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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

EL CARDENILLO (Isidro Cícero)

EL CARDENILLO (Isidro Cícero)

Queridos compañeros; dispongámonos a saborear, degustar, paladear y relamernos de gusto con las escrituras de Isidro Cícero. Un consejo: por favor Isidrín, no se te ocurra coger la bicicleta, por si no te frena.


Tardó en salirme la palabra cardenillo. A veces las palabras – a que nos pasa- se esconden como las culebras en los bardales, te salen al sendero cuando menos las esperas. Te asustan. Otras veces las andas buscando, con urgencia, como cuando se te extravían las llaves, las gafas o el monedero. Sabes que tienen que andar por ahí, distraídas, pero tú no acabas de dar con ellas.

Cardenillo es para mi una de esas “palabras – culebra”, por lo inesperada; pero también es un poco palabra-gafas, por las vueltas que di hasta toparme con ella. Cardenillo yo lo habré oído decir, a todo tirar, media docena de veces en mi vida, una vida tan alejada del bronce como del puercoespín. De mi boca, cardenillo puede que haya salido un par de veces; que haya salido de mi pluma, creo que nunca jamás hasta el día de hoy. Pero era exactamente cardenillo el nombre que anduve buscando en los recovecos de mi mente, desde la mañana del sábado 21, cuando fui a León respondiendo a la convocatoria tribal de Mariano Estrada. Fue esa mañana cuando me topé por sorpresa con el cardenillo, montones de cardenillo sin acertara a ponerle nombre.

Cuando este nombre me vino de repente, me pilló dubitativo, inseguro y desconfiado, pero para eso están los diccionarios. Ocurrido el milagro de la unión del nombre difícil con la cosa, eso también os pasa a vosotros, una sensación de gozo y gratitud me inundó. Digo lo de vosotros porque pienso que a medida que cumplimos años, y ya son muchos los que cumplimos, nos sentimos más felices y más agradecidos por conservar aún estas habilidades para juntar cada cosa con su nombre. Por eso nos atrevemos a decir, fieles a la recomendación de Juan Ramón y siguiendo sus divinas sugerencias un tanto panteístas:

“Intelijencia,
dame el nombre exacto de las cosas”

Había ido a León -he dicho- convocado por Mariano Estrada, uno de mis tres poetas zamoranos preferidos: A Hilario Tundidor, y si me apuras incluso a León Felipe les tengo menos apego yo que a Mariano, , pese a que los dos son fabulosos, porque ninguno de ellos fue de mi curso en la paramera. Mariano no sólo fue de mi curso, si no de mi misma clase. A otro poeta zamorano que tengo bastante tratado, Octavio Uña Juárez, le adoro más que a los tres citados, pero sólo como guía privado a través de los misterios iniciáticos que se encierran en El Escorial. En mayo le di envidia a Carrizo con esa visita iluminada en la que tanto eché en falta a este amigo del corazón. En agosto, el 21, me dijo Carrizo: La interpretación que me sugeriste de El Escorial me pareció emparentada con la que tú mismo nos has ofrecido del Santuario (de la Virgen del Camino, se sobreentiende).

Mariano quería vernos en León con motivo de su venida al Norte después de tres años ausente del norte y ausente del blog. Mariano, lo mismo que otros compañeros que viven habitualmente por ahí abajo, llaman Norte a todo lo que esté por encima de los 40 grados, tres minutos de latitud en esta dirección.. Empiezan por Madrid., y ya incluyen Bilbao, Muelas de los Caballeros, León y mi pueblo. Yo los comprendo, porque una vez allá en 1976 cuando pasé una temporada en América, me dijeron unos de Ohio: Conocemos bien su country, es muy interesting. ¿Y dónde han estado en concreto?. Londres, Madrid, Roma, Atenas y Lisboa...
Claro, mi tierra.

