FELICIDADES HACIA CANTABRIA
Hacia esa buena tierra y a esa bendita casa, y a ese compañero maestro de pluma y sentimientos, Isidro Cícero, enviamos hoy nuestras felicitaciones por su cumpleaños de usted, viejo. ¿Qué tal estás? Porfa, regresa a nuestra plaza pública que te esperamos...y que complas muchos más.
Te queremos.
28 comentarios
andrés cortés aranaz -
Me gustaría enormemente tener ese encuentro pendiente contigo para hablar de todo aquello que no se nos permitió en su momento.
Claro que recuerdo a Mariano Tobes Arrabal, de tal forma que durante una temporada que me dió por intentar contactar con antiguos compañeros, hubo dos que que me ocuparon muchas averiguaciones. De Mariano, sabía que era de Aranda de Duero, ciudad que llevaba por bandera, que seguía pero no en la Orden y nunca conseguí contactar con él. El otro al que busqué con tenaz insistencia en Albacete, Valencia, Cataluña y que apareció de vacaciones en Salou y con residencia en Logroño fue Joaquín López Ros. Desde entonces es un habitual de saraos y demás guateques.
La pena fue no poder contactar con Mariano. Lo intenté. Teníamos un pequeño grupúsculo en el colegio en el que Tobes era uno de mis mejores amigos.
Pero amigo Isidro, dicen que todo pasa y que nos quedan los recuerdos y aquellos que conservamos cuando llevábamos pantalón corto, cada día vienen más a menudo y con una nitidez impresionante.
Será la edad......
Un abrazo
Isidro Cicero -
Dicen que los primitivos cántabros, cuando a sus familias les apretaba el hambre de pan, iban a buscarlo donde lo había: A lo que con el tiempo se habría de llamar Castilla y entonces eran las tierras de los vacceos mesetarios, más o menos por donde queda hoy vuestra Tierra de Campos.
Sabían luchar, eran guerreros y el cereal se lo traerían por las buenas o por las malas. La mayoría de las veces por las malas, y rapiñaban los graneros.
Los vacceos tampoco eran mancos. Los bravos cántabros sabían que no todos ellos, que no todos los que salían foramontes iban a regresar vivos a los valles verdosos del norte. Así eran las cosas.
Por eso antes de doblar el espinazo al puerto divisorio de aguas vertientes, hacían un ritual que ya para entonces era antiguo.
Levantaban un montón de piedras. Una sobre otra. Cada guerrero ponía la suya. Y se iban a hacer su luchah por el cereal en las llanuras.
Dicen que cuando regresaban con el trigo cada uno volvía a recoger la piedra que había dejado al partir y la llevaba consigo a su poblado.
Pero nadie recogía, naturalmente, la piedra del que no regresaban. Se quedaba allá arriba en la braña del puerto fomando un rudimentario monumento fúnebre, un tanto religioso.
Lo de Tobes me ha recordado este antiguo y sugerente relato.
Vibot -
Feliz cumpleaños, Maestro.
Andres Martinez Trapiello -
Jesus Herrero Marcos -
Isidro Cicero -
Después de la batalla todos somos generales, dicen; después del gol, todos entrenadores, vistos los huevos, capador. Lo digo por lo mucho que me hubiera gustado una conversación a tiempo con Mariano Tobes Arrabal, de nuestro curso, en cuya peripecia vital he pensado mucho estos días, porque por lo que me van diciendo unos y otros desde que escribí lo que va escrito más arriba, creo que la suya fue una singladura única, especial.
¿Tú no te acuerdas de Tobes, Andrés? Seguro que sí. Cada día que pasa a mi me vienen nuevos recuerdos. El fue quien le puso al padre Jesús Martín el mote de Marquina, con el que todos acabamos por denominarle. Marquina había elegido algunos fragmentos de En Flandes se ha puesto el sol para hacer aquellos magníficos comentarios de texto que tanto nos enseñaron. Del personaje Marquina , y de tantos otros como se propusiera Tobes era capaz de imitar no ya el gesto, no el tono de voz, más allá de todo lo fenoménico. Captaba y remedaba la esencia del personaje. Siempre pensé que hubiera sido un humorista extraordinario en la época de la televisión. ¿Recuerdas tú aquella frase que nos repetía tantas veces ? ¡Que tiés madre, Julián La había oído en una grabación de la Verbena de la Paloma y nos la aplicaba en cualquier ocasión, pero siempre bien aplicada.
