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LA ESTRELLA COLORÁ DE LA NAVIDAD 2019 por Jesusito el Herrero (3)

LA ESTRELLA COLORÁ DE LA NAVIDAD 2019 por Jesusito el Herrero (3)

9 comentarios

Jose Manuel García Valdés -

Sabía yo que era peligroso azuzar a la fiera, ahí tenemos el resultado, un ladrillazo en plena cabeza con más apartados que letras tiene el abecedario. Sospecho que tiene hilo directo con el Chávarri que es quien le dicta el contenido.
No podrás decir que te patinan las neuronas; tus escritos son tratados más fundamentados que los aristotelico/tomistas. Que conserves esa fuerza racional y llegues así hasta los ciento diez. Lo peor es que nos vas a abrasar; haremos un esfuerzo.
¿Cuántas monjas y niños tienes raptados para estas navidades? Si hay novicias, das un toque.
Abrazos

BALDO -

Ahora, sí: el ladrillo. Lo dedico a Toño Argüeso, para que tome conciencia de las violencias (¡plaff!) que ejerció contra nosotros y para que se arrepienta de ellas antes de que llegue el Juicio Final. Por aquellos años mozos, en Las Caldas, al despuntar el alba, Argüeso, con una voz de trueno y con sus pisadas que parecían el cabalgar de los cuatro jinees del Apocalipsis, recorría los pasillos sacándonos violentamente de nuestro plácido dormir. ¿Alguien le ha oído arrepentirse de tantas patologías como causó en nosotros?

LAS PATOLOGÍAS DE LA VIOLENCIA GENERALIZADA.

1. Se produce un gran sufrimiento arraigado cuando todos los entes no hechos, hechos o transformados por nosotros son sometidos a una presión de violencia singular. La raíz profunda de tanta violencia en el ser humano de la sociedad de consumo está en que mira y trata a todo el ámbito del ser bajo la perspectiva de la explotación. Los seres son valorados por nosotros únicamente en cuanto que nos producen placer sensible, vigor corporal, excitación psíquica, o como bienes de uso, consumo y cambio económicos. A eso llamamos “experiencia de explotación”. Todos los seres son sometidos al máximo rendimiento biopsíquico y económico posible, ya se trate de minerales, aguas, tierras, espacios, atmósferas, vegetales, animales, artefactos, tecnofactos, capacidades y operaciones humanas, servicios y saberes. Todos somos mercancías.

2. La violencia generalizada penetra, sin que nos demos cuenta, en las tupidas redes de las relaciones sociales; y lo hace bajo los educados y domesticados eslóganes. Entre ellos podríamos destacar aquí esas tupidas redes de relaciones sociales que se presentan ante el mundo bajo la apariencia de educadas e inocentes denominaciones valiosas tales como, por señalar algunas, “competencia leal”, “estímulo”, “creatividad”, “imaginación”, “trabajo”, “producción”, “consumo”, “riqueza”, “libre mercado”, “estado de bienestar”, con las que se pretende "vender” los valores de la lealtad, del bienestar y de la libertad, pero lo que en realidad promueven son espantosas conductas de violencia generalizada. Otras veces se “venden” como valores de la imaginación y de la creatividad cualidades de tales o cuales productos o de acciones mercantiles, pero sin matizar de qué imaginación o de qué creatividad se trata. Todo ello se hace con la intención de ocultar su verdadero objetivo, que no es otro que conseguir lucros sin medida, que con toda seguridad serán origen de nuevas violencias de todo tipo. Y lo mismo ocurre cuando el trabajo, la riqueza, la producción y el consumo son utilizados casi exclusivamente para conseguir lucros desmedidos. Detrás de estos, pronto crecerán como hongos las respectivas violencias (“¡plaff!”, en expresión de Jesusito), que no son otra cosa que deterioros de los seres.

