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FALLECE DON FLORENTINO SORIA HEREDIA

FALLECE DON FLORENTINO SORIA HEREDIA

No quiero que quede sin aparecer recogido en este blog la noticia del fallecimiento el pasado día 2, a los 98 años de edad, de Don Florentino Soria Heredia, padre de nuestros compañeros Carlos y del siempre recordado Fernando Soria, de quien viva y grata memoria conservamos.

Muchos de nosotros nos aficionamos al cine hasta la profesionalidad gracias a la voluntad que él ponía en que nos llegaran todos los Domingos aquellas pelis que nos marcaron para siempre.

Sirva esta nota de agradecimiento a su figura, su trayectoria y a tantas tardes de domingo en el colegio de la Virgen del Camino (tan tristes sin el cine) cuyo tedio paliaron las inolvidables películas que pudimos ver por su mediación.

 


Permitidme que os sugiera releer lo que escribía en el blog nuestro querido compañero Marcelino Iglesias en su relato EL FRAILE QUE SE PARECÍA A BÚSTER KEATON Y OTROS PECIOS DE LA MEMORIA (relato recogido en nuestro último libro EL ÁLBUM DE LAS FOTOS pág.-412 a 427).

 

Don Florentino Soria y el cine 

 

Cómo olvidar algunas películas memorables que nos proporcionaba generoso don Florentino Soria, a la sazón subdirector de la Filmoteca Nacional. ¡Cuánto le debemos a este hombre, qué agradecido le estoy por el buen cine que pudimos ver! Precisamente me acordé de él, hace meses, el día en que se murió el inmenso Luis G. Berlanga, el amigo con quien colaboró y quien le dio papeles anecdóticos —fugaces apariciones sin texto— en su trilogía nacional. Y se filtraron, vertiginosos, títulos y secuencias de tantas buenas películas que vimos gracias a su generosidad; títulos tan inolvidables como Calabuch (de la que fue coguionista),Bienvenido Mr. Marshall, El puente (qué tremenda película: cómo nos marcó…), Sólo ante el peligro, El chico, El hombre que mató a Liberty Valance, Los hermanos Marx en el oeste, Moby Dick, Diálogo de carmelitas

 

A Florentino Soria Heredia, padre de nuestro añorado compañero Fernando Soria Tosantos, lo recuerdo muy bien. Cuando los días de visita acudía a ver a sus hijos y familiares (los Torrellas, Heredia), me llamaba la atención por su aspecto de profesor despistado y atuendo inconfundible: el mentón (el cazu, como decimos en Asturias, como se dice en su Gijón natal) prominente y puntiagudo, flequillo rebelde, sienes plateadas a pesar de ser entonces todavía bastante joven, y también la llamativa pajarita de colores, las gafitas de intelectual… Seguramente Luis Heredia me pueda corregir esta imagen o matizarla, ¿verdad, compañero?

En 2008, uno de los periódicos asturianos* recordaba su trayectoria y entrevistaba al nonagenario hombre de cine que, por sus respuestas, conservaba íntegra su lucidez. Y me acordé con simpatía y agradecimiento de cuánta tristeza había aliviado tantos domingos de tantos meses; aquellos tremendos domingos que nos sumían en la más deprimente desilusión sin el bálsamo del cine…

 

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*La Nueva España (Domingo, 30 de marzo de 2008) en la sección TV y Espectáculos: “Florentino Soria, historia viva del cine español”. Se puede acceder al artículo pinchando en la hemeroteca del diario y marcando ese epígrafe.

 


 

Florentino Soria Heredia (Gijón15 de junio de 1917 - Madrid2 de junio de 2015)1 

El actor, director y guionista Florentino Soria ha fallecido a los 98 años de edad, tal y como ha informado este martes la Academia de Cine a través de su perfil de Twitter.

Soria, nacido en Gijón en 1917, ha participado en guiones de películas como La cera virgen, La orilla, Reza por tu alma... y muere, El otro árbol de Guernica, La banda de los ocho, El vagabundo y la estrellaLa vida alrededor, entre otras obras audiovisuales.

Además, apareció como actor en películas dirigidas por Luis García Berlanga, entre las que destacan La escopeta nacional (1977),Nacional III (1982) y Moros y cristianos (1987), así como en la serie televisiva de Javier Maqua Muerte a destiempo, entre otras.