He leído ahora un artículo suyo en la Nueva España titulado Astures. Tobes se sintió una vez afortunado y quiso comunicarlo a través del periódico. Fue cuando sus ojos ávidos descubrieron que en el siglo XIII los germanos de Suevia llamaban astures a unas aves rapaces que cazaban en lo más intrincado y profundo del bosque.
Tobes encontró esta noticia leyendo o estudiando el De animalibus de San Alberto Magno, que como tan bien recuerdas, Andrés, fue una figura importantísima en el panteón de nuestra infancia. Le sorprendió el hallazgo y quiso dejar constancia de ello a través del periódico, por motivos de comunicación. Te dejo, os dejo con las palabras de Tobes.
ASTURES
Mariano TOBES ARRABAL
Lo que en el fondo persigue la esfera de lo informativo es poder cruzar el precavido umbral de lo comunicativo. En tal supuesto, tras esta declaración de intenciones por mi parte, ha de quedar bien claro mi afán: introducir mi hallazgo en la bien guardada mansión de los diccionarios del castellano y del bable como una de sus acepciones científicas. ¿Qué entienden aquellos bajo el término «astur» o «astures»?
Cuando la diosa fortuna se alía con la curiosidad de los ávidos ojos del investigador de cuando en vez le regala alguna nueva alternativa no sancionada por el «amén» de la Academia. El fósil culto que adscribe a la «Asturica augusta» (Astorga) a los habitantes ultramontanos (los astures), le ha salido un competidor. Valga una vez más la ligazón entre palabra y realidad, capaz de arrancar, transportar y sedimentar informaciones culturales de posterior utilidad. ¿La acepción unívoca de «astures» designa sólo y exclusivamente a los seres y bienes originarios de Asturias?
Sabemos que no. Sin haber nacido en la tierra donde crecen los pumares, este vocablo despierta a diario en mí empapado afecto y cariño desde hace más de treinta años.
Pero a lo que vamos. Husmeaba en las obras de un autor de hace ocho siglos, cuando desde una de sus mohosas páginas, una palabra salta a mis ojos con una reluciente prestancia: «astures». El documento escrito se remite al siglo XIII; su autor, Alberto Magno o Alberto de Colonia (conocido como «patrono de las ciencias»). Las exigencias del comunicado me fuerzan a transcribir en latín las breves líneas donde se menciona tan distinguido calificativo: «Narraverum autem nobis fideles aucupes in superiori parte Germaniae quae Suevia superior nuncupatur, quod cum longe ingrederetur in profundum silvae ad capiendas accipitres, qui astures vocantur...». Lo que el gran investigador dominico relata en dicho fragmento es que en una región de la Germania, que ocupa la parte superior de Suevia, unos cazadores de aves rapaces descubrieron en lo más profundo y espeso de la selva unos pájaros conocidos desde antiguo con el nombre de «astures». Y añade: «En la proximidad existía un castro que lleva por nombre rufus Castrum. (ALBERTA MAGNA, De animalibus, L. XII, tr. III, c 3. Parisiis, Ludovicum Vivès, 1891, [B. XI], p. 453b y 454a).
Una sociedad viva tiene todo el derecho a indagar sobre el origen y sentido de sus ancestros lingüísticos, sobre todo los que más nos cohesionan y ligan. No aspiro a profesar el oficio de lingüista sin serlo. Las derivaciones ulteriores habrán de ser hilvanadas por los próceres de las distintas academias, salvo que consideren oportuno recluir el término «astures» en el heterogéneo baúl de la polisemia. Apelo al derecho de aportar un granito de arena más a la acepción científica del vocablo: Es muy posible que la conceptualización de «astures» provenga del marco general de la romanización de una palabra que perviviera en la Germania medieval. Algún que otro diccionario de reconocido renombre hace mención del término en este sentido y cita también a Plinio (no señala si el Viejo o el Joven) como autoridad. A partir de estas pesquisas, apostaría por el triangular conjunto: astur-ustur-astor, que en las primeras formaciones lingüísticas ligadas a la germanización de Hispania (visigodos) fraguase en términos como azur o azor.
