CONTINUACIÓN DEL VIAJE A ALBARES DE LA RIBERA
Santos Vibot continúa su relato del último fin de semana del 2007 pasado en Albares de la Ribera (El Bierzo-León).
Os lo había dejado de contar en la primera noche, la de los villancicos y cantos regionales en torno a la queimada, mecida por Fabrice. Me interrumpí adormecido de sueño sólo de recordar tanta dulce amistad, aquel rescoldo. Hoy tengo sueño antes de empezar. Pero quiero escribir. Aunque sea como un poco entre sueños esta continuación.
Gundisalvo, "el Ministro" me ha mandado la foto que le pedí la última mañana para ponerla aquí para vosotros: Esa Pietá hermosísima, en el ardiente límite manierista entre el Renacimiento y el Barroco, que está en la parroquia de Albares, incrustada y como perdida en su doliente vuelo, en un retablillo inconcluso y mate de color caoba oscura, sobre el muro derecho según se entra.
Es como si un viento ingente de dolor la mantuviera en vilo por los siglos, ya sin las fuerzas necesarias para seguir llorando. De nuevo inmaculada esa carita de perfectos rasgos, deslumbrados ante el Dios destrozado de su Hijo, también vuelto a la mueca inocente de la muerte con un rostro tan niño. Ese ciclópeo cuerpo de Varón de Dolores, con el labrado torso tumefacto y los potentes musculados muslos golpeados, cosidos a lanzadas. Esas dulces rodillas desolladas. Las taladradas piernas y los pies -que caminaron sobre el oleaje y lo calmaron a su solo contacto-.
El rostro de esta Virgen del Camino va más allá de todo. Tiene el nítido aura que todos los amantes quisieran contemplar toda su vida y mucho más allá. Ese dulce alabeo de los arcos ciliares, la nariz tan perfecta de las diosas antiguas y los mitos andróginos, la boca de los besos y los versos sin fin...pero está fijo su tormento, irradiante de amor, en un instante sin duración posible, más, mucho más allá del tiempo.
Y el anónimo artista ha captado ese rapto de dura eternidad. Ella ya sólo quiere sujetar para siempre con su mano derecha -que no le arranquen nunca de sus brazos- tan delicadamente, la cabeza sin vida de su Hijo, su livoroso cuello de macerados lirios, sentir su dulce peso para siempre.
Notad la extremada hermosura de las manos izquierdas casi juntas -sobre el oro estofado de la túnica entre flores y frondas cortesanas- mientras la Madre sostiene el brazo de su Hijo. Y esos dos dedos juntos que la Madre a copiado de los de su Hijo muerto con la misma fijeza y galanura con que se inclina sobre su rostro amado en ese torbellino de pasión sin final.
Y esa mano de Cristo, inefable de bella con su sangre sagrada:
VERE LANGUORES NOSTROS IPSE PORTAVIT
ET DOLORES NOSTROS IPSE TULIT
CUJUS LIVORE SANATI SUMUS
cantábamos en Semana Santa...
Y también -y está grabado en su baldaquino de plata del Santuario:
O VOS OMNES QUI TRANSITIS PER VIAM
ATENDITE ET VIDETE SI EST DOLOR SIMILIS
SICUT DOLOR MEUS...
Esta Pietá, por siempre enamorada en su místico escorzo manierista, debió de estar presente en el bautismo y en la primera comunión de nuestro querido Chema Sarmiento.
Muchacho, no sé si de niño te fijarías en ella, pero visto desde hoy parece una predestinación que vinieras a compartir tu niñez y adolescencia con nosotros bajo su misma advocación y estela. Desde luego, si siempre estuvo allí, sa beauté radieuse te selló para siempre la mirada.
Pero vuelvo hacia atrás -ya he despertado un poco- pues hay dos cosas que olvidé compartiros: En León, en casa de mi Trapi, saludé por teléfono a otro de mi curso del que no sabía nada desde Caldas (¡1969!): Pedro García Trapiello. También genio y figura: "¡¡Hombre, Vibot...!!", levantando mucho la voz. ¡Qué cariñoso y qué simpático. Y hablando con la misma originalidad con la que escribe, que ya entonces lo hacía! Ese día no estaba en León, pero seguro que me fascinaría si nos viéramos, como en el Gran Estudio de la escuela menor, cuando sacaba su reloj de sol, lo orientaba minuciosamente sobre el pupitre y se ponía a escribir haciéndose el interesante mientras lo consultaba de cuando en cuando. A los de mi curso os gustará oír de él. Tenía que decíroslo.
Lo otro, es de nuevo en Albares, al calor de la lumbre y las canciones...
Bien entrada la noche, ya un poco soñolientos, Marcelino y Bañugues murmuraban en sus tibias guitarras "RECUERDOS DE LA ALHAMBRA". En la segunda frase Chema empezó a cantar como en susurro con la boca cerrada, y en la tercera frase -esa punzada de melancolía- ya nos unimos todos, muy a media voz, "quedito", como en
el villancico del Padre Iparraguirre...
Ese sonido de las guitarras y las voces masculinas entredormidas, entre el chisporroteo de las brasas de roble...como en LUDWIG de Luchino Visconti cuando los muchachos del rey cansados de bailar y de beber las cervezas calientes de Baviera, tirados junto al fuego en aquella cabaña con el rugoso tronco del fresno centenario saliendo por el techo, entonan -al amor y el rumoroso acento del acordeón- una canción nostálgica de todo...al calor de los cuerpos rendidos, madorosos, y la nocturna música rebosando los labios y entornando los ojos de sosiego...
Y el rey abre la puerta. Afuera nieva. Y en la sala de cine se siente el aire frío de la nieve como una bofetada. Y no sólo en el rostro. Hasta en corazón. Por esa fuerza y magia de lo bien ideado y realizado porque fue bien vivido.
¿Podéis imaginar este sonido, este calor de hogar, esta belleza...guitarras y nostalgias en la noche, estos años y leguas que no cesan?
Otro día seguiré, son ya las dos.
El día siguiente fue entrañable y feliz. Pero esa noche me tiene fascinado.
Felices sueños, amigos míos queridos, del Colegio.