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Llega una vez más la Navidad. Tagore nos dice: “Él viene, viene, viene siempre”. La esperanza nunca se pierde, porque Él viene, viene siempre. Nos pueden apalear, podemos pasar por todas las crisis y no perdemos la esperanza, porque Él viene, viene siempre. Tenemos algo muy firme en qué fundamentarnos: Él viene, viene siempre.
Y podemos preguntarnos: ¿Tiene sentido celebrar hoy la Navidad en medio de tanto sufrimiento por un lado, y pomposidad por el otro? Pues sí tiene sentido, porque no celebramos un simple recuerdo. Celebramos: Él viene, viene siempre. Y mientras en este universo haya vida por más mínima que sea… Él viene, viene siempre.
Este es el Dios de la verdad y el Dios que necesitamos, que siempre viene y viene para estar con todos. No se aburre de nosotros, es más, goza con nosotros, porque Dios viene como niño, para ser la ternura de la humanidad.
Nuestra adoración es la admiración en el silencio interior. Acercarnos a él y quedar boquiabiertos, porque vemos algo que nuestra inteligencia no puede comprender y nuestros sentidos se quedan anonadados por la contemplación del misterio. El misterio está ahí, lo vemos, lo tocamos, lo saboreamos y no podemos menos de decir: qué grande es este Dios que se recrea viviendo en mí; qué grande es este Dios que no mira mis pecados, mi pequeñez; qué grande es este Dios que me invita a celebrar la fiesta sentándome a su mesa. Qué grande es este Dios que no distingue entre buenos y malos.
Navidad es nacimiento, es novedad, es renovación y, sobre todo, es admiración. Dios no viene para darnos explicaciones a nuestros problemas. Viene para estar con nosotros, en las buenas y en las malas. Es la mamá que siempre nos hace dormir en su regazo.
Muchas veces nos hacemos la pregunta: ¿A dónde vamos? Y pienso que la respuesta es: déjate llevar. Hay alguien que va contigo que solamente tiene gestos de perdón y palabras de vida eterna.
Ante el misterio de la Navidad no caben discursos, solamente la admiración… porque el misterio del amor inunda todo nuestro cuerpo y alma, quedando tan impactados, que no sabemos qué decir. Ahí comenzamos a ser Evangelio, porque el que ama ya es Evangelio de Jesús, es anunciador de su Reino.
Navidad- admiración que nos saca del tiempo y nos hace saborear nuestra eternidad. Hemos hecho nuestro mundo muy complicado, le falta el alma de la sencillez. La sencillez del agua natural, la sencillez de los pájaros, la sencillez de los árboles, la sencillez de la nieve, la sencillez de las flores, la sencillez del amor. El nacimiento de Jesús es sencillez, por eso nos causa tanta admiración. Cuando contemplamos algo bello no decimos nada, nos quedamos extasiados perdidos en nuestra imaginación y sentimientos. Lo bello es sencillez. Navidad es la admiración de la sencillez. Con la sencillez todo es posible, porque nos hace libres para la acción. Una parte del mundo no puede ver porque vive muy complicado. No pueden ver la sencillez de los que sufren y de los que mueren sin nacer. No hay nada más sencillo que el Niño Dios nacido en Belén. Su sencillez le hizo libre para nuestra redención.
Navidad puede sonar pomposamente en nuestros oídos, pero eso no es Navidad. Navidad es la sencillez de un Dios que nace en Belén y su primera preocupación es anunciarlo a los pastores, no a la gente complicada de la sociedad pudiente.
Desde Shintuya: FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO
Pedro Rey