El latín, que desde hace siglos yace en el panteón de las «lenguas muertas», nos convoca una vez más a la inteligencia del nombre que nos identifica como pueblo. Ante semejante hallazgo no he querido evadir el compromiso de comunicárselo a La Nueva España para que sea de público conocimiento.
LA NUEVA ESPAÑA 28 DE SEPTIEMBRE DE 2007
PD.- Josemari, con esas que dices no tengo ningún problema con las vocales: Nunca se me atragantó ninguna, cosa que sí me ha ocurrido con alguna de las otras, tú ya me entiendes.
andrés cortés aranaz -
Como siempre, llego tarde, pero si te pones a pensar, dá igual.
La verdad es que ahí estamos todos.
Muchas Felicidades de Tere y Andrés.
Isidro Cicero -
Mi número de teléfono es ahora el 625543692 y mi e-mail sdrccr@gmail.com. Este no es lo que parece. Parece rebuscadísimo, pero si te fijas es muy fácil. Está hecho con sólo las consonantes de mi nombre y apellido y ninguna de las vocales.
En ambos estoy a vuestra disposición.
Pedro, Andrés y Ximo:Un agradecido abrazo.
Pedro Sánchez Menéndez -
Andres Martinez Trapiello -
joaquin lopez-malla ros -
de maestria de el sino por la abundancia de burrez en mi. FELICIDADES ISIDRO y kisses for all ximo
Isidro Cicero -
Querido José Mari, gracias por acordarte de esta fecha y señalar con mayúsculas el 1 de septiembre en tu calendario. En su calendario de usted.
Gracias también a todos los que, incitados por el generoso recordatorio de José Mari, os habéis sentido impelidos a manifestarme vuestro afecto con motivo del sexagésimo cuarto aniversario de mi presencia en esta vida, a un año justo de los sesenta y cinco, en que llegara si no se tuerce mucho la cosa, el día de mi jubilación legal.
Javier Cirauqui, Daniel y María, José Luis Alcalde Revilla, Javier del Vigo, Luis Heredia y Pili, Andrés Martínez Trapiello y su Asturianina Merce, Santiago Rodríguez, Enrique Frade, Quique Muñiz, Anselma, Antonio Argüeso, Manolo Díaz, Julio Correas, San José Recio,Malvarez, Rodrigo... Gracias a todos por vuestro afecto.
Aunque noto vuestro aprecio que, por supuesto es recíproco, tengo que decios una cosa: Es posible que vosotros me queráis, pero Mariano Tobes Arrabal me adoraba. Para agradeceros vuestras felicitaciones quiero hablaros de Mariano Tobes, de mi curso.
En aquellos tiempos estuve yo anudado con Mariano Tobes Arrabal por una especie de hilo sutil, más fino que si estuviera hecho de seda. Un hilo de entendimiento, de complicidad espiritual y de sonrisa que aún recuerdo con viveza. A la carcajada puede ser que Mariano Tobes y yo no llegáramos nunca. Hago memoria y creo que Tobes y yo nunca nos reímos juntos a carcajadas, excepto quizá cuando en los campos de fútbol poníamos letras de frailes a los sacros pentagramas del salterio como aquello de Sube Box entre clamores y Tascón con voz de trompeta que ya os conté... Quizá participara Tobes en aquellas irrisiones, pero no podría asegurarlo. Éramos muchos en aquella coral irreverente. Lo que sí recuerdo con claridad es cuántas sonrisas cómplices mantuvimos tendidas en secreto de pupitre a pupitre, de fila a fila, y, en aquellos coros compartidos, de hilera a hilera.