Hay una querencia de norte. Lo de Mariano con el Norte era descriptivo, pero hay otros que se refieren a él de una manera más inquietante. Cuando dicen que alguien se ha ido al Norte, o está ya en el Norte, etc, a mime entra vértigo. Ya no puedo vivir más al norte. Si doy un paso más en esa dirección, andando, en coche, en bicicleta, me caigo al agua. Al abismo frío y azul del mar así que se me ponen los pelos como escarpias. He pensado que cuando estos admirados compañeros se refieren al norte, no hablan de este norte en el que estoy y que me envuelve, sino que lo dicen en un sentido diferente, alegórico, poético, si me apuráis incluso religioso. Entiendo que dicen Norte por no emplear aquellos sustantivos tan manidos que usábamos antiguamente, como cielo, paraíso, eternidad.

La cita de Mariano era precisa: A las 13 horas, en el Gambrinus, que como todo el mundo sabe está frente al Corte Inglés. No llegué el primero a la cita, podría haberlo hecho, porque me ganaron por la mano Centeno y señora. Ahora bien, después de este matrimonio, yo.

Me levanté pronto aquí en Santander para que me diera tiempo a revisitar el Santuario. José Mari creía que yo sé la tira sobre el Santuario, aunque la verdad casi todo lo que sabía os lo conté ya el año pasado en una exposición tan larga y trabajosa como improductiva. Fue como uno de esos accesos de tos que casi te revientan, pero que no consiguen limpiarte el bronquio. José Mari, el autor de esta fresca y fragante entrada sobre la cubrición de la cruz de la estrella colorá, y yo nunca hemos comentado qué sentido le da él al verbo saber cuando decía aquello de Cícero sabe del Santuario más que .... Cuando nos encontramos hay demasiadas cosas de las que hablar, pero estoy seguro de que, para este caso y efectos, Cortés le da al verbo saber el mismo sentido que le doy yo: el que se deriva del latino “sapere”, que significa saborear, degustar, paladear. Relamerse de gusto. Y yo me he relamido tanto como el primero con, por, ante , de, y todas las preposiciones esta obra de arte de la paramera. Por lo que escribe aquí arriba, Heredia es de los que siguen pensando que aquel catarro mío del año pasado mereció la pena.

O sea que el sábado 21 volví al Santuario. Y confirmé la impresión de su humillación, que ya percibí el año pasado y dejé constatada en aquella serie de artículos titulada Crónica de León, serie que si tuviera que rescribirla hoy llevaría un rótulo diferente, probablemente La Cabeza de la Cobra, los lectores saben bien por qué.

El Santuario ya no es lo que en nuestros tiempos era. Ha perdido su espectacularidad señera desde la lejanía, la teatralidad de pancarta publicitaria de propaganda popular católica que tuvo. Forma parte ahora de la hilera de edificios que, como Porcelanosa, alinean su prestancia a lo largo de la carretera. Es uno más. No me extraña, Luis Heredia, amigo querido, que te hayas pasado de largo. Lo de menos es que la cruz esté tapada, es que está emboscado en medio del paisaje urbano el santuario total, mermando a medida que ha crecido a su alrededor la foresta y la población.
Aquel sábado temprano pasaban constantemente peregrinos a Compostela. Sacaban fotos al apostolado de la fachada y le tocaban las narices a San Froilan Había cuando llegué una excursión visitando le templo por dentro, y el paso de los minutos ponía nervioso al guía que miraba sin parar su reloj de muñeca: Llevamos aquí ya media hora, luego que no se quejen. Las prisas. Con prisas no se puede sapere el santuario, no se puede saber, José Mari, hay que dedicarle tiempo.

Unos señores con cara de frailes viejos y ropa de veraneantes preguntaban por su salud a unas señoras con aspecto de monjas dominicas vestidas de calle. Pues no te quejes, mientras vayas aguantando, les oí. Dentro del recinto, frailes con hábito confesaban a destajo en los confesonarios que, en nuestros tiempos, sólo estaban indicados con una lucecita y hoy se exhiben con nombres y apellidos de padres confesores, afeando a mi entender la intención geométrica de la madera del gran zócalo. Ahora ellos le vuelven a dar una importancia tremenda a estas cosas antiguas. Al pasar por delante de uno de los cajones sacramentales vi a un dominico confesando a voces a una peregrina. No me enteré de los pecados de ella, sí de las ritualizadas recomendaciones de él.

