Queridos compañeros. Para finiquitar dignamente este frío mes de Agosto, y acabar de liar completamente el ovillo del próximo encuentro en Villava, tiro del hilo de estas memorias que han caído en mis manos y que me permito publicar sin el permiso de su autor, el insigne Gerardo Barrado, que no varado, a quien envío un cariñoso abrazo.
(Fotografía: Villava, publicidad del colegio).
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MEMORIA (COM)-PARTIDA
Apreciados compañeros y amigos
Acababa de abrirse camino la década de los 60 de igual manera que, para buena parte de nosotros, se nos abrían las puertas a una realidad distinta que con el devenir conformaría lo que, para bien o para mal, somos ahora.
Procedentes de distintas zonas: León, Burgos, Palencia, País Vasco, Navarra, Salamanca..., básicamente, entre 60 y 70 niños ingresábamos en el Colegio Apostólico de Villava.
Para la mayoría, el paso supuso dolor y aventura; dolor, porque la familia, los amigos... -aun sin renunciar a ellos- iban a crear un vacío difícilmente sustituible y, de aventura, porque desconocíamos todo lo que conllevaría el compromiso que habíamos contraído desde el mismo momento de “sí quiero”. ( No menos debió suponer para nuestros padres y hermanos.)
Inaugurábamos una década aún repleta de problemas sociales: falta de libertades, represalias posbélicas... y de carácter económico: salarios míseros, economía de subsistencia... Todo ello coronado por dos hechos de distinta índole y que aún perviven: Origen, formación y desarrollo de ETA y la victoria de la Revolución Cubana ( Recordad que tuvimos de compañero –al menos unos meses- a un chico, hijo de españoles, pero que salió huyendo de Cuba).
Sólo he querido contextualizar, someramente, el momento en el que la caja de nuestra memoria comenzó a elaborar cierta forma de memoria autobiográfica, fundamentada, a través del tiempo, en experiencias que, aunque en desordenadas pinceladas, hemos compartido en mayor o menos medida y que yo intentaré aquí evocar alguna de ellas. Ya veis, pues, el porqué del título que le he dado. Disculpad posibles lapsus ,errores en nombres, fechas o deficiencias de estilo, porque mi pretensión no es otra que la de conversar entre amigos en un tono distendido y espontáneo. Lo que deseo es que haya muchos más que os animéis y que contéis cuanto se os ocurra; no descarto, por mi parte, continuar con algún tranco más.
CURSOS: 1960-1961 y 1961-1962
Primer tranco
Era un niño de pelo rubio, ojos azules, de mirada ingenua, casi tímida. La primera salida cultural que hicimos en el cole fue para ver –previo No-Do- la película sobre Julián Gayarre, en el centro parroquial de Villava. (Quedé impactado para siempre. Desde entonces me he sentido atraído por el mundo de la música y no he superado la sana envidia por los músicos y cantantes). Me llamó la atención cómo aquel rubiales recibía besos y besos de gente que yo desconocía. Pronto me enteré de que se trataba del hijo del cartero de Villava. Sí, tenía la suerte de percibir de cerca el aliento de su familia. Para mi fuero interno, quedó como el hijo del cartero, del mismo modo que a mí se me conocía en Mogarraz como el hijo del carpintero.
Hablo, en efecto, de Máximo Olóriz, de aquel niño –de los más niños del curso- que pronto destacaría por sus notables dotes musicales, como sus paisanos: el virtuoso violinista pamplonés Pablo de Sarasate ( don Martín Melitón) y el gran tenor roncalés Julián Gayarre.
Segundo tranco
¿Recordáis quién fue nuestro Prior durante los dos años? Juego con ventaja. El pequeño gran hombre, P. Hipólito Criado, natural de la villa de Mogarraz ¿Os suena? Durante el 2º curso, nuestro director P.Noceda tuvo la ocurrencia de que debía ser yo quien felicitara el día de la onomástica, en nombre de todos, al P.Hipólito. Nunca jamás había deseado con tanta fuerza aquello de... ¡Tierra, trágame!. Hasta entonces mis felicitaciones no habían traspasado la estricta intimidad familiar. ¡Qué bochorno!
