente –y, en muchos casos, por intereses espurios– identifican el mensaje de sus partidos con la Buena Noticia de Jesús. Con eso, están secuestrado para ellos y para sus intereses el evangelio de Jesús, que vino a traer la Buena Noticia (el eu–aggeilon) a los “ptojoi” griegos, a los “’anawin” arameos. Los frailes que nos instruyeron cuando éramos niños y adolescentes habían aprendido una teología de pura logomaquia y ajena al mensaje del Nazareno y en ella nos educaron. Muchos se han quedado con aquellas enseñanzas de la infancia. Otros tuvimos la suerte de cambiar de ruta. Pedro y Torrellas emprendieron un viaje que no ha tenido retorno para ellos, porque experimentaron en Latinoamérica lo que verdaderamente era el evangelio de Jesús. Pedro no dirá nada, porque es un santo y no quiere herir a nadie, pero estoy seguro de que esta foto le causará un gran pesar y dolor.

Y, ahora dedico a Isidro un párrafo de E. Schillebeeckx,OP, que sé que le gusta. ““Una tradición (religiosa) que no sepa qué hacer con las experiencias nuevas y, por tanto, las niegue, las evite o prescinda de ellas como si se tratase de «tentacio¬nes modernas del demonio», está deshumanizando. Además, se corre el peligro de que la colectividad aferrada a esa tradición se convierta en un «resto sagrado» que afirma su identidad formando un gueto o recurriendo a pos¬turas agresivas. En realidad, ese grupo no se apoya en la autoridad de su tradición experiencial, sino en la letra de lo que en otro tiempo sirvió para expresar sus experiencias auténticas en una determinada situación histórica”.

PD Para Toñín Argüeso. El “arresquilar” cántabro tiene mucho parecido con el “esguilar” asturiano. Predicaba el cura de la Aldea Global de Casorvía en el día de la Ascensión: “Jesús subió a un monte (el de los Olivos) y esguiló, esguiló, esguiló hasta que una nube tapolu. Y nunca más se supo”.

Javier Cirauqui -

No consigo entrar, antes de acabar el escrito se me borra. Espero que esta sea la definitiva,

Tu veraz y realista relato, Antonio, me ha emocionado mucho y aunque sea cruel, crudo y como le quieras llamar es la realidad que vivimos es auténtico. Hay que tener en cuenta que yo y algunos otros nacimos en el 1948 y solo habían pasado 9 años desde el final de la guerra en 1939.
Aún estaba muy reciente la guerra y eran tiempo de represión y dictadura, tiempos muy difíciles, sobre todo para los que habían perdido la guerra o pensaban diferente que los vencedores.
Hasta nuestros oídos llegaban muchos hechos como el que relatas sucedidos en pueblos de alrededor, pero se vivía una época de miedo y nuestros padres que habían conocido la guerra, no querían hablar mucho de ella, algunos no se sentían muy orgullosos, otros verdaderamente sí.
Siempre he vivido esta época como una época contradictoria, con unos sentimientos encontrados. Yo era un niño con una infancia feliz. Fui a los dominicos de Villava, no sé si por enchufe como tú dices, quizás porque mi padre tuvo un tíó dominico, al que yo no conocí, y otro tío que era párroco de Burlada y además VIllava y Burlada estaban juntos. Quizás sea eso un triple enchufe. En el campamento de la Ulzama cantábamos el "Cara el Sol y el Oriamendi".
Como en todos los pueblos imperaba la máxima de la ciencia con sangre entra, aunque a decir verdad yo no la viví muy intensamente y encima me daban leche en polvo y queso.

Desde luego, Antonio, que la realidad que cuentas no es única en aquellos tiempos, había muchas personas que actuaron de la misma manera y sin embargo convivían con nosotros y hasta nos caían bien. Todas estas situaciones a mí me hacían mucho que pensar.
Y como última contradicción, cuando murió Franco las largas colas para ver su féretro
me emocionó, o por lo menos me produjo una sensación duddosa, a pesar que a su muerte me amnistiaron seis año y un día.
Termino, porque tu escrito me revive muchos sentimientos y me enrrollaría demasiado.
Un fuerte abrazo.

Javier del Vigo -

Quienes asomamos con asiduidad mayor o menor por los portillos que nos echa Josemari al campo del recuerdo somos aquellos niños rurales –la mayoría- de cuando la sociedad no había emigrado a la ciudad y estaba acojonada –perdón!- por los efectos de una guerra civil y las consecuencias postbélicas, el primer franquismo, duro, intransigente, cuando la espada y la cruz se cobraban en vidas y haciendas los réditos del triunfo militar. “Vae victis”, decían ya los romanos. Y poco ha aprendido la humanidad de Roma a hoy. Triste condición la humana.