La risa entre nosotros no era abierta, era clandestina. Sonreías sin que se te moviera un músculo de la boca. Era una sonrisa tenue, más que nada de los ojos. De sutil iluminación recíproca en las pupilas. Lo que te hacía reír hacia dentro era generalmente una tontería: Una palabra oída al vuelo, o cantada de manera especial. Entonces, sin levantar la vista del cantoral, sabías que también a otra persona del grupo aquella palabra, aquella entonación le provocaba lo mismo que a ti. Era Tobes. Y si en alguna de aquellas añoradas ocasiones secretas tenías la debilidad de levantar la vista del libro, allí estaba indubitablemente la sonrisa de Tobes. La sonrisa de Tobes te contagiaba, te hacía imposible seguir dominando la rigidez facial, y por pura reacción simpática en la parte inferior de tu cara se provocaban catástrofes de indisciplina, objeto de constreñimiento interno y de más de una venia. Inclusive, venias.
Dentro de la estricta observancia del ritual, por ejemplo, había un anciano en Caleruega, a quien todas las noches le correspondía iniciar el Si dedero... . El cántico comenzaba con esa especie de subordinada condicional engañosa, porque en realidad era una principal enunciativa como la copa de un pino. No daré reposo a mis ojos, no permitiré que a mis párpados les domine el sueño, venía a retornear el anciano fraile antes de que nos pudiéramos ir a la cama. Era una especie de juramento. Hasta que no le consiga yo a Yavé un santuario como Dios manda no pienso volver a casa, no me pienso acostar, no dejaré que me pueda el sueño. Como cuando Isabel la Católica juró que no se mudaría la camiseta hasta que no cayera Granada.
Tobes le puso al anciano el apodo de Sidedero. En la recreación imitaba con magistral precisión la débil entonación retorneada de aquel religioso y no empezaba el viejo a cantar su salmodia nocturna sin que la tentación de la risa nos atacara a los dos. La tentación, que no siempre sucumbías a las tentaciones allí, muchas veces sí, para qué vamos a engañarnos.
Lo que son las cosas. He vuelto ahora sobre el si dedero y compruebo el sentido de su poética: Si dedero somnum oculis meis et palpebris meis dormitationem.... Por entonces contestábamos todos con un juvenil e inconsciente Dormiam et requiescam. Dormiam et requiescam, es tanto como decir dormiré y descansaré. Ahora que no sólo Sidedero sino también Tobes duermen y descansan para siempre, ni pizca de ganas me entran de sonreír, ni pizca. Ahora bien , siempre creo que guardaré como una joya de la memoria la limpia sonrisa juvenil de mi querido compañero de Aranda de Duero.
Cuando digo que Tobes me adoraba es porque literalmente lo hacía así. Estábamos involucrados como avellanas en su involucro en la lectura común de Las cartas de Nicodemo y, después, cuando salíamos a pasear, Tobes se me plantaba delante como el sumo sacerdote ante el Sancta Sanctorum y exclamaba solemne: Oh Adonai, oh Sabaot, oh Shekina, oh Yahvé. Tú eres Innombrable, Inefable, tú eres siete veces santo, tú eres ocho veces incapaz de pronunciar la Erre... Hacía como que se rasgaba las vestiduras y nadie de los presentes, desternillados, veiamos en ello nada más allá de la broma. Esa y no otra, la broma, era la adoración de Mariano Tobes hacia mi.
He querido hablaros de Tobes, evocar su figura de niño, de adolescente para vosotros, y daros así las gracias por haberos acordado de mi hoy. Las dos o tres cosas que recuerdo de él, todas ellas alegres. Era un joven muy alegre, muy majo, muy capaz. No sé luego la vida lo que haría con él, posiblemente destrozarle como a tantos otros. Un poco como a todos. Posiblemente atraparle, inmisericorde. Posiblemente situarle en un punto de no retorno. De estar pero no estar. Conozco esa sensación, esa desazón, ese sinvivir. Muchas veces he preguntado por Tobes y siempre me decían lo mismo: No demasiado bien. Lo creo, porque si hubiera estado bien, no habría muerto este hermano mío y vuestro.
El joven Tobes tenía otra condición compartida conmigo: Se ponía colorado. Una vez pasábamos por Aranda de Duero en un autobús, no me preguntéis por qué y para qué. Recuerdo que un rebaño como de mil ovejas ocupaba la calle principal y nuestro autobús tuvo que esperar hasta que acabara aquella pasada. Alguien, no yo, aprovechó para vacilar a Tobes por aquel signo de rusticidad de una ciudad de la que él se sentía orgulloso. Recuerdo su cara color tomate maduro.