3. Algunas manifestaciones de esta violencia generalizada en nuestro mundo de la producción y el consumo.

a) Los linchamientos personales de vida orgánica. Muertes masivas debidas a conflictos bélicos, muertes por la producción y comercialización de variados y terribles ingenios bélicos a escala global, millones de muertos de hambre, especialmente niños, víctimas de la injustísima distribución de la riqueza. Tampoco han de olvidarse las víctimas causadas por el intenso y extenso tráfico mundial de drogas, de tabacos y de bebidas alcohólicas.

b) El lucro ilimitado, característico del núcleo económico de nuestro mundo, desencadena explotaciones sin medida de los entes, porque todos los seres, incluido el ser humano, hemos sido reducidos en nuestro mundo a la categoría de simple mercancía. Hoy estamos tomando conciencia de cómo la explotación económica sin límites de nuestro planeta nos va a llevar pronto a una gran catástrofe. Pero, como siempre, son los pobres y los débiles los que sufren mucho más las consecuencias negativas de esta explotación sin límites.

c) La combinación de contravalores biopsíquicos y económicos origina la carencia de los valores biopsíquicos y económicos más elementales. No hay palabras para describir la miseria de esas personas que habitan en las enormes montañas de basuras de las periferias de las grandes ciudades. Los harapos y el hambre de los niños, el abandono de ancianos solitarios, el hacinamiento, las enfermedades plagadas de indignidad, la suciedad, el desaliño y la falta de higiene por todas partes, expuestos día y noche a toda la inclemencia brutal de la naturaleza son las “pertenencias” de estas personas.

d) Los que padecen la condición de parados. Para la inmensa mayoría de los parados, la pérdida de trabajo lleva consigo el corte radical del flujo de dinero hacia ellos. El parado entra así en el área del sufrimiento unido a las más humillantes dependencias, bien como marginado o como dependiente de las familias o del amparo de un Estado protector.

e) Los valores biopsíquicos y económicos erosionan el sentido general de la vida, puesto que degradan a los demás valores al convertirlos en mercancías y hacerlos perder su propia y específica naturaleza. Jesusito demivida, por ejemplo, al colgar aquí sus geniales viñetas está más atento a lo que puede darle bajo manga el Furri que a la belleza de estas y al placer estético que produce en todos los que las contemplamos. ¡Vivir para ver!

f) Muchísimas personas, en inmensas migraciones, parten de las naciones pobres y se dirigen a las ricas, deseosas de saborear lo que les ofrece nuestro mundo de valores biopsíquicos y económicos.

g) El sufrimiento que produce el cinismo de hacer que el valor cohabite sin problema alguno con el contravalor. Tales son los casos de justificación de la coexistencia de abundancia de alimentos de unos pocos con abundancia mayor de muertos de hambre, la compatibilidad de un voraz consumismo con el esmerado respeto a los seres de la naturaleza, ser al mismo tiempo hábiles compradores de votos y promotores entusiasmados de la democracia, la armonía de la riqueza económica de unos pocos con la miseria biopsíquica de una gran mayoría, hablar de la promoción de la cultura y de la educación para todos y luego dedicar casi en exclusiva todos los recursos al desarrollo del producto interior bruto económico, la cohabitación de libre mercado y la esclavitud de países enteros.

h) El egoísmo –contravalor social y también ético– cuando está influido por lo biopsíquico económico. Mucha gente habla de que el egoísmo se está extendiendo cada día más, sobre todo entre los jóvenes. Y es verdad. Una de las razones de tal extensión del egoísmo es que los valores que constituyen el centro valorativo de nuestra situación son excluyentes, más los económicos que los biopsíquicos. Quiero significar con el término “excluyentes” el hecho de que, si los posee una persona, no puede tener esos mismos valores y al mismo tiempo otra persona. Por tanto, el individualismo egoísta en las personas es una consecuencia inevitable de vivir una situación en la que el centro valorativo es el que tenemos en nuestro mundo.

4. Contra la violencia, como deterioro o destrucción de los seres, el valor de la paz –mejor el de la pacificación, en expresión de H. Marcuse–. Esta debe ser entendida como la dignificación de cualquier deterioro humano, ya sea biopsíquico, cognitivo, económico, estético, ético, lúdico, religioso o sociopolítico.

a) Está claro que la pacificación solo será posible cuando en una comunidad se respeten las diferencias que aportan cada uno de los valores. Eso es precisamente el “discernimiento”: percepción de la riqueza que aporta cada diferencia de valor. La violación sexual, por ejemplo, es una brutal violencia, pues el violador no discierne la riqueza que aporta a la convivencia la diferencia de ser mujer; no valora en ella nada más que su valor biopsíquico, es decir, como capacidad de dar placer sexual.
Es cierto que la pacificación empieza por los valores económicos y biopsíquicos; por eso no se puede ser insensibles a las violencias que suprimen o maltratan la vida, la salud, el temperamento, los alimentos, la vivienda, el vestido, el trabajo, etc. Pero no basta con estas violencias biopsíquicas o económicas; porque ¿es acaso menos agresión romper brutalmente las identidades (sociopolíticas) que uno tiene como esposo o esposa, hermano o hermana, compañero o amiga, alumna o ciudadano? ¿No es violencia “violar” la justicia y la solidaridad, la lealtad a la comunidad y la esperanza, la pasión por la verdad y la democracia? ¿Se puede pacificar la existencia humana suprimiendo a profetas, místicos, filósofos, artistas y científicos?