Éramos niños –empleo el genérico histórico- de escuelas unitarias. Dices bien, Antonio, desde los 6 a los 15 o 16. Y dices bien, separados en "jaulas" diferentes niños de niñas. Y me has hecho recordar un pequeño retazo de mi propia biografía, anterior al tiempo cuando compartimos experiencias comunes, cuando hacíamos aquel bachillerato en un colegio privado confesional, tan confesional que lo llamaban “apostólico”.

El retazo es como sigue: mi maestro del aula masculina, -a quien me apetece hacer aquí un homenaje-, “Don” Gonzalo, un joven leonés por cierto, quien, curiosamente, no empleó nunca la vara de la sangre, estaba soltero y fuera de su entorno. Solo, en suma, en un pueblo en decadencia. En el aula opuesta, la de niñas, impartía “Doña” Emilia, joven y soltera. Sola, aunque otra hermana suya tenía plaza en pueblo limítrofe y compartían vivienda y vivencias en su aislamiento rural. Pongamos que hablo del curso 59/60. Me iba haciendo “mayor”, oh cielos, mayor con 9 años! Y debía ser yo un empollón, en todos los sentidos del término. Así que cuando Gonzalo y Emilia, que parecían entenderse bien, querían verse, charlar, aliviarse del trabajo, se encontraban en los vericuetos de aquel colegio al que la desidia y el tiempo han dejado hoy en unos muros sin techumbre, un majestuoso edificio en su día -como bien conoces, Antonio- obra social de León de Argüeso, que hizo fortuna en Andalucía fabricando vinos finos. Cuando D. Gonzalo abandonaba la clase, ¿sabéis a quien nombraba su “lugarteniente”? Efectivamente. Y es verdad que mis compañeros de jaula no eran santos en aquellos momentos de libertad, pero siempre tuvimos complicidad y la sangre no llegó a la vara; fuimos consecuentes con la “bonhomía” del maestro.

Para el curso siguiente -el cómo ya no recuerdo- pasó por el pueblo un fraile dominico, joven, que hacía preguntas y llevaba unas hojas que luego aprendí se llamaban test, que rellené. Otro recuerdo para Luis Arruga, que sigue en pié y con mente lúcida en la Virgen del Camino. No sé si fruto de aquella entrevista o de esas “recomendaciones” en versión de José Manuel a las que llamas “enchufes”, el caso es que en el curso siguiente me encontré en septiembre con un colegio inmenso para mis ojos de niño rural, que olía a nuevo, que brillaba… Nos encontramos en el tiempo y el espacio. Perdí de vista, por tanto, a Gonzalo y Emilia, los maestros de una escuela unitaria en la que nos enseñaron a socializar con una cierta libertad. No sé si aquella relación fructificó, (ojalá) si siguen vivos (que eran jóvenes ya digo, aunque me parecían mu mayorones, pobre de mí, nueve años), si…

En fin. Tiempos para no olvidar. Tremendos, sobre todo si ponemos sólo en valor lo más negro del primer franquismo, el de “la cruzada”, que existió, tristemente. Creo yo -en el pasado lo hemos debatido Isidro y yo aunque no hemos coincidido en plenitud- que la historia, si ha de ser memoria para no repetir, ha de ser lo más objetiva posible, la que hagan los historiadores preferentemente. Sin mucho adjetivo. Con datos sobre la mesa. Un dato, por ejemplo, es el que abre este portillo: en Reinosa hubo un verdugo que a buen seguro murió entre remordimientos, al que le tocó en el gran teatro de la vida actuar tras el triunfo del fascismo en España.

Camina o revienta. Abogo por la “tercera España”, porque desde la transición opté por su cuadro más representativo, “el abrazo”, de Genovés. Y abrazar no es olvidar.

Como suelen decir Baldo y Zirauki, Vds perdonen; soy incontinente cuando hago ladrillos.

