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Antiguos alumnos dominicos VIRGEN DEL CAMINO - LEON

UNA IMAGEN Y 252 PALABRAS

UNA IMAGEN Y 252 PALABRAS

Era la misa del voto, una de esas viejas y bellas tradiciones de nuestra ancestral historia, uno de esos actos a los que se apunta todo el mundo, las autoridades luciendo bandas y bastones, el pueblo para echar unos rezos, unos bailes y unos vinos. Todo muy bonito.

Pero los tiempos son los que son y sin que nadie la invite se suma una pobre al convite. Todos iban tan felices camino del templo del Camino, listos para la misa mayor... y aparece la cesta de la que pide, de la que quiere comer a mediodía, llevar a casa unos euros para sobrevivir.

Nada nuevo aunque tal vez imprevisto. El dominico está muy acostumbrado y salva el trance entrando lo más alejado y decidido posible. Las autoridades están entrenadas y todo el mundo mira para otro lado. El alcalde capitalino mira al suelo, el alcalde de pueblo pequeño sí se atreve con la situación pero no va a ser más que nadie. Si el de la capital mete la mano al bolso él la meterá a los dos, pero si el principal mantiene la mirada en el suelo él no le va a hacer un feo en fecha tan señalada y también pasará de largo.

Todo el mundo mira para otro lado.

Tanto que hasta la mujer que pide limosna mira para otro lado. En su cara se dibuja un “esto ya lo vi antes” y les evita el amargo trago de mirarles a la cara con cara de pena.

Fulgencio Fernández y Mauricio Peña, La Crónica de León 16-3-2013

2 comentarios

Andrés Martínez Trapiello -

Es un privilegio para los de León que tengamos y disfrutemos de Fulgencio en letras y de Mauricio (Mauri, para mí) en imágenes.

Ramón Hernández Martín -

Abunda la mendicidad a la entrada de los templos. Por algo será, digo yo. La foto certifica aquello de que más vale una imagen... A fin de cuentas, cada uno va a lo suyo. Puede que la mujer, incluso, sorprendida por la presencia del fotógrafo, adopte una postura erguida de pose, como si prefiriera mirarle a él más que prestar atención, despreciándolos soterradamente, a los honorables transeúntes de una causa perdida de antemano, porque, a la entrada de los templos, no es ese tipo de gente el que deposita un óbolo, que es tan vital en el imperio de la miseria. Vivir para ver el mundo de trapisondas en que vivimos, que es el mismo de nuestros antepasados y, seguramente, lo será también de nuestros descendientes. La foto merece, desde luego, un premio. Yo así lo entiendo y se lo otorgo torpemente con mi insulso comentario.