b) La pacificación exige tomar conciencia de que el ser humano no es independiente, sino interdependiente de todos los demás entes, que son los que se nos ofrecen como valores –y también como contravalores–. El “discernimiento” y el “reconocimiento” llevan a la solidaridad con los seres. Quien estima a los seres, no ejerce la violencia contra ellos. Todo lo contrario: les está agradecido, porque esos seres son nuestro alimento como valores, y, lógicamente, es solidario con ellos. Ciertamente es difícil ser solidario con los seres cuando no lo somos con los humanos que en la actualidad padecen las más grandes y evidentes injusticias. Ello, sin embargo, acabará volviéndose contra nosotros, porque, si la insolidaridad crece y se instaura definitivamente en la forma de actuar del linaje Homo, tendrá efectos negativos a muy corto plazo sobre la supervivencia de nuestra propia especie.

c) No se puede tratar acertadamente la pacificación de la existencia desde el individualismo del hombre de la sociedad de consumo. ¿Para qué preocuparse de los que no han nacido aún? El número de hijos que he de tener es una decisión mía, no un asunto colectivo. No tengo que dar cuenta a sudamericanos o a africanos si gasto cinco veces más de energía que ellos. La Ciencia y la Tecnología no deben ser limitadas por nadie ni por nada. ¿Acaso vamos a volver a los tiempos de la Inquisición, cuando era la jerarquía eclesiástica la que determinaba casi todo? Sin embargo, no hay que olvidar que la violencia es colectiva, tanto en su origen como en sus efectos, por lo que la pacificación exige un enfoque y unas soluciones colectivas. Tales compromisos e implicaciones de las colectividades no se conquistan de la noche a la mañana. Habrá que ganar poco a poco a personas y familias, a empresas y asociaciones, a instituciones y gobiernos, a regiones y bloques geográficos. Por eso, quien se preocupa por mejorar la humanización no ha de transmitir cansancio o desánimo. Cada uno desde su propia plataforma vital, grande o pequeña, puede contribuir con su granito de arena.
d) Lo que sí resulta incuestionable es que en ningún caso la destrucción de seres puede poner en peligro nuestra supervivencia como especie. La violencia que ejerce el ser humano de la sociedad de consumo ha llegado hoy a una peligrosidad tal que está poniendo en riesgo la supervivencia de la especie humana sobre el planeta. Por ello, la tarea más urgente de la pacificación de la existencia es la supervivencia de la especie. Si no lo hiciéramos, sería la máxima irracionalidad que podríamos cometer, pues la razón es una energía cuyo cometido es orientarnos a vivir, no a morir. La tecnociencia, una razón que presume de ser la más “racional”, tiene que mirar a ver si no está cayendo en la más crasa irracionalidad cuando está al servicio de la destrucción desorbitada de los seres y a poner en peligro nuestra propia supervivencia.