Luis Carrizo -

Descarnado y crudélisimo relato, querido Argüeso, el que nos has dejado aquí. Te agradezco, particularmente, el tono digamos conciliador con que expones tus recuerdos, los relativos a los métodos de enseñanza y los relativos a la guerra. Tono, que, sin embargo, no resta un ápice de veracidad a la rememoración de esos dramáticos recuerdos.
Yo te identifico con eso que el diccionario define como bonhomía. Ese es el recuerdo que tengo de ti de cuando entonces, y esa bonhomía es la que creo que se trasluce en ese trozo de historia que nos cuentas. Aunque la palabra habla por sí sola (no como la de "arresquilar"), copio y pego lo que dice el DRAE on line, acerca del vocablo bonhomía: 1. f. Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento.Por cierto, aclara también que viene del francés "bonhomie". Esto yo lo considero como un presagio de la francofonía con que te investiste.
No sé si has leído la novela "Les Bienveillantes" (Las Benévolas, en español). Fue premio Goncourt en el 2006. Si no la leíste, te invito a ti y a todos los que tengan la curiosidad, a leerla, a al menos las veinte primeras hojas que conforman la introducción y que Jonathan Littell, el autor, titula como "Tocatta".
Se hacen allí unas consideraciones acerca de la guerra muy dignas de ser leídas con atención y meditadas en silencio. Para mí es de lo mejor de la novela, un pelín más larga de lo necesario, dicho sea de paso.
Tu escrito y los comentarios que ha generado por parte del Pitu y de Cicero, me ha traído a la memoria ese prólogo.

Jose Manuel García Valdés -

Qué lejos nos queda aquella escuela dividida, como Dios mandaba, en escuela de niños con maestro y escuela de niñas con maestra. Dios nos había creado en momentos distintos, primero Adán y después Eva. Lo que dios hizo de un modo que no lo cambie el hombre. Aquello nos queda lejos pero lo de la letra con sangre entra, ambas acepciones, no es tan lejano puesto que lo recordamos muy bien. Al maestro había que llevarle la vara con la que luego te ponía las manos calientes. Yo creo que era un sistema barato de calefacción. Y vaya si entró la letra. Valga como ejemplo tu caso que, gracias a la vara, saliste un hombre de bien, piadoso, culto, viajao y aspirando a rico No hablo de mi por modestia,, pero alguna me cayó y me hizo caer del caballo como le pasó al de Tarso.
Coincido en que el tal Juan, tantos juanes hubo, era un pobre hombre que hubiese merecido más vara del maestro para espabilarlo y darle luces para no dejarse engañar por las fuerzas vivas, sin nombrar. Los de palio, misa y comunion cometieron muchas tropelías usando, engañando a los juanes de turno. Por lo visto era lo que Dios quería. Ya podía haber querido de otra manera.
Lo que me gusta de tu relato es la sinceridad. Por primera vez reconoces en público, a calzón quitado, que fuiste un enchufado. ¿Te has parado a pensar dónde estará, qué le depararía la vida al chivo aquel al que, por enchufe, le birlaste la plaza? Deberás arrepentirte y hacer una gran donación a la ONG de los desenchufados. Espero que el remordimiento te persiga de por vida. Mi caso es parecido pero distinto, yo fui al colegio por recomendación, que no por enchufe. Yo no tuve un Juan de brazo estirado, yo tenía un primo fraile, casi ná, que simplemente me recomendó. Hay clases para todo.
Me ha gustado mucho tu historia, me vi reflejado. Somos hijos de aquella España en la que para salir adelante necesitabas un enchufe y/o recomendación.
La donación, si no encuentras a donde firigirla, me la puedes remitir a mí y la haré llegar a quien me enchufe.
¿ Si estos días voy a Bruselas estarás en casa? ¿Tendrás coles?
Si lo ves feo "arresquila".
Un abrazo para los que estén en casa, también para los otros.

Isidro Cicero -

Me quedo con la palabra "arresquilar", querido Antonio Argüeso. Su autenticidad, su brutalidad primitiva, su verdad ha restallado en mi consciencia como un latigazo de realidad.
Lo demás de la bestial historia que cuentas lo conocemos, hemos reflexionado sobre ello, nos hemos amargado con ella y hemos escrito lo que sabíamos.
Conmueven esas mujeres, algunas probablemente madres, hijas cuidadoras, amantes, que arresquilaban las tapias del cementerio peleando la última posibilidad de arrancarle la vida a la puntería de las balas.
Juan, llamémosle Juan, comparado con ellas, por mucha amabilidad que derrochara en los cincuenta, por mucho que alzara la mano al paso de las imágenes sagradas y por mucha vara alta que tuviera con los frailes, solo era un pobre diablo. Probablemente atormentado en secreto por el remordimiento.