Los viejos con cara de frailes de vacaciones se despidieron de las señoras con cara de monjas: bueno pues hala, hasta la próxima, vamos a ver si rezamos un poco. En mitad del gran rectángulo que los leoneses de mi tiempo llamaban la caja de cerillas, un señor de rodillas rezaba ostentosamente con gesto degollado un santo rosario de cuentas blancas, la cabeza caída hacia la derecha, las manos adelantadas desde los codos, los ojos casi en blanco. Una pareja hacía fotos a sus niños delante del manto. Con los dedos de las manos derechas, mujeres de mediana edad le tocaban los pies al Cristo del Salmo 21 y a continuación se santiguaban con los mismos dedos.

La madera de guinea del área del presbiterio mantiene bien el color que yo recuerdo, pero el resto del suelo lo encontré mate y sobado. Las veinte ventanas del sur no ambareaban lo suficiente a aquellas horas para convertirse en el hachón de grandes cirios metafóricos que en otras ocasiones hemos visto, Tenían luz, pero no toda la luz esplendorosa de los significados místicos de otras veces. Cada cosa tiene su momento.

Aparecí en el Santuario sin plan preconcebido y con la cabeza ocupada por un pensamiento político en vez de un pensamiento religioso como quizá sería de desear. Había salido del Norte, de Santander exactamente, hacía un poco más de dos horas, y había llegado a la Virgen del Camino, oh milagro, sin encontrarme por el camino ni un solo semáforo, sin desayunar y sin pagar un céntimo de euro en peajes. El sentimiento con el que llegué al Santuario era de reafirmación en la satisfacción por lo que hemos hecho en todos estos años, trabajando, cotizando para el bienestar de la gente en esta vida. Yo valoro mucho estas cosas del bienestar, a lo mejor porque cuando entonces, ya lo he relatado, yo tardaba dos días en hacer este recorrido, con gastos para fondas y comidas, que había que sacar de donde no había.

En el Santuario saboreé varias novedades cuyo sentido me había pasado desapercibido en anteriores ocasiones. Por ejemplo otra culebra de Subirachs además de la que nos colocó en el picaporte de la puerta principal. La culebra número dos, más pequeña que la primera tiene la misma hechura y aspecto que la grande y está a los pies de San Pablo en la puerta que lleva su nombre. El faraón – os lo he recordado en uno de los capítulos de la Crónica- llevaba la serpiente en la cabeza para amenazar con su espanto. Sin embargo, en los santuarios griegos, la serpiente se paseaba libre, pacífica y benéfica. Traía buena suerte, devoraba las ratas que socababan los cimientos y su simiente no tenía juramentada una enemistad eterna con la simiente humana. En este Santuario, la serpiente de bronce se enrosca sobre si misma y nos sugiere que se renueva sin cesar, en un ciclo eterno de muerte y resurrección.

Otras novedades que han puesto en el Santuario no las saboreé porque, con todo respeto, para mi son bastante insípidas. De sapere, poco. Pasé por delante de una lápida negra en latín que han colocado en alguna parte de la entrada que ahora no recuerdo. contra mi costumbre No la leí. No la traduje. Vi de reojo que hacía referencia a que han ascendido al santuario. Si antes era cabo, ahora es sargento o algo así.

Mientras hacía este recorrido, buscaba en el diccionario de mi mente una palabra para designar aquello que había fijado mi atención desde que entré. Pero me fui sin encontrarla. La novedad que yo no aceptaba a nombrar era ese manto nuevo que cubre a los apóstoles de la fachada y no a la virgen maría. El color del manto está entre el verde y el azul. No es el color bronceado que estos moais tenían en los sesenta. Una pátina posiblemente de corrosión los ha estado envejeciendo por fueras mientras tú y yo nos estábamos haciendo mayores por dentro. Por fuera también, pero sobre todo por dentro.

Todavía no tienen cincuenta años, José Mari, y ya están enfermos de cardenillo, un óxido que dicen que es venenoso y que aún no ha tocado a la Virgen, me pareció. No vamos a ser nosotros los únicos que envejecemos y nos morimos. También envejece el bronce, y, como tengo dicho, incluso al material luminoso de la vidriera le llegará un día su San Martín.