Soria fue director de la Filmoteca Nacional desde el 17 de noviembre de 1970 al 23 de marzo de 1984. En 1996, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, de la que era miembro, le concedió su Medalla de Oro.

La Academia ha destacado que Soria fue una "figura imprescindible del cine y de la institución cinematográfica española durante más de medio siglo".

Periodista, guionista, historiador, director de la Filmoteca Española y actor, Soria ingresó en 1947 en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) para estudiar realización y en esta escuela de cine dirigió cuatro cortometrajes y dio clases como profesor de guion.

Fue profesor de Historia del Cine en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense y promotor del Primer Congreso de Cineclubes del estado español, y trabajó como guionista en numerosas películas, entre las que destacan sus colaboraciones con Carlos Serrano de Osma (Cerco de ira), Luis García Berlanga(Calabuch), Fernando Fernán-Gómez (La vida alrededor), Pedro Lazaga (El otro árbol de Guernica) o José María Forqué (La cera virgen).

En 1961 obtuvo el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo por el guión titulado El rey Baltasar, filmado y estrenado luego como El hombre del Expreso Oriente (F. Borja Moro).

Tras la llegada de José María García Escudero a la Dirección General de Cinematografía, en julio de 1962 fue nombrado subdirector general del organismo y desde allí puso en marcha un programa reformista de corte liberalizador, según recuerda la Academia de Cine.

En cuanto a su labor como director de la Filmoteca Española, destaca que desde allí impulsó numerosos ciclos en los que podían verse películas entonces prohibidas por la censura para su exhibición comercial. Así mismo, Soria trabajó como crítico y especialista de cine; publicó libros sobre José María Forqué y Juan Mariné, y fue un ocasional secundario  en películas de Álex de la Iglesia (Muertos de risa), La Cuadrilla (Atilano, presidente) e Icíar Bollaín (Mataharis).

Destinatario de la Medalla Honorifíca que concede la Asociación Española de Historiadores del Cine, Florentino Soria era académico supernumerario de la Academia de Cine.

 


 


3 comentarios

Luis Heredia -

Mi queridísimo primo Tino:

No quisiera que pasaras a la hemeroteca del blog sin haberme despedido de ti como primo, sin sentido figurado.

Como periodista, escritor, cinéfilo de vocación y profesión que fuiste, como guionista, como actor, has dejado el pabellón familiar muy alto a tenor de las múltiples semblanzas que sobre ti se publicaron en todos los medios. Y qué voy a decir yo sobre ello que no se haya dicho ya, salvo que nos llena de orgullo a todos aquellos que llevamos tu misma sangre. Sangre también cinéfila que has heredado de tus tíos Luis, mi padre, y Víctor; el primero, operador de cine en los años catapum, anteriores a los del cuplé, y el segundo convertido en acomodador de cine después de jubilarse como odontólogo ya pasados los años del cuplé. Yo también heredé parte de esa sangre pues en el Colegio de La Virgen del Camino fui ayudante de Javier el Ministro, quien me enseñó a operar también y a que no se me quemaran los rollos durante las proyecciones de esas películas que tú nos enviabas desde Madrid – alguno, he de confesar, solamente llegó a chamuscarse- y en los cines me acomodan muy bien, sobre todo si es en las últimas filas porque en las primeras siempre me mareaba y ahora con la retinosis pigmentaria mucho más.

Como primo, a pesar de nuestra diferencia de edad, te sentí siempre muy cercano. Más bien, diría muy unido. Al igual que a tus hermanos y hermanas. Es posible que esa unión haya sido la herencia común de los Heredia y lo hayáis magnificado, tanto tú como todos mis primos, en la persona de vuestro Tío Luis, mi padre. Y no sin razón, pues de él bebimos las virtudes y valores de la vida familiar plena. También de él comimos, nosotros sobre todo, y siendo 14 hermanos he de reconocer que nunca pasamos hambre; quizá porque siendo tantos el hambre estaba más repartido y se notaba menos.

Mis recuerdos de infancia y adolescencia disfrutando de ti, de tu esposa Alicia, mi cariñosa y dulce Alicia, de tus hijos Carlos, Juan Luis, Fernandito, Miguel, Alicina y Julitina son inmensamente felices y serán imborrables.

