Aprovecho el relato de Santos Vibot a esta fotografía de la colección de Chema Sarmiento para enviar a Santines todo nuestro cariño, muy querido amigo, poeta, maestro, compañero, y darte un buen tirón de orejas hoy día 9, día de tu cumpleaños.
Que seas feliz, feliz en tu día y siempre.
En el verano de 1972, nos convocó el Padre Torrellas a algunos antiguos cantores de la Escolanía, tanto de dentro como de fuera, para reforzar las voces graves en una grabación que quería hacer, creo que de los “Himnos del Nuevo Testamento” de Don Joaquín.
Fueron unos días muy felices de reencuentros con amigos largo tiempo perdidos, gratísimos ensayos, zambullidas en la piscina, paseos por El Valle, cerezas y remembranzas.
Yo tengo alguna foto –y debe haber muchas pues entonces ya abundaban las cámaras- en la que reconozco a Serrano, Luis Javier, Bañugues, Heredia, Pedro-Manuel Alonso Herrero, dos de los hermanos Suazo, Correas, Jose Antonio, Reyero el pequeño, Espinosa…y chicos más pequeños de otros cursos.
En esta foto que encabeza el portillo, creo que estamos en Asturias, en una excursión que hicimos por esos mismos días. Debe ser en la “Garganta del Cares”, con su lujuriante belleza. Belleza que le tiene a Juanito Turienzo al borde del arrobamiento místico, no sé si por la belleza o por lo de lujuriante. El caso es que parece a punto de levitar o de recibir el dardo transverberador. ¡Ay, el dardo!
El primero por la izquierda es Carlosjulio Alonso Herrero, con sus características gafas sesenteras, que le quedaban tan bien. Era entonces muy buen amigo mío, con quien hablaba horas y horas de poesía, novela y vida. Después, en el 76-77…compartimos pensión en Madrid, aquella inolvidable y heladora Fonda Mateo de la Calle Campomanes 7 (el Raquelita Palace la llamábamos) reconvertido hoy en hotelito pijo. Y, más tarde, también el mismo piso en Guzmán el Bueno, donde me hizo Serrano aquel retrato a pluma en el que captó entera mi alma juvenil.
El segundo, es Juanantonio Sánchez Turienzo, que siempre nos hacía reír con sus salidas graciosísimas. Seguro que en esta foto, está soltando alguna o a puntito de hacerlo, ¡él sabía arrancarnos carcajadas! Gracias, Juanito. Y el caso es que también le recuerdo con aquella pena negra dentro de la mirada, aquel niño enjaulado que no supo escapar. Que huyó hacia dentro. Ojalá yo estuviera equivocado y haya sabido hallar felicidad.
El tercero es Joseramón Tejo, con un gesto muy suyo en ese rictus de la boca que le marcaba en la mejillas aquellos hoyuelos tan simpáticos, y aquel humor zumbón, inteligente, y aquellas patas largas…con “Joserra” siempre te sentías bien, era la persona más acogedora y comprensiva del mundo. Le encantaba fumar, cantar, charlotear, vivir.
Carlosjulio y Turienzo olían a colonia y tabaco. Tejo a tabaco y after shave. Yo los sentía como mis hermanos mayores. Los quería y admiraba.
Estábamos en Salamanca los cuatro, en tres cursos distintos, pero todo el día juntos, en el coro, en la huerta, en el tan conversable refectorio, tres veces al día. Y en las terrazas de la Plaza Mayor. Y aquellos cines que tanto nos marcaron: Muerte en Venezia, Ludwig…
Y ese chico de 19 años, todo de blanco, soy yo. Sarmiento me ha mandado esta foto -que nunca había visto (¡cuándo este bendito blog dejará de sorprendernos!)- y os la mando por mi cumpleaños, con esta evocación. Me dice Pedromanuel Alonso Herrero que yo ilumino la escena. No sólo por el contraste de mi ropa blanca entre todos los grises, si no por la expresión de mi sonrisa. Es él quien lo dice, no yo. Aunque me encanta que lo haya dicho, claro, y se lo gradezco de corazón como un regalo inmerecido de cumpleaños.
Me encantan esas botas de tela que llevo (creo que eran azulonas) con protectores circulares de goma blanca para los tobillos, que hoy vuelven a estar de moda bajo el nombre de “Converse. All Stars”.
¡Qué sería de ese relojito de pulsera que llevaba y que apenas recuerdo como era. Y aquella blanca mano que soñaba Chopin sobre el pretil musgoso. Y -¡ay!- de aquella candorosa, inocente sonrisa que me robó (borró) el tiempo y su quimera!
Me fascina ese aire sosegado que tenemos los cuatro, posando relajados y felices como si aquel verano no fuera a tener fin. Y me inquieta ese tronco sinuoso y calcinado que surge tras el cuello de Tejo, como un funesto augurio, una negra serpiente entre el verdor.
Y esas botellas de refrescos vacías que conservamos en las manos (cocacolas, mirindas, oranginas…nombres de lo fugaz) como después de haberlas apurado en la sed del verano, azucaradas risas juveniles…como si la copa de la vida fuera tan solo eso. Conformes y felices un instante.
Un verano sin fin.
Santos Vibot