No estaremos ya aquí para verlo.

Isidro Cícero 04/09/2010 01:45.

9 comentarios

Vibot -

Aquel comienzo en canon de solistas del Ave Maria virgo serena de Josquin...de una transparencia indescifrable. Un poco de agua pura, fresca, caleidoscópica, siempre sonando clara y sonriente en mi memoria azul.
Solíamos cantarlo en las mañanas frías del invierno, cuando la gran vidriera aún escondía sus temibles fulgores vespertinos. Y la música creaba aquel espacio acrisolado, ondulante, invencible en sus olas paradisíacas de adolescente felicidad... mientras la gran vidriera envolvía -o tal vez acechaba- entre sus redes de cristales fríos (los naranjas, los rojos, las chispas de amarillos arderían por la tarde) nuestras jóvenes vidas.

COELESTIA, TERRESTRIA
MUNDUM REPLENS LAETITIA...
AVE PRAECLARA OMNIBUS
ANGELICIS, VIRTUTIBUS...

Arrebatados en el gozo físico del canto, transfigurados por Josqin en una cantoría que aún resuena, "recrea y enamora".

Cícero, ¿sabes que además de la versión a cuatro voces que cantábamos con Torrellas, existe otra prodigiosa versión de Josquin a seis voces -añadiendo dos cuerdas más, una de tenores y otra de bajos, estrechando aún más las entradas imitativas- quiza menos transparente... pero de unas maravillosas, intrincadas texturas?
No hay cardenillo para este tesoro renacentista.

Isidro Cicero -

UCLÉS

Me parece, Carrizo, que ya te he contado este sucedido mío también en Uclés. Al atardecer, dimos las buenas tardes a un hombre de más de noventa años sentado en una silla al fresco a la puerta de casa: “Buenas tardes”. “Buenas”.
Enseguida entramos en conversación. Sobre la vida, sobre el pasado, sobre la experiencia. Sobre Jorge Manrique ,. Lo más importante: Que ya no se valía. Ya no podía trabajar nada.
- La mayor parte de los de mi edad, y hasta más jóvenes, aquí no trabaja ni uno.
Al hombre le atendía una hija soltera, ya bastante mayor, allí mismo en Uclés. Lo cual, que él lo consideraba una bendición.

“Y la que decía mi padre”, nos explicó. “Cuando uno llega a viejo y no se vale, es mejor que tenga una hija, aunque sea puta, que un hijo aunque sea canónigo”.

Se lo he contado a dos canónigos, uno listo y otro tonto. El listo, que por cierto ya se murió, soltó un carcajada. El tonto, que aún vive, se enfadó conmigo y no me habla. Que le den.

Luis Carrizo -

El Fondillón, amigo Cicero -te lo explicaré yo, porque veo que mi vecino Mariano Estrada no entra a rematar este balón- es un vino de los llamados rancios, producto exclusivo de Alicante, y de muy alta alcurnia y probada y bien ganada fama, según dicen los cronicones.
En la alta alcurnia, bien ganada fama y excelente paladar, es en lo que yo decía que se parece a tu prosa.
En lo relativo a las coplas de Jorge Manrique, semidestrozadas por mi, haz según quieras: son tan tuyas como mías. (Solo te pido, si un día lo haces, me solicites la copia porque sé que le introducido alguna corrección. Tú sabes que Jorge y yo siempre fuimos muy puntillosos).
Hace solo unos meses, me desvié a Uclés, en uno de mis viajes a León. Uclés fue el cuartel general de la Orden de Santiago y allí se dice que está enterrado Jorge Manrique. Después de visitar con la debida unción la iglesia, convertida en museo, y no descubrir la tumba por ningún sitio, al salir, le manifesté mi interés por el asunto a (iba a decir la guía) la que vendía las entradas. Su respuesta: "Sí, está enterrado aquí, pero no sabemos dónde para"
Te lo comento para evitarte desencantos y frustraciones.
Me despido como Argüeso: sigue escribiendo.