Tu eterna sonrisa al entrar en nuestra casa en Gijón repartiendo besos sin dejar a ninguno de tus pequeños primos carnales de lado, lo mismo al recibirnos en Soto de Dueñas o en Peruyes, o al entrar en el Colegio para visitar a Carlos y a Fernandito; alegría que yo compartía con ellos como si de mis padres esa visita se tratara, o cuando me recibisteis para pasar unos días en vuestra “nueva casa” de Madrid la primera vez que yo me ausenté de la mía, años antes de ingresar yo en el 64 en La Virgen del Camino. Sonrisa truncada por la irreparable y absurda pérdida de Fernandito y que no obstante volviste a recuperar guardándote tu dolor para que los que te rodeaban paliaran en lo que fuera posible su sufrimiento.

Tengo que confesarte que cada vez que te veía en Gijón, a ti o a tus hermanos, soñaba con que me dijerais: - “Luis Antonio, ven conmigo, que te voy enseñar la Academia Hispanoamericana”. No podía ser y me conformaba con pasar frente a ella y pararme para contemplarla tratando de imaginarme cómo era por dentro, tantas vidas como llenaron esos espacios que a mi me parecía como un palacio. El día que entró la piqueta y se llevó por delante tanta historia lo sentí como si de mi propia casa se tratara. De algo me habían desposeído que no era simplemente material. Para que te hagas una idea, es como si entrara la piqueta en el Colegio de La Virgen del Camino. Afortunadamente, en este caso, la piqueta no llegó a completar su trabajo y esperamos todos los exapostólicos que no siga y calle para siempre.

Este fin de semana estuve en Gijón y una señora de 86 años que me presentaron, al saber quién era yo, no se despidió con las típicas y tópicas expresiones sino recalcando para que me quedase muy claro – “¡Ah¡ Y además yo estudié en la Academia Hispanoamericana. Ahí queda eso”.

Mamé en Soto de Dueñas el olor a prao, mezclado con tortilla de patata y filetes empanados del que ya no me puedo desprender. Como tampoco lo podré hacer del olor a carbón y de los pitidos de las locomotoras que surcaban aquella curva paralela a la carretera sobre el viaducto del Piloña y por las que todos, pequeños y mayores, esperábamos a la vera del río, previo aviso del maquinista anunciándonos su llegada 100 metros antes, con el fin de que se parase para saludarnos. ¡Increíblemente, se paraba a la mitad de la curva, tanto a la ida como a la vuelta¡

Tino, fuimos unos privilegiados. Era un juego hecho realidad. Es curioso que a lo largo de los años mi hermano Raúl sea maquinista de Renfe, sin duda influenciado por otra ferroviaria de la familia, tu hermana Emilita. Pero claro, Raúl no puede parar su tren, y bien que le gustaría, porque si no, la armaría buena. Mucho antes de la canción del “Chaca-chaca del tren” aprendí que

“El tren que corría
por el ancha vía
de pronto se fue a estrellar
contra un aeroplano
que andaba por llano
volando sin descansar.
Era en el año cuarenta,
antes del cincuenta y cuatro,
y la máquina seguía,
pita y pita, caminando”

O la primera vez que me tiré al río a aquella abismal poza haciendo el ángel desde la roca de la orilla dándome cuenta que el agua no era salada ni picaba el cuerpo después del baño.

Tino, ¿No recuerdas el olor a alcohol de 96º empapado en el algodón al que tu tío Luis le prendía fuego para hacer subir los globos de papel? ¿No recuerdas el olor a pólvora de aquellos voladores que también él lanzaba al cielo y que a mi me parecía que tocaban las nubes? Y nunca se nos quemó el monte.

Créeme Tino, que deseaba que llegara ese Domingo de fiesta continua a pesar de lo corta que acababa por ser la jornada por mor de la vuelta a Gijón en el 2 caballos o en el tren que corría por el ancha vía. Todo estaba cronometrado como si de un reloj suizo se tratara para que sin saber a qué hora salíamos de Gijón en coche, apareciera el 2 Caballos lleno de chiquillos surcando la curva, paralela a la vía del tren, y vosotros desde abajo, en el prao, empezarais a agitar los brazos en señal de alegría por nuestra llegada.