e) El peligro de supervivencia de la especie ha de crear necesariamente en nosotros la conciencia del límite. Hay valores a los que no es posible poner límites; por ejemplo, la amistad, el amor de gratuidad, la solidaridad o el saber. Pero en otros ámbitos de la vida humana sí hay que hacerlo, pues está en peligro nuestra propia supervivencia.
No debemos romper los límites de tolerancia a las variaciones del medio físico y biótico. La violencia que genera el hombre de la sociedad de consumo altera atmósferas, aguas, sales, corrientes, temperaturas, productores, predadores, parásitos, etc., con lo que está continuamente rompiendo los límites tolerados por los ecosistemas. Ello está poniendo en peligro la supervivencia de nuestra especie.
La conciencia del límite de recursos. Nuestro Planeta contiene inmensos tesoros, pero no infinitos. El rápido y exponencial aumento del gasto de los recursos es preocupante. La paz no se dará si no se halla un equilibrio dinámico entre los límites de población y de recursos. Pero dicho equilibrio es imposible sin el cultivo de una nueva austeridad –desconocida anteriormente en la Historia–, y que no parece compatible con la voracidad de consumo ilimitado que tenemos.
Límites a la intervención tecnológica. La tecnociencia actual amenaza cada vez más a la supervivencia de la especie porque está al servicio únicamente de los valores económicos y biopsíquicos. Por eso la paz exige una intensa pacificación de la Tecnología. No todo lo que ésta puede llevar cabo es humano hacerlo; por ejemplo, somos capaces de construir espantosas armas biológicas, pero no debemos hacerlo porque atentan contra la supervivencia. Es ridículo, por otra parte, creer que vamos a generar superhombres a base de tecnología genética. Ya se intentó durante el siglo XX producir el superhombre transformando los códigos culturales (el marxismo, por ejemplo). Tal proyecto era mucho más rico, bastante más acertado que hacerlo desde la modificación del código genético, y sin embargo acabó en un gran fracaso. Por estas vías construiremos únicamente enormes totalitarismos llenos de violencia. Sólo con la paciencia histórica activa adquiriremos el desarrollo de nuestro ser humano.

f) La pacificación de la existencia implica ser sensible a las pequeñas agresiones diarias. El pacífico no se fija solamente en las grandes violencias, sino que atiende sobre todo a las violaciones de humanidad que se producen a diario a su alrededor. Le preocupa la guerra, pero al mismo tiempo el estar desquiciado en su espacio interior o tener discordias familiares o discutir con sus compañeros y vecinos. El auténtico pacificador detecta cualquier violación al ser del hombre, sea grande o pequeña, cercana o lejana, individual o comunitaria. El tomar conciencia de las grandes y espectaculares violencias privativas es tan solo el inicio de pacificación. Es necesario darse cuenta de los miles de violencias que sufrimos inconscientemente los humanos en todas las dimensiones de nuestra amplia y compleja envergadura vital, en todos los valores que nos alimentan.

g) Una auténtica pacificación exige cambiar el estilo de ser y de hacerse hombre de la sociedad de consumo. ¿Alguno de nosotros estamos dispuestos a ello? Creo que ninguno. Tenemos una vida muy cómoda y no estamos dispuestos a suprimir de ella todo lo que la sociedad de consumo nos proporciona.

dacio -

Eres único e incombustible, Jesús. Felices y pacíficas fiestas navideñas para todos.

Fernando Alonso Díez -

Nuestra generación ha vivido viendo pasar las violencias sin ser arrollados por ellas, nos hemos deseado la Paz por costumbre, como un rito más, pero no con el miedo de que esas violencias nos llevaran por delante, como víctimas. Sin embargo este aviso de J. Herrero me conmueve y me da que pensar. Son tantos los “¡Plaff!” que nos rodean que ya me rugen los oídos. Queridos amigos, nunca como ahora os deseo la PAZ, ésa que parece amenazada.

Francisco Javier Cirauqui -

Paz y felicidad para todos vosotros y plaff para los violentos de todo signo y condicion. Gracias, Jesus por tus vinetas y un fuerte abrazo.

BALDO -

¡Eres genial, Jesusito demivida! Una viñeta tuya expresa mucho más y mejor que todo un ladrillo, aunque sea del sabio Eladio Chávarri, sobre la violencia generalizada que sufren todos los seres de nuestro mundo al estar presionados por un núcleo valorativo económico y biopsíquico. Nuestro blog "se pone en valor" (¡vaya frasecita!) con tu pluma y tus pinceles.

Jesús Herrero Marcos -

Querido Antonio, la leña se reparte en demasiados sitios. Repasa el mapamundi empezando por los cdr catalanes y se te pasarán las navidades echando cuentas... Besos.

Antonio Argueso Gonzalez -

Mientras Baldo elucubra pregunto ¿andas por Francia Jesusito? porque temo que en este país este año no van a ser días de paz. Esperemos no se contagie la cosa. Me refiero a las medidas tomadas por el más fuerte y que han provocado tal situación, claro.

Jose Manuel García Valdés -

Por lo que se ve el PLAFF le viene por la Izda.
Estamos a la espera de que Baldo escriba otro tocho filo/teológico sobre la relación y diferencias entre PLAFF Y PAZ. Algo encontrará.
Abrazos