Antonio Argüeso -

Empecemos por el final: eso de “tardo lo que me da la gana” no sé yo si creérmelo. ¡Menos lobos! se diría en mi pueblo donde hace muchos, pero que muchos años sí oí en casa más de una vez la palabra cardenillo, pero que no creo haber empleado nunca (al menos la churrera y el embudo que mi abuela utilizaba eran de bronce, con lo que…).

Espero, Isidro, que podamos no completar, pero sí seguir la conversación iniciada junto al edificio emblemático del gremio de panaderos (y de la camarera de Trapiello, claro) e interrumpida por la inflexibilidad de horarios de los aviones. Nos vamos acercando a la placentera edad de la jubilación, con lo que las estancias por el norte cántabro serán más frecuentes y, espero, largas. Norte por norte, al poder ser, los dos. Si pasas por este, avisa con tiempo, que con la llegada del otoño ya sabes que se acentúan las querencias del pasado. Mientras tanto, Isidro, sigue deleitándonos con tus escritos.

Andrés Martínez Trapiello -

Lo primero Cícero: Tardo lo que me da la gana, porque leo y releo y me produce placer; y si produce placer...

Y lo segundo: Le traslado el beso que envías a Merce; y también te pido que correspondas con Marga.

...¡vale!: para ti, si has leído esto, también.

Isidro Cicero -

REPASANDO

Estoy repasando lo que se ha publicado aquí estos días. En primer lugar lo que he escrito yo mismo, que, fijaos en lo que da de sí la flojera, iba a decir la endeblez de la herramienta: Lo que me costó casar la palabra cardenillo con el Cu etc. Lo que me costó casar el día de la semana, sábado, con el día del mes, 21. Hasta ha tenido que intervenir el Furriel, corrigiéndolo. Y Lo mal que casé al matrimonio que llegó antes que yo al Gambrinus, total un desastre: Puse Centeno, debí poner al poeta José Ignacio Serrano Mallada. En los últimos tres años Mallada me ha dedicado varios versos muy sentidos y muy hermosos y, aún sabiendo que mi mujer lleva el nombre de las más madrugadores y sencillas flores de la primavera - las margaritas- él utiliza la licencia poética de referirse siempre a ella llamándola Azucena. Lo demás, bien.
José Mari me recomienda que tenga cuidado con la bicicleta. Le haré caso, no pedalearé ahora, como tampoco he pedaleado antes. Nunca he usado la bicicleta, excepto de higos a brevas alguna de esas estáticas del gimnasio. Por cierto, José Mari, también uno se puede caer al agua profunda y fría desde una de estas estáticas. Tenemos que usarlas con precaución.
He buscado Carlet en google maps, José Ramón Soriano Reig. Me he imaginado allí aquel domingo, compartiendo contigo y con tu gente un plato de la paella sencilla, barata, beatífica (productora de felicidad) y perfecta que os deleitó. Quién sabe si, a lo mejor, esta imaginación se torna un día realidad. No veas el apetito que me entra. Una paella entre los pinos de esa montaña, respirando el sol del Levante y bebiendo de vez en cuando un trago de vino, tiene que ser el Norte, como dicen algunos compañeros. Lo dicen, creo yo, por no llamar a las cosas por su nombre y hablar del paraíso.
El norte en el que está Antonio Argüeso es más norte que éste donde estoy yo. A todo hay quién gane. Todo es relativo. Sé que Antonio ha estado por este norte con mi vecino y amigo Valentín, pero no conmigo. No nos encontramos. Cuando las cosas no estan de ser, no son. Por ejemplo, mira que tenía yo ganas de que llegaran los primeros días de octubre para reencontrarme en Salamanca con Salamanca y con los compañeros. Pues no podrá ser, estaré a varios miles de kilómetros de allí. Qué pena. De todos modos, con Argüeso tengo interrupta una conversación que comenzó hace meses en el corazón de Bruselas. La reanudaremos. Aquí arriba tienes el tema de la virgen de la fachada, mezclada con un motete renacentista y con Nuestra Señora de Agosto, patrona de mi pueblo y por lo que cuentas, también del tuyo.
Querido Mariano:
Hay que tocarse con la coincidencia. Estabais Habibi y tú el domingo 22 en el recinto mariano, oh Mariano, mientras yo leía la tercera del ABC, el artículo de Eugenio Trías, autor por cierto de un magnífico ensayo enciclopédico sobre la historia de la música titulado el Canto de las Sirenas, pensando en el mismo recinto en el que estabais vosotros y en el que yo había estado la víspera. Yo digo Habibi porque es más cariñoso. Acepto ir a Zamora el próximo verano, si con bien llegamos allá y estos alifafes de ahora se disipan. Pena no haber coincidido contigo ante el cardenillo, para que me hubieras tirado el Bassegoda a la cabeza evitándome tantas elucubraciones surgidas del desconocimiento.