Hace ahora un año, de vuelta de una boda en Covadonga, decidí parar en aquellos sitios que mi memoria me obligaba a recordar: Arriondas para ver el Café ¿Central?, el edificio donde nuestro Tío Víctor tenía su consulta antes de convertirse en acomodador de cine y, por supuesto, Soto de Dueñas. Por increíble que parezca, me dijo un compañero de La Virgen del Camino, Carlos Tejo, que la hija de Carola, la dueña por aquel entonces y de la que yo recordaba perfectamente su nombre y aspecto físico, aún nos recordaba también a nosotros con mucho cariño. Soto de Dueñas me impresionó. Soto de Dueñas no era un lugar o un pueblín más de nuestra querida Asturias. Para mi era vuestra casa. Y aquella casa que tanto significó para mí estaba vacía. Bueno, vivían dos personas, intuí, y un perro arisco y ladrador que no parecía poco mordedor. Ni sus ladridos ni las parcas palabras de las ocupantes que se oían como alertando la presencia de intrusos lograron romper el silencio que respiraba. Le envié a tu queridísimo yerno Maxi unas fotos y videos comentando mis impresiones que no sé si te las habría hecho llegar, y si no, las estarás viendo y leyendo ahora desde donde estés.

Me despedí en ese momento de Soto de Dueñas para siempre y rompí el vínculo que me unió durante tantos años.

Qué despedida tan diferente a aquellas de los Domingos. Y mira que me daba pena tener que entonar el “Adiós con el corazón” que tanto lo alargábamos y que si lo recuerdas, lo comenzábamos a la puerta de vuestra casa, ya todos nosotros dentro del Citroen y nos duraba hasta pararnos en la curva de la carretera paralela a la vía del tren para apurar hasta los últimos momentos y alargar la despedida.

“Adiós con el corazón
que con el alma no puedo.
al despedirme de ti,
al despedirme me muero.
Tú serás el bien de mi vida,
tú serás el bien de mi alma,
tú serás el paxiaru pintu
que alegre canta por la mañana.”

Mucha gente dice que es una canción triste por su ritmo y letra pero a mi nunca me lo pareció. Estoy seguro que era porque no era una despedida definitiva y volveríamos a entonar la canción en pocos días, en la próxima visita.

Ni esta despedida de ahora para mi es definitiva porque el recuerdo nunca muere.

Tino, me figuro que el reencuentro con Fernandito ha sido apoteósico y celebrado por todo lo alto, nunca mejor dicho. Voladores del Tío Luis incluidos. Saluda a todos los de por ahí arriba que tanto te quisieron por aquí abajo; y no te voy a dar nombres para que les des recuerdos, abrazos y besos de mi parte porque la lista sería interminable y no quisiera que alguien me quedara en el tintero.

Tu primo que te quiso un montón y te sigue queriendo,

Luis Antonio

Pedro Sánchez Menéndez -

Agradezco esta entrada merecida para Tino Soria, a quien conocí desde niño en la Academia Hispano Americana de su padre (llamado también Florentino Soria Heredia) en la que pude estudiar algunos años de mi infancia, gracias a su generosidad. Con sus hermanos Carlos y Fernando ingresé en Corias en el año 1938, antes de finalizar la guerra. Y Carlos y Fernando (hijos de Tino Soria y Alicia Tosantos) llegaron a tomar el hábito de la Orden. Recordaré siempre con cariño a Fernando, que murió estando yo en México. Tino Soria nos alegraría a todos las tardes de los domingos con las películas que nos proporcionaba. Siempre estuve unido a la familia, y me queda el consuelo de haberlo visitado en los últimos momentos y de haber celebrado su memoria en el tanatorio de La Paz. Saludos a todos y especialmente a todos los miembros de la familia y, aunque ya no me leerá, a José Manuel Soria, dominico, hermano de Tino. Pedro

José Luis Alcalde Revilla -

...Me uno al recuerdo perenne de Florentino Soria Heredia, con todo el cariño y Amor que me comporta...Lo he vivido tan cerca, en casa, en el cine y en la Vida que doy gracias a Abbá/Papá por haber tenido esta riqueza, junto con su familia y todos/as vosotros/as a quienes os quiero del todo...joseito, el besuconcete...(me encantaría que viérais en mi cuarto la fotaza ampliada de Fernandito Soria, de feliz memoria para mí, y que siento en mí)