Tercer tranco
¿Quién nos examinó en Navidad, de rosa –ae, sum y poco más? Ni idea, ¿verdad? A la clase de los mayores, los de la Madre Águeda, -nuestra verdadera segunda madre, que lo digan si no Máximo Arranz, Máximo Peña... – fue Fray Nicanor Maíllo, estudiante en Las Caldas, y natural de Mogarraz. La sombra de Mogarraz, como veis, es alargada. El P. José Maíllo –hermano mayor de Nicanor- estaba en la emisora de Pamplona desde donde el P. Marino Zugasti fustigaba nuestras conciencias con el programa estrella Matemáticas de Dios: quien más da, más tiene . Fue el P. José quien me empujó hacia Villava, unos cientos de Km. más allá de La Virgen del Camino. Siempre evoco mis recuerdos villaveses como una etapa positiva y bonita de mi vida, a pesar de tan larga distancia. Jesús Hernández Palomo me servía de consuelo, pues Casar de Palomero (Cáceres), de donde es natural, queda algo más lejos, pero vecinos. Lo mismo me pasaba con tener al lado a Manuel Notario, mi paisano.
El P. Marino terminó por involucrarnos a todos. La campaña consistía en ir por las casas en parejas. A Máximo Peña y a mí nos tocó la calle Roncesvalles que, si mal no recuerdo, queda cerca de la plaza de toros. Nuestra aportación fue más voluntariosa que eficaz, pues al final... cero patatero. Desconozco si alguno consiguió algo para la causa. Tal vez no tuvieron en cuenta que unos pardillos como nosotros, más que pedir para las mates de Dios, necesitábamos ejercitar nuestro sistema motor de otro modo. Los tiempos cambian que es una barbaridad. ( Cada vez que he abierto la puerta, bien a vendedores de “gangas”, a testigos de Jehová, a la parejita de impecables jóvenes mormones, ... lo he asociado con aquella lejana experiencia, y he reprimido mis impulsos primarios).
Cuarto tranco
La excursión a la sierra de Aralar dio que hablar. De regreso al autocar, y ante tantos senderos de cabras, Manuel Notario, Andrés ¿Peñalba? (Cistierna,León) y otros tomaron el camino erróneo y fueron a dar a Echarri-Aranaz, a la otra vertiente de donde nos esperaba el autocar. Esto lo supimos al llegar mediante una llamada telefónica que hicieron al cole. Me queda la duda de si la pérdida fue inocente o fue intencionada, pues aquellos pueblos estaban en fiestas. Que respondan, si nos leen, algunos de los implicados. No debéis tener miedo a represalias ni a ultimátum.
El regreso en el autocar no estuvo exento de novedades; mi estimado Teófilo Velasco, natural de Ampudia de Campos (Palencia) como Máximo Arranz, tal vez sediento del líquido elemento escurrió cuantas botellas pilló por delante sin grado alguno de discernimiento. Resultado: cogorza habemus. “Día horribilis”, diría más de un Padre. (Teófilo, espero sepas perdonarme si en algo te ha fastidiado ; no deja de ser una anécdota que , ya desde entonces, nos la tomamos a cachondeo. Alguna licencia debíamos tomarnos ante la vida tan estricta, rígida y disciplinada que recibíamos.)
Quinto tranco.
El tren Pamplona-Alsasua y viceversa era, sin duda, un tren singular: asientos de madera, plataforma a cielo abierto ( la parte por donde unían los vagones), paraba a las lecheras,... Era, en fin, una verdadera estampa del Far West versión navarrica; sin embargo, a mí no me causó extrañeza cuando lo conocí. Mi padre, que había estado un tiempo en el frente de Navarra, me había narrado tantas historietas del dichoso tren...
El calvario lo padecían nuestras carnes cuando los de la Meseta nos dirigíamos a casa por Navidad (sin ecos publicitarios). El tren solía estar lleno cuando llegábamos a la estación de Pamplona, ello nos obligaba a colocarnos donde podíamos y dejar las pesadas maletas apiladas en la plataforma exterior.
Dada la hora de salida, tarde-noche, y sumadas las horas del recorrido, el frío del invierno acababa aliándose contra nosotros añadiendo dificultades. Y así, cuando queríamos recogerlas a la llegada a Alsasua, comprobábamos que estaban adosadas unas a otras como lapas debido a la escarcha.
Aquí nos tocaba esperar al expreso Endaya- Oporto- Lisboa. La conquista de un mínimo espacio vital suponía una gesta. Comenzaba cuando, maletas en mano, debíamos recorrer por la vías, lejos del andén y en la más absoluta penumbra, unos cientos de metros.
Superado el Ebro, los primeros en bajar lo hacían en Burgos. Recuerdo a ¿Miguel Ángel? Cano, Lacruz, Estéban, Mehave, Máximo Peña... (Los tres primeros de la zona de Covarrubias- Lerma).
El gigantesco reptil metálico continuaba su ruta por la ancha meseta castellana hasta arribar a Palencia, la del Cristo del Otero y el Carrión. Ahora les tocaba apearse a Teófilo Velasco, Máximo Arranz, Vaquero... Andrés ¿Peñalba? y José Luis, natural de ¿Sorriba? (León), del mismo pueblo que la Madre Águeda, bajaban en Venta de Baños.