La última vez que yo estuve con Tobes fue una noche en Salamanca, hará como cuarenta años, él estaba estudiando en San Esteban, y yo andaba por allí en gestiones convalidatorias. No sé como se las arreglarían los de mi curso, pero sí sé que me invitaron a cenar con ellos en el comedor del convento. Yo en justa correspondencia les invité luego a unas copas en la Plaza Mayor. Se habían quitado los capisayos blancos y estuvimos hablando prácticamente hasta el amanecer.
Y hasta hoy.
No quería desaprovechar esta ocasión, querido José Mari, de pasar una vez más por la plaza que tú dices que es nuestra, sin hablaros con el mayor respeto y cariño, de Mariano Tobes, una persona que como tantas otras tan importante fue para mi en aquellos años añorados, dorados y temidos.
Por lo demás queridos amigos, aquí me tenéis a vuestra disposición. He perdido todos los números de teléfono vuestros, porque se me rompió el movil, en circunstancias que no contaré hoy pero que si las contara, Manolo no podría dejar de exclamar: Esti ye l mi Cícero. El suyo y el vuestro. Un fuerte abrazo para todos.
Jose Fernández Rodrigo -
Muchas felicidades. Un abrazo.
Malvárez -
¡Que, como de costumbre, llego retrasado!
Feliz día, amigo. Y que cumplas muchos más.
San Jose -
Que podamos seguir felicitándonos todos muchos años más.
Julio Correas -
Te llamamos Javivi, Boliche y yo para comer en Santander... pero tampoco pudo ser.
Te mando correos ... y tampoco puede ser, porque me los devuelve.
Pero ¿Dónde andas tan ocupado que no te encuentra nadie????
Anda, ahora que estás más mayor, APARECE!
Felicidades, amigo!
Un abrazote grande.
Manolo -
Estés donde estés, sabes, sabéis que nuestro cariño llega siempre hasta vosotros.
Que la ventura, bonanza y felicidad os caigan a manegaes.
Y que Helena disfrute muuuuuchos años de esos güelinos.
Amén
Antonio Argüeso -
Anselma -
quique muñiz -
Sabía que un 1 y un 9 significaban algo más que un billete de mentira que, a cargo de la paciencia del Trapi, nos ha regalado durante estos años tantas bromas como sonrisas:
El 1 del 9 cumple años y palabras, Isidro Cicero.
El de Marga serena y el de globos blancos abrazados.
El que siente, lo escribe y nos alcanza
Te envío, con abrazo fuerte, mis deseos de salud y tiempo, Maestro.
Enrique Frade -
Un abrazo para iy para Tu Esposa ,.os deseo toda la salud y todo el bienestar.
Quique Frade y Aida.
santiago rodriguez -
Andres Martinez Trapiello -
Luis Heredia -
Besos a mogollón.
Pili y Luis
Javier del Vigo -
¿Qué mejor que ponerle música a mi/nuestro deseo? Puede ser Vicente Fernández; puede ser la voz de Chabela Vargas, aunque la que más me gusta es María Dolores Pradera. Letra y música tienen para mí, carrozón militante que me voy haciendo, el regusto a cueva fresca de misterios y nostalgias, a partes iguales, como la vida misma.
A lo largo del día, en algún momento, déjate seducir por la voz de estos grandes de la canción, como haré yo en tu honor:
Ojalá que te vaya bonito,
ojalá que se acaben tus penas
cuántas cosas quedaron prendidas
hasta dentro del fondo de mi alma;
cuántas luces dejaste encendidas;
yo no sé cómo voy a apagarlas
.
¡ojalá que te vaya bonito!
Uno mi deseo de felicidad para ti a los de Javi, los de Daniel y los de José Luis: que disfrutes con Marga de la familia y de algún que otro exceso culinario. ¿Te has parado a pensar que naciste cuando se inicia septiembre, que huele a hojas doradas, que sabe a frutas maduras, que recuerda los campos amarillos cuando la vendimia por aquella paramera lejana y resurgida ?
josé luis alcalde revilla -
Daniel Orden Santamarta -
Un abrazo con todo nuestro cariño.
Daniel - María
Javier Cirauqui -