Cuando vuelvas a Santander te llevaré a la farmacia que tuvo aquí León Felipe. Yo también le quiero mucho.
Luis Carrizo no me felicitó este año el 1 de septiembre, y, para qué decir una cosa por otra: Le eché a faltar. Me tiene mal acostumbrado, Luis, no tanto por la felicitación en si, eso es fácil, sino por el regalo que de vez en cuando acompaña a la felicitación. Los que hayáis leído el regalo de este año, los versos de Ángel González en su "Mensaje a las estatuas", os habréis dado cuenta de que Intelijencia le ha dado a Luis no sólo el nombre exacto de las cosas que yo tanto pido para mi, sino el don de la oportunidad. Que consonancia tienen esos versos con el contenido de mi escrito sobre la vulnerabilidad de los moais de la fachada atacados, por el cardenillo. Qué estremecedoras resultan su arrogancia inmóvil, su belleza fría y su fe superior, cuando los vemos atacados por el óxido que los acabará un día.
Y nosotros nos iremos y no volveremos más. Un año, el día que cumplí cincuenta, Carrizo me regaló un larguísimo poema que, mucho más en serio que en broma, había escrito para mi, siguiendo los metros exactos de Jorge Manrique en las “Coplas de la Muerte de mi padre”, el maese don Rodrigo. Es una joya. Algún día, si Carrizo lo permite, las conoceréis.
Finalmente, ya siendo que la Asturianina haya tenido que esperar a que el pesado de Andrés terminara de leer estas pesadas prosas. ¿En serio, Andrés, se tarda una hora?
De lo que sí estoy seguro es de que el prieto picudo compartido después con los amigos, habrá puesto las cosas en su sitio. Un beso muy fuerte para Merce, Andrés.


Andrés Martínez Trapiello -

Me habéis dado la tarde, Carrizo y Cícero, de un viernes de septiembre con retazos aún de verano:

- ¿Vamos? – me preguntaba la Asturinina.
- Sí - le respondía.
Pero seguía leyendo.
- Llevas ahí una hora – me decía al rato.
- ¡Ya voy!
- Se nos hace de noche –me apuraba.
- … ya cogí el bolso, llevo la chaquetina por si acaso, ¿llamo a Froilan y Martín para tomar un vino…?. Ya nos están esperando, ¿tienes que escribir más?.

Y me he llenado de santa ira y…

Isidro Cicero -

SERENA

Bueno, pues si no me hacéis comentarios, me comento yo. Esta foto de arriba evidencia el cardenillo y la corrosión de los apóstoles, buena les ha caído, ya pueden tener cuidado. Ahí tenéis el cardenillo del que os hablaba, veréis que no os cuento mentiras. ¡Ecce el Cu (CH3COO)2¡, señalo como Poncio. Me dicen unas tablas que he consultado que Cu (CH3COO)2 es como se llama el cardenillo en lenguaje simbólico, no lo sé, no lo puedo asegurar, hablo de oídas. Aprendí poca química, ya lo habréis notado.

Me tranquiliza Jose Mari: “Tú sabes”. Es verdad, yo sé, es decir, yo paladeo y degusto. Pero no puedo sentar cátedra, no se puede saber de todo, no puedo asegurar, casi de nada como hacen tantos hombres sabios y tantas mujeres duchas, esto es así, esto no puede ser de otra manera, te lo digo yo.

Recuerdo que una vez pregunté a los memoriones del blog si recordaban que hubiéramos cantado allí el Stabat Mater, de Pergolessi. Contestó Vibot y me aseguró que no, pero me hubiera gustado sondear también los recuerdos de José Luis Fernández Martínez, de Máximo Olóriz, o de Baldomero para confirmarlo, pero no llegué a saber nada de ellos.

Ahora pregunto a los mismos memoriones de la música si recuerdan que hubiéramos cantado allí, en aquel coro, el Ave María, Virgo Serena de Josquin des Près.

Os explicaré por qué tengo esta curiosidad. ¿El día 21 era sábado? Pues entonces el 22 fue domingo. En el ABC de aquel domingo 22, en la tercera página para ser más preciso, venía un artículo de Eugenio Trías que hablaba de Josquín des Près y de ese motete Ave María, Virgo Serena, del músico del Renacimiento de quien nosotros cantábamos algunas piezas allí en el coro aquel y a quien en su época compararon con Miguel Ángel.

Yo no lo recuerdo pero a raíz del artículo de Eugenio Trías, me ha entrado la curiosidad.

El Ave María, virgo serena de Josquin des Près, una pieza prodigiosa, es más o menos como el Dodecaorton que dimos el curso pasado. El Dodecaorton, repasenlo, son las doce fiestas de María. El Virgo Serena, son seis minutos sobre poco más o menos, en los que también se enumeran y se catalogan las fiestas marianas que seguimos celebrando a lo largo del año a pesar de la secularización reinante. Se ve que con la dispersión cultural de lo bizantino, tras la caída de Constantinopla, la idea del dodecaorton también emigró y cuajó como tantas otras ideas.

Los eventos de la vida de María, Concepción, Nacimiento, Anunciación / fecundación, Purificación, y, finalmente, Asunción, o dicho en latín conceptio, nativitas, annunciatio, purificatio y assumptio, es el mismo tema que Subirach plasmó en bronce en la fachada del Santuario y que ahora está siendo atacado por el cardenillo.

Su concepción fue nuestra El cardenillo me parece que todavía no se ha cebado con la Virgen. La virgen sigue Serena en su cenit, es la virgen de agosto, es la antigua diosa de la fecundidad que el cristianismo, dice Trías, acertó a incorporar y sublimar. Es la apoteosis final, es la asunción Las escenas previas, tanto en los bronces de Subirach como en el motete de Josquin son camino y preparación hacia esta apoteosis.
Es la reina del amor, la reina de los cielos, la Afrodita Urania. Es la lucifer, dice Josquín, porque trae la luz. Es la luz del oriente, es la aurora del alba. Y es la estrella del mar. Eugenio Trías explica que antiguamente no era Stella Maris, sino Stilla Maris, pero un amanuense confundió la i de Stilla (gota) con la e de Stella (estrella) y fabricó sin querer una imagen tan bella como duradera. Los cronistas dicen que, siglos después del amanuense y siglos antes que tú y yo nos interesáramos por estos curiosos y lucrativos saberes, Santo Domingo de Guzmán iba por los caminos cantando con buena voz Ave Maris Stella, no Stilla.

Preservada de toda mancha de pecado original por un privilegio divino, sólo le faltaba ahora caer en el contagio del cardenillo, ese óxido venenoso que según me dicen enferma al bronce. Sólo faltaba eso, la verdad.

Gracias, Luis, por tu felicitación. Me supo a poco aquel conversar nuestro del día 21, en el que como siempre, se quedan fuera las cosas más importantes. Otra vez será. Pero no me tengas en ascuas y explícame que es eso del fondillón.

Luis Carrizo -

No te felicité este año por tu cumpleaños, querido Cicero, porque alguien tuvo la ocurrencia de no hacer coincidir el 1 de septiembre con un lunes; y, claro, ¿quién puede mantener el norte con tantas turbulencias?
Aprovecho el regusto a fondillón (Estrada te lo aclarará)que me ha dejado tu golosa prosa (tu prosa también se saborea)para felicitarte por ello y por tu reciente cumpleaños. Como se dice, o se decía, en las tierras de León con esa cautela por no exhibir demasiado los sentimientos:"sabes que se te aprecia".
A propósito del contenido de tu escrito, de poetas y de esculturas, te dejo, a modo de regalo, estos versos de Ángel González en su "Mensaje a las estatuas"
...vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también...