A Manuel Notario, Velázquez ( uno de los porteros de fútbol y animador involuntario más de una noche –era sonámbulo-) y a mí, aún nos quedaba nuestro particular vía crucis. Solíamos bajarnos en Medina del Campo (Valladolid) porque, digámoslo claramente, estábamos hartos de ver cómo los portugueses trinchaban los pollos asados en los compartimentos o tirados como sacos de mercancía en los interminables pasillos. Mitigábamos el intenso frío arrimándonos a una estufa de leña que había mismo en el centro de la sala de espera. Algo más preocupado por no perder el siguiente tren, me tocaba hacer de hermano mayor de Notario que era capaz de dormirse sobre las vías del tren. En un electrotrén llegábamos, al fin, a Salamanca hacia las 09h. Después, cada uno en casa de sus familiares, esperaba hasta las 17:30, hora de salida de los coches de línea de la provincia. A las 24 horas de la salida desde Pamplona –en torno a las 19:30- cerrábamos nuestro periplo viajero. ( Hay más que mimbres para un argumento de una película de Buñuel)
Sexto tranco
Aunque no ejercitábamos los deportes de manera tan sistematizada como en La Virgen del Camino ni padecíamos el modelo P.Cura, disfrutábamos de suficientes espacios y medios: juegos de recreación, frontón, el del balón roto de fútbol atado a la soga y al mástil (¿cómo se llamaba?), el campo de fútbol, los pequeños campos improvisados en los paseos paralelos al campo de fútbol bajo la sombra de los plataneros, la salida libre semanal en pequeños grupos por la tarde, días de campo, y hasta unos columpios que se convertían en el objeto deseado sobre todo después de comer. En los juegos de la recreación, quiero destacar aquí especialmente a José Luis Izquieta que mostarba ya sus habilidades en el billarín, algo similar a las demostradas después, en La Virgen del Camino, en el ping-pong. Por otra parte, significar que, a veces, una patada malintencionada al balón desde el paseo bajo los plataneros del lado de las huertas, nos facilitaba la excusa para entrar y echarle mano, de paso, a un tomate o a un pimiento. ¡Qué bien sabían!
(Tan sólo unos meses antes detestaba comer un tomate sin sal, pero...)
Algunos domingos por la mañana se convirtieron, al menos para mí, en una vàlvula de escape. Por motivos que desconozco, durante una temporada el Oberena jugó en nuestro campo los partidos de casa. Todos nos sentíamos sus hinchas pues, no en vano, uno de los porteros era Sarasa, hermano del de nuestro curso. Coreábamos las victorias con la misma energía como sufríamos sus derrotas. Fue la primera vez que vi jugar a equipos de fútbol federados, cada cual con su indumentaria. ¡Qué guay!
Por aquella época nos visitaron dos grandes extremos del Atlético de Madrid y de la Selección. ¿Habéis caído? Joaquin Peiró y Enrique Collar. No sé el motivo -¿tal vez una visita a Sánchez Guerra?-. Estuvieron por la mañana, y por la tarde jugaban contra el Osasuna. El equipo rojillo tenía dos jugadores que sobresalían: Zoco y ¿Serena? Al año después ficharon por el Real Madrid y, mientras que a Zoco -sobre todo los merengues- lo recordamos como el gigantón patoso pero efectivo que llegó a jugar en numerosas ocasiones en la Selección, ¿Serena? pasó al olvido.
Comentario aparte merecen los jóvenes africanos que se instalaron en la nueva Katanga (Burlada). No sólo llenaron de colorido y juventud esta población vecina, también motivaron jocosos comentarios a nivel de calle y no menos de sorpresa. Los canales “oficiales” difundieron la información de que habían huido de la represión del gobierno de turno de su país. Lo cierto es que, si por sus efectos los conoceréis, podrían padecer represalias -algo despreciable- pero no mostraban signos de pobreza. Haced memoria. Cuando iban al cole a jugar a fútbol todos nos quedábamos boquiabiertos al ver sus camisetas, sus pantalones, sus botas... Muy lejos de lo que la mayoría de nosotros usábamos. Alegría y buen rollo derrochaban a raudales; sin embargo, lo que se dice jugar a fútbol... más bien no.
Javier Medarde, Jesús Palomo, vosotros que sois vecinos de Burlada –antigua Katanga- ¿quedan huellas de aquellos jóvenes africanos?
Fuertes abrazos. Gerardo